1) Profetas del pesimismo (por Jan Doxrud)
En esta serie de artículos abordaremos el fenómeno del pesimismo y el catastrofismo que ha invadido algunas narrativas en la actualidad. Esta visión lúgubre del futuro incluye a una gran variedad de personas como científicos, académicos, intelectuales, políticos y activistas. También debemos incluir las personas común y corrientes (legos) que consumen los diversos medios de comunicación que operan como caja de resonancia de los profetas de la catástrofe. A medida que avancemos el lector podrá ir percatándose de varios aspectos importantes.
En primer lugar, que el pesimismo es una constante en la historia humana y que, tal pesimismo, puede venir en distintos sabores: racial, histórico, cultura, económico o ecológico. Así cada época ha tenido su propio “final de los tiempos” y, me atrevo a decir, que la humanidad necesita de estos relatos catastróficos que anuncia el inminente fin de la humanidad. Otro aspecto relevante es que los diversos profetas del pesimismo y de la catástrofe inminente resultaron estar equivocados en sus pronósticos en el largo plazo. En la actualidad, los profetas del pesimismo en materia medioambiental continúan incurriendo en los mismos hábitos de los pesimistas de antaño, sustentados en falacias y una visión simplista y determinista del mundo. Como comenta Matt Ridley en su libro “El optimista racional”:
“No puedo recordar una época en la que no hubiera habido alguien insistiendo en que el mundo sólo sobreviviría si abandonaba la insensata meta del crecimiento económico”.
Más adelante añade el mismo autor:
“La razón de moda para ser pesimista iba cambiando, pero el pesimismo permaneció constante. En los sesenta la explosión demográfica y la hambruna global estaba en la cima de la lista, en los setenta era el agotamiento de los recursos, en los ochenta la lluvia ácida, en los noventa las pandemias, a principios de este siglo el calentamiento global”.
El mensaje que subyace a estos artículos no es caer en un optimismo ingenuo que puede ser igual de nocivo que el pesimismo catastrofista, sino que adoptar un “optimismo racional” o un pesimismo fundamentado en evidencias sólidas. Muchas de las narrativa s pesimistas se sustentan en hechos verdaderos, pero lo que aquí se rechaza es la visión catastrofista que emerge a partir de esos hechos que denuncian. Como es costumbre, dejaré al final de cada artículo otros de mis artículos que pueden complementar lo leído aquí.
Tenemos que existe una necesidad por parte del ser humano no solo de dar orden a la realidad, sino que también – y como señala Michael Shermer – de buscar patrones o regularidades, independiente si son reales o producto de nuestros prejuicios. Junto a lo anterior es que los seres humanos buscamos domesticar y someter el futuro, es decir, lo que aun “no es”, debido a que no nos sentimos a gusto con las lagunas o vacíos.
Como ya he señalado en otro artículo, los profetas de las catástrofes no incorporan la incertidumbre en sus pronósticos, así como también la capacidad del ser humano de enfrentar los desafíos presentes. Más curioso aún resulta ser que los profetas y pronosticadores no solamente son adictos a las predicciones, sino que además, cuando se equivocan, no reconocen sus errores y, peor aún, sus errores pasados no los inhibe en absoluto en continuar realizando nuevas predicciones y hacer caso omiso de sus errores pasados.
Pero el hecho es que todos, desde los “expertos” hasta nosotros en nuestra vida diaria, estamos atentos al futuro y en eso no hay nada de malo, puesto que no podemos estar centrados y enfocados únicamente en el fugaz “presente”. Los Bancos Centrales determinan su política monetaria en base a las expectativas de inflación futura, los inversionistas calculan el valor presente de flujos futuros o los rendimientos futuros de una inversión actual. Así, es imposible darle la espalda al futuro ya que tenemos la necesidad de planificar diversos ámbitos de nuestras vidas.
Ahora bien, otra cosa muy distinta es creer poder determinar el futuro como si fuésemos el “demonio de Laplace”. Este ser imaginario poseía la facultad de conocer las propiedades iniciales de todas las partículas de la naturaleza y del universo, su posición y velocidad. Así, con este conocimiento sumado al conocimiento de todas las fuerzas que actúan sobre las partículas, entonces este demonio podría calcular su posición y velocidad en cualquier momento del pasado o del futuro. Así, para Pierre-Simon Laplace (1749-1827), debíamos considerar el estado presente del universo como el efecto del estado anterior y, por consiguiente, como la causa del estado que le sigue, de manera que el universo sería perfectamente predecible bajo este paradigma mecánico-determinista.
En otro artículo hice alusión al experimento llevado a cabo por el psicólogo de la Universidad de Pennsylvania: Philip Tetlock. En una entrevista publicada en el “The new York Times” (2021), el psicólogo explica que prácticamente todas los asuntos importantes que realizamos constituyen pronósticos implícitos, puesto que hacemos suposiciones sobre lo que sucederá más adelante. Añade que, a veces, tales suposiciones son tan obvias que ni siquiera las consideramos un pronóstico, pensando en estas como virtualmente fácticos. Así el autor explica que las predicciones son fundamentales para la vida humana. Por ejemplo, cuando decides casarte o no, o divorciarte o lo que sea, tales decisiones se fundamentan sobre posibles escenarios futuros.
