3/6- Sexo…Género…¿de qué estamos hablando?

3/6- Sexo…Género…¿de qué estamos hablando?

2-Hoja de ruta

En lo que sigue comenzaré refiriéndome al concepto de sexo y género consultando, en primer lugar, a los diccionarios. Pero como sabemos que los diccionarios no son suficientes, posteriormente continuaré con una serie de autoras y académicas pertenecientes al ámbito de las ciencias sociales, como por ejemplo Silvia Tubert, Geneviève Fraisse, Linda Nicholson, Cristina Molina, Luisa Accati y Judith Butler entre otras. El objetivo de esta primera parte es simplemente describir y explicar lo que estas autoras exponen para así arrojar luces sobre los conceptos de sexo y género, así como también la relación entre ambos.

Será en la segunda parte en donde abordaré a otros autores críticos de las ideas y conceptos planteados por las teóricas del género, como es el caso de las autoras anteriormente mencionadas. Para ello abordare las ideas de autores como la filósofa Bérénice Levet, la filósofa Rebecca Reilly-Cooper, el filósofo Pablo de Lora, el catedrático de psicología José Errasti, el psicólogo Marino Pérez Álvarez y el filósofo de la ciencia David N. Stamos entre otros. Finalmente terminaré enumerando algunas de las ideas centrales planteadas en estos artículos.

I) Primera parte

Comencemos el abordaje de estos conceptos apelando a los diccionarios. De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española, el concepto de género tiene varias acepciones. El primero se refiere al conjunto de seres humanos que tienen algo en común. En segundo lugar, “género” se refiere al grupo al que pertenecen los seres humanos de cada sexo, es decir, desde un punto de vista sociocultural. En tercer lugar, género se refiere también – en el ámbito de la biología – al taxón que agrupa a especies que comparten ciertos caracteres.

En cuarto lugar, el concepto de género se usa en las artes y literatura para ordenar las obras en virtud de rasgos comunes de forma y contenido. Por último, podemos mencionar el género gramatical propia del sustantivo, pronombres, adjetivos y determinantes. Cuando vemos un sustantivo  en una oración tenemos que este será masculino o femenino. En el caso del género neutro, este lo podemos ver en pronombres (esto o ello) y en sustantivaciones con el determinante “lo” .

En el diccionario Merriam-Webster podemnos ver un breve recorrido histórico de esos conceptos. Podemos leer que las palabras sexo y género han tenido una historia larga y entrelazada, y que hacia el siglo XV, el concepto de “género” se fue cambiando desde su uso como término para una subclase gramatical, para pasar a referirse a cualquiera de las dos formas biológicas primarias de una especie (algo que no sucede en el caso del español). En el mismo diccionario se explica que en el siglo XX, el sexo y el género adquirieron nuevos usos. Mientras que el concepto de sexo comenzó a entenderse como "relaciones sexuales", el de género comenzó a referirse a los rasgos conductuales, culturales o psicológicos típicamente asociados con un sexo (roles de genero)

Continuemos con el libro titulado Del sexo al género. Los equívocos de un concepto. Este es un libro en donde la fallecida psicoanalista y académica, Silvia Tubert, reúne una serie de escritos de académicas sobre la temática del sexo y el género. En la introducción titulada “La crisis del concepto de género”, Tubert advierte sobre el uso abusivo del concepto, lo cual ha generado numerosas críticas. Resalta que, si bien el género se definía fundamentalmente por oposición a sexo, resulta que paradójicamente el primero ha pasado a sustituir al segundo, incluso cuando se trata de connotaciones biológicas (como, por ejemplo, cuando se habla de “progenitor del género opuesto”). Añade que, con autoras como Judith Butler, se llega al extremo de que la misma biología humana sería una construcción cultural, en la misma medida que el género, de manera que la diferencia sexo/género pierde su significación. A esto añade Tubert:

“Para el ser humano, el sexo natural, entendido como realidad prediscursiva, previa a la cultura, no es sino un producto de los discursos y prácticas sociales (…)”

Lo mismo señala la socióloga Linda Nicholson, quien explica que en un comienzo el concepto de género no pretendía sustituir al de sexo, sino que solo aspiraba a reducir su alcance. Así, el concepto de genero complementaba al de sexo e incluso ayudaba a darle un significado claro y preciso al primero. De acuerdo con lo anterior, la socióloga señala que lo biológico se aceptaba como la base que da sustento a los significados culturales. Como mencioné anteriormente, la autora recurre a la metáfora del perchero, en donde este es el cuerpo sobre el cual “se cuelgan o se superponen los distintos mecanismos culturales, especialmente los relacionados con el comportamiento y la personalidad”.

