4/4-Libro: Los impuestos tienen consecuencias (por Jan Doxrud)
En suma entre 1948 y 1949 el tramo superior del IRPF era de 82,43 el cual aumentó a 91% y se mantuvo así entre 1954 y 1963. En lo que respecta al tramo inferior del IRPF este fue del 17,30% entre 1948 y 1949 y 20% entre 1954 y 1963. En lo que respecta al impuesto de sociedades este llegó al 38% % entre 1948 y 1949 y 52% entre 1954 y 1963. Por último, en lo que se refiere a la fiscalidad del cobro de dividendos para las rentas altas tenemos lo siguiente: 89,10% (1948 y 1949) y 95.68% (1954 y 1963).
Como era de esperar, tales medidas generaron una serie de incentivos y acciones que buscaban eludir el pago de impuestos. Por ejemplo estaba la retribución diferida en virtud de la cual los salarios eran canalizados de forma diferida en el tiempo. Los autores dan el ejemplo de un ejecutivo de Sylvania Electric Products quien percibe 200.000 dólares por cada año de gestión. En lugar de recibir esa suma el ejecutivo recibía 150.000 dólares mientras desempeñaba sus funciones y, una vez retirado de la empresa, continuó recibiendo 50.000 dólares por un período de 10 años. Como explican los autores, en el año 1956 una renta de 150.000 dólares habría tributado – sin deducciones – dentro del umbral del 81% mientras que añadir 50.000 dólares habría significado alcanzar niveles del 85%. Al respecto comentan los autores:
“Si Mitchell hubiera cobrado esos 50.000 dólares año tras año, declarando un total de 200.000 dólares, solamente habría retenido 7.500 dólares netos. Sin embargo, al diferir esos 50.000 dólares en diez años de pagos anuales, cada ejercicio de cobro de su retribución diferida le permitió retener 32.000 dólares” netos de esta parte de su salario”.
Una segunda estrategia para eludir el pago de altos impuestos era cobrar parte del salario en forma de rentas del capital. Con esto último los autores hacen referencia a la ganancia que puede generar un activo al apreciarse y cuando el propietario materializa su venta. Un ejemplo de esto son las opciones sobre acciones o “stock options” que es una forma de remunerar a los empleados de una empresa. De acuerdo con este contrato, la persona puede ejercer una opción de compra de acciones a un precio fijado con anterioridad y que es inferior al precio de mercado.
Así, tenían la posibilidad de comprar barato y venderlas a un mayor precio obteniendo así una ganancia considerable que no quedaba sujeta al pago del IRPF. Una tercera estrategia ideadas por las empresas era simplemente “gastar” pero se trataba de un gasto “corporativo” los cuales eran deducibles y no se clasificaban como ingresos sujetos al pago del IRPF. Por ejemplo una empresa X puede tener un ingreso imponible de 1.000.0000 de dólares, pero a eso habría que restarles los gastos en comidas, decoración del edificio, compra de jets privados, viajes, etc., lo cual tendría como resultado que el ingreso sea de 500.000 dólares. Si la tasa impositiva fuera, digamos, del 50% tendríamos lo siguiente:
1.000.000 x 0,5 = 500.000
500.000 x 0,5 = 250.000
Así el ahorro fiscal sería de 500.000 - 250.000 = 250.000
Como comentan los autores:
“Los imponentes edificios de oficinas de las elegantes zonas del centro de la ciudad, la vida de los trabajadores en sus elegantes oficinas, el entretenimiento nocturno del que disfrutaban los ejecutivos, las decoraciones de los espacios de trabajo con lo último en diseño y arte de vanguardia…Todo esto eran formas de retribuir a los directivos y nada de esto constituía un ingreso sujeto a la obligación de declarar o pagar IRPF. Además, todo era deducible y, por tanto, se descontaba del tipo general del 52 por ciento vigente en el impuesto de sociedades”.
