3/8-Guerra y Guerrilla (por Jan Doxrud)

3) Guerra y Guerrilla (por Jan Doxrud)

En lo que respecta al  Tercer Reich de Adolf Hitler, aquí tenemos un choque entre la ideología racista de Hitler y las consideraciones de los expertos militares, lo cual quedó en evidencia con la invasión de la URSS: la Operación Barbarroja. De acuerdo a Aron –  haciendo eco de las palabras de  Eric von Manstein (1887-1973) – existía una contradicción entre las metas contempladas y los medios aplicados por Hitler. De acuerdo al militar alemán, el error de Hitler fue el haber infravalorado al ejército rojo. Pero en este caso tenemos un caso especial puesto que no existía una contradicción entre la dirección política y el mando militar, puesto que ambos se encontraban en manos de Hitler. 

En el caso de Hitler se podría decir que su política basada en la ideología racista terminó por frustrar sus planes militares. En el caso de la operación Barbarroja existía un dilema. Por un lado, Hitler buscaba destruir 2 símbolos de la nación encarnados en las ciudades de Leningrado y Stalingrado. Ahora bien, la ofensiva hacia estas ciudades no obedeció solamente a razones simbólicas, puesto que también Hitler tenía motivos económicos: trigo, petróleo y control del Báltico. 

Por otro lado, si bien el alto mando militar compartía lo anterior, consideraban que era crucial destruir , en primer lugar , la capital: Moscú. El mismo Clausewitz afirmaba que no se podía conquistar tan extenso territorio como el ruso sin antes destruir los ejércitos y tomar la capital para partir en dos la resistencia e incapacitar así al alto mando soviético. En el caso de Hitler, su pensamiento lo llevó a destruir “algunos ejércitos” y postergar 2 meses la invasión de Moscú. Otro error cometido  en la guerra fue el no preocuparse de ganarse a la población local. De acuerdo a Aron, desde un punto de vista político, el someter a la población autóctona a un régimen despiadado fue el mayor error de Hitler, contribuyendo así a la causa patriótica de Stalin.

https://www.military-history.org/articles/operation-barbarossa-map-1941.htm

https://www.military-history.org/articles/operation-barbarossa-map-1941.htm

Así podemos establecer que tanto la subordinación radical de la guerra a la política, así como también la subordinación irrestricta de la política a la guerra pueden tener como consecuencia que los planes de guerra fracasen. Los intereses geoestratégicos de Napoleón III lo levaron a apoyar a Italia en contra de Austria, sin anticipar que esto podría beneficiar a Prusia y, a la larga, perjudicar a Francia. Fue justamente esto lo que sucedió, puesto que Prusia venció a Austria en la batalla de Königgrätz  (Sadowa)  en 1866  y, en 1870, la misma Francia sería vencida en Sedán en 1870, terminando con la monarquía del sobrino de Napoleón.

Federico Aznar  explica que la guerra es más que batallas, puesto que es política. En el año 2012, a propósito de la presentación de 2 libros, el autor afirmó la guerra “es mas que una sucesión de batallas, es una actitud política, y el que no lo entienda así se equivoca, es la política el que marca el para qué de la guerra”. Pero la idea de fondo, siguiendo a Clausewitz, es que política y guerra se encuentran entremezcladas y forman parte de un continuum.

Ciertamente  la guerra es más que tácticas, estrategias , ejércitos, armas y destrucción material. Es también un fenómeno  que afecta profundamente la psicología del ser humano. La guerra es un fenómeno que – para quienes las han vivido y experimentado – puede llegar a transformar radicalmente los valores (axiología), la percepción del ser humano (antropología) y, en general la visión del mundo, de la sociedad, del orden y de los frágiles pilares sobre los cuales se construye lo que denominamos bajo el nombre de “civilización”.  

Napoleón III

Napoleón III

Las guerras pueden llegar a crear un mundo propio, con su propia ontología y que se rige bajo una lógica y una racionalidad que le son propias y que, para quienes están más allá de las fronteras de la guerra, tal mundo les parece incomprensible. Así, la guerra se encarga de abrirnos los ojos y dejarnos claro, por la fuerza de los hechos, que todo aquello que nosotros damos por “dado” está lejos de ser así. 

Si bien el ser humano ha logrado abandonar el “estado de naturaleza”, aquel escenario teórico descrito por Hobbes, este estado igualmente puede retornar de diversas maneras, puesto que la guerra no se presenta bajo una sola máscara.  De acuerdo a  Thomas Hobbes (1588-1679), las pasiones que inclinan a los seres humanos hacia la paz eran el temor a la muerte, el deseo de aquellas cosas que son necesarias para una vida confortable y, por último,  la esperanza de poder obtenerlas por su industria. Así, el filósofo inglés afirmaba que debía ser un precepto (por regla general de la razón), que todo ser humano se esforzara por la paz, en la medida en que espere obtenerla. 

En caso de no poder obtenerla, entonces podía buscarla por medio de la ayuda y las ventajas de la guerra. Para Hobbes  existía una “primera ley de naturaleza” consistente en la búsqueda y el seguimiento de la paz mientras pueda obtenerse. Una “segunda ley de la naturaleza” consiste en nuestra capacidad de renunciar a nuestros propios derechos, lo cual abría la posibilidad de establecer un contrato con otros seres humanos: llegamos así a la idea de un contrato social.

