3/10-Japón: una mirada panorámica: el período Heian (por Jan Doxrud)

3/10-Japón: una mirada panorámica: el período Heian (por Jan Doxrud)

Pasemos a examinar el período Heian (794-1185) que comenzó cuando el emperador Kanmu trasladó la capital a Heian-kyō la “capital de la paz y la tranquilidad” conocida actualmente como Kioto. Los Fujiwara continuarían ejerciendo su poder lo que se tradujo en un gobierno compartido con los emperadores. Como destacan Pérez y San Emeterio, un hecho central fue el ascenso del primer emperador niño, Seiwa (850-880), quien ascendió con solo 8 años. En su lugar asumió las riendas del poder como regente Fujiwara Yoshifusa (804