Por ende sucedió que la brecha entre los ingresos “declarados” por el 1% más rico y sus ingresos “reales” se ensanchó. Pero más importante es que se repite un patrón destacado por los autores cuando se generan alzas impositivas que van más allá del umbral establecido por la “curva de Laffer”. En primer lugar, los individuos pasan a declarar menos renta. En segundo lugar, camuflan sus ingresos para eludir el pago de altos impuestos. En tercer lugar tenemos la consecuencia: la economía se resiente.
El período que va de 1961 a 1963 significó un importante desviación del statu quo fiscal, en otras palabras, se rompió con la línea de impuestos altos se había establecido en la década de 1950. Una primera reforma guardaba relación las reglas y cronogramas de depreciación de los bienes de capital. Esta clase de bienes se van desgastando a lo largo del tiempo o van quedando obsoletos, de manera que los empresarios necesitan invertir en nuevas máquinas.
Pero sucedía que los calendarios de depreciación eran temporalmente extensos de manera que la administración Kennedy acortó estos calendarios en el verano de 1962, lo que les permitía deducir una mayor cantidad de los costos de la inversión realizad (el costo se distribuía dentro de un período de tiempo menor siendo así mayores las deducciones anuales). Otra medida de Kennedy fue el crédito fiscal a la inversión empresarial en virtud de la cual las empresas podrían descontarían de sus obligaciones fiscales hasta el 7% de los costes de inversión destinados a la adquisición de bienes de capital.
President Kennedy addresses the nation about the economy in 1962. He presided over an economic turnaround.AP/John F. Kennedy Library and Museum
Lo que se buscaba con estas medidas era aumentar el crecimiento a largo de los Estado Unidos y que este se situara a una tasa del 5% anual. Junto con esto, Kennedy estaba preocupado por los retiros de oro por desde el extranjero o, dicho de otra manera, quería frenar la sangría del oro haciendo más atractivo invertir en dólares en los Estados Unidos. La onza de oro estaba a 35 dólares y Kennedy no deseaba devaluar el dólar frente al metal precioso. En palabras de los autores:
“La razón principal por la que Kennedy quería que las rebajas de impuestos a las empresas se aplicasen antes de una rebaja del IRPF era su sensación de que la mejora de la fiscalidad aplicada en el campo mercantil estimularía la demanda de inversión en activos radicados en Estados Unidos. Esto, a su vez, resultaría eficaz para frenar la preferencia por parte de los extranjeros de cambiar sus dólares por oro (…)”.
En lo que respecta al IRPF, la administración Kennedy redujo el tramo superior de 91% a 70% y el tramo inferior de 20% a 14%. La razón de esto es que, para Kennedy (tal como lo expresó en su discurso ante el Club Económico de Nueva York), una economía que se encontrase obstaculizada por impuestos demasiado restrictivos no generaría ingresos suficientes para equilibrar el presupuesto nacional y tampoco suficientes puestos de trabajo y ganancias.
Con el sucesor de Kennedy, Lyndon B. Johnson la situación cambiaría. Recordemos que Estados Unidos se encontraba involucrada en la guerra de Vietnam junto con la implementación de un conjunto de programas sociales denominado como “Gran Sociedad” (lo que implicó un nuevo recargo de las cotizaciones sociales) que supuso un importante gasto fiscal y el aumento de la inflación. En palabras de los autores, Johnson fue un derrochador que mantuvo la gran burocracia federal y que, en 4 años, hizo que el gasto federal aumentara en un 56% (en términos reales) mientras que el gasto en defensa lo hizo en un 41%.
Patron “dólar-oro”
En 1968 el déficit federal alcanzó el 2,8% del PIB que, de acuerdo con los autores, fue el nivel más alto desde 1946. Johnson también impuso un recargo sobre el impuesto a la renta, en donde el tramo superior subió hasta el 75,25% y el ramo inferior al un 15,05%. En cuanto al tipo general del impuesto de sociedades, este paso de 48% a 52,8%.
