2/2-Libro: La guerra contra Occidente de Douglas Murray (por Jan Doxrud)

Lecturas complementarias

(1) Occidente: autoflagelo y el monopolio de la culpa (por Jan Doxrud) 

(2) Occidente: Autoflagelo y el monopolio de la culpa (por Jan Doxrud) 

2/2-Libro: La guerra contra Occidente de Douglas Murray (por Jan Doxrud)

En el capítulo 2 Murray aborda como la TCR ha invadido los estudios históricos. Parte haciendo referencia al denominado Proyecto 1619 publicado en “The New York Times” (2019) por la periodista Nikole Hannah-Jones. La razón de esta publicación era la conmemoración de los 400 años de la llegada de los primeros esclavos africanos en Virginia. Lo que pretendía este proyecto era cambiar el año de fundación de Estados Unidos justamente al año 1619(y no 1776)y no 1776). Así, tenemos acá la historia no ya como un proceso cuyo motor es la lucha de clases, sino que la “lucha de razas” como también la concebían antiguos racistas como el conde de Gobineau o en el siglo XX Adolf Hitler.

Existe un interesante y extenso artículo en donde se critica desde una óptica marxista el Proyecto 1619 (disponible en la World Socialist Web Site). Los autores lo rotulan de falsificación histórica, en donde “la historia se explica desde la existencia de un impulso emocional suprahistórico”. Critican a la autora por tratar la esclavitud “no como una forma de explotación del trabajo con raíces económicas específicas, sino como la manifestación del racismo blanco”. Como señalé, los autores reivindican la lucha de clases por sobre la lucha de razas. Incluso llegan a señalar lo siguiente:

“Este hincapié en la raza es una imagen reflejada de la política racial de Trump, y tiene un parecido inquietante con la visión del mundo de los nazis, basada en la raza”.

Murray señala que el contenido digital del artículo así como también la opinión de la autora fue cambiando debido a las críticas. La periodista señalaba que nunca pretendió sugerir cambiar el año de fundación de los Estados Unidos, siendo esto una interpretación de la derecha. Murray también cita la crítica marxista a este escrito así como la reacción de Hannah-Jones frente a las múltiples críticas:

“Incapaz de responder a ninguna de las críticas sobre los elementales yerros de su proyecto en materia histórica, Hannah-Jones se replegó en dos tiempos. En un primer momento, cargó por Twitter contra los historiadores «historiadores blancos» y se mofó de la idea de que ellos produjeran una «historia verdaderamente objetiva» (…) Después de eso, recurrió a la táctica de «hacerse la herida»: lamentó que ninguno de aquellos académicos se hubiera puesto en contacto con ella en privado e insistió en que, si lo hubieran hecho, ella se habría tomado sus «preocupaciones muy en serio». En lugar de ello, añadió, había empezado una «especie de campaña» para que la gente «firmase una carta que lo que perseguía era desacreditar todo el proyecto sin previo diálogo»”.

Murray también critica la obra póstuma de Franz Fanon (1925-1961) “Los condenados de la Tierra”. El autor del prólogo es otro antioccidental y apologista del comunismo: Jean-Paul Sartre. En la conclusión de su escrito, Fanon pregunta a sus “compañeros” si acaso no tienen otra cosa que hacer sino crear una tercera Europa. A esto añadía: “Occidente ha querido ser una aventura del Espíritu. Y en nombre del Espíritu, del espíritu europeo por supuesto, Europa ha justificado sus crímenes y ha legitimado la esclavitud en la que mantiene a las cuatro quintas partes de la humanidad”. Pero Fanon cae en falacias similares en las que cayó Eduardo Galeano y que podemos apreciar en “Las venas abiertas de América Latina”. Esta falacia consiste en creer que la riqueza europea se debe solo y exclusivamente por la explotación de sus colonias. Fanon creía que la riquezas den Europa era en realidad la riqueza del Tercer Mundo

Pero esto no es más que un simplismo y un reduccionismo inaceptable para alguien que conozca un poco de historia, economía y la naturaleza compleja del origen de la riqueza  de las naciones. Esto es algo que ya he señalado en mi artículo sobre la pobreza y la desigualdad. En primer lugar, tener recursos naturales no es sinónimo de riqueza (como es el caso de Venezuela o la extinta URSS). De acuerdo con esto, existen países que tienen recursos y son pobres y países con muy pocos recursos y son ricos (Suiza o Japón). En segundo lugar, Alemania pasó por 2 guerras mundiales, fue dividida en dos tras la Segunda Guerra Mundial y hoy es potencia mundial. Por lo demás, Alemania se unificó en 1871 y carecía de posesiones coloniales importantes para su economía.

