6/13-Rusia: de la Revolución de Febrero de 1917 a la dictadura de Octubre.(por Jan Doxrud)

6/13-Rusia: de la Revolución de Febrero de 1917 a la dictadura de Octubre

Boris Kolonitskii y Orlando Figes  en su libro “Interpretar la Revolución Rusa”  nos hablan del lenguaje y los simbolismo de la revolución de febrero de 1917. Como toda revolución, esta no se limita a aspectos políticos y económicos, puesto que esta se extiende también a otros terrenos lo cual nos permite hablar de una  revolución simbólica y onomástica.  Un aspecto básico de la revolución fue las manifestaciones en lugares claves y simbólicos dentro de la ciudad como lo era la avenida Nevski Prospekt (que conmemora. Esta última constituía la espina dorsal de la capital puesto que conectaba los suburbios industriales con la zona administrativa. 

También estaba la plaza Znamenskaia (actualmente Vosstaniya) que constituía un punto de varias otras avenidas entre las cuales esta la ya mencionada Nevsky Propekt. Era en esa plaza en donde se encontraba la estatua ecuestre del zar Alejandro III (padre de Nicolás II) al cual apodaban “hipopótamo”. La estatua fue cubierta con banderas y cintas rojas, lo cual constituía un desafío directo a la ley . Como señalan Kolonitskki y Figes, las leyes imperiales establecían castigos severos para cualquier tipo de insulto a la familia real. Finalmente la estatua fue traslada a un museo lejos del espacio público. Otro elemento constitutivo de la revolución fueron las canciones, principalmente la Marsellesa. 

Estatua de Alejandro III, padre de Nicolás II

Estatua de Alejandro III, padre de Nicolás II

Ahora bien, tal Marsellesa era una adaptada por el filósofo y polímata revolucionario Piotr Lavrov (1823-1900) y publicada en 1875 en el periódico Vpered (“Adelante”). Como explican Kolonitskki y Figes la “Marsellesa rusa” era una pieza distinta a la original puesto que, mientras la original constituía una declaración de la unión nacional, la versión rusa era una canción de protesta social, una “Marsellesa de los trabajadores” que hacía una llamado a la lucha de clases. 

En esta Marsellesa  se denunciaba el viejo mundo, se criticaba al régimen zarista (al zar vampiro), se hace alusión al hambre así como también un llamado al obrero a levantarse y tomar la venganza en sus manos en contra de los opresores. Por último también destaca que en el coro se habla que, tras pagar un alto precio en vidas, finalmente todos se reunirían y unirían en el reino del socialismo. 

Junto a esta y otras canciones, no podían faltar las banderas y emblemas. Las personas utilizaban el rojo, que simbolizaba el socialismo, el cual ya había sido utilizado en la Revolución Francesa (1789) y en la Comuna de París en 1871. Kolonitskki y Figes señalan que las personas secuestraban las banderas del imperio y les arrancaban las franjas blanca y azul para dejar así sólo la roja. Los activistas también compraban telas rojas, utilizaban manteles de terciopelo e incluso faldas rojas. 

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Junto a esto también comenzó la inconoclastia, es decir, la destrucción de los símbolos del zarismo. Una de las víctimas fue el águila bicéfala y llegó a tal punto que también destruyeron las águilas de otros países como fue el caso de la estadounidense. Las águilas tuvieron que ser retiradas de las fachadas de los edificios, de los rótulos de farmacia, de las puertas, de las tarjetas de visita y papel de escribir oficial. Sumado a esto fueron eliminadas o escondidas las medallas militares con la insignia zarista y las hombreras fueron retiradas de los uniformes. 

