5/8-Guerra y Guerrilla (por Jan Doxrud)

5) Guerra y Guerrilla (por Jan Doxrud)

Regresemos a la caracterización del partisano realizada por Schmitt. En primer lugar tenemos entonces que es una figura y una táctica que se encuentra fuera de los márgenes de la guerra acotada. Así, el partisano es un combatiente irregular, es decir, carece de uniforme, de manera que rompe con el estereotipo de lo que “debe ser” un soldado. En segundo lugar, Schmitt destaca el carácter intensamente político del partisano. Es este carácter lo que lo separa del vil ladrón y atracador que solo piensa en su provecho individual. Añade Schmitt que la misma palabra “partisano” revela el carácter político de este:

El partisano lucha en un frente político, y precisamente el carácter político de su actividad revaloriza el sentido originario de la palabra partisano. La palabra se deriva de partido, e indica los vínculos con un partido o grupo que lucha o hace la guerra o actúan políticamente de alguna forma. Semejante vinculación a un partido se refuerza en tiempos revolucionarios”.

Agrega Schmitt que este carácter partidista del partisano nos revela también que éste puede cambiar a lo largo del tiempo, puesto que se puede ser “partidario” de varias causas. Otra característica del partisano es la movilidad, la rapidez y los cambios bruscos. Por último, Schmitt destaca el carácter “telúrico” del partisano lo que vendría a significar la existencia de una estrecha relación entre el partisano y el suelo y las condiciones geoclimáticas del lugar en donde se mueve. En palabras de Schmitt, en la guerra partisana, el partisano no lucha en un campo de batalla abierto y, más bien, lo que el partisano hace es imponer al enemigo un espacio distinto. Al respecto comenta Schmitt:

“En función de su irregularidad, el partisano cambia las dimensiones, no sólo de las operaciones tácticas, sino también de las operaciones estratégicas de los ejércitos regulares. Aprovechando las condiciones del terreno, grupos relativamente pequeños de partisanos puede paralizar grandes masas de tropas regulares”.

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Junto a este “aspecto espacial”, Schmitt destaca también la destrucción de las estructuras sociales en las guerras partisanas, tal como sucedió en los dominios coloniales en Indochina, en donde las guerrillas terminaron por infringir una derrota material y moral en  Dien Bien Phu (1954). Ahora bien, el partisano, en el siglo XX, no se encuentra aislado del mundo y, menos aún, en la era de la globalización de la Guerra Fría que Schmitt no alcanzó a vivir. 

De acuerdo al filósofo alemán, el partisano depende siempre, no solamente de la ayuda de un ejército regular y de una potencia o “tercer interesado”. Así, Moscú y Pekín apoyaron a Kim II Sung en Corea y Ho Chi Minh recibió ayuda de China. Pero también estos dos combatientes eran hombres que habían vivido fuera de las fronteras de su país, así por ejemplo, Ho Chi Minh estuvo tanto en Francia como en la Unión Soviética, y no vivieron enclaustrados en sus respectivos territorios. En palabras de Schmitt:

“El tercero poderoso no solamente suministra las armas y municiones: el dinero, la ayuda material y los medicamentos necesarios, sino que también procura una especie de reconocimiento político, necesario al partisano que lucha de manera irregular para no descalificarse como el atracador o el pirata y para no caer en lo apolítico, que es idéntico en este caso a lo criminal”.

Un ejemplo reciente de cómo la guerrilla se ha adaptado a los nuevos tiempos es el caso zapatista y lo que Manuel Castells ha denominado como la “primera guerrilla informática” y Carlos Fuentes la describió como la “primera revolución posmoderna”: el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (1994)

Esta guerrilla aglutinaba a los sectores campesinos, en su mayoría, indígenas quienes se levantaron en contra el Tratado de Libre Comercio que entró en vigor ese primer mes del año 1994. Producto de las privatizaciones y, principalmente, el aumento de las importaciones de maíz y la eliminación de la protección de los precios del café. Sumado a esto, la reforma agraria de Salinas de Gortari puso fin a la propiedad comunitaria en favor de la comercialización de la propiedad individual. 

Lo que nos interesa aquí fue la estrategia comunicacional utilizada por los zapatistas (en Chiapas) y a la icónica figura del llamado “subcomandante Marcos” (posteriormente Galeano y Zero) cuyo nombre es Sebastián Guillén Vicente, un hombre con estudios en filosofía en la UNAM. Lo curioso es que, si bien hubo enfrentamientos armados, Castells afirma que la guerra real no era su estrategia. La genialidad de este líder mediático, con su pasamontañas, su pipa y montado a caballo, fue el haber establecido un puente comunicativo con los medios de comunicación, mediante escritos y puestas en escena. Nacía así la guerrilla indigenista y “anti-neoliberal”. En palabras de Castells:

“La habilidad de los zapatistas para comunicarse con el mundo y con la sociedad mexicana, y para cautivar la imaginación del pueblo y de los intelectuales, impulso a un grupo insurgente local y débil a la primera fila de la política mundial”.

