24) El embrujo soviético (por Jan Doxrud)
Finalmente el sistema de racionamiento llegaría a su fin debido a la imposibilidad de asignar los recursos en virtud de la diferenciación entre trabajos y porque también, se generó un mercado especulativo de compra y venta de cartillas de racionamiento, asó como el robo de estas mismas. Pero además el sistema de racionamiento debía incluir a parte del sector agrícola para incentivar el trabajo en ciertos sectores específicos, lo cual haría más difícil la labor de los burócratas.
El régimen de racionamiento transitó hacia el “estajanovismo”, un movimiento obrero basado en la hazaña del minero Alexéi Stajánov (1906-1977) quien, supuestamente, habría extraído alrededor de 102 toneladas de carbón en un poco más de 5 horas, superando así la cuota de 7 toneladas. Así esta hazaña fue utilizada por el gobierno en donde, para aumentar la productividad, se hecho mano al patriotismo y incentivos materiales. A pesar de que el estajanovismo logró un éxito efímero al aumentar la productividad, sucedió que se produjo una escisión dentro del mundo de los proletarios que se tradujo en una oposición de un sector contra el estajanovismo.
La razón de esto es que se acusaba al movimiento de hacer más miserables la vida de los trabajadores y de promover la extracción de valor al trabajador por el mismo salario. El régimen persiguió a estos grupos opositores al estajanovismo tildándolos de terroristas. Finalmente el estajanovismo sería desarticulado durante el proceso de “desestalinización” posterior a 1953. Otra medida que tomó el gobierno ante el problema de la productividad laboral fue forzar a los trabajadores a trabajar.
Por ejemplo, por medio de una legislación, se decretó que los contratos de los trabajadores con una empresa se extenderían otro 5 años adicionales. También se comenzó a penalizar duramente los retrasos, la baja productividad, el parasitismo y a los trabajadores que asistieran bajo los efectos del alcohol. Como explica Gregory, los trabajadores eran obligados a trabajar los 7 días de la semana y no estaban facultados de abandonar la fábrica por su propia voluntad.
Pero el problema acompañaría permanentemente a las autoridades, puesto que sin un mercado libre y la inexistencia de la propiedad privada de los medios de producción no existían tampoco los precios. Recordemos una vez más que los precios, al reflejar las escasez o abundancia de bienes, actúan como coordinadores del conocimiento disperso en la sociedad y que ningún órgano de planificación central puede concentrar. Sin estas señales que – son los precios – y que guían a consumidores, emprendedores, empresarios y al Estado, la economía marcha en terreno nebuloso, utilizando una brújula averiada. Los socialistas, producto de la debacle económica de la década de 1920, tuvieron que aceptar que el dinero y los precios tendrían que continuar existiendo en su sistema. Pero, aceptando lo anterior, algunos dogmáticos no podían aceptar, además, la teoría subjetiva del valor defendida por marginalistas puesto que esto sería abandonar el dogma de la teoría del valor trabajo de Marx.
Como señala Nove, los socialistas rusos intentaron aplicar la teoría de Marx a unas circunstancias que el pensador alemán no se le había pasado por su mente. ¿Cómo se aplicaron y que relevancia tuvieron los conceptos marxistas de valor, valor de cambio, valor de uso, valor de mercado y precio de producción (forma “transfigurada” del valor) en el sistema soviético? Digamos que no hay que ser versado en el Libro de I de “El Capital” para percatarse de lo dificultoso que sería aplicar la teoría del valor trabajo las modernas economías capitalistas, es simplemente aplicar teorías obsoletas del siglo XIX a un mundo completamente diferente (recordemos que la revolución marginalista aconteció cuan Marx aun vivía)
En suma, como ya he señalado, adherirse a esta teoría del valor de Marx es como aferrarse, en materia astronómica, al geocentrismo (en este caso el trabajo no es el centro en torno al cual gira el valor de las cosas). Pero se entiende que haber propuesto en un sistema como el soviético que fuesen los precios los que guiaran la actividad económica, hubiese sido una forma sutil de decir que los planificadores no eran necesarios. Incluso si aceptáramos la fantasmagórica teoría del valor-trabajo de Marx, los planificadores no sabrían com traducir en precios todas las mercancías que producen y como determinar los salarios.
Con respecto a esto último – los salarios – el eslogan “a cada cual según su trabajo” resultó ser otra quimera dentro de la utopía comunista. Así, en la vida real la escala de sueldos y salarios también eran objeto de fijación por parte de las autoridades. Estos precios por lo demás no eran independiente de un “mercado del trabajo” puesto que mientras existiera libertad para cambiar de ocupación, esto tendría consecuencia en la fluctuación de los salarios.
Por su parte Valdimir Shmelev y Vladiimir Popov en en capítulo 6 de su libro “The Turning Point” que el mercado laboral soviético no era un mercado libre como el de otros países, puesto que era el Goskomtrud o “Comité Estatal de Asuntos Laborales y Sociales” (creado unos años después de la muerte de Stalin) el encargado de proveer a las empresas de un fondo y una escala de salarios, por lo que las empresas tenían un pequeño margen para regular y ajustar la cantidad de trabajadores necesarios.
Dentro del mercado la única libertad existente era del lado de la oferta, es decir, podían decidir dónde trabajar, aunque el límite de viviendas en las ciudades hacía difícil movilizar la fuerza de trabajo de una región a otra. Producto de la asignación un fondo de salarios junto a la determinación del salario que podía recibir cada trabajador, las empresas solían contratar trabajadores adicionales puesto que estas necesitaban gastar el presupuesto salarial asignado en su totalidad. En caso de no gastarlo en su totalidad, el organismo planificador podría hacer recortes en el presupuesto en el próximo año, por lo que resultaba ser una mejor idea contratar trabajadores extra y gastar esos recursos en ellos.
En síntesis, y como advertía Nove, la complejidad del mundo económico, con sus múltiples interdependencias hacía extremadamente difícil que fuese planificada y gestionada, como lo creía Lenin, “como lo estaba el correo”. Pero lamentablemente el tema de la planificación no es era (y no es) una mera discusión técnica y económica, puesto que también era una discusión ideológica, es decir, existía una “mentalidad planificacionista” (y estatista rayando en la estadolatría) imbuida de esa “fatal arrogancia” de la que hablaba Hayek, y que tenía su base en el texto sagrado que era “El Capital” de Marx, en donde se evidenciaba la hostilidad hacia la “anarquía del mercado” en favor de una planificación consciente. De acuerdo a esto, el orden, el control y la disciplina que imperaba dentro de la fábrica decimonónica, debía ser extendido a toda la nación.
Artículos complementarios
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(II) Carl Menger y la refutación de la teoría del valor marxista (por Jan Doxrud)
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Parte V ¿Por qué el socialismo nunca funcionará? El comunismo soviético (por Jan Doxrud)