Por último cabe destacar los cambios de nombre o “revolución onomástica”. Esto es algo propio de cualquier revolución que pretende dejar atrás el viejo orden y es algo que ya habían hecho los revolucionarios franceses a finales del siglo XVIII. Las calles con nombres de zares fueron cambiadas por nombres tales como “calle del 27 de febrero”, “El Puente de la Libertad”, “la calle de la Fraternidad” o “la calle de la Renovación”. Esta revolución onomástica   fue especialmente evidente en donde los buques de guerra fueron rebautizados ta como lo explican Kolonitskki y Figes. Así, los buques de pasar a llevar nombres de soberanos reales ahora tenían nombres tales como “Ciudadano”, “Libertad”, “Rusia Libre”, “República” o “El Hombre Libre”. A esto añaden los autores:

“La imagen pública de ciertos nombres y títulos no pasó desapercibida para el mundo de los negocios. Los cafés se llamaron Libertad o Casa de Amigos. Avispados productores cinematográficos prepararon películas nuevas con nombres de moda como Libertad y Voluntad. En Petrogrado se abrió un cine nuevo con el nombre de La República. Incluso las prostitutas saludaban a posibles clientes con este saludo: Proletarios del mundo, unidos. ¡Vamos camarada!”.

primer meses de la revolución e febrero de 1917 https://russiainphoto.ru/search/years-1917-1999/?query=

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Otros tema que abordan Boris Kolonitskii y Orlando Figes son las “imágenes sobre el enemigo”. Los autores se refieren a aquella subcultura encarnada en la clandestinidad revolucionaria”, que poseía su propio imaginario político. La función de estos grupos era reclutar y adoctrinar a los reclutas para que lucharan contra el enemigo: el “Zar-tirano”, “Zar-vampiro” o el “Zar-plutócrata”. Junto a la figura del zar se encontraban sus servidores como los “burócratas desalmados”, “sacerdotes corruptos”, “jueces-verdugo”. Serían estas y otras representaciones las que emergerían públicamente en las manifestaciones. Así, y como explican Kolonitskii y Figes, en las canciones de los trabajadores los capitalistas eran considerados como “jauría de perros”, “lobos” o “serpientes”. 

Todo lo anterior se insertaba dentro de una cosmovisión maniquea en donde se debía llevar a cabo una purga social para librar al mundo de sus predadores. Incluso las canciones que se coreaban se publicaban en colecciones que llevaban títulos tales como “Canciones de Terror”, “Canciones de Odio y Venganza” o “Canciones de la Furia Nacional”. Así, en Tífilis se publicó “La Bandera Roja: Canciones de la Revolución-Canciones de Odio”.

Funeral de las víctimas de la Revolución de Febrero. Miembros del comité de funerales https://russiainphoto.ru/search/photo/years-1917-1999/?paginate_page=14&page=14&index=4

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Ahora bien, en las manifestaciones de febrero también estaba presente otro elemento característico, la germanofobia, lo cual tuvo como consecuencia que sus invectivas se dirigieran en contra de la “Zarina alemana”. Junto a ella, aquellas personalidades de la clase alta o pertenecientes a la alta oficialidad que tuviesen apellidos alemanes, también serían blanco de críticas e, incluso, algunos serían asesinados. En relación con este tema, comentan Kolonitskii y Figes:

La Revolución de Febrero se autodefinió como una revolución patriótica y así fue percibida. Las actitudes antigermanas y antimonárquicas estaban estrechamente entretejidas con la nueva consciencia democrática que sus dirigentes intentaban cultivar como base de la renovación nacional rusa. Condenar a la monarquía por alemana era una manera de definir y de legitimar la ira revolucionaria del pueblo como el sentir patriótico de la nación (…)”.

Era muy común que este enemigo interno fuerse uno etéreo y que todo lo permeaba. Tales “fuerzas ocultas” era utilizada y definida de acuerdo a los motivos políticos de la persona. Así, por ejemplo, el Gran Duque Nicolás se quejaba en una carta dirigida a Nicolas II sobre la intromisión de “fuerzas ocultas” en todo. Estas fuerzas ocultas podía estar encarnadas en partidarios de Rasputín, alemanes lo monárquicos. Otro objeto de odio era la figura del “burgués”. Ahora bien, como señalan Kolonitskii y Figes, esta “actitud antiburguesa” tenía una larga tradición en Rusia que se podía remontar a principios de siglo XX con agrupaciones de carácter socialistas, intelectuales o  grupos nacionalistas como Cien Negros. Así, durante los sucesos de febrero parte de la muchedumbre saqueó tiendas, licorerías y entraban a las casas de sectores acomodados en donde robaban y violaban a sus moradores. En palabras de Kolonitskii y Figes:

“Buena parte de esta violencia era espontánea y venía de abajo. Pero la retórica anticapitalista y el lenguaje del conflicto de clases , articulado por los socialistas , la fomentaba y hasta cierto punto, la legitimaba. El burzhooi era el mayor enemigo, según la demonología socialista de 1917”.

