3/3-John Stuart Mill (3): Dinero, crédito y precios (por Jan Doxrud)

John Stuart Mill: Dinero, crédito y precios

En el presente artículo examinaré la teoría del dinero de John Stuart Mill. Comenzaré explicando escuetamente la importancia del dinero para posteriormente pasar a abordar (no exhaustivamente) la relación del dinero y el crédito con los precios.

En el capítulo VIII del Libro III Mill examina las funciones y ventajas del uso del dinero. En primer lugar el dinero es necesario como unidad de medida, esto es, por medio del dinero podemos expresar en unidades monetarias el precio de las diversas mercancías. La mejor manera de entender esto es imaginando una sociedad que se vale del trueque para llevar a cabo los intercambios. Como explica Mill, si un sastre sólo contase con trajes y desase comprar pan o un caballo, sería extremadamente complejo calcular cuantos trajes valdría un caballo. En resumen explica Mill: “Es tan importante la ventaja de poseer un lenguaje en común en el que se puedan expresar los valores, que probablemente se habría usado un método parecido aún en el caso de que las moneadas no tuvieran una existencia real, y fueran sólo una unidad para el cálculo[1]. En resumen tenemos que el dinero sirve entonces como unidad de medida. Continúa explicando el autor que, con el tiempo, las naciones comenzaron a utilizar ciertos metales, especialmente oro y plata, para llevar a cabo los intercambios. Las ventajas de esto consistía en que eran sustancias imperecederas, fácil de transportar, fácilmente divisibles y fáciles de ocultar ante los peligrose inseguridades de la época. Por último, el oro y la plata, cuando son puros, su calidad es siempre la misma, lo cual, por lo demás, puede ser sometido al examen y corroboración de la autoridad correspondiente. El oro y la plata comenzar así utilizados como medio de cambio. Pero existe otra ventaja de estos metales y es que son una reserva de valor, lo cual no significa que no se generen alteraciones del valor del oro y la plata, pero Mill señala que estas son menores en el caso de estos dos metales:

“El oro y la plata sufrieron, desde el principio de su historia, sólo una gran alteración permanente en su valor a raíz del descubrimiento de las minas americanas, y han sufrido también algunas variaciones temporales, tales como la que se produjo en la última gran guerra (napoleónicas), por efecto del atesoramiento de los particulares y de los inmensos ejércitos siempre en campaña[2].

Durante las guerras los países tienden a aumentar sus gastos, principalmente destinados a bienes bélicos, lo que tiene como consecuencia que la moneda se deprecie frente al oro. Esto lleva a que los gobiernos suspendan, temporalmente el patrón oro, como fue el caso de la Primera GuerraMundial. En otras palabras, el aumento de la masa monetaria lleva a que lasmonedas pierdan valor frente al oro, de manera que, ante la falta de confianza frente a la moneda, las personas tienden a refugiarse en el oro, lo que lleva a los gobiernos a declarar la inconvertibilidad. El caso extremo fue la medida llevada a cabo en la década de 1930 por el presidente estadounidense F. D. Roosevelt, quien ordenó, por medio de una orden ejecutiva, suspendió la convertibilidad en oro y exigió que los poseedores de oro (incluido los bancos), lo entregaran a los bancos de la Reserva Federal. También se produjo en la misma década un cambio en el valor del oro pasando de 20,67 dólares la onza a35 dólares la onza.

Regresemos a Mill y el siglo XIX. Tenemos que el oro y la plata constituyen una reserva de valor a lo largo del tiempo, pero igualmente tales metales pueden sufrir cambios en su valor como cuando aumenta la disponibilidad del metal, como por ejemplo, se descubrió América en el siglo XV o cuando se descubrieron yacimientos auríferos en California y Australia. Mill ofrece el siguiente ejemplo de las consecuencias de la introducción de un gran caudal de metales precisos en una economía determinada (lo que plantea el problema de neutralidado no-neutralidad del dinero, que no es objeto de este escrito):

Supongamos que, no variando las demás condiciones, se produce un aumento de la cantidad de dinero, digamos por la llegada de un extranjero a un lugar, con gran caudal de oro y plata. En cuanto empieza a gastarlo…aumenta la oferta de dinero y, por el mismo hecho, la demanda de géneros. Cierto que, al principio, no hace más que aumentar la demanda de cierta clase de géneros, a saber aquellos que decide comprar.; hará en seguida que suba el precio de esos y, por lo que a él respecta, sólo de esos. Si gasta sus fondos en agasajar a la gente, hará que suba el precio del vino y de los alimentos. Si los gasta en establecer una manufactura, hará subir el precio del trabajo y el de los materiales. Pero al elevarse los precios, pasará más dinero a manos de los vendedores de los diferentes artículos; y éstos, ya sean trabajadores, ya comerciantes, teniendo más dinero que gastar, creará una mayor demanda de todas las cosas que acostumbran comprar; por consiguiente, éstas subirán de precio, y así sucesivamente hasta que el alza haya alcanzado a todas las cosas en general[3].

Pero Mill explica que, en conjunto, no existe otra clase de mercancía tan poco expuesta a cambiar de valor como estos metales precisos.

