4/8- Guerra y Guerrilla (por Jan Doxrud)

4) Guerra y Guerrilla (por Jan Doxrud)

Pasemos ahora al tema del partisano y la guerrilla,  aquel diminutivo de “guerra” surgido en España.  Sir Thomas Barclay (1853-1941) explicaba en su definición de guerrillas que este era un término utilizado para designar una guerra llevada a cabo por bandas de manera irregular y desorganizada. Añadía que fue en la Conferencia de Paz de 1899 donde se abordó el tema sobre el estatuto de los combatientes irregulares, siendo reafirmado en la conferencia de 1907. En virtud de lo anterior, para que las bandas irregulares fuesen consideradas como fuerzas beligerantes, estas debían cumplir con los siguientes puntos:

-Tener al mando a una persona responsable de sus subordinados.

-Portar una insignia o distintivo reconocible a distancia.

-Portar armas abiertamente.

-Atenerse en sus operaciones a las leyes y costumbres de la guerra.

Claramente tales puntos no satisfacen la lógica con la que actúan las guerrillas, puesto que, como veremos a continuación, estas se caracterizan por esta al margen de las “leyes y costumbres de la guerra”. Teniendo lo anterior en consideración, abordemos ahora la teoría del partisano de Carl Schmitt. Posteriormente haré referencia principalmente a algunas de las ideas propuestas por teóricos y guerrilleros de izquierda, así como también algunas polémicas que surgieron en el mismo seno de la izquierda en torno al tema de la guerrilla y su rol dentro del metarrelato marxista-leninista.

El lector podrá complementar las ideas de Schmitt con otros artículos que he dedicado al pensamiento político del autor para que así pueda tener una mejor comprensión de la filosofía política de este autor dentro de la cual se inserta la teoría del partisano. El origen de este tema son 2 conferencias que el teórico alemán pronunció en Pamplona en 1962. El punto de partida de la “Teoría del partisano” de Schmitt es la guerrilla formada por el pueblo español como reacción a la invasión de Napoleón y la deposición de la casa de Borbón. 

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Fue entre 1808 y 1813 cuando el pueblo (pre-burgués y preindustrial) chocó contra un ejército regular moderno y bien organizado. Producto de esta experiencia emergieron nuevos espacios y se desarrollaron nuevas nociones de beligerancia. En suma, para Schmitt fue esta experiencia la que dio origen a una nueva teoría de la guerra y la política. ¿Qué es lo central del partisano para Schmitt? La respuesta radica en su carácter irregular y el de estar al margen de los márgenes de lo que se entiende por guerra “regular”. Aquí Schmitt apela a las polaridades tal como lo hace en el ámbito político cuando aborda la distinción entre amigo y enemigo. 

De acuerdo a Schmitt, la guerrilla española fue la primera que se atrevió a combatir irregularmente desafiando así al arte bélico representado por el ejército napoleónico. En palabras de Schmitt, el partisano queda fuera de una guerra que se encuentra “acotada”, de manera que acontece dentro de un terreno bajo una serie de reglas y metodologías conocidas. Así, la irregularidad del partisano trae consigo consecuencias importantes:

“El partisano, en este sentido, no tiene los derechos y privilegios del combatiente; es un criminal, según el derecho común, y se puede neutralizar con procesos sumarísimos y con represalias”.

Más adelante añade las siguientes palabras sobre el partisano:

“No solamente arriesga su vida como cualquier combatiente regular, sino que también está consciente y dispuesto a que el enemigo le ponga fuera de la ley, derecho y honor”.

Ahora bien, Schmitt difiere de la descripción que realiza el escritor Rolf Schroers (1919-1981).  del partisano. De acuerdo a Schroers el verdadero partisano es un activista clandestino y un combatiente de la resistencia ilegal. De acuerdo a lo anterior, Schmitt señala que tal idea nos viene a decir que la irregularidad del partisano queda sustituida por la ilegalidad y la lucha militar por la resistencia. Para Schmitt, tal descripción puede resultar útil como una metáfora, pero que resulta ser errónea al aplicarla, por ejemplo, al partisano de las guerras de independencia nacional.

Chetniks (1943)

Chetniks (1943)

Por el contrario el filósofo alemán señala que el partisano está fuera de cualquier acotamiento, de manera que no espera ni gracia ni justicia del enemigo. A esto añade que el partisano da la espalda “a la enemistad convencional con sus guerras domesticadas y acotadas,  y se fue al otro ámbito de la enemistad verdadera, que se enreda en un círculo de terror y contraterror hasta la aniquilación total”. 

Gilles Deleuze y Felix Guattari en su libro “Mil Mesetas. Capitaismo y Esquizofrenia” explican – en su particular y confuso lenguaje – oponen el Estado al concepto de “nomadismo”, y el de espacio “estriado” (sedentario) al de espacio “liso” (nómada). Lo que busca el Estado es desplegar un espacio sobre el cual ejerce un pleno control sobre los distintos flujos: de personas, mercancías y, podemos añadir, la guerrilla. 

