4/5-El pensamiento político de Carl Schmitt: “Lo político” (por Jan Doxrud)

4) El pensamiento político de Carl Schmitt: “Lo político” (por Jan Doxrud)


“Claro está que en un mundo bueno habitado por hombres buenos gobernarían la paz, la seguridad y la armonía de todos con todos; en élite los curas y teólogos harían tan poca falta como los políticos y estadistas”

(Carl Schmitt. El concepto de los político)

Continuemos ahora con otra obra de Schmitt del año 1927:  “El concepto de lo político”. Afirma Schmitt que resulta raro encontrar una definición clara de lo político y, en general, tal palabra se utiliza solo negativamente , es decir, en oposición a otros conceptos como el de economía, moral y derecho. Añade que casi siempre lo político suele equipararse de un modo u otro con los “estatal” o se lo suele referir al Estado. Pero este razonamiento, asevera Schmitt, en donde el Estado se muestra como algo político y, a su vez, lo político se muestra como algo estatal, constituye un círculo vicioso que no puede satisfacer a nadie.

Como comenta el académico chileno de la Universidad de Oldenburg (Alemania), Fernando Mires, el lugar central de la política para Schmitt no se encontraba en el Estado, puesto que lo político antecede, fundamenta y es más relevante que el Estado. Continúa explicando que el Estado cumple una función orientadora en lo político, ya que es aquella instancia que da la medida o, en otras palabras,“establece la línea de demarcación entre la guerra y la política, no solo frente al enemigo externo sino también frente al interno”. Si bien, durante el período de las monarquías absolutas el Estado había logrado casi todo el espacio de lo político, posteriormente escribe Schmitt en el prólogo de 1963 a “El concepto de lo político” que “la época de la estatalidad ha llegado a su fin”. A esto añade:

“Termina así toda una superestructura de conceptos referidos al Estado, erigida a lo largo de un trabajo intelectual de cuatro siglos por una ciencia del derecho internacional y del Estado europacéntrica. El resultado es que el Estado como modelo de la unidad política, el Estado como el portador más asombroso de todos los monopolios, el de la decisión política, esa joya de la forma europea y del racionalismo occidental, queda destronada”.

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Para resolver este problema y determinar el concepto de lo político, Schmitt establece que la única vía consiste en proceder a constatar y a poner de manifiesto cuáles son aquellas categorías específicamente políticas.El autor cree que lo político tiene que hallarse en una serie de distinciones últimas. Paso seguido, Schmitt procede a ejemplificar lo anterior incursionando en otros dominios. Por ejemplo, en el dominio moral la distinción última sería la de bien y mal; en el dominio estético sería lo bello y lo feo: en lo económico sería lo beneficioso o perjudicial, o lo rentable o no rentable. En virtud de lo anterio ¿cuál sería la distinción último en el dominio de la política? Schmitt responde que la distinción política específica en la que pueden reproducirse todas las acciones y motivos políticos es la distinción entre amigo y enemigo. 

Cuando Schmitt habla de  enemigo  se refiere al “otro”, a aquel que es existencialmente “distinto” y “extraño”. Más adelante añade que el enemigo es solo un conjunto de hombres que, de acuerdo a una posibilidad real, se opone combativamente a otro conjunto análogo. Sumado a esto, Schmitt asevera que solo es enemigo el enemigo público,  es el “hostis” y no el “inimicus”.  Esta diferenciación es relevante puesto que, como señala Schmitt, en la lengua alemana no existe una palabra que distinga entre enemigo privado y enemigo público. Por ejemplo, cuando en Mateo 5, 44. leemos “amad a vuestros enemigos”, Schmitt hace una precisión y es que tal frase se refiere al enemigo como “inimicus” (no amigo) y no como “hostis” (Schmitt cita el original: “Diligite inimicos vestros”). 

En virtud de lo anterior, el jurista alemán explicaba que en la pugna milenaria entre Cristianismo e Islam, “jamás se le ocurrió a cristiano alguno entregar Europa al Islam en vez de defenderla de él (…) por amor a los sarracenos o a los turcos”. Así, para Schmitt, la cita evangélica “no quiere decir en modo alguno que se deba amar a los enemigos del propio pueblo y apoyarles frente a éste”. Tenemos, pues, que en este antagonismo  amigo-enemigo, hay que entender a este último como  “enemigo público” (hostis) y no privado (inimucus).Schmitt es claro al señalar que los conceptos de amigo y enemigo no deben considerarse como metáforas o símbolos, todo lo contrario , ambos conceptos deben tomarse en un sentido concreto y existencial. Como advierten algunos autores, si lo político ya no hace referencia o no se circunscribe en el ámbito institucional sino que, más bien, se ubica en una relación de oposición, entonces una consecuencia sería la politización de las relaciones, con la consecuente idea de que lo político se presenta en diversos ámbitos.

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Fernando Mires comenta que para Schmitt, lo político, más que un espacio, constituye una relación, la más conflictiva y tensa posible, que se encarna en la díada amigo-enemigo. Continúa explicando Mires que la política schmittiana es combate cotidiano y no ha de terminar jamás mientras existan seres humanos que luchan entre sí. Añade el mismo académico chileno que la importancia de la lucha y el antagonismo en la filosofía de Schmitt podría haber simpatizado con la dialéctica marxista, que también enfatiza el antagonismo, en este caso, la lucha de clases.