Volviendo al tema del experimento, las investigaciones de Tetlock fueron publicadas en el año 2005 en un libro titulado “Expert Political Judgement: How Good Is It? How Can We Know?”. El académico e investigador entrevistó a 248 personas que se dedicaban a realizar comentarios o a dar consejos en los medios de comunicación en relación con tendencias políticas y económicas. Tetlock pidió a estas personas que estimaran las probabilidades de que en un futuro no muy lejano ocurriesen determinados acontecimientos en zonas del mundo en las cuales eran especialistas, así como también en regiones de las que carecían de conocimiento especializados.
Tetlock obtuvo mas de 80 mil predicciones. El psicólogo pidió a los distintos expertos que dieran cuenta sobre cómo llegaron a sus afirmaciones, cómo reaccionaron cuando su predicciones resultar ser equivocadas y cómo evaluaron aquellos hechos que no respaldaron sus predicciones. Uno de los resultados fue que aquellas personas que desarrollan un conocimiento más especializado, caían en la ilusión de tener un aptitud mejorada, lo que los llevaba tener una confianza poco realista lo que los llevaban a realizar predicciones sin sustentos. Añadía Tetlock que los expertos se mostraban renuentes a admitir que estuviesen equivocados y cuando admitían sus errores, esgrimían una serie de excusas para justificarse.
Como señala Steven Pinker en su libro “En defensa de la ilustración”, las noticas negativas tienden a fijarse en los aspectos negativos del día a día y, como consecuencia abren un mercado para “cascarrabias profesionales”. Sumado a lo anterior, pareciera que el intelectual crítico y pesimista es percibido como una persona más inteligente que otro que tiene una visión más benigna del futuro. De acuerdo con Pinker – haciendo eco del estudio de T.M Amabile “Brilliant but cruel: Perceptions of negative evaluators” – señala que un crítico que hace pedazos un libro es percibido como una persona más competente que otro sujeto elogia ese mismo libro. Esto mismo puede aplicarse a los críticos de la sociedad y del statu quo. En cuanto a los medios de comunicación e intelectuales, Pinker señala lo siguiente:
“Los periodistas creen que, al acentuar lo negativo, están cumpliendo con su obligación de ser guardianes, reveladores de escándalos, denunciantes y tormento de los acomodados. Y los intelectuales saben que pueden granjearse al instante la autoridad señalando un problema no resuelto y teorizando que se trata de un síntoma de una sociedad enferma”.
Por su parte, Matt Ridley en su libro “El optimista racional” podemos leer:
“(…) el pesimismo genera muchos intereses creados. Ninguna caridad ha recaudado dinero para su causa alegando que las cosas están mejorando. Ningún periodista ha sido publicado en primera plana diciendo a su editor que va a escribir una historia sobre cómo el desastre es menos probable ahora. Las buenas noticias no son noticia, así que el megáfono de los medios está a la disposición de cualquier político, periodista o activista que pueda advertir convenientemente sobre algún desastre venidero”
Como explica el sociólogo Carlos Sabino, el error básico que comenten los profetas de la catástrofe es que el pronosticador supone que las tendencias que este predice en el presente seguirán actuando sin modificaciones en el largo plazo. Esta extrapolación de datos actuales hacia el futuro lleva al pronosticador a pasar por alto que el problema de que “la mayoría de los fenómenos biológicos y sociales no actúan linealmente, reproduciéndose sin cesar en la misma dirección, sino que tienen mecanismos de autorregulación que los contienen dentro de ciertos límites”.
Pero resulta que para los catastrofistas el futuro vendría a ser simplemente una versión aumentada o magnificada de los males del presente, de manera que si hace 50 años la población iba en aumento, entonces en las próximas décadas esto se mantendría de esa manera, lo que genera otras predicciones catastróficas como escasez de recursos, aumento de precios y guerras sin cuartel por los pocos recursos naturales. Por su parte, Steven Pinker apunta a la misma idea sobre el pesimismo y escepticismo de los ecologistas profundos:
“Su escepticismo implica de hecho que el statu quo nos condenará, que el conocimiento quedará congelado en su estado actual y la gente persistirá robóticamente en sus conductas actuales con independencia de las circunstancias”.
Matt Ridley señala que los pesimistas están en lo correcto al señalar que, si se acaba el petróleo, todo el sistema de transporte dependiente de éste colapsaría . Pero el problema con esta y otras aseveraciones radica justamente en ese condicionante “si”, es decir, “si” el mundo permanece tal cual como está. Pero lo que nos enseña la historia es que esta es dinámica y los seres humanos son creativos e innovadores, de manera que el cambio dinámico es la regla. A esto añade Ridley:
“Mi tesis es que la especie humana se ha convertido en una máquina colectiva de resolver problemas, y que resuelve problemas a través del cambio. Esto lo logra a través de la invención, frecuentemente impulsada por el mercado: la escasez incrementa el precio y eso motiva el desarrollo de alternativas más eficientes (…) Cuando escasearon las ballenas, el petróleo comenzó a utilizarse en lugar del aceite de cetáceo”.
Lecturas complementarias:
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(2) Occidente: Autoflagelo y el monopolio de la culpa (por Jan Doxrud)
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(II) La influencia del Romanticismo alemán en el pensamiento occidental (por Jan Doxrud)
(III) La influencia del Romanticismo alemán en el pensamiento occidental (por Jan Doxrud)
(IV) La influencia del Romanticismo alemán en el pensamiento occidental (por Jan Doxrud)
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Entendiendo el Discurso Filosófico de la Modernidad (2) (por Jan Doxrud)
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Introducción a la Posmodernidad (1) (por Jan Doxrud)
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