Así, frente a la pretensión de la guerrilla de posicionarse al margen del espacio demarcado por el Estado, este último intentará ampliar el espacio para incorporar a la guerrilla a su control. En palabras de Deleuze y Guattari,  siempre que se produce una acción contra el Estado, ya sea bajo la forma de indisciplina, sublevación, “guerrilla” o revolución resucita una máquina de guerra y un nuevo potencial “nomádico”. Así, el Estado busca “estriar” o demarcar el espacio ante cualquier amenaza que amenaza con desbordarlo que en este caso sería el caso de la guerrilla que lucha contra los ejércitos regulares. A esto añaden los autores:

Y a la inversa, cuando un Estado no logra estriar su espacio interior o contiguo, los flujos que lo atraviesan adquieren necesariamente el aspecto de una máquina de guerra dirigida contra él, desplegada en un espacio liso hostil o rebelde”. 

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Otras experiencias partisanas destacadas por Schmitt en el siglo XIX es el ruso, específicamente 1812, cuando estos acosaron a las tropas napoleónicas. Aquí Schmitt introduce una distinción entre 2 interpretaciones  de guerras partisanas. La primera es la anarquista, representada por Bakunin y Kropotkin, y que llegó a ser mundialmente famosa por medio de las descripciones hechas por Tólstoi en su “Guerra y paz”. En palabras de Schmitt:

“Tólstoi ve en el partisano ruso del año 1812 el portador de las fuerzas elementales de la tierra rusa que se sacude al famoso emperador Napoleón con todo su brillante ejército como a un bicho molesto. Para Tólstoi, el pobre mujik inculto y analfabeto es, no solamente más fuerte, sino también más inteligente que todos los estrategas y tácticos, incluso más inteligente que el gran general Napoleón, convertido en una marioneta en manos del acontecer histórico”.

Cabe añadir que Tólstoi aborda también el tema de la guerrilla y la resistencia en “Hadji Murad”, publicada póstumamente en 1912, basado en el personaje real de origen ávaro que vivió entre 1795 y 1852. Hadji pertenecía a la zona del Cáucaso y participó en la resistencia contra la incorporación de la región al imperio ruso. 

La segunda  versión  que menciona Schmitt es la bolchevique, específicamente, la aprovechada por Stalin para la táctica y estrategia revolucionaria. Aquí Schmitt se refiere específicamente a la lucha entre el totalitarismo nazi y comunista tras la operación Barbarroja, en donde Stalin “recurrió a ese mito del partisano patriótico-nacional contra Alemania”, el cual fue puesto al servicio de la ideología comunista. Tal hecho, añade el mismo autor, habría dado inicio a una fase esencialmente nueva del partisanismo. 

Pero ya volveremos más adelante al tema del comunismo con Lenin y Mao. Schmitt también ve en el edicto sobre el Landsturm (1813), firmado por el rey de Prusia, como la Carta Magna del Partisanismo (y en donde se hace alusión 3 veces a la experiencia española). En el edicto se establece que cada súbdito tiene el deber de oponerse al invasor con todos los medios posibles: utilizar hachas, horquillas, guadañas y escopetas. A esto añade Schmitt:

“Cada prusiano está obligado, no sólo a no obedecer ninguna orden del enemigo, sino a hacerle daño con todos los medios posibles. Aun cuando el enemigo quiera restablecer el orden público, nadie le debe obedecer, porque esto facilitaría las operaciones militares del enemigo”.

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Schmitt destaca este hito prusiano debido a que es diferente a otras experiencias, como la española. En el caso prusiano estamos ante la legitimación del partisanismo para la defensa nacional. Se trata, en palabras del autor, en una legitimación especial que hundía sus raíces “en el espíritu y la filosofía que dominaban entonces en la capital prusiana de Berlín”. En cambio, en el caso de la guerrilla española o rusa, estos fueron movimientos autóctonos de un pueblo “piadoso, católico u ortodoxo, cuya tradición religiosa no había sido afectada por el espíritu de la Revolución francesa”. En el caso prusiano, esta legitimación vino por parte de una élite de intelectuales y no del pueblo. En palabras de Schmitt:

“En semejante atmósfera, en donde un sentimiento nacional irritado se vino a conjugar con una formación filosófica, se pudo descubrir filosóficamente al partisano, y su teoría se hizo históricamente posible”.

Sin embargo esto era algo novedoso y peligroso para Prusia, es decir, fomentar que el pueblo tomase las armas y se constituyera en una resistencia en contra del invasor. En virtud de lo anterior Schmitt, haciendo eco del historiador alemán Werner Hahlweg (1912-1989), señala que al final nunca hubo una guerra revolucionaria de parte de Prusia contra Napoleón.