Ante esto, Mires comenta que la de Schmitt “no es una teoría del conflicto por el conflicto, sino que se trata de un conflicto político, experimentado existencialmente por sus actores”. A esto agrega que en la filosofía de Schmitt no existe un conflicto teórico o suprahistórico, ni menos un conflicto teleológico como el de la lucha de clases de Marx. Así, podemos señalar que Schmitt no ofrece, a diferencia del marxismo, un metarelato y una filosofía de la historia que nos dota de un sentido, linealidad, una utopía y unos medios para alcanzar tal utopía (la sociedad sin clases)

Así tenemos que la política es actividad vital, una dimensión constitutiva de la condición humana y “razón primera y existencial” . Por su parte,  Carlos Peña  añade que “lo político” no era para Schmitt una esfera cultural entre otras como lo podían ser la estética o la moral. Lo anterior se debe a que “lo político ” era algo ineludible para el individuo, es su destino inexorable, puesto que atraviesa su existencia. En un mundo sin disentimientos y polémicas, no existe política. Incluso la idea de humanidad es excluye la política puesto que también excluye el concepto de enemigo. Es por ello que el concepto de humanidad no era uno político de acuerdo a Schmitt. 

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En un artículo publicado por el diario “El País” (2010) titulado “El enemigo sustancial” el jurista y catedrático de Filosofía del Derecho, Gregorio Peces-Barba (1938-2012) escribió:

“Existen en la cultura política y jurídica moderna dos grandes modelos de convivencia civil y de organización de las sociedades. La de la dialéctica amigo-enemigo es una cultura bélica, de destrucción del adversario, con el que sólo cabe el exterminio desde el odio y desde la imposibilidad de reconciliación. Es el modelo totalitario del enemigo sustancial. La de las sociedades liberales, democráticas y sociales es una cultura de respeto a la dignidad humana, a la tolerancia, a los valores, principios y los derechos, al sufragio universal, a la Constitución y a la ley”.

El artículo constituye una crítica al pensamiento de Schmitt. A partir de la cita anterior, Peces-Barbas  explica que nos encontramos entre 2 modelos enfrentados e incompatibles, En el primero se coloca en el centro a una autoridad indiscutible del que decide, del dictador. En cambio, en el segundo se pone en el centro a la persona igual como titular de la soberanía.  Siguiendo lo expuesto por Schmitt en su obra, Peces-Barbas explica que la distinción amigo y enemigo es, para Schmitt, en el campo político, lo que en moral vendría a ser la diferencia entre bien y mal.  Tal enemigo no es cualquier competidor o adversario en el ámbito privado, sino que es enemigo quien se enfrenta en el ámbito público, “cuando existe la posibilidad de una lucha, de una guerra y por consiguiente de matar al otro”. 

En otro artículo en el mismo diario (2008) bajo el título  “La ideología del enemigo total”,  Peces-Barbas  explica que tal ideología constituía el mayor peligro para una concepción humanista de la historia y de la cultura y para una concepción integral de la democracia, con sus componentes liberales, socialistas y republicanos”. Añadía que esta clase de ideología era una variante, quizás la más radical y peligrosa, del pesimismo antropológico de la vieja idea de que el hombre es un lobo para el hombre, tal como lo había planteado Hobbes y que, por lo demás había afectado no solo al nazismo, sino que también al comunismo y a la Iglesia

En el caso de la  Guerra Civil española  (1936-1939), el autor señala que el momento álgido de la dialéctica amigo-enemigo estuvo en la motivación del levantamiento militar contra la República en 1936-1939, en donde se intentó aniquilar al enemigo republicano y socialista y a todos los que defendieron a la República. Tras la victoria de Franco el objetivo pasó a ser la destrucción de cualquier rastro de las ideas republicanas y, en general de izquierda,  “con un encarnizamiento total puesto que representaban al enemigo sustancial”. Pero la transición hacia la democracia, explica Peces-Barbas , no se libro de la sombra del amigo-enemigo y de la dialéctica del odio, puesto que son realidades difíciles de erradicar

Francisco Franco

Francisco Franco

Lo mismo sucedió en el caso de nuestro país: Chile. La polarización social en 1973 llegó a tal extremo que finalmente las FF.AA decidieron poner fin al gobierno de Salvador Allende de manera implacable y violenta. Esta decisión de finiquitar el gobierno de la Unidad Popular no se limitó solamente al bombardeo de La Moneda y restablecer el orden institucional. El golpe de Estado se transformó en una dictadura militar que se propuso adoptar una política sistemática de aniquilación total del enemigo marxsista-leninista. También se adoptaron medidas refundacionalistas por parte de la Junta de Gobierno, lo que incluyó poner fin a la Constitución de 1925 para ser sustituida por una encargada por la propia dictadura.

Renato Cristi ha propuesto que Jaime Guzmán, uno de los miembros de la Comisión Ortúzar que redactaría el anteproyecto constitucional,  tuvo acceso  a la obra de Schmitt durante el período que participó en la Comisión Constituyente del régimen de Pinochet, según le confidenció el académico Jose Luis Cea (del cual Guzman fue ayudante).  También habría tenido contacto con el pensamiento del jurista alemán a través de otros autores influenciados por Schmitt.