En tercer lugar, para las potencias las colonias representaban más costos que beneficios y países como Suecia o  Dinamarca carecían de posesiones coloniales y son ricos. En cuarto lugar Hong Kong, que fue parte de Inglaterra hasta 1997,  no tuvo colonias y es rico. Por último, post 1945 comenzó el proceso de descolonización y los países africanos aún no escapan de la pobreza, y no se puede seguir simplemente culpando a Occidente, Europa, la globalización o al pasado colonial. Pero esta “desoccidentalización” – para denominarla de alguna manera – que promueve Fanon no es más que un subterfugio para ofrecer otra ideología occidental que es el marxismo. Al respecto afirma Murray:

“(…) a Fanon, como a tanto otros escritores poscoloniales que cobraron fama en Occidente, en realidad no le interesa restaurar la cultura de los países no occidentales por los que dice preocuparse. No le interesa devolver a las naciones africanas a una época de costumbres tribales o de tradiciones indígenas precoloniales. Lo que le interesa es analizar esas culturas a través de la lenge del marxismo para luego «salvarlas» aplicándoles la ideología marxista (…) Una de las ironías de los pensadores poscoloniales es que muchos siguen el mismo derrotero que Fanon: ávidos por sacudirse de encima el legado del colonialismo occidental, hallan respuestas aplicables a todas las sociedades no occidentales en el marxismo occidental”.

Murray también hace alusión al teórico literario y activista palestino Edward Said (1935-2003) y su obra “Orientalismo”. La crítica apunta  a que la idea central de Said de que “Oriente” o lo “oriental” ha sido construido por la lente Occidental resulta ser trivial, puesto que por razones obvias los europeos no podían observar con lentes orientales las culturas orientales de la misma manera que los árabes no podían ver Europa con ojos occidentales. Otro punto es que esta óptica occidental de lo “oriental” parece ser algo negativo, lo cual lo expresa Said en la introducción de su obra:

“Yo mismo creo que el orientalismo es mucho más valioso como signo del poder europeo-atlántico sobre Oriente que como discurso verídico sobre Oriente (que es lo que en su forma académica o erudita pretende ser)”

En la misma introducción podemos leer lo siguiente:

“Existe, además, la hegemonía de las ideas europeas sobre Oriente, que reiteran la superioridad europea sobre un Oriente retrasado y normalmente anulan la posibilidad de que un pensador más independiente o más o menos escéptico pueda tener diferentes puntos de vista sobre la materia”.

Por ende, si bien es cierto (y obvio) que los estudiosos europeos estudiaron otras culturas a través de sus propias categorías mentales, esto no debe ser catalogado como algo negativo, puesto que muchos de estos estudiosos intentaron realmente comprender tales culturas. Como señala Murray, dentro de los orientalistas europeos prevalecía una verdadera admiración por tales culturas a tal punto que las valoraban más que a la occidental y “buscaban en ellas una vía de escape a su propia cultura”. Así, si bien se caían en estereotipos inevitables, estos podía ser tanto negativos (percibir lo “otro” como barbarie y incivilizado) así como también positivos (idealizar en exceso todo lo que sea oriental).

Un ejemplo de la admiración por la cultura oriental fue el caso de  Friedrich von Schlegel (1772-1829) y Arthur Schopenhauer (1788-1860), y no podemos omitir las contribuciones de William Jones (1746-1794) en el estudio de las lenguas indoeuropeas. La ya citada Elisabeth Roudinesco señala que Said se equivoca en su visión sobre Flaubert. De acuerdo a Roudinesco, el escritor no era representante del colonialismo europeo y, por otro lado, sentía una fascinación por “oriente” all ual no lo homologaba con la “barbarie”. A esto añade:

“Flaubert nunca defendió a una nación, una cultura o una religión contra otra, nunca se adhirió a una epopeya colonial. Además en sus distintos viajes orientales, siempre se desmarcaba de la forma en que en Europa se representaba el otomano, el oriental o al árabe, diciendo que él no era más moderno que antiguo ni más chino que francés.