Ahora bien, el lector debe preguntarse si acaso sería correcto señalar que tanto el perchero como lo que se cuelga son construcciones sociales o simplemente afirmar que el perchero es irrelevante y lo que importa es lo que se cuelga (de hecho, podríamos colgar y descolgar identidades). Si concebimos el concepto de género como roles, expectativas y sistema de valores que los seres humanos asumen producto del condicionamiento cultural, estaríamos asumiendo una postura que acepta el sexo biológico y el género cultural (sexo social). Pero si el cuerpo es un hardware o un sustento material al cual podemos “formatear”, “programar” y “reprogramar”, estamos asumiendo esa versión distorsionada del concepto de género.

Esto nos sitúa en el problema de larga data y que tiene como protagonista a la doctrina del “dualismo” (no religioso) que, en este caso, podemos plantearlo por medio de los siguientes términos: naturaleza/cultura, sustancia/accidente, naturaleza humana/tábula rasa. Nos encontramos ante dos enfoques en donde uno reconoce la existencia de constantes mientras que para el otro nada es permanente puesto que es fruto de la construcción humana. Esto es parte de un tema más amplio y complejo que involucra la epistemología (teoría del conocimiento) y la ontología (lo que existe). Pero volveremos sobre este tema en la segunda parte de este artículo.

La antropóloga cultural Gemma Orobitg se refiere a este problema en términos de “esencialismo versus construccionismo” (y deconstruccionismo) y señala que tales posturas coinciden, en primer lugar, en la interrogante central a saber: ¿cuál es la relación entre la naturaleza y la sociedad? En segundo lugar, coinciden en otras interrogantes que han suscitado: ¿las esencias pueden cambiar?; ¿las construcciones sociales pueden dejar de ser normativas?

Siguiendo a la académica de literatura y de estudios feministas, Diana Fuss, Orobitg señala que la esencia es necesaria puesto que es el punto de partida de cualquier ejercicio de deconstrucción, por lo que se hace necesario “desradicalizar” la oposición existente entre esencialismo-construccionismo-deconstruccionismo. Pero esta no es más que una postura dentro de otras, y existen autores que defienden un construccionismo social radical, tanto epistemológico como ontológico, que se traduce en que prácticamente nada escapa a la “deconstrucción”.

Como ya señalé en otro artículo, de acuerdo con tal postura el mundo y los seres humanos no serían más que “textos” en los cuales podemos escribir y reescribir distintos guiones, pero en donde incluso el cuerpo es una construcción lingüística más y, por ende, un efecto de prácticas discursivas, de manera que ya no haría falta diferenciar entre sexo y género (una versión extrema de la doctrina de la tábula rasa (donde el ser humano es plasticina, potencialidad pura). El punto es que la comprensión del concepto de género, sexo y la relación entre ambos, se dificulta debido a la pluralidad de enfoques existentes sobre el tema, específicamente en las disciplinas pertenecientes a las ciencias sociales.

En nuestros días tenemos un escenario variopinto en donde podemos encontrar a quienes niegan la existencia del sexo biológico, hasta grupos que han enarbolado las banderas del “nihilismo de género” que desemboca en una especie de dadaísmo en donde todas las categorías que utilizamos se desmoronan y el mundo se transforma en un constante fluir en donde nada “es” y todo está constantemente “siendo” (véase el caso del denominado género fluido)

Siguiendo a la historiadora Joan Scott, Tubert también destaca otro problema y es que el concepto de género se utiliza – en ocasiones – como sinónimo de mujeres, lo cual termina de alguna manera por invisibilizar a la mujer y las reivindicaciones feministas. Por ejemplo, en África se habla de “género y desarrollo”, lo que refleja esa “transferencia lingüística” de mujer a género, señala Tubert. Sobre este mismo tema, la catedrática de filosofía, Neus Campillo, señala que si Mary Wollstonecraft (1759-1797) – autora de “Vindicación de los derechos de la mujer (1792) – viviese en el mundo actual, habría tenido que utilizar la palabra “género” ahí donde utilizaba “sex” para referirse a las mujeres.

La razón, explica Campillo, es que una frase de Wollstonecraft como la de “hablar en nombre de las de mi sexo” plantea la interrogante de si acaso está hablando en nombre de las “mujeres” como “universal genérico” o de la mujer desde, por ejemplo, la perspectiva de una clase social o etnia determinada. Ahora bien, la autora no aboga por una eliminación del concepto de sexo y sustituirlo por el de género, ni tampoco eliminar este último.