1/2- Carl Menger y la refutación de la teoría del valor marxista (por Jan Doxrud)

(I) Carl Menger y la refutación de la teoría del valor marxista (por Jan Doxrud)

¿En qué situación se encontraba la ciencia económica (comienzos del XX)  sobre  al  tema del valor?  ¿Acaso  debemos  considerar  que  en  la  segunda  mitad   del   siglo  XX  la ortodoxia económica se  aferraba  a  la  hipótesis  que  decía  que  el  valor  de  una mercancía dependía del tiempo de trabajo socialmente   necesario    para   producirla  (o  del   costo  de  producción)?  

En  realidad  la  ciencia  económica  había  dado  pasos  importantes  frente  a este tema y Marx se  había  quedado  completamente  rezagado  con su teoría del valor trabajo. Me centraré en las siguientes líneas en la figura de  otro  economista  austriaco, maestro de Böhm-Bawerk, me refiero a Carl  Menger  (1840-1921). Friedrich  Hayek,  en  la  introducción  a  los  Principios  de Economía Política (1871) de Menger, escribió lo siguiente sobre la figura del autor:

La  historia  de  la  economía  política  es  rica en ejemplo de precursores olvidados, cuya obra no despertó ningún  eco  en  su  tiempo  y que solo fueron redescubiertos cuando sus ideas más importantes habían sido ya  difundidas  por  otros. Es  también  rica  en notables coincidencias de descubrimientos simultáneos y en singulares peripecias de algunos libros. Pero difícilmente se encontrará en esta historia, ni en la de ninguna otra  rama  del  saber, el  ejemplo  de  un  autor  que  haya  revolucionado los fundamentos de una ciencia ya bien establecida y haya conseguido por ello general reconocimiento, y que a pesar de todo haya sido tan desconocido, como Carl Menger[1].

Con respecto a  la coincidencia de  la que habla Hayek, se refiere específicamente a lo que se  conoce  como  la “revolución  marginalista” desarrollada  simultáneamente   por  Carl  Menger, William Stanley  Jevons y León  Walras. En relación  con  la  obra  de  Menger, “Principios  de  economía política”, fue   publicada  en  1871, vale   decir, cuando  Marx  aún  vivía. Tenemos  entonces que la revolución  marginalista  desarrollada  por  un  economista  austriaco, uno ingles y otro francés, aconteció  cuando  Marx  aún  vivía, pero  aún  así este último  abrazó una teoría económica del valor completamente añeja.

En relación a Menger,  solo  me  centraré en su teoría del valor tal como la expuso en su libro de 1871. También  quisiera  señalar que Menger no menciona a Marx, por lo que no encontraremos aquí, a diferencia de Böhm-Bawerk (al cual me referiré en otro artículo), con un polémica entre economistas. Resulta  notable  no  sólo  el contraste entre Menger y Marx en relación al concepto de valor, sino que  también  el  estilo, es  decir, la mayor claridadcon que expone el economista austriaco en comparación con  el estilo de Marx. Cuando se lee a Menger uno se percata que Marx se movía en  un  universo  económico que había dejado de existir. Marx estaba inserto, por así decirlo, en el   paradigma   ptolemaico, mientras  que Menger estaba inserto en el paradigma de Copérnico y Galileo. El  nuevo  paradigma   económico  es  el  que  estaba  siendo  abierto  por  Menger, Jevons y Walras, mientras que el viejo paradigma en decadencia era en que estaba inserto Marx.

Comencemos con la exposición de Menger en relación a la teoría del valor, para posteriormente terminar, en otro artículo, con la crítica de Böhm-Bawerk a Marx. Menger señala que el valor

 “es la significación que unos concretos bienes o cantidades parciales de bienes adquieren para nosotros, cuando somos conscientes de que dependemos de ellos para la satisfacción de nuestras necesidades[2].

En una nota a pie de página escribe Menger:

Así, pues, el  valor  no  es  algo  inherente  a  los  bienes, no  es  una  propiedad  intrínseca  de  los mismos,  sino   solo   la   significación  que  concedemos  en  primer  término  a  la satisfacción de nuestras necesidades o, lo  que  es  lo mismo, a nuestra vida y nuestro bienestar y que luego, con lógica consecuencia, trasladamos a los bienes económicos, como causas exclusivas de aquella satisfacción[3].

