2/2- Carl Menger y la refutación de la teoría del valor marxista (por Jan Doxrud)

(II) Carl Menger y la refutación de la teoría del valor marxista (por Jan Doxrud)

Vemos  entonces  que  en  la  teoría  del  valor  de  Carl  Menger  existe, por  un lado,  un  elemento subjetivo,  es  decir, las  diferencias  de  la  significación  de  cada una de las satisfacciones dadas y, por  otro  lado, un  elemento  objetivo, esto  es, la disponibilidad cuantitativa de los bienes en cuestión. Por lo tanto tenemos que un bien  no  es  altamente  valorado  debido a su escasez, ya que  pueden  haber  bienes  escasos  que nadie necesita. Tampoco un bien es altamente valorado por   ser   útil, ya   que   tenemos   el   aire,  el  oxígeno son útiles, pero por los cuales nadie está dispuesto  a  pagar. No  comprender  lo  anterior  tiene  como  consecuencia caer en confusiones y en discusiones  eternas  respecto  a  problemas  tales como el por qué el agua vale menos que un diamante o que una Biblia, palabra de Dios,  valga  menos que un libro ilustrado de música. Lo importante  de  esto  es  que  Menger  y  otros economistas, introdujeron un cambio revolucionario en   la   economía  política, ya  que  lanzaron  al  basurero  la  teoría   del  valor trabajo, es decir, aquellas  teorías  que señalaban  que  los  bienes valen por el trabajo cristalizado en este. Carece completamente de sentido establecer divisiones tales como valores de uso y valores de cambio, ya que en  realidad  solo  existe  un  solo  valor. Ya no se  sostiene el argumento que defiende la existencia de un supuesto y misterioso precio objetivo, un precio que es inherente a la mercancía misma (y su consecuencia lógica: que las consideraciones subjetivas de las personas no serían relevantes en el análisis del valor).

Hoy  en  día  hay  quienes  defienden  la  idea  de  que  las cosas  valen  por  el coste que significó producirlas,  vale  decir,  que  el  precio  depende  únicamente  de los costes (sería un mundo ideal, puesto  que  las  empresas  y negocios no quebrarían). La realidad es otra y es que los empresarios, teniendo en consideración los precios de mercado, decidirán si incurrirán en los costes para producir un determinado bien, por lo que la realidad es que son los precios los que determinan los costes. En palabras de Menger:

El valor que tienen para nosotros los bienes de orden inferior no puede estar condicionado por el valor de los bienes de órdenes superiores utilizados para la producción de los primeros. Es claro, al contrario, que el valor de los bienes de órdenes superiores está condicionado siempre y sin excepciones por el valor previo de aquellos bienes de orden inferior a cuya producción sirven”[1].

Pero Menger precisa que “los bienes de órdenes superiores, a través de los cuales disponemos sobre bienes de orden inferior que pensamos utilizar en un tiempo futuro, encuentran la medida de su valor no en los bienes actuales sino en los previsibles”[2].  

Por  ejemplo, si  tenemos  salitre,  azufre, carbón y las fuerzas laborales que nos permiten producir y disponer de una cierta cantidad de pólvora, el precio de esta cantidad, al cabo  del  trimestre, no será necesariamente  igual  al  valor  que  tiene hoy. De acuerdo  a  esto, Menger  señala  que el valor de los bienes  de  orden  superior (más  lejanos  a  los bienes de consumo) anteriormente señalados no  encuentran  su  medida  en  el  valor   de   la  pólvora   en   el  momento   presente, sino  que en  el  valor  que  esta  tendrá al final del plazo requerido para su producción (por ejemplo, algo similar sucede con los contratos futuros de petróleo). En resumen, el valor previsible del producto constituye  el  principio  determinante del valor de los bienes correspondientes de órdenes superiores. (si   se   considera  que  disminuirá  radicalmente  el consumo de petróleo en el futuro, entonces ¿valdrá  la  pena  incurrir  en  excesivos  costos en maquinaria y técnicos para explotar el crudo?

