1/6- Sexo…Género…¿de qué estamos hablando?

1/6- Sexo…Género…¿de qué estamos hablando?

¿Por qué escribir sobre este tema?

En esta serie de artículos abordaré los conceptos de sexo y género, así como también otros temas que se desprenden de estos. Quizás para algún lector podrá resultar fútil abordar tales conceptos puesto que – después de todo – son bastante claros y evidentes en lo que respecta a su significado. Bueno, eso fue lo que también yo pensaba hasta que comencé a percatarme desde hace algún tiempo, por medio de la lectura de artículos académicos, libros y noticias, que tales conceptos, especialmente el de género, habían experimentado cambios significativos.

En una primera aproximación se podría afirmar que el sexo hace referencia a lo biológico, a lo “material” o aquellos que es “natural” (physis) y no fruto de la convención (nomos), como es el caso de los genitales, hormonas y cromosomas. Por otro lado, el concepto de género estaría situado dentro de aquella dimensión social y cultural, la norma, la convención, siendo así mutable en el tiempo puesto que es fruto del sistema de valores de cada época y de los condicionamientos culturales. De ahí que sea correcto establecer que los roles de sexo o el sexo “social” ha cambiado a lo largo de los siglos.

Por ejemplo, antes se esperaba que las mujeres no fuesen a la universidad, no votaran, no participaran en política y se transformaran en madres y dueñas de casa, mientras el hombre se dedicaba a trabajar, ya que era su “rol” el de sostener económicamente a la familia. En suma, tenemos que el concepto de género abarcaría una gama de roles sexuales que han variado a lo largo de los siglos, tanto para hombres como para mujeres. Así, en esta primera y simple aproximación al tema, tenemos que el sexo sería una suerte de “hardware” (componente físico tangible) mientras que el género sería el software (programa intangible). Otras autoras hablan de que el cuerpo sería como un perchero sobre el cual se cuelgan distintos roles que se esperan que la mujer (o el hombre) cumpla.

Ahora bien, sucede que cuando vemos las noticias nos encontramos con algunos problemas conceptuales. Por ejemplo, se ha hecho habitual el uso del concepto de “violencia de género”, pero pareciera que esto sería sinónimo de una violencia unidireccional, es decir, que va del hombre a la mujer, de manera que podríamos preguntarnos por qué no sería mejor y más preciso hablar de “violencia sexual contra la mujer” o “violencia sexual masculina” (en lugar de “violencia de género” que es más neutral e invisibiliza lo que realmente ocurrió).

Lo mismo sucede con el concepto de “perspectiva de género” el cual se encuentra completamente feminizado puesto que es frecuentemente utilizado en función de las preocupaciones y experiencia de las mujeres en diversos ámbitos, por ejemplo, laboral o judicial. En virtud de lo anterior sería más preciso habla de “perspectiva de la mujer” o inventar algún término que sea más preciso.

Junto con esto queda la pregunta sobre la violencia entre parejas del mismo sexo (de lo cual se habla muy poco), ¿forma parte de la violencia de género? También podemos leer en alguna noticia que una mujer fue asesinada por razones de “género”, pero lo que en verdad se quiere decir es que fue en virtud de su “sexo” (de ahí que se hable de “femicidio”). Dicho de otro modo, ¿fue la mujer asesinada por motivos de su género y/o de su sexo? Si se hace una diferencia entre ambos, habría que explicar cuál es la diferencia entre ser asesinado por motivo del género o del sexo, aunque en realidad ambos conceptos están entrelazados.

Por ejemplo, un celópata podría considerar que su pareja mujer no debe salir sola, ni siquiera trabajar ni menos aún salir con amigos hombres. Dentro de su concepción de “ser mujer” estas serían de transgresiones que van más allá del rígido molde que el celópata ha elaborado y dentro del cual ha insertado a la mujer. En el peor de los casos, estas “trangresiones” podrían llevar a un asesinato (femicidio) o violencia sistemática y continua.

Continuando con las imprecisiones del uso del concepto de género, tenemos que cuando se habla de la necesidad de “paridad de género” – ya sea en una asamblea o un directorio –, lo que realmente se quiere decir es que exista paridad entre hombres y mujeres, lo que nos lleva a preguntarnos por qué razón no se habla de “paridad de sexos”. Para ser más concretos, podemos tener el directorio de una empresa compuesto por 5 hombres y 5 mujeres, por lo que tendríamos paridad de “sexos”, pero ¿en qué sentido tendríamos paridad de “género”? En este caso ¿sexo y género serían sinónimos? – (lo cual carecería de sentido utilizar ambos términos) ¿o serían diferentes?, lo que nos llevaría a preguntarnos cuál es el sentido de cada una de estas palabras para este caso en particular.