El oro y la plata son, por consiguiente, más apropiados que ninguna otra mercancía como medio de pago en los compromisos a larga fecha. Si el compromiso se hiciera con trigo, la pérdida de las cosechas podría aumentar la carga del pago en un año a cuatro veces más de lo que se pensaba[4].

Con el tiempo, los metales como el oro y la plata, así como el cobre, comenzaron a ser acuñados. Ahora el dinero fue dividido en unidades con un tamaño conveniente para que fuese más fácil de transportarlo, ocultarlo y utilizarlo como medio de intercambio. Pero además la acuñación de los metales permitió a las personas conocer sus distintos valores y evitarse también la molestia de pesar y probar el metal cada vez que lo recibía. No obstante lo anterior, igualmente hubo malas prácticas por parte de los líderes políticos como el de reducir la cantidad de oro o plata de las monedas, lo que se traducía en un aumento de los precios de los bienes. El hecho es que el uso del dinero se extendió a lo largo de las distintas civilizaciones como un fenómeno espontáneo que emergió en distintas regiones y continentes.

Moneda de oro: 5 guineas con la efigie de Guillermo III de Inglaterra (1650-1702)

Moneda de oro: 5 guineas con la efigie de Guillermo III de Inglaterra (1650-1702)

Con espontáneo se quiere dar a entender que el dinero no fue inventado por alguien o por una nación específica. Las personas por lo tanto toman su dinero (D) y lo cambian por mercancías (M) que desean y, a su vez, ese dinero que el comerciante recibe puede gastarlo o inmediatamente utilizarlo para adquirir otra mercancía, de manera que tenemos, como lo explicó Marx, las dos siguientes formas:

 

M – D – M

D – M – D

 

El dinero es una mercancía, lo que significa que su valor se fija como el de las demás mercancías. Su “valor temporal o de mercado” queda fijado por la oferta y la demanda, y su “valor permanente” se encuentra fijado por, por el costo de producción. El verdadero valor del dinero es lo que puede comprarse con este, vale decir, su poder adquisitivo, lo que significa que el valor del dinero varía en sentido inverso de los precios: si los precios son bajos, el dinero puede comprar una gran cantidad de bienes, en cambio, si los precios son altos, el dinero comprará menor cantidad de bienes. Este valor o capacidad de compra del dinero, señala Mill, depende en primer lugar de la oferta y la demanda, claro que este aspecto hay que entenderlo de una manera diferentes en el caso de esta mercancía que recibe el nombre de dinero. Quien “demanda dinero” es quien vende muebles, algodón u otro bien, es decir tenemos M – D. Por otro lado, el que “vende dinero” es aquel consumidor que compra pan o cualquier otro bien, de manera que tenemos la siguiente forma: D – M.

Ahora examinemos el capítulo IX sobre el valor del dinero en función del costo de producción. Mill señala que, en último término, el valor del dinero, así como el de las demás mercancías, no lo fija la oferta y la demanda, sino que el costo de producción. El punto de partida de Mill es la suposición de que nos encontramos en un escenario de plena libertad económica, donde la cantidad de dinero se ajusta por sí misma siguiendo leyes espontáneas, en otras palabras, un estado de libertad y no de regulación artificial. Ahora bien, Mill es conciente de que tal no es la situación no siempre se da, ya que los gobiernos tienden a intervenir y fijar la cantidad de dinero. Siguiendo las políticas mercantilistas, los gobiernos promovían medidas que apuntaban a que el oro no saliera de los países, es decir, promover las exportaciones por sobre las importaciones. La lógica era la siguiente: los países se hacen ricos acumulando metales preciosos.

Regresemos al escenario ideal de libertad que propone Mill. En tal situación, y suponiendo que no se cobre por la acuñación de moneda, el valor del dinero concordaría con el del metal en barras con el que se hace, esto es, una libra de monedas de oro o plata tendría el mismo valor que el mismo peso de metal en lingote y, por lo tanto, se podría cambiar uno por otro. Podría pensarse que la moneda, siendo un artículo manufacturado, debería valer más que el metal en barras (siguiendo el principio de que una tela vale más que un peso igual del hilo que sirvió para hacerlo). Tal situación sería cierta a no ser que el gobierno acuña la moneda gratis, de lo contrario los tenedores de barras preferirían mantener en su posesión monedas acuñadas que barras que tienen un menor valor. El hecho es que en un ambiente de libertad el valor del dinero se ajusta siempre al valor del metal con el cual se hace, independiente de los gastos en que se incurren por la acuñación. En su análisis, Mill hace otra suposición y es que el país que es objeto de su examen se abastece con oro y plata de sus propias minas.