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Regresemos con Schmitt.  El filósofo alemán no alcanzó a presenciar los modernos avances de la tecnología actual, pero ya en la década de 1960 tenía presente que el partisano moderno había hecho suyos estos avances. Schmitt habla de redes de comunicaciones, emisoras secretas y aparatos de radar. El autor planteaba las siguientes preguntas:

“Pero ¿no será posible que el tipo humano que hasta ahora constituyó el partisano consiga adaptarse al nuevo ambiente técnico-industrial, que se sirva de los medios nuevos y que desarrolle una nueva especie adecuada de partisano el partisano industrial?”

Hoy en día utilizan GPS, drones, cámaras, smarthphones, internet y computadores, de manera que el partisano ha incorporado plenamente las nuevas tecnologías haciendo de él un “partisano tecnológico-digital”.

Dejemos a Schmitt y continuemos con otros autores. Como escribió el filósofo italiano, Franco Volpi, en el epílogo de la “Teoría del partisano” de Schmitt, existe escasa literatura sobre la temática del partisano. Lo que existe proviene en gran medida de los propios protagonistas de esa táctica de lucha como fue el caso de Mao, aunque no el caso de Lenin. En lo que sigue abordaremos estos y otros autores. Comencemos con Lenin y “La guerra de guerrillas” (1906).

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Este escrito fue redactado por un Lenin que aún estaba lejos de convertirse en el líder de la primera nación comunista, siendo solo un intelectual y activista exiliado en Europa. En este texto, el autor comienza abordando el tema de las formas de lucha desde una perspectiva marxista y su respuesta es que existen diversas formas de lucha. Lo anterior significa que el marxismo no se adhiere a fórmulas abstractas y no rechaza categóricamente ninguna forma de lucha.

Junto a esto Lenin plantea la necesidad de que la cuestión de las formas de lucha sea enfocada históricamente, por lo que resulta objetable pretender abordar este tema al margen de la situación histórica concreta. Ignorar esto significa también ignorar los principios más básicos del materialismo dialéctico. En lo que respecta al caso específico de la guerrilla, Lenin la reivindica, destacando el ejemplo letón. El punto de Lenin es que la guerrilla no puede ser homologada al terrorismo y al anarquismo, en suma, a desorganización y desorden. Así, Lenin vuelve al enfoque histórico:

El ejemplo de los letones demuestra perfectamente que el método, tan común entre nosotros, de analizar la guerra de guerrillas al margen de las condiciones de una insurrección, es incorrecto, anticientífico y antihistórico. Hay que tener en cuenta esta atmósfera insurreccional, reflexionar sobre las particularidades del período transitorio entre los grandes actos de la insurrección, comprender qué formas de lucha surgen necesariamente como consecuencia de ello y no salir del paso con un surtido de palabras aprendidas de memoria (…)”.

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Así, Lenin rechaza la aseveración de que la guerra de guerrillas desorganiza el trabajo revolucionario y, en cambio, asevera que el causante de la desorganización del movimiento es la debilidad del Partido. En cuanto a la “desmoralización”, Lenin señala que no es la guerra de guerrillas lo que desmoraliza, sino que “el carácter inorganizado, desordenado, sin partido de las acciones de guerrillas”. Ahora bien, Lenin no idealiza ni considera como el única o principal forma de lucha. 

Recordemos que fue Lenin quien defendería la idea de la “vanguardia del partido” y no se mostró particularmente atraído por la idea de que las masas se desenvolvieran sin ningún tipo de dirección, en este caso específico, las directrices de los bolcheviques. Así, Trotsky y los bolcheviques introdujeron este verdadero sacerdote encarnado en la figura del “comisario” quien estaba a cargo de vigilar y concientizar a las masas y a los combatientes, manteniendo así la ortodoxia ideológica.

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Antes de continuar con Mao, conviene señalar, siguiendo a Raymond Aron, que Lenin leyó con suma atención a Clausewitz en 1915, interesándose especialmente por las relaciones existentes entre guerra y política. Obviamente Lenin lee a Clausewitz en clave marxista y concuerda con la idea de que la guerra es un instrumento y que, como apunta Aron, la política constituye lo esencial, “el sentido profundo de la guerra”. Esto se manifiesta en la Primera Guerra Mundial ante la cual Lenin hizo un llamado a que los revolucionarios no participaran por tratarse de una guerra imperialista. 

Trotsky fue igual de ingenuo que muchos de los marxistas dogmáticos contemporáneos en su intrpretación de la Primera Guerra Mundial. De acuerdo a Trotsky, el capitalismo había creado las condiciones materiales de un nuevo sistema económico socialista, llevando a las naciones capitalistas a un caos histórico. Así, Trostky afirmaba en “La Guerra y la Internacional” (1914): “La guerra de 1914 muestra el camino para salir de este caos, impulsando violentamente al proletariado hacia el camino de la revolución”.