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De acuerdo a lo anterior, los conflictos sociales pasan a ser  ahora resueltos por medio de la política  que, en nuestros días, toma la forma de una competencia pacífica por el poder que es la democracia, por medio del diálogo y el consenso. Pero lo anterior, esto es, el paso del estado de naturaleza al de una sociedad bien ordenada, no significó el final de las guerras. Las guerras han existido antes y después de la formación de los modernos Estado-nación, de manera que estas solo han mutado, han cambiado sus actores, escenarios, motivos concretos y tecnologías…pero la sustancia se mantiene y ya la advirtió Clausewitz. 

El historiador militar, Michael Howard (1922-2019), señala en “The causes of war” que, más allá de las particularidades de las distintas guerras,  existe  una suerte de “esencia” que subyace y que ya lo había destacado Tucídides. Ya hace miles de años Tucídides había advertido en su relato sobre la guerra del Peloponeso lo siguiente:

“Fue el ascenso de Atenas y el temor que eso inculcó en Esparta lo que hizo que la guerra fuera inevitable".

Como nos recuerda Henry Kissinger, el  Cardenal Richelieu (1585-1642),  temeroso del poderío de los Habsburgo, principalmente las pretensiones de Fernando II, apoyó a los protestantes en contra del monarca católico. Después de todo, los Habsburgo no solo estaban en Austria, sino que también en España y regiones del norte de Italia. 

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El mismo temor se apoderó de los ingleses ante las intenciones del Segundo Reich de Guillermo II de constituir una armada que disputara el poderío naval británico. Lo anterior violaba aquel principio que decía que en Europa reinaba el equilibrio y en los océanos predominaba Gran Bretaña. Así, estas y otras tensiones pueden crear las condiciones (necesarias pero no suficientes) para el estallido de una guerra aunque, cabe precisar, no se trata de una causalidad mecánica y necesaria. 

Los Estados mueven por  principios egoístas,  es decir, velan por la seguridad de sus respectivos intereses, es por ello que el “America First” de Trump no debe sorprendernos, puesto que todos los países lo hacen en la práctica. Esto es lo que se conoce bajo el nombre de “Raison détat” (Richelieu), “Realismo político” (la Realpolitik de Bismarck) o “national interest”. En virtud de lo anterior tenemos que el fin al cual todo lo demás se subordina es la preservación del Estado. Junto a esto tenemos que  no existen principios morales objetivos incuestionables al que deba un Estado someterse permanentemente, por lo que las políticas nacionales se rigen por principios que sean “útiles” a la preservación del Estado. 

De acuerdo a lo anterior tenemos lo siguiente:  no existen aliados eternos, no hay enemigos permanentes  y lo único permanente son los intereses del Estado.  Así, el ideal kantiano de abolir los ejércitos permanentes en algún futuro, resultan ser meras ilusiones, a l igual que el dogmatismo de ciertos pacifistas , que no se esfuerza en comprender la realidad sino que, más bien, se dedican a proyectar deseos ingenuos en la realidad misma.

Richelieu

Richelieu

Hace ya bastante tiempo  Marco Tulio Cicerón  advertía que la República debía hacer uso de la guerra como último recurso, puesto que en la guerra se solía pasar fácilmente los límites de la moderación. El uso de la violencia, es decir, el emprender la guerra tenía como último objetivo el vivir en una paz segura. Pero la disputa era siempre preferible antes que recurrir a la violencia. La guerra no solamente busca una situación de paz para el mismo Estado, sino que también pueden haber otras razones que fueron enunciadas por el general suizo  Antoine-Henri Jomini (1779-1869): ayudar a otros países, defender o difundir doctrinas, venganza (defensa del honor), honrar alianzas o para mantener el equilibrio.

Si bien las guerras han pasado a ser más la excepción que la norma (para algunos habitantes del globo), el hecho es que estas se encuentran siempre latentes como medio para solucionar problemas. De hecho las guerras no han terminado y, mientras algunos se preguntan por la fecha de la próxima “Tercera Guerra Mundial”, al parecer no se percatan que hay zonas en donde las guerras y la violencia siguen siendo la norma. 

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Ejemplos sobran: 2 guerras en Chechenia, la insurgencia que opera en Cáucaso Norte, las 2 guerras del Golfo, la invasión a Afganistán por parte de Estados Unidos, la guerra civil en Sri Lanka que terminó con la eliminación de los Tigres Tamiles, la guerra en el este de Ucrania (Donbas), las guerras contra yihadistas en Mali y Nigeria, el conflicto en Siria y el caos en Libia.  Estos países se han hundido en una guerra civil, en donde no existe un Estado que controle el e imponga el Estado de derecho sobre la totalidad del territorio. Sumado a esto, tales países se encuentran plagados de fuerzas rebeldes de diverso tipo y con combatientes que viene de los más diversos lugares. Y, como consecuencia de lo anterior, son los civiles inocentes los que terminan por pagar el precio de la descomposición social, política y económica de esos países.  

Ahora bien, es claro que las guerras han mutado y se han vuelto cada vez más asimétricas y, por ende, alejadas de las guerras convencionales. Junto a lo anterior, las guerras interestatales han disminuido en relación con el pasado, pero han sido compensadas por el aumento de guerras al interior de los países. Sumado a esto tenemos el fenómeno de que la guerra que no es cubierta por los medios de comunicación, pareciera ser que simplemente no existe para la opinión pública mundial. Estas guerras resultan ser aún más invisibles cuando los países en cuestión son desconocidos para el gran público. Pero no nos engañemos, puesto que las guerras siguen, ya sea una de tipo civil como Sudán del sur o la guerra contra el narco en México.