En su examen del tema del valor del dinero en función de su costo de producción, Mill distingue tres tipos de mercancía: aquellas cuya oferta es en absoluto limitada; aquellas que pueden obtenerse en cantidad ilimitada con un costo de producción determinado y, en tercer lugar, aquellas que pueden producirse en cantidad también ilimitada, pero con un costo de producción que va en aumento a medida que aumenta la cantidad. Los metales preciosos pertenecen a este tercer tipo de mercancía. Escribe Mill:

“Su valor natural…es a la larga proporcionado por su costo de producción en las circunstancias menos favorables , esto es, en la peor mina que hay que trabajar para obtener la oferta requerida. En los países productores de oro, un peso de una libra de oro se tenderá a cambiar, pues, por la cantidad de cualquier otra mercancía que se produce con un costo igual al suyo propio; queriendo significar con éste último término el costo en trabajo y gastos, en el menos productivo de los yacimientos que dada la demanda existente es preciso explotar[5].

¿Qué sucedería si el oro se vendiese por encima de “valor natural”? El valor natural en este caso es aquel valor equivalente al trabajo y al gasto de extraer el oro, además del riesgo inherente a tal actividad. Debido a esta situación, señala Mill, una parte importante de la masa de capital flotante en busca de inversión fluirá hacia esta clase de actividad minera, lo que se traducirá en un aumento de su oferta, la disminución del precio del oro y la nivelación de la tasa de ganancia. Si tuviésemos el caso en donde el precio del oro se encontrase por debajo de su valor natural, tendríamos el caso inverso, esto es, habría menos oro y su precio tendería entonces a aumentar atrayendo una mayor inversión. De esa manera el valor del dinero se va ajustando a su costo de producción, pero tal ajuste, aclara el autor, tarda mucho tiempo en realizarse. Concluye Mill: “Es evidente…que a la larga, el costo de producción regula la cantidad; y que cada país poseerá y tendrá en circulación la cantidad exacta de dinero que se requiere para realizar todos los cambios necesarios compatible con el mantenimiento de su valor conforme a su costo de producción[6].

En el capítulo XI Mill aborda el crédito y lo describe como una transferencia de capital de una mano a otra, siendo esta segunda mano una de carácter productiva y competente, que sabrá cómo utilizar de buena manera ese capital. Con esto, Mill quiere dar a entender que si no existiese el crédito habría una gran cantidad de personas con más o menos capital que lo mantendrían ocioso ya que carecen de las habilidades y competencia para darle un uso productivo. Por otro lado, le inexistencia de crédito se traduciría en un desaprovechamiento de proyectos de inversión que personas competentes y habilidosas podrían llevar a cabo, pero que no pueden debido a que carecen de capital. Así, se puede aseverar la importancia que los países cuenten con un sistema financiero desarrollado de manera que las personas puedan canalizar o transferir sus ahorros hacia proyectos de inversión, de manera que el sistema financiero tiene una segunda relevancia: crea riqueza, ya que une y coordina las habilidades de los emprendedores que carecen de dinero con los ahorros de miles de personas. Al respecto escribe Mill:

A medida que se extiende la confianza en que se basa el crédito, se crean los medios adecuados para conseguir que, hasta las pequeñas sumas que casi todas las personas guardan para hacer frente a las contingencias imprevistas, puedan servir para fines productivos. Los instrumentos más importantes a este fin son los bancos de depósitos…una vez que la gente se ha acostumbrado a depositar sus reservas en manos de un banquero, muchas pequeñas sumas que antes permanecían ociosas se juntan en las manos de éste, el cual, sabiendo por experiencia la proporción del capital depositado que el depositante podrá necesitar en un momento determinado y sabiendo además que si uno podrá necesitar más que el promedio, otro necesitará menos, puede disponer de la mayor parte del capital que se le confía para prestarlo a los productores y negociantes”[7].

La idea clave es que el crédito, en este caso el crédito otorgado a las “clases industriosas” permite, en primer lugar, hacer que todo el capital del país sea más productivo y, en segundo lugar, “permite que se dediquen a actividades productivas muchos de los mejores talentos industriales del país”. Ahora bien, el crédito puede a su vez ser otorgado para los consumidores que Mill califica como “improductivos”, ya que perjudica a las fuentes de la riqueza pública. De acuerdo a nuestro autor, esta clase de crédito representa un movimiento inverso al crédito otorgado a las “clases industriosas”, ya que si A presta a B con vistas al consumo y no para que este último se embarque en un proyecto de inversión, el costo de oportunidad de prestar a B son los diversos proyectos que no se llevarán a cabo por C, D o E. El capital del país, escribe Mill, disminuye en una cantidad que es igual al monto otorgado, en nuestro caso, por A a B. Otro tema que aborda Mill es la influencia del crédito en los precios. Al respecto explica el autor que si bien el crédito no tiene fuerza productiva si tiene poder de compra, por lo que las personas que lo utilizan para adquirir un producto X, causarán un alza en el “precio temporal” de ese bien, que se desviarán de su costo de producción. Mill también hace referencia al fenómeno de la especulación y a lo que se denominan como expansión crediticia, la consecuente burbuja y la posterior contracción crediticia y el desplome de los precios.


[1] John Stuart Mill, Principios de Economía Política (México: FCE, 2006), 424.

[2] Ibid., 426.

[3] Ibid., 431.

[4] Ibid., 426.

[5] Ibid., 439.

[6] Ibid., 442.

[7] Ibid., 447.