Participantes activos de la Revolución de Febrero. 1er regimiento de ametralladoras https://russiainphoto.ru/search/photo/years-1917-1999/?page=11&paginate_page=11&index=7

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Ante todos estos sucesos acontecidos en Petrogrado,  Nicolás II – quien se encontraba en Moguilev –  demostró estar desconectado con la realidad nacional y ordenó a Jabalov reprimir las manifestaciones, puesto que era intolerable que tiempos de guerra, mientras los soldados luchaban en el frente, en la retaguardia existieran personas que dedicaran a fomentar agitaciones populares. El hecho es que, en Petrogrado, las fuerzas de orden se mostraron dubitativas a la hora de reprimir. Etsas comenzaron a perder control sobre barrios obreros como el de Viborg y Peski. Los eventos se tornaron más dramáticos cuando se sublevó la cuarta compañía del regimiento imperial Pavlovsky. Sobre esta cadena de sublevaciones dentro de las fuerzas armadas comenta Trotsky:

“El momento psicológico en que los soldados se pasan a la revolución se halla preparado por un largo proceso molecular, el cual tiene, como los procesos naturales, su punto crítico (…) los soldados, en su gran mayoría, se siente tanto más capaces de desenvainar sus bayonetas y de ponerse con ellas al lado del pueblo, cuanto más persuadidos están de que los sublevados lo son efectivamente, de que no se trata de un simple simulacro (…) es efectivamente la lucha en que se juega el todo por el todo, de que el pueblo puede triunfar si se unen a él y de que su triunfo no sólo garantizará la impunidad, sino que mejorará la situación de todos”. 

Así, las guarniciones comenzaban a cambiarse de bando y la insurrección de trabajadores adquiría nuevos ropajes. Esta guarnición de Petrogtado constaba de una serie de regimientos   Pavlovsky ,Petrogradsky Preobrazhensky, Semenovsky, Izmailovsky, Egersky, Moskovsky, Finliandsky, Litovsky, Keksgolmsky, Volynsky y Granaderos, de manera que el efecto dominó de los motines hacía que la situación se tornara cada vez más compleja para el gobierno.

Donde todo comenzó: San Petersburgo (mapa actual)

Donde todo comenzó: San Petersburgo (mapa actual)

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Como explica Pipes, para poder entender tales hechos debe tenerse en consideración tanto la composición como las condiciones de vida de la guarnición de Petrogrado. Sucedía que  se encontraba integrada por reclutas recién incorporados y reservistas de más edad asignados a los batallones de reserva de los Regimientos de la Guardia. A esto añade el autor que algunas compañías de reserva contaban con más de 1.000 soldados y habían batallones de entre 12.000 y 15.000 hombres. En palabras de Pipes:

Aunque vestidos de uniforme, nada significativo los diferenciaba de los trabajadores y campesinos que atestaban las calles de la capital y contra los cuales debían ahora abrir fuego”. 

Agrega Pipes que los soldados rebeldes eran en su mayoría campesinos nacidos en la década de 1880 y que  llevaban sobre sus espaldas “trescientos años de servidumbre”. Tales soldados sólo obedecían en la medida en que la desobediencia acarreara un castigo obligatorio, de manera que, tan pronto como sentían que podían hacer con impunidad lo que quisiesen, dejaban de obedecer.  Como explica el mismo autor, sucedía que la supervivencia del régimen dependía de la lealtad del ejército, puesto que la policía y los cosacos no contaban con las fuerzas suficientes para poder contener las manifestaciones. 

Fin parte 6 de 13