7/14-La turbulenta economía argentina: una mirada panorámica (por Jan Doxrud)

7) La turbulenta economía argentina: una mirada panorámica (por Jan Doxrud)

Argentina, dentro de este contexto de caos económico,  logró retornar ( gradualmente) de la dictadura militar a la democracia con el triunfo de Raúl Alfonsín en 1983. Como explica Mauricio Rojas[1], Alfonsín fue un personaje con buenas ideas y buenas intenciones, pero que tuvo que pilotear un país en ruinas. Pero debemos tener además en consideración que el presidente tenía la difícil misión no solo de restablecer la democracia en Argentina sino que también lograr que los militares regresaran a los cuarteles, subordinarlos al poder político y que retornara a ser una institución  no deliberante. 

Siguiendo a Rojas, el  déficit público  representaba el 15% del PIB del país, mientras que la tasa de inflación anual había superado la marca del 400 por ciento. Añade Rojas que la economía cargaba con el peso de una deuda externa de más de 40.000 millones de dólares, que exigía altos pagos anuales de intereses y amortizaciones que el país no era capaz de cumplir. De acuerdo a Rojas, y a pesar de la situación reinante, Alfonsín optó por el populismo. 

Por su parte Miguel Kiguel explica que el nuevo ministro de Economía, Bernardo Grinspun, era más cercano al enfoque estructuralista que a uno de corte liberal. Añade Kiguel que el ministro descreía que las políticas monetarias y fiscales pudiesen restablecer la estabilidad de precios, ayudar a equilibrar las cuentas externas y el crecimiento. Así, el gobierno implementó una política económica expansiva, “rechazando de modo categórico toda idea de crecimiento primero y redistribución después”, comenta Rojas. 

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Añade Rojas que, de acuerdo a Grinspun, la situación social argentina no permitiría esa secuencia tan lógica entre crecimiento y redistribución. Las consecuencias se hicieron notar: el déficit aumentó, la flación se disparó, la inversión decreció y la fuga de capitales fue en aumento. De acuerdo a Kiguel en 1984 la inflación alcanzó un récord de 703%, el tipo de cambio se depreció 660% y la tasa de desempleo se mantuvo en 4,6%. Para la primera mitad de 1985, señala Kiguel, la inflación superaba el 25% mensual, es decir, una tasa anualizada que superaba el 1300%.

Frente a esto el gobierno decidió llevar a cabo el “Plan Austral” mediante el cual el peso argentino fue sustituido por el austral y se implementó en el país un fuerte programa de estabilización. Explica Kiguel que este plan de estabilización se diferenciaba de otros previos por buscar un enfoque integral que combinase políticas “ortodoxas” y “heterodoxas”. Se quería, por un lado, disminuir la inflación, reducir el déficit fiscal y la emisión monetaria y, por otro lado, se utilizaron políticas de ingresos que incluyeron el control de precios, que ayudaran a bajar las expectativas de inflación. 

No obstante lo anterior, los éxitos del Plan Austral fueron de corto aliento. En palabras de Mario Damill y Roberto Frenkel, el fracaso se dio en parte por una serie de factores. En primer lugar las condiciones climáticas extraordinariamente adversas, como lo fue la inundación de una importante zona de la región agropecuaria pampeana. En segundo lugar estuvo la caída de los precios internacionales lo cual se tradujo en que las exportaciones se redujeran en 2000  millones de dólares  en  dos años. Junto lo anterior los economistas añaden que  las importaciones crecieron impulsadas por el crecimiento de la actividad económica inducida por el mismo plan. En palabras de Damill y Frenkel:

“Como  consecuencia de ambas  tendencias, el superávit en el comercio de bienes y servicios reales se redujo de $us 4.300 millones en  1985 a poco más de $us 250 millones en 1987. El déficit en cuenta. corriente en este último año fue el más elevado .desde 1981, situándose en torno de los 4200 millones de dólares”.

En 1989 Argentina pasaría a ser parte del club de los países que han sufrido hiperinflaciones. Ahora bien, como apunta Kiguel la hiperinflación argentina era una particular puesto que no había sido fruto de una guerra o un desastre natural. Al respecto comenta el mismo autor:

En las hiperinflaciones tradicionales, el problema era netamente fiscal y estaba relacionado con un fuerte aumento del gasto público y/o un desmoronamiento de los ingresos fiscales como resultado de una guerra (…) Lo que diferenció el procesos argentino (…) es que tuvo lugar en un país donde ya existía una larga historia inflacionaria y en el que los desequilibrios fiscales no eran de tal magnitud que hicieran prever una hiperinflación”.