Menger  también  aborda  el  tema  sobre  el  valor  de  la  utilización  del   suelo,  el  capital  y  las prestaciones  laborales, es  decir, las  rentas  del  suelo, los  intereses  del  capital  y  los salarios. Aquí notamos  otra  diferencia  radical  con  los  planteamientos  tanto  de Ricardo como de Marx, donde la  teoría  del  valor  trabajo  constituye  el  punto  de  partida, así  como  la  premisa fundamental de su sistema. El economista  austriaco  no  concuerda  con  la opinión  que  pretende fundamentar el valor de las tierras sobre el trabajo o sobre el desembolso del capital. En otras palabras, rechaza que las rentas del suelo, los intereses del capital y los salarios puedan reducirse a cantidades de trabajo o  a  costes  de  producción. Las  tierras  pueden   ser   utilizadas   para  fines de placer, como jardines de   recreo, siendo  en  ese  caso, bienes  de  primero  orden. También   pueden   ser   utilizadas  para la  producción de otros bienes, siendo en este caso bienes de orden superior. El punto central es que para  Menger  los  fenómenos  de  valor son siempre de una misma naturaleza, tienen un mismo origen y se rigen siempre por los mismos principios. Menger considera el problema de la siguiente manera:

Que  una  finca  haya   sido  arrancada   al   mar  con   inmenso  esfuerzo  humano  o  sea  el  resultado de  un  proceso  de  aluvión,  sin  el  menor   trabajo   del   hombre;  que  estuviera  al  principio ocupada   por la selva virgen  o  cubierta  de  piedras  y  haya  debido  ser  talada, saneada y cubierta con tierra fértil a costa  de  grandes  fatigas  y  duros sacrificios económicos, o bien estuviera ya desde el principio despejada de arbolado y  en  óptimas  condiciones de fertilidad, son cuestiones importantes para valorar su fertilidad natural  y  también  para el problema de si es económicamente razonable destinar a la mejora de esta finca los mencionados  bienes  económicos. Pero  no  tienen  ninguna importancia cuando lo que se discute es las relaciones económicas generales de la misma  y  particular  su  valor, es decir, la significación que revisten para nosotros los bienes respecto de la satisfacción de necesidades futuras”[3].

En una nota a pie de pagina escribe Menger:

Que la finca que un campesino tiene en arriendo  por  un  año  o por una serie de años deba su fertilidad a inversiones  de  capital  de  todo tipo  o  que  ya  fuera fértil por la  misma  composición  del suelo es algo que le trae sin cuidado a nuestro agricultor y que no tiene ninguna  influencia sobre el precio que paga por su  utilización. Del  mismo  modo, quien  compra  una finca  tiene  bien en cuenta, a la hora de hacer sus cálculos, el futuro de la misma, pero le preocupa muy poco su pasado”[4].

Para  el  economista austriaco, siempre que se utilice el suelo para la producción de bienes de orden inferior, este  encuentra  su  medida  de valor en el valor previsible del bien de orden inferior a cuya producción ha sido destinado. Este principio lo formula Menger de la siguiente manera:

“…el valor de un bien de orden superior es tanto mayor cuanto mayor es el valor del producto previsible y tanto menor – bajo unas mismas circunstancias – cuanto menor es el valor de los bienes complementarios de orden superior[5]. (que vale más, una tierra destinada a producir un bien de escasa demanda o una que se destina para cultivar un bien que tendrá una importante demanda en el mercado?)

Menger  y  otros  economistas  nos  enseñaron  lo  que  se  conoce  como  la  ley  de  la  utilidad marginal, esto  es, que  a  medida  que  aumenta  el  número  de  unidades  de un bien determinado, el  valor  de  la  última  unidad,  es  decir, la  unidad  marginal, va  descendiendo, por lo que utilidad marginal viene a ser el valor de la última unidad.

Menger continúa analizando en el capítulo dedicado al valor, la influencia de la diversa calidad de los bienes sobre el valor. El autor sintetiza su teoría del valor de la siguiente manera:

1-La  significación  que  los  bienes  tienen  para  nosotros  y  que  llamamos  valor, es solamente una significación  figurada  o  metafórica. En  principio  lo único que tiene significación es la satisfacción de  nuestras  necesidades, porque de ella depende la conservación de nuestra vida y nuestro bienestar. Pero  luego y  con  lógica  consecuencia, trasladamos  esta  significación  a  aquellos bienes de los que sabemos que depende lasatisfacción mencionada.

2-La  magnitud  de  la significación que tiene para nosotros la satisfacción de las diversas necesidades (es  decir  los  actos  concretos  de  las mismas, que nosotros podemos realizar a través de unos bienes determinados)  es  desigual  y  la  medida  de  esta  se  halla  en  el  grado  de  su  importancia para la conservación de nuestra vida y nuestro bienestar.

3-También  es  diferente  la  magnitud  de  la  significación de la satisfacción de nuestras necesidades trasladadas a los bienes mismos, es decir, la magnitud  del  valor, y su medida se halla en la magnitud de  la  significación  que  tiene  para  nosotros  la  satisfacción  de  las necesidades que depende de los bienes en cuestión.

