2/7-Entendiendo el Discurso Filosófico de la Modernidad (por Jan Doxrud)

Entendiendo el Discurso Filosófico de la Modernidad (2) (por Jan Doxrud)

Otro autor de relevancia en este tema es Marshall Berman (1940-2013), profesor en el City College, New York. Berman escribió que la historia de la modernidad puede ser dividida en tres fases. En primer lugar la que se extiende aproximadamente desde el siglo XVI hasta finales del siglo XVIII, en donde las personas comienzan a experimentar la vida moderna, pero “apenas si saben con qué han tropezado”. La segunda fase comienza con la ola revolucionaria de la década de 1790. Las consecuencias de la Revolución Francesa, de acuerdo a Berman, causó el surgimiento abrupto y espectacular del público moderno y añade: “Este público comparte la sensación de estar viviendo una época revolucionaria, una época que genera insurrecciones explosivas en todas las dimensiones de la vida personal, social y política[1]. Berman explica que se produce una dicotomía interna del público del siglo XIX, dicotomía que genera la sensación de estar viviendo a la vez tanto una vida material como espiritual. Es de esta escisión interna de estar habitando en dos mundos que “emergen y se despliegan las ideas de modernización y modernismo”. La tercera fase se sitúa en el siglo XX, la última fase del proceso de modernización. En este siglo este proceso se destaca por expandirse no sólo por todo el globo, sino que también por cubrir toda la cultura. Siguiendo a Berman, en esta fase, la edad moderna pierde contacto con las raíces de su propia modernidad. De acuerdo a este autor, “a medida que el público moderno se expande, se rompe en una multitud de fragmentos, que hablan idiomas privados inconmensurables; la idea de la modernidad, concebida en numerosas formas fragmentarias, pierde buena parte de su viveza, su resonancia y su profundidad, y pierde buena parte de organizar y dar un significado a la vida de las personas”[2].

Marshall Berman fue un filósofo marxista. Curso sus estudios en la Universidad de Columbia y en la Universidad de Harvard. Fue Distinguished Professor de Ciencias Políticas en el City College New York.

Marshall Berman fue un filósofo marxista. Curso sus estudios en la Universidad de Columbia y en la Universidad de Harvard. Fue Distinguished Professor de Ciencias Políticas en el City College New York.

¿Qué es la modernidad para este autor? Berman responde:

“Hay una forma de experiencia vital –la experiencia del tiempo y el espacio, de uno mismo y de los demás, de las posibilidades y los peligros de la vida- que comparten hoy los hombres y mujeres de todo el mundo de hoy. Llamaré a este conjunto de experiencias la «modernidad »”.

Para Berman ser moderno consiste en que las personas se encuentren en un entorno que prometa una serie de experiencias y sensaciones, que prometa “aventuras, poder, alegría, crecimiento, transformación de nosotros y del mundo y que, al mismo tiempo, amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo somos”. Por un lado la modernidad une a la humanidad, puesto que los entornos y experiencias modernas atraviesan todas las fronteras como la etnia, geografía,  clase, religión, nacionalidad e ideología. Pero por otra parte, de acuerdo a Berman, esta unidad resulta ser paradójica, ya que es una unidad de la desunión, que “nos arroja a una vorágine de perpetua desintegración y renovación, de lucha y contradicción, de ambigüedad y angustia”. De ahí el título de la obra de Berman, citando la frase de Marx en su Manifiesto, que ser moderno es ser parte de un universo en el que “todo lo sólido se desvanece en el aire”.  

Otro autor que se ocupó de este tema es sociólo alemán Jürgen Habermas quien escribió:

“Aunque el sustantivo«modernitas» (junto con el par de adjetivos «antiqui/moderni») venía utilizándose ya desde la Antigüedadtardía en un sentido cronológico, en las lenguas europeas de la Edad Moderna el adjetivo«moderno» sólo se sustantiva bastante tarde, a mediados del siglo XIX, y ello ocurre primero en el terreno de las bellas artes. Esto explica por qué la expresión «modernidad», «modernité», ha mantenido hasta hoy un núcleo semántico de tipo estético que viene marcado por la autocomprensión del arte vanguardista”[3].