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De acuerdo a Kiguel la  hiperinflación argentina  pareció haber sido la culminación de una largo proceso de deterioro de las condiciones económicas y financieras, de manera que, en cierta medida, fue la continuación de la crisis de 1982. Sin embargo el economista afirma que si bien existen una serie de factores que explican este fenómenos, no parece haber un principal detonante. La realidad es que la presidencia de Alfonsín entró en un verdadero caos económico lo cual se agravó debido a la numerosas huelgas y demandas por mejoras salariales que presionaron al gobierno a recurrir a la inflación y al déficit fiscal.

En 1988 Alfonsín lanzó el “Plan Primavera” para dar la batalla decisiva en contra de la inflación. Tal plan significó implementar medidas como un riguroso ajuste del déficit fiscal y promover las exportaciones industriales. También significó llegar a acuerdos con el sector empresarial con el objetivo de limitar el aumento de los precios. Uno de los problemas que tuvo este plan  fue el rechazo por parte de la Confederación General del Trabajo (CGT), así como también de la oposición peronista y del sector agropecuario y la oposición. La tensión escaló a tal nivel que la oposición intentó promover un juicio político en contra del ministro de Economía Juan Sourrouille. 

Pero el plan terminó por fracasar en su cometido de controlar la inflación. A esto se debe sumar un traumático episodio: el asalto al cuartel de  La Tablada en 1989 (Regimiento de Infantería Mecanizado 3 General Belgrano),  por parte de la guerrilla marxista Movimiento Todos por la Patria compuesto por 46 personas. Por último la actividad económica se resintió puesto que, producto de la subida de los tipo de interés redujo el consumo interno y los argentino decidían ahorrar en pesos a una tasa de interés muy por encima de la inflación. 

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En suma, y como lo resume Roberto Cachanosky, el plan se reducía a: me das tus dólares y yo te doy interés. Pero como explica el mismo economista, esto resulta ser insostenible en el tiempo ya que dependerá de que el tipo de cambio se mantenga inalterado. Cachanosky explica lo anterior por medio de un ejemplo. Imagine que el dólar está a 10 pesos y que la tasa de interés es de un 5% mensual. Usted cambiará dólares por pesos esperando obtener esa tasa de interés y que el tipo de cambio se mantenga USD 1= 10 pesos. Así ,la apuesta es que la tasa de interés pagada le gane a la suba del tipo de cambio.

Así, Cachanosky explica que si vendemos U$S 1.000.000, recibimos a cambio – de acuerdo al tipo de cambio –  $ 10.000.000 millones, los cuales colocamos a la tasa de interés del 5%. Así primer mes ganaremos el 5%, es decir, $500.000. Así podemos proceder a hacer lo mismo el otro mes, esto es, colocar los $ 10.500.000 al 5% obteniendo $ 525.000 más.  Pero va llegar el momento en que nosotros vamos a querer “realizar la ganancia”, es decir, convertir nuestro pesos a dólares más los intereses ganados. 

Recordar que, de acuerdo con ejemplo anterior, ahora usted cambiara 11.025.000 de pesos a un tipo de cambio USD1 = 10, de manera que recibirá ahora USD 1.102.5000. El punto es que si todos las persona y empresas juegan a esto, el sistema cambiario no resistirá a la hora de vender dólares cuando las personas quieren realizar la ganancia, de manera que el Estado se quedará sin dólares, que es lo que le sucedió al gobierno. Este es un juego que se vuelve a repetir a propósito de nuevos instrumentos como las Lebac o las Leliq que mencionaremos más adelante con Kirchner y Macri.

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Fue con esta traumática experiencia que se abrió la década de 1990 en Argentina, la elección de Menem y la implementación del Plan de Convertibilidad por Cavallo. Continuaremos entonces ahora con la década de 1990. En 1989 Carlos Saúl Menem – gobernador de La Rioja – asumiría como presidente y se extendería desde 1989 a 1999. Cabe recordar que la década se abrió con el derrumbe del sistema socialista y la desintegración de la URSS. Sumado a esto se impuso no solo el relato a favor de la democracia liberal y el libre mercado, sino que el discurso de la globalización tomó un gran impulso y ningún país quería quedarse al margen del nuevo orden económico.