Otro caso es el de aquellas parejas que han decidido criar a su hijo o hija imponiéndole (a priori) un “género no binario” (incluso se habla de la “crianza no binaria”), es decir, que hacen caso omiso de su sexo biológico y dejan que su hijo o hija se desarrolle “espontáneamente” y escoja cuál será su “género”. Recalco el concepto de “imponer” puesto que, si bien estas personas creen que están dejando que su hijo o hija se desarrolle “libre” de categorías y estereotipos, y que pueda escoger su “género” en un futuro (a pesar de su sexo de nacimiento), la verdad es que están imponiendo otra categoría que los progenitores creen que es más “natural” y “purificada” de clasificaciones lingüísticas y que se materializa en el denominado género no binario (una especie de “genero primigenio” que antecedería a lo masculino y femenino)

Al parecer sería algo negativo y opresivo criar a un hijo de acuerdo con su sexo biológico, de manera que habría que aceptar su sexo biológico, pero criarlo bajo una suerte de “género hermafrodita” (me refiero al hijo de Afrodita y Hermes) o un “género andrógino” hasta que el niño en cuestión decida por su propia voluntad qué será. En suma, en esta concepción de crianza subyace la idea de que existirían una suerte de tercer género (no binario) que sería fruto de una crianza (supuestamente) espontánea en donde la familia no impone ningún tipo de categoría que estereotipe al niño como niño o la niña como niña.

Pero a la larga, esta clase de crianza está lejos de ser más tolerante, abierta o desprejuiciada, puesto que igualmente al niño o niña en cuestión se le está imponiendo “a priori” un nuevo estereotipo: el de ser no binario. Si llevamos esta clase de crianza a extremos absurdos, entonces al niño o niña tendríamos que esconderle su nacionalidad, etnia, descendencia y, por qué no, la especie a la cual pertenece. En virtud de lo anterior, el niño o niña sería aún más “libre” y su desarrollo serían más espontáneo puesto que no sería “víctima” de la imposición de categorías sexuales, de género e incluso no sería víctima del nacionalismo y del racismo, puesto que no sería criado bajo categorías que hagan referencia a la nacionalidad o a la etnia. Como señala Elisabeth Roudinesco en su reciente libro “El yo soberano” la teoría queer comienza a aplicarse desde el nacimiento y ejemplo de ello es justamente el ocultarle el sexo a los recién nacidos. En palabras de la autora:

“En este sentido, no hay nada tan ridículo como pretender ocultarle a los niños su sexo anatómico, como hacen algunos padres de la comunidad LGTBQIA+ quienes, creyendo que así luchan contra los estereotipos, les explican a sus retoños que cuando lo deseen pueden escoger su género”

Más adelante añade Roudinesco:

“¿qué broma pesada de la historia ha podido anular décadas de lucha progresista para que no se tomara a los niños por idiotas contándoles camelos? ¿Es que van a explicarles que nacen de las coles, los unos con monos rosas y las otras con tutús azules?”

Lo que el lector debe preguntarse es qué entienden estas personas por el concepto de “género” y si acaso coincide con el que esbozamos brevemente en el comienzo. Lo que los progenitores desean es promover un “género no binario” en su hijo o hija (supuestamente anterior al dualismo masculino y femenino), puesto que no pueden pretender que sea “no binario” desde un punto de vista biológico-sexual. Si nos atuviéramos al concepto de género mencionado en un comienzo (como roles que cambian a lo largo del tiempo) tendríamos, por ejemplo, que los progenitores criarían a su hija biológica como mujer “pero” no imponiéndole rígidos roles de género asociado por lo general a ese sexo (en este caso el femenino).

Por ejemplo – y para ilustrarlo de manera simple – a su hija pueden criarla enseñándole que su destino no es – necesariamente – casarse, tener hijos o estudiar cierto tipo de carreras en detrimento de otras. En otras palabras, educa a su hija de acuerdo con su sexo biológico, pero sin imponerle rígidos moldes de género comúnmente asociados al sexo en cuestión (masculino o femenino). Pero este no es el caso de esta denominada “crianza no binaria”, puesto que aquí al niño se le enseña que no es ni hombre ni mujer y que será este quien lo decidirá en un futuro, por lo que se lo mantendrá en un estado de neutralidad – incluso con un nombre neutral – hasta que decida.

Así, al niño o niña se lo sitúa en una suerte de limbo (un lugar temporal) o en el centro de una especie de espectro en donde el género no binario estaría “entre” el masculino y el femenino, siendo estos últimos una suerte de límites entre los cuales existirían una multiplicidad de “géneros”. Es importante recalcar que aquí no estamos hablando del caso de una familia que se percata de que su hijo no se identifica efectivamente con su sexo biológico, sino que hablamos de progenitores que, a priori, le impone a su hijo o hija el denominado género no binario, puesto que cree que eso sería una crianza más progresista, libre, tolerante y hasta natural.