4-En  cada  caso  concreto, depende  de  la  disposición sobre una determinada cantidad parcial de la cantidad   total   de   un  bien  de  que  dispone  un  sujeto  económico  tan  sólo  la  satisfacción  de aquellas necesidades  aun  no  garantizada  por  dicha cantidad total que para este sujeto tiene menor significación en el conjunto de sus necesidades.

5-El  valor   de   un   bien  concreto   o   de  una  determinada  cantidad  parcial  de  la masa total de bienes de que dispone  un sujeto económico es igual a la significación que para el mencionado sujeto tiene  la satisfacción  de  las  necesidades   menos   importantes   que   puede   alcanzarse  con aquella cantidad  parcial  y  todavía   asegurada  por  la  cantidad  total. La  satisfacción  de  estas necesidades depende, efectivamente, por  lo  que  hace  al  sujeto  económico en cuestión, de la disposición sobre el bien concreto correspondiente o sobre la correspondiente cantidad de bienes.

Por  lo  tanto,si bien Menger no hace referencia a la obra de Marx, es claro el abismo que separa a ambos autores. Menger  rechaza  completamente  aquellas  teorías  que  de  alguna u otra manera colocan  al  trabajo  como el factor determinante del valor. Tenemos, pues, que para Menger  el valor no  es  algo   intrínseco,  una propiedad  de  los  bienes o una cosa autónoma o independiente de los bienes. A esto debemos sumar que no sólo el valor es subjetivo, sino que también lo es la medida del valor. Con respecto al trabajo, Menger es claro en su postura: “La cantidad de trabajo o de otros bienes de orden superior utilizados para la producción del bien cuyo valor analizamos no tiene ninguna conexión directa  y  necesaria  con  la  magnitud  de  este  valor…Respecto  del  valor de un diamante, es indiferente que  haya  sido  descubierto  por puro azar o que se hayan empleado mil días de duros trabajos en un pozo diamantífero[6]. En la vida  práctica  nadie  se anda preguntando acerca de cómo se fabricó y cuanto tiempo tomó la producción de un determinado bien.

Otro  contraste  que  podemos  encontrar  entre  Menger  y  Marx  se  refiere  a   la  concepción que  tiene  el  primero  sobre  el concepto de mercancía. Marx tenía una concepción muy limitada del concepto de mercancía. Menger  señala que  el  uso lingüístico ha dado a aquellos productos que, tanto productores como intermediarios tienen para intercambiar, el nombre de mercancías, concepto que  se  limita  a  hacer alusión a los bienes muebles, a excepción del dinero. A continuación señala el autor:

Con  todo, la  ciencia  económica  necesita, para  sus  exposiciones,  de  una  denominación que incluya a todos  los  bienes  económicos  susceptibles  de  intercambio, sea  cual fuere su masa, corporeidad, volumen, movilidad, su carácter como producto del trabajo o la persona  que los ofrece. De ahí que un gran número de economistas, sobre todo germanoparlantes, entienda por mercancías los bienes (económicos) de todo tipo destinados  al  intercambio[7].

En una nota a  pie de  página, Menger  se  refiere  a  la  falta de precisión del significado de la palabra mercancía. Se refiere al Código de Comercio alemán donde, en primer lugar, se usa  indistintamente la palabra   mercancía, bien,  cosa  o  bienes  muebles  como  si  fuesen  mercancías. En segundo lugar Menger pone en evidencia la  falta   de   claridad   en   cuanto   al   significado   de la palabra mercancía, ya que en algunos casos se excluyen los bienes inmuebles o las prestaciones laborales. Tenemos  entonces que para  el economista austriaco el concepto de mercancía, entendido en su sentido científico o técnico, no constituye una propiedad intrínseca de un bien determinado, sino  que  solo  es   una “especial  relación   de  la  misma  hacia   aquella  persona   que  dispone   de  ella, una  relación  cuya  desaparición entraña, a su vez, la desaparición del carácter de mercancía de los bienes mismos. Y así, un  bien deja de ser mercancía en el instante mismo en que el sujeto económico que dispone de ella renuncia a  su  intención  de  venderla…”[8]. En resumen, el carácter de mercancía no es una propiedad  inherente  a  las  cosas, sino  que  es  sólo una  relación  pasajera  de  la  esta  misma a los sujetos económicos. Lo que para unos es mercancía para otros no lo es.

 

[1] Ibid., 210.

[2] Ibid.

[3] Ibid., 228.

[4] Ibid., 229.

[5] Ibid., 230-231.

[6] Ibid., 206.

[7] Ibid., 299-300.

[8] Ibid., 302.