El gran Charles Baudelaire, marcado por una vida de excesos y bohemia. Paul Verlaine (amante de Rimbaud) lo incluyó dentro de los llamados "poetas malditos". Se acredita a Baudelaire el haber dado origen al término "modernidad". Finalmente los males…

El gran Charles Baudelaire, marcado por una vida de excesos y bohemia. Paul Verlaine (amante de Rimbaud) lo incluyó dentro de los llamados "poetas malditos". Se acredita a Baudelaire el haber dado origen al término "modernidad". Finalmente los males producto de la sífilis acabarían con su vida.

La historia conceptual de la expresión “moderno”, señala Habermas, se puede rastrear en laquerella entre los antiguos y los modernos, en donde los primeros “reaccionan contra la autocomprensión del clasicismo francés asimilando el concepto aristotélico de perfección al de progreso, tal como este venía sugerido por la ciencia moderna de la naturaleza”.  Para Charles Baudelaire (1821-1867)  la modernidad es lo efímero, lo contingente, sólo una parte de las mitades del arte siendo la otra lo eterno e inmutable. En palabras de Habermas:

“Para Baudelaire, la obra de arte moderno ocupa…un lugar singular en el punto de intersección de los ejes actualidad y eternidad…El punto de referencia de la modernidad se convierte ahora la actualidad que se consume a sí misma, que ocupa la extensión de un tiempo de tránsito, de un «tiempo novísimo»…constituido en el centro de la nova aetas o Edad Moderna”[4].

Para el autor de Las flores del mal, lo bello esta hecho, por una parte, de lo eterno y por otro, de lo relativo y circunstancial que está representado por la moda, la moral y la pasión. Continúa explicando Habermas que sólo bajo el disfraz  que es el vestido del tiempo se nos muestra la belleza etern, de manera que la obra de arte moderna se encuentra bajo el signo de la unión de lo auténtico con lo efímero. Sin este segundo elemento, escribió Baudelaire, el primero sería indigerible por la naturaleza humana. La modernidad sería, pues, la tensión entre lo eterno y el cambio, la fugacidad y la velocidad. David Harvey señala que tanto Baudelaire, como otros autores modernos como Simmel, Krakauer y Walter Benjamin,  centraron su atención en “la experiencia específica del tiempo, el espacio y la causalidad en su calidad de efímera, huidiza, fortuita y arbitraria”[5].

De acuerdo a Harvey, Berman y otros autores sobredimensionan este carácter efímero yfragmentario en la tensión de la que hablaba Baudelaire. Hay numerosos testimonios que llevan a pensar que para muchos escritores modernos lo único seguro de la modernidad era la inseguridad y su propensión hacia el caos totalizante, tal como lo expresó el historiador Carl Schorske sobre la Viena de finales de siglo XIX:

La alta cultura entró en un torbellino de innovación infinita, en la que cada campo proclamaba su independencia del conjunto del conjunto, y cada parte se dividía a su vez en otras partes. En la violenta acción centrífuga del cambio, se hundieron esos mismos conceptos mediante los cuales los fenómenos culturales podían fijarse en el pensamiento. No sólo los productores de la cultura, sino también sus analistas y críticos fueron víctimas de la fragmentación[6].

Harvey también cita ese célebre fragmento de Yeats, quien escribió:

“las cosas se fragmentan; el centro no sujeta; la pura anarquía recorre el mundo”.

 

Por lo tanto, si la modernidad se caracteriza particularmente por lo efímero, lo escurridizo, lo contingente y fragmentario, entonces esto tendría algunas consecuencias como el que la modernidad no tendría respeto alguno por su propio pasado, así como por cualquier orden social premoderno. Si colocamos el énfasis en este carácter fugaz de la modernidad tendría también como consecuencia la dificultad de conservar un sentido de continuidad histórica. ¿Cómo podemos encontrar sentido en este flujo heraclíteo, donde todo está en constante cambio y que cuando creemos encontrar un camino este se difumina en un torbellino de mutaciones? En palabras de Harvey,

“la modernidad no sólo supone una violenta ruptura con alguna o con todas las condiciones históricas precedentes, sino que se caracteriza por un proceso interminable de rupturas y fragmentaciones internas”[7].