En otro párrafo añade el autor que, tanto el valor de uso como  el  valor de cambio, se encuentran subordinados  al  concepto  general  de  valor, siendo  de  esta manera, dos conceptos coordinados entre sí, por  lo  que todo lo que se dice sobre el valor en general, es aplicable también al valor de uso y  el valor de cambio. Por ejemplo, dice Menger, si tenemos el caso de una aldea cuyos habitantes necesitan   de   mil   cántaros   diarios  de  agua para satisfacer sus necesidades y disponen de un arroyo  cuyo  caudal  se  eleva  a  cien mil cántaros diarios, será evidente que para estas personas un  cántaro  de  agua  no  tendrá  ningún  valor, incluso los aldeanos dejarán que se pierdan varios cántaros  diarios. Ahora  bien, si  repentinamente  azotase  a la aldea una extraordinaria sequía, la situación  anteriormente descrita cambia, ya que el caudal del arroyo se reducirá considerablemente a quinientos  cántaros  diarios. Ahora los aldeanos “apreciarán” mucho más cada cántaro de agua y no permitirán que  se  pierda cántaro de agua alguno. De esa manera, afirma Menger, en la nueva situación cada una  de  las porciones concretas de la cantidad total disponible tendría un valor mayor para ellos.

Menger   no   deja   de   insistir   en  el  carácter    subjetivo  del   valor.  Para  él, el  valor  de  los  bienes  se  fundamenta  en  la  relación de los bienes  con  nuestras necesidades, en otras palabras, no se  fundamenta  en  los  bienes  mismos. También  añade que, según varíen las circunstancias, puede modificarse también  el  valor, incluso  puede  desaparecer como aparecer. El valor es entonces para Menger subjetivo  y  lo  objetivo  sería  para el autor, las cosas y las cantidades de cosas. El valor es algo completamente distinto de aquellos que es objetivo, ya que el valor es en

un  juicio  que  se  forman  los  hombres  sobre la significación que tiene la posesión de las mismas para la conservación de su vida o, respectivamente, de  su  bienestar. La  objetivación del valor de los bienes, que es por su propia naturaleza totalmente subjetivo, ha contribuido en gran manera a crear mucha confusión en torno a los fundamentos de nuestra ciencia[4].

Menger  también   explica  la  jerarquía   de  necesidades  que  tienen  las  personas, así  como la diferente  clases  de  bienes  que  existen y cómo el consumo de una unidad adicional de un bien termina por hacer decrecer la utilidad de ese mismo bien. Los seres humanos no viven de carrozas u otros  bienes  de  lujos, ya que, en primer lugar, se asegurarán de satisfacer aquellas necesidades que le son vitales, pero  una  vez  que  ha  satisfecho sus necesidades vitales, buscará satisfacer otras clases de  necesidades, y  así  sucesivamente  hasta  que  quiera  satisfacer necesidades de lujo que no le son necesario para mantenerse con vida. Menger ofrece el siguiente ejemplo:

El   autor   muestra   esto   por   medio  de  esta  tabla   una   escala   de “significaciones” de las distintas   satisfacción  de  necesidades. En  la  tabla tenemos  que  el  número  10  representa la importancia   de  la   satisfacción  de  aquellas  necesidades  de  que  depende   nuestra   vida y, posteriormente, en  numeración  decreciente,  las  siguientes  necesidades. Tenemos que  a  medida que   una   necesidad  se   va   satisfaciendo,  el   número  va  decreciendo,  en  otras  palabras,  tenemos  valores  que se encuentran  en  una  relación   decreciente con el grado de plenitud de la satisfacción conseguida y el bienestar  que le es inherente. Menger supone que el número romano “I” expresa la significación de la satisfacción de la necesidad de alimentos, en grado descendente, a medida que se va satisfaciendo aquella necesidad.

La  escala  V, señala  Menger, representa  la  significación  de  la  satisfacción del placer de fumar de  una  persona. Es  evidente  que  la  satisfacción  de  la  necesidad  de  consumir alimentos tiene mayor  relevancia  o  una  mayor  significación  que  la necesidad de fumar. Continua explicando que  cuando  la  necesidad  de  alimentos  ha  sido  satisfecha  hasta  un  cierto punto, tendremos que la  satisfacción  posterior  tendrá  solo  el  valor  numérico  de  6. Vemos  entonces  que,  de  acuerdo al  cuadro, el consumo de tabaco comienza a tener para la persona la misma relevancia que la ulterior satisfacción   de  la   necesidad  de   alimentos. Vemos  que  en “I” llegamos  a la cifra 6, por lo que la persona en cuestión se empeñará ahora en satisfacer su necesidad de tabaco.  Si  llegase  a ocurrir una crisis, por  ejemplo  en  las  cosechas  de alimentos vitales para la supervivencia de una sociedad dada, entonces  se  irán d ejando de lado aquellas necesidades de menor relevancia. Ahora bien, Menger no pretende cuantificar las estimaciones o valoraciones de las personas con números, sino que como él mismo aclara:

Creemos haber explicado con suficiente claridad, mediante este ejemplo tomado de la vida ordinaria, el sentido de las cifras antes dadas, con la única intención de facilitar la visión de un campo de la psicología tan difícil como poco elaborado hasta ahora[1].

[1] Ibid., 185.

[1] Carl Menger, Principios de Economía Política. (España: Unión Editorial, 1997), 43-44.

[2] Ibid., 172.

[3] Ibid., 174.

[4] Ibid., 178-179.