6/14- La turbulenta economía argentina: una mirada panorámica (por Jan Doxrud)

6) La turbulenta economía argentina: una mirada panorámica (por Jan Doxrud)

En 1975, por primera vez un gobierno peronista tuvo que recurrir al FMI y a préstamos del Banco Mundial. El gobierno peronista terminaría con  el derrocamiento de María Estela Martínez de Perón, y el  comienzo de la dictadura militar  gobernada por una junta y en donde destacaron: Jorge Rafael Videla (1976-1981), Roberto Viola (1981), Leopoldo Galtieri (1981-1982) y  Reynaldo Bignone (1982-1983). Por lo tanto me referiré brevemente a este período para posteriormente abordar el período democrático con la asunción de Alfonsín. 

De acuerdo a Kiguel, con el advenimiento de los militares el populismo quedó atrás para abrir paso a la “ortodoxia” que el autor vincula con el confuso e impreciso concepto de “neoliberalismo”. Pero más allá de estos problemas conceptuales tenemos que  durante los primeros años del régimen militar se recompusieron las reservas internacionales, las cuales aumentaron de 618 millones a 3.862 millones de dólares entre 1975 y 1977. A esto Kiguel añade que se recuperó el superávit en la cuenta corriente llegando al 2,1 del PIB en 1977. Junto a esto, se redujo también el  déficit fiscal  de más del 10% del PIB en 1975, al 3,7% en 1977. Por último la inflación cayó de 345% en 1975 a 160% en 1977. 

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Bajo el ministerio de  José Alfredo Martínez de Hoz (1925-2013)  se implementó una política de liberalización financiera que implicó la desregulación de las tasas de interés que dejaron de ser fijadas por el Banco Central. Como resultado de esto, las tasas de interés aumentaron, por lo que el crédito se encareció, pero el ahorro aumentó. Otros aspecto que destaca Kiguel dentro de esta política de liberalización financiera, fue la apertura de la cuenta de capital, es decir, la eliminación de las restricciones de la entrada y salida de capitales del país, ya sea para financiar inversiones de corto o largo plazo.  Así resultó atractivo invertir en pesos y los capitales extranjeros fluyeron hacia el país con el riesgo de que, ante cualquier problema que causara incertidumbre, podía causar una salida masiva de estos capitales, con la consecuente merma de reservas. Fue justamente esto lo que sucedió con la crisis de 1982 que azotó a América Latina. 

Sumado a lo anteriormente dicho, estaba también el problema de la inflación, que resultó ser uno más difícil de derrotar de lo que se pensaba, es decir, no se redujo con una simple contracción de la emisión. Por ende, si el control de la cantidad de dinero y la subida de la tasa de interés no fueron suficientes, de manera que  había que echar mano a otros instrumentos. Así, se recurrió al tipo de cambio para “anclar” la inflación(en el caso de nuestro país Chile el dólar fue fijado a 39 pesos durante 3 años). Esta política se inspiraba en el “enfoque monetario de la balanza de pagos” que establecía un estrecho vínculo entre la disponibilidad de reservas internacionales y la oferta monetaria dentro de una economía abierta con un tipo de cambio fijo (a la que transitaba Argentina).  

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Por ende, si Argentina tenía un superávit en la balanza de pagos, entonces el Banco Central podía aumentar la cantidad de dinero (billetes y monedas). Así, la balanza de pagos es considerada como un fenómeno monetario y, de acuerdo a este enfoque, la demanda de dinero es una función del ingreso disponible, del nivel de precios y de la tasa de interés. Por otro lado, la oferta de dinero se encuentra respaldada por las reservas internacionales y los activos del sistema bancario. Por ende, ese debe mantener un equilibrio entre demanda de dinero y la oferta de este mismo

Para controlar la inflación entró en escena la “tablita cambiaria” (estrenada a finales de 1978) la cual preanunciaba la evolución futura del tipo de cambio. Esta “tablita” presentaban tasas de devaluación decrecientes a lo largo del tiempo.  Como explica Kiguel, la tabla comenzaba con una tasa de devaluación mensual del 5,4% que era decreciente y en donde el objetivo era llegar al 0,2% mensual en agosto de 1981. Sumado a esto, se anunciaba que los salarios y tarifas de los servicios públicos aumentarían a un ritmo del 4% mensual durante los 8 meses siguientes. Resultó que la tablita no logró controlar la inflación y el déficit fiscal y la emisión monetaria continuaron aumentando por encima de lo esperado. 

De esta manera resultaba imposible lograr el objetivo de la “tablita” que era generar confianza y certidumbre en la población en relación con la evolución del nivel general de precios y el tipo de cambio. Pero sucedió que el comienzo de la década de 1980 pondría a prueba a unas economías latinoamericanas fuertemente endeudadas con el exterior, que terminaron por entrar en una profunda crisis.  

Martinez de Hoz y Videla

Martinez de Hoz y Videla

De acuerdo a Kiguel en el último cuatrimestre de 1980 las reservas internacionales cayeron 2700 millones de dólares, una tendencia que se mantuvo hasta 1981. Sería la devaluación del 10% de febrero la que marcó el inicio de la crisis macroeconómica que provocó una fuga masiva de capitales lo que generó presiones en las reservas,  en el tipo de cambio y una crisis en la balanza de pagos. Kiguel añade una serie de factores que influyeron e el desencadenamiento de la crisis. 

En primer lugar  tenemos el  atraso cambiario,  es decir, la sobrevaluación artificial de la moneda nacional en términos de la moneda extranjera.  En segundo lugar  los abultados déficits fiscales. En tercer lugar,  el aumento del endeudamiento externo, tanto público como privado. En cuarto y último lugar el deterioro del balance comercial y de la cuenta corriente de la balanza de pagos. 

Fue el sucesor de Martínez de Hoz, Lorenzo Sigaut (marzo-diciembre de 1981) quien eliminó la “tablita”, impuso  restricciones al comercio exterior y volvió a controlar la tasa de interés. Además de esto, subió el tipo de cambio con el objetivo de hacer al país más competitivo estimulando las exportaciones. Sin embargo, no se pudo contener la inflación la cual se disparó a 120% después de junio, mientras que  la fuga de capitales y el déficit por cuenta corriente se mantuvieron en  niveles elevados. Tener en consideración que en aquellos años Paul Volcker, Presidente de la Reserva Federal de Estado Unidos aumento los tipos de interés para combatir la inflación en su país, lo que tuvo como consecuencia la fuga de capitales de Argentina y otros países de América Latina.

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La situación llevó al gobierno a estatizar la deuda privada por lo que la deuda externa creció un 31%. Siguiendo a Kiguel, tenemos que para finales de 1981 el PIB se había contraído casi 9% y la inflación superaba el 100% anual. Fue el siguiente ministro, Roberto Alemann (diciembre de 1981-junio de 1982) quien tuvo que aplicar políticas económicas de ajuste para combatir la inflación y la recesión. Las políticas adoptadas fueron: unificación del tipo de cambio, liberalización de las tasas de interés, disminución del déficit fiscal y control de la emisión monetaria. 

Ahora bien la Guerra de las Faulklands de 1982 puso presión a la economía argentina, frenando toda posibilidad de controlar el gasto público y la emisión monetaria. Esta situación la heredó el sucesor de Alemann, José Domingo Pastore. La inflación en el país superó el 200% en 1982 y llegó al 430% en 1983. Finalmente Argentina entró en default en 1982 y no regularizaría su situación hasta 1992 co el Plan Brady. 

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