De acuerdo a Harvey. Ha sido la figura de la vanguardia la que ha desempeñado un papel centralen la historia del modernismo “al interrumpir cualquier sentido de continuidad a través de movimientos, recuperaciones y represiones radicales”. Podemos preguntarnos, junto a Harvey, cómo es posible encontrar algo permanente dentro de esta tolvanera en que toda esencia se difumina

David Harvey es un geógrafo británico graduado de la Universidad de Cambridge. Harvey es uno de los principales autores marxistas, es conocido por sus clases y escritos donde realiza un interesante estudio y comentario de "El Capital" de Marx (Readi…

David Harvey es un geógrafo británico graduado de la Universidad de Cambridge. Harvey es uno de los principales autores marxistas, es conocido por sus clases y escritos donde realiza un interesante estudio y comentario de "El Capital" de Marx (Reading Marx's Capital). También es conocido por su libro sobre el Neoliberalismo, que ha servido de lectura para todos aquellos críticos del denominado sistema neoliberal. Otra de sus influyentes obras es sobre la condición Posmoderna. Actualmente es Distinguished Professor de Antropología y Geografía en la City University of New York. 

Jürgen Habermas se refiere al proyecto filosófico de la modernidad que ocupó un lugar medular en el siglo XVIII. Recordemos algunas características de la Ilustración: la idea de progreso, la liberación del ser humano de las cadenas de la ignorancia a través del conocimiento, secularización, separación entre iglesia y estado, etc. Al vendaval de acontecimientos y cambios,  los pensadores ilustrados dieron una buena acogida, considerando lo efímero y lo fragmentario, en palabras de Harvey, como una “condición necesaria a través de la cual podría realizarse el proyecto modernizante”. La Ilustración se mostró desafiante y optimista en cuanto a poder imponer estabilidad en el cambio, en poder tranquilizar la tormenta y dominar la naturaleza circundante. Cabe preguntarse si este proyecto optimista de la Ilustración terminaría por materializarse. ¿Lograría la Ilustración cumplir las promesas que tanto ilusionaban a un Condorcet o a un Diderot? ¿Es acaso posible un proyecto ilustrado teniendo en consideración el carácter dinámico y destructivo de la modernidad? ¿Cómo podría sobrevivir en tales condiciones el metarelato de la Ilustración? Por lo demás, este proyecto podría adoptar un curso diferente al que tenían pensado sus más ardientes defensores e incluso podrían haber resistencias ante el discurso filosófico de la Ilustración: libertad, igualdad, laicicidad, tolernacia, democracia, etc. Así fueron las conclusiones a las que llegaron algunos intelectuales, quienes observaron en las grandes catástrofes del siglo XX (dos guerras mundiales, el genocidio nazi, el gulag soviético,  las bombas atómicas en Japón) como un golpe demoledor al proyecto ilustrado. ¿Cómo es posible que naciones desarrolladas e ilustradas permitieran que llegase un Hitler al poder? ¿Cómo se puede explicar Auschwitz, Treblinka y Sobibor? ¿Cómo es posible que un puñado de personas secuestraran dos aviones y los estrellaran contra dos edificios repleto de personas? Algunos sacaron rápidamente la conclusión de que la razón se había vueltoe n contra del ser humano, al menos eso era lo que demostraba Hiroshima y Nagasaki. La razón resultó ser frívola, calculadora y dominante. Pero como ya señalé en OTRO ARTÍCULO (HAGA CLICK) esta interpretación negativa de la razón me parece completamente errada.