Mauricio Rojas explica que Menem constituyó una sorpresa no solo por ganarle la contienda al peronista Antonio Cafiero, sino que también por el programa económico que implementó. La primera medida que destaca Rojas fue su estrecha colaboración con los representantes de la empresa agro-industrial  Bunge & Born (B&B),  lo que llevó a que en su gabinete los economistas y directores de B&B tuvieron roles clave. 

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Así el primer Ministro de Economía, Miguel Ángel Roig había sido vicepresidente ejecutivo de B&B y su sucesor, Néstor Rapanelli, también se había desempeñado en tal cargo. Otro rasgo que destaca Rojas fue el fuerte  personalismo  de Menem, es decir, que el presidente se mostró como “el” líder que se encumbraba por encima de los partidos políticos, grupos de interés y sindicatos. La política exterior  de Menem fue otra sorpresa puesto que comenzó un acercamiento con Estados Unidos y Gran Bretaña (algo inusual para un miembro y ex Presidente del Partido Justicialista), lo cual significó que Menem viajase a ambas naciones para así generar confianza y reparar las relaciones con Inglaterra tras la guerra de 1982. En cuanto a las  reformas económicas, Rojas explica que se aprobaron propuestas legislativas que se tradujeron en una oleada de privatizaciones y un desmantelamiento de las estructuras del modelo corporativo y proteccionista. 

Bajo el ministerio de Antonio Erman González se abolieron todos los controles de precios y cambio. Pero el cambio decisivo vendría con el  “Plan Bonex” (Bonos Exteriores) que consistió en una reprogramación forzosa de la deuda del Banco Central y de los depósitos bancarios. Como señala Rojas esto constituyó una confiscación de los ahorros de los ciudadanos los cuales fueron convertidos en bonos gubernamentales a 10 años en doláres. 

Plan Bonex: canje obligatorio en donde los ciudadanos forzados a cambiar depósitos a plazo fijo por títulos de deuda Bonex 89

Plan Bonex: canje obligatorio en donde los ciudadanos forzados a cambiar depósitos a plazo fijo por títulos de deuda Bonex 89

Esto significó que fuesen “canjeados” depósitos – por un valor de alrededor de 3 mil millones de dólares – por “bonex” (no sería la última vez que el Estado robaría a sus propios ciudadanos). El objetivo de este plan era succionar o aspirar la liquidez del sistema ( efectivo y depósitos bancarios) para así reducir los niveles de inflación. 

En palabras de Miguel Kiguel, el punto de inflexión llegó con el ministro  Domingo Cavallo y el Plan de Convertibilidad.  Este plan tenía como objetivo erradicar la inflación y retomar el crecimiento económico. En virtud de lo anterior, la Ley 23.928 de Convertibilidad fue sancionada y promulgada el 27 de marzo de 1991, fijando el dólar en 10.000 australes. En 1992 Argentina retornaría al peso. En un comienzo cada peso se cambiaría por 10 mil australes y el nuevo peso se cambiaría por 1 USD. Así, bajo esta normativa fijaría el tipo de cambio de un peso por dólar.

Como explica Kiguel esto implicaba que una devaluación solo podría efectuarse si era aprobada una nueva ley por el Congreso, de manera que ya no pasaba por una decisión del Presidente del Banco Central. Junto a lo anterior se estableció que el Banco Central sería un organismo autónomo que no financiaría al Tesoro y que sólo podría emitir dinero para comprar divisas. El artículo 3 de dicha ley establecía lo siguiente:

“El Banco Central de la República Argentina podrá comprar divisas con sus propios recursos o emitiendo los pesos necesarios para tal fin, y venderlas, al precio establecido conforme al sistema definido por el Poder Ejecutivo nacional, con arreglo a lo dispuesto en el artículo 1 de la Ley de Emergencia Pública y de Reforma del Régimen Cambiario”. 



[1] Mauricio Rojas. Historia de la crisis argentina (https://www.cadal.org/libros/pdf/Historia_de_la_Crisis_Argentina.pdf)

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