Por último, Roudinesco señala que el mismo Said “nunca definió lo que habría sido un Oriente reintentado por los propios orientales”-. Por su parte, Murray añade que Said también cae en lo que denuncia, esto es, generalizar y esencializar lo “otro”, claro que en este caso ese “otro” son los europeos. Por ejemplo, Murray cita el siguiente pasaje que Said escribe en su “Orientalismo”: “Es por tanto exacto que todo europeo en todo lo que podía decir sobre Oriente era, en consecuencia, racista, imperialista y casi totalmente etnocéntrico”.

Por lo demás, el propio Said se muestra en deuda con la tradición académica occidental para emprender su obra sobre el orientalismo. Said cursó sus estudios en las universidades de Princeton y Harvard, y se desempeñó como profesor en la Universidad de Columbia. Junto con esto, si uno examina el libro de Said, el autor suele apelar a autores occidentales dentro de su libro como es el caso de  Giambattista Vico (1668-1744), Antonio Gramsci (1891-1937) y, por supuesto, el infaltable Michel Foucault (1926-1984). Así, la visión de Said también se encuentra “contaminada” por ideas propias de Occidente.

En el mismo capítulo, Murray aborda otro tema espinoso: la esclavitud. El punto medular de este tema es: ¿por qué razón las críticas se han centrado únicamente en la trata de esclavos por parte de naciones occidentales, dejándose de lado la trata de esclavos por los berberiscos y pueblos africanos? Una respuesta viene del ya mencionado Ibram X. Kendi, quien señala que los comerciantes de esclavos premodernos, tanto musulmanes como cristianos, “no aplicaban políticas racistas, esclavizaban por igual a los que hoy en día consideramos africanos, árabes y europeos”. Añade Kendi que en los albores del mundo moderno, “los portugueses comenzaron a comerciar exclusivamente con es clavos negros”.

Como comenta Murray resulta peculiar esta visión puesto que nos dice que una esclavitud basada en la diversidad – en donde se esclavizan a africanos, musulmanes, europeos, etc – es una esclavitud más aceptable que aquellos en donde se esclaviza a un grupo determinado. A esto añade el autor: “No solo se trata de un criterio inaudito, sino que además representa un retroceso moral. Kendi ve el pasado con los ojos del presente para encajarlo en el relato del eterno – y, por lo demás, universalmente poco común – racismo occidental”.

Otro error es calificar de genocidio el comercio de esclavos o la ocupación española de América. En este último caso es un error calificarlo de genocidio puesto que, en primer lugar, no hubo ninguna orden por parte de los Reyes Católicos ni posteriormente por Carlos V de implementar un plan de aniquilamiento sistemático de la población indígena. En segundo lugar, el mundo indígena no constituía un bloque homogéneo que se opuso ante la invasión europea. Todo lo contrario, habían fricciones y guerras entre estos, lo que llevó a que pueblos indígenas se aliaran a los españoles para destruir a su enemigo en común. Por último, la gran masa de indígenas no perecieron producto de una limpieza étnica deliberada, sino que producto de las enfermedades que los conquistadores traían consigo. Como explica el historiador mexicano Fernando Cervantes en una entrevista para la BBC en español.

“El genocidio se produce cuando una raza mata a otra raza. Y en las masacres que se dieron en la conquista de México y en la conquista de Perú también participaron abrumadoramente indígenas. Pero no una nación indígena con una conciencia indígena, sino un mosaico de pueblos indígenas que hablaban diferentes idiomas y tenían diferentes culturas.

Más adelante añade:

“Hablar de genocidio en ese contexto no tiene sentido, porque es un término moderno basado en cómo entendemos hoy biológicamente la raza. Pero en esa época no existía ese concepto”.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-59037914

Por ende, si bien podemos condenar la trata de esclavos africanos y el maltrato recibido por parte de los europeos, también debemos enfocarnos en el estudio de las demás sociedades esclavista que no pertenecían a la civilización occidental y la moderna esclavitud que aún existe en países no occidentales como es el caso de Libia (en Mauritania recién se abolió en 1981). Así también se debe dejar de reducir el fenómeno del racismo únicamente a Occidente y reconocer que es un fenómeno que trasciende sus fronteras. Al respecto escribe Murray:

“La esclavitud persiste hoy en día, en países como Mauritania, Ghana y Sudán del Sur. En los últimos años, el mundo ha visto cómo Estado Islámico esclavizaba a miles de mujeres y niños yazidíes, mataban a los maridos y comerciaba con las esposas e hijos en los mercados de esclavos”.