Así lo expresaron los miembros de la llamada “Escuela de Frankfurt” como Max Horckheimer y Theodor Adorno en su obra, la Dialéctica de la Ilustración. Estos autores (muchos de ellos en el exilio a causa del nazismo), afectados e influidos por los acontecimientos de la Europa, especialmente con esa verdadera industria de muerte que fue la Shoa, pretendieron desenmascarar a la razón. Esa lógica que enmascara a la razón no es más que una lógica de dominio no solamente del hombre sobre la naturaleza, sino que del hombre sobre el hombre. Toda acción humana es una acción instrumental, es decir, teleológica, en busca de un fin, la que la lleva a dominar y transformar la naturaleza. La acción instrumental tiene como guía a la razón técnica. Esta acción racional-teleológica opera en base a fríos cálculos racionales de coste y beneficio, el poder lograr un fin determinado a través de medios óptimos y que a su vez sean lo menos costosos. De acuerdo a Habermas, para el discurso filosófico de la Modernidad es determinante la referencia de la historia a la razón. Esto significa que quien participa en este discurso hace necesariamente uso de las expresiones “razón” y “racionalidad”.

Max Horkheimer y Theodore W. Adorno, dos principales representantes de la Escuela de Frankfurt. Desarrollaron el concepto de una razón instrumental y dominadora que no se contentaba con someter a la naturaleza, sino que también al ser humano mismo. …

Max Horkheimer y Theodore W. Adorno, dos principales representantes de la Escuela de Frankfurt. Desarrollaron el concepto de una razón instrumental y dominadora que no se contentaba con someter a la naturaleza, sino que también al ser humano mismo. En su Excursus I de la "Dialéctica de la Ilustración" abordan el episodio en que Odiseo, ante el peligro de sucumbir al canto de las sirenas decide,  no cubrirse sus oídos (como lo hicieron los demás), sino que ordenó que lo amarraran al mástil para poder así escuchar a las mortíferas pero dulce canto de las sirenas. ¿Por qué actuó así Odisea?

Existe una estrecha relación entre modernidad y racionalidad a la cual no se puede escapar. Más adelante me referiré a este tema. Esta razón instrumental se opone al "raciovitalismo" del pensador español Ortega y Gasset que es una razón al servicio de la vida y no como algo escindido de esta. En el momento en que concebimos a la razón como algo separado de la vida, el resultado es que la primera tiende a dominar a la segunda

El sociólogo Peter Wagner nos describe dos retratos de la modernidad:

1) Por una parte está el discurso de la modernidad que apoya sobre todo la idea de libertad y autonomía, encarnados por las revoluciones en Estados Unidos y Francia. Habermas representa esta visión, aunque reconoce también los efectos represores de la libertad. Ahora bien, como señala Wagner, se ha generado una disolución del orden:

“las investigaciones empíricas pusieron al descubierto la pluralización y la desintegración de los acuerdos institucionales y de los estilos de vida social…En la fase actual, no se pone ya el acento en el orden, y del disco de la liberación brota la música del elogio de la individualización”[8].

Así, para este autor, la modernidad está ahora interesada por el incremento de la individualidad y el individualismo.

2) El otro retrato de la modernidad del que nos habla Wagner, es el discurso del sometimiento. Con esto quiere decir que entre 1750 y 1850 las sociedades en Europa aun se caracterizaban por el continuismo y por el centralismo de los organismos estatales. “Leyendo los escritos de los ilustrados se comprueba que al Estado se le consideraba, a pesar de sus orígenes a mundo feudales y absolutistas, el medio que debía hacer posible los hábitos y las prácticas sociales ilustradas[9]. El Estado es por una parte la materialización social de la Razón, recuerde la filosofía política de Hegel y por otro, era el aparato indispensable para salvaguardar el orden social. Conocidos son las ideas de Karl Marx y Max Weber. Uno nos explicaba el fenómeno del fetichismo y la mercancía, y el segundo de la racionalidad burocrática.

[1] Marshall Berman, op. cit., 2-3.

[2] Ibid., 3.

[3] Jürgen Habermas, El discurso filosófico de la modernidad (Argentina: Katz Editores, 2008), 18.

 

[4] Ibid., 19.

[5] David Harvey, La condición posmoderna. Investigación sobre los orígenes del cambio cultural (España: Amorrortu editores, 2012), 26.

 

[6] Ibid.

[7] Ibid., 27.

[8] Peter Wagner, Sociología de la modernidad (España: Editorial Herder, 1997), 33.

 

[9] Ibid., 33.