¿Cuál fue la justificación de estas medidas? En primer lugar para financiar la guerra de Vietnam y el programa de la Gran Sociedad. En segundo lugar, por medio de esta alza de impuesto se pretendía reducir la inflación, puesto que los consumidores tendrían menos ingreso disponible para consumir. Con el Presidente Richard Nixon el statu quo fiscal no sufriría cambios significativos. La fiscalidad sobre las rentas del capital aumentó de 25% a 35% y se suprimió el crédito fiscal la inversión iniciado por Kennedy. Al respecto comentan los autores: “Si subes los impuestos a la inversión tienes menos máquinas o bienes de equipo con los que trabajar, de modo que también hay menos puestos de trabajo”. Sumado a esto la huida del dólar lo que forzaba a la devaluación del dólar lo que terminó en el fin del “patrón oro dólar” por parte de Nixon ante la retirada masiva del metal precioso.
El otro problema era la inflación y el fracaso de combatirla por medio de controles de precios y alza de impuestos. Como sabemos la inflación es el alza generalizada del nivel de precios lo que significa que el dinero pierde poder adquisitivo lo cual perjudica principalmente a los más pobres. Como comentan los autores, si las empresas querían otorgar mejoras salariales estas debían ser muy superiores a la inflación lo cual ponía en peligro la rentabilidad de tales compañías. A esto añaden los autores:
“La solución por la que optaron la mayoría de las compañías pasó por tratar de mantener a menos personas en nómina y utilizar los ahorros por esta vía para proporcionarle a su menguante plantilla una revalorización de su nómina según el aumento de la inflación. Esto generó desempleo, menguó a capacidad productiva y resultó en una economía de peor calidad. El paro y el lento crecimiento de la década de 1970 se derivaron de un sistema tributario progresivo y no indexado a la inflación que se desarrolló, además, bajo un entorno de muy alta inflación”.
Los autores se refieren a la inflación fiscal o “taxflation”. En un contexto de inflación puede que los sueldos aumenten pero en términos nominales, no así en términos reales, es decir, considerando su poder adquisitivo. Por ende al aumentar en términos nominales aumentará el impuesto marginal ya que podría pasar al siguiente tramo impositivo, pero en términos reales tal aumento es nulo debido a la inflación. Pero, podemos añadir que incluso con el tiempo el Estado se verá afectado negativamente puesto que el cobro de tiempo requiere de tiempo y el poder adquisitivo de esa recaudación tal como lo evidenciaron los economistas Julio Olivera y Vito Tanzi.
Si seguimos avanzando en el tiempo tenemos la Ley de Ingresos de 1978 bajo la presidencia de Jimmy Carter, la cual redujo el impuesto de sociedades de 48% al 46% y, sumado a esto, recortó la fiscalidad de las rentas del capital de un 35% a un 28%. Bajo la presidencia de Ronald Reagan se aprobó en agosto de 1981 se anunció tres año consecutivos de recortes de los tipos del IRPF: 5% (1981), 10% (1982) y 10% (1983).
Producto de esta rebaja escalonada, surgieron una series de estrategias que, como señalan los autores, buscaban posponer los ingresos “hasta que el grueso de la reducción estuviese en vigor, en 1983”. Así, y a pesar de las medidas señaladas, el país sufrió la recesión de 1981-1982 y en donde en este último año, el desempleo alcanzó el 11%. A esto añaden:
“El PIB cayó gravemente. El crecimiento económico en 1980 fue negativo en un 0,3 por ciento, para luego registrar un mediocre 2,5 por ciento en 1981, un nivel muy pobre según los estándares históricos de las recuperaciones económicas estadounidenses. En 1982, el crecimiento volvió a ser negativo, con una caída del 1,8 por ciento”.
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Por ende, habría que esperar los años 1983-1984 para que Estados Unidos experimentara un despegue económico. Esto se explica, en parte, debido a que se completó la rebaja escalonada de impuestos. Como explican los autores, en 1983 el crecimiento del PIB fue del 7,9% en términos reales y 5,6% en 1984, siendo así “uno de los períodos más grandes registrados en la historia de Estados Unidos”. En relación con el oro su precio disminuyó. Tras llegar a más de 800 dólares la onza en 1980 el precio disminuyó a 350 dólares a finales de 1985. Por otro lado, el déficit aumentó (de hecho se triplicaron) aunque los tipos de interés asociados a la emisión de deuda disminuyeron. En suma, si bien el déficit aumentó, disminuyó el costo de financiarlo. En suma concluyen los autores:
“Por definición, la adopción de grandes reducciones de la carga tributaria conduce a un mayor crecimiento, como vimos en el fenomenal período de 1983-1985, lo que a su vez aumenta la oferta de los productores, que pone al servicio de los consumidores un mayor número de bienes y servicios que se pueden comprar con dinero”.
En 1986, y en virtud de la Ley de Reforma Fiscal, la cual redujo la tasa impositiva máxima para los ingresos ordinarios del 50% al 28% y aumentó la tasa impositiva mínima del 11% al 15%. Así por primera vez en la historia del IRPF de Estados Unidos que se disminuyó la tasa impositiva máxima y se aumentó la tasa inferior al mismo tiempo.
En lo que respecta a las ganancias de capital, se gravarían al mismo tipo que los ingresos ordinarios, lo que se tradujo en aumentar la tasa impositiva máxima sobre las ganancias de capital a largo plazo del 20% al 28%. Sumado se amplió el AMT o “Alternative Minimum Tax que buscaba que las personas de altos ingresos pagara una cantidad mínima de impuestos. independiente de las deducciones y créditos fiscales otorgados (un piso en el porcentaje de impuestos que un declarante debe pagar al gobierno)
Como no es el objetivo del artículo abordar cada administración presidencial, ahora me centraré en dos temas: la administración Obama y Trump. Los autores hacen referencia a la “Gran Recesión” del año 2008 y la posterior asunción de Obama en el año 2009. En febrero de aquel año promulgó la Ley de Recuperación y Reinversión lo cual implicaba un aumento de los desembolsos del gobierno federal en cientos de miles de millones de dólares. Para los autores, la lógica de estas medidas era esencialmente keynesiana en el sentido de que el estímulo fiscal generaría un aumento adicional del consumo por parte de los ciudadanos, puesto que aumentaría la propensión marginal al consumo. El problema fue que las proyecciones de los economistas de Obama no se materializaron en la realidad, puesto que el desempleo no disminuyó. Obama implementó reformas que significó el aumento de impuestos para los ingresos más altos, auqnue no para la clase media y baja.
Crisis subprime
Solo con la llegada de Trump se firmaría en 2017 la Ley de Empleos y Reducción de Impuestos, en virtud de la cual se redujo el impuesto de sociedades del 35% al 21%. En cuanto al IRPF se redujo del 39,6% al 37% y el tramo inferior en 10% y la deducción estándar (una cantidad fija que el contribuyente puede deducir de sus ingresos). La disminución del impuesto de sociedades fue central para las compañías denominadas “C-corp”. Sucedía que estas empresas tributaban por partida doble, es decir, por un lado, estaban sujetas al impuesto del 21% establecido por el gobierno de Trump, pero también eran gravados los dividendos repartidos entre los accionistas. El resultado de los recortes de impuestos fue el crecimiento económico y un aumento de los ingresos a nivel local, estatal y federal.
Palabras finales
En resumen, he presentado las ideas centrales del libro que se basa en la curva de Laffer y en la idea de que más impuestos no se traduce, necesariamente, en mayores ingresos. La razón es que la economía es una ciencia social en donde intervienen individuos que toman decisiones constantemente en base al contexto y el entorno económico. Es por ello por lo que la causalidad en materia económica no es uno de tipo mecánica o lineal, sino que, más bien sistémica. Independiente de si se pueda no estar de acuerdo con los autores, sí es importante considerar la advertencia de que los impuestos pueden tener consecuencia negativas y pasado cierto umbral, se crearán una serie de incentivos que buscaran eludirlos y evadirlos.
Tal como escribieron Steven D. Levitt y Stephen J. Dubner en el libro citado en un comienzo:
“Ten en cuenta que alguna gente hará todo lo posible para burlar el sistema, encontrando formas de ganar que nunca habrías imaginado. Aunque solo sea para mantener la cordura, trata de aplaudir su ingenio en lugar de maldecir su avaricia”.
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