En suma, el libro de Murray se centra en la obsesivo odio y ofensiva por parte de ciertos sectores en contra de Occidente y, coómo detrás de este odio se esconden otros tales como el anticapitalismo y el antiliberalismo. A estas alturas está bastante estudiado las luces y sombras de Occidente, por lo que no se pretende realizar una hagiografía sobre este. Pero hay que ser mesurado y ecuánime, de manera que hay que reconocer que también ha sido Occidente el que ha dado grandes pasos en materia de abolición de la esclavitud, promoción de los Derechos Humanos, el fomento de la diversidad y la tolerancia de otras culturas (algo que no se puede decir de otros países como Irán, Pakistán, China o Arabia Saudita).

También hay que reconocer los aportes de Occidente en materia política, filosófica, artística y tecnológica, en lugar de solo resaltar sus errores. No se puede llegar y borrar de un plumazo toda esta herencia simplemente acusando a Immanuel Kant de racista o a los filósofos griegos de esclavistas. ¿Acaso vamos también a quemar los libros de Karl Marx y derribar su busto en el cementerio de Highgate por ser un racista y pro-colonialista?

Pero el hecho es que el antioccidentalismo no está interesado en las sombras de aquellas culturas no occidentales y buscarán cualquier subterfugio para racionalizarlas e incluso justificarlas. El objetivo del antioccidentalismo es desmantelar la herencia occidental, pero paradójcamente no logran escapar de la influencia de Occidente, puesto que ese espíritu de crítica interna dentro de las sociedades también es propia de Occidente, pero lamentablemente la crítica antioccidental es sesgada, exagerada y distorsionada.

Como resultado tenemos que Occidente es siempre el culpable y el que debe estar constantemente pidiendo perdón: por el racismo, el imperialismo, la esclavitud y ahora por el calentamiento climático. Así la extorsión moral se renueva siempre, que va adquiriendo nuevos ropajes y que se hereda de generación en generación: exigir perdón por algo que no sufrí personalmente a alguien que tampoco es culpable haberlo cometido (salvo que crea que la culpa se hereda por el hecho de pertenecer a una etnia específica). Un pasaje interesante del libro de Murray es la narración que hace Simon Wiesenthal (1908-2005) en su libro “Los límites del perdón”. De acuerdo al relato de Wiesenthal, un día lo separaron del resto de trabajadores esclavos para llevarlo al lecho de muerte de un soldado nazi. El soldado le relató los crímenes cometidos a manera de confesión tras lo cual Wisenthal simplemente se levantó y se fue.

Lo importante de este relato es la temática del perdón y cómo Wisenthal no podía perdonar por algo que el soldado nazi había cometido contra otros, es decir, no podía perdonar en nombre de otros. En nuestros días se exige a los europeos disculpas por actos cometidos en el pasado, pero la pregunta es ¿puede alguien que no sufrió perjuicio alguno exigir disculpas y reparaciones a alguien que no ha cometido crimen alguno? En otras palabras, yo no puede exigir disculpas y reparaciones a alguien que no ha cometido acto criminal alguno y que su única “culpa” es pertenecer a la misma etnia y nacionalidad de quienes, en el pasado, cometieron tales actos. Menos se puede exigir disculpas y reparaciones cuando ni siquiera quien las exige ha sido víctima de ningún acto criminal y solo pertenece a la misma etnia o nacionalidad de quienes, en el pasado, la sufrieron

Wiesenthal también es conocido por su persecución de los nazis tras finalizar la Segunda Guerra Mundial

Hasta aquí llego con el análisis del libro de Douglas Murray y recomiendo que el lector pueda leerlo puesto que varios pasajes y detalles han sido omitido de este resumen. No existe cultura alguna que no cargue con algún pasado digno de condenar, pero vivir de la condena, de la victimización y de la extorsión moral no es la manera en cómo avanzan las sociedades. En este caso específico, si bien lo que conocemos bajo ese difuso nombre de “Occidente”, ha tenido sus sombras, es innegable e irrefutable sus inigualables contribuciones en diferentes dimensiones. Como afirma Murray:

“Fuera de Occidente, el mundo está lleno de países donde muchas cosas que los occidentales damos por sentadas parecen salidas de un futuro lejano, y eso en el caso de que sean concebibles. Lugares que, a diferencia de Occidente, no sienten ningún interés por abrirse al mundo ni están remotamente preocupados por la autocrítica, el progreso o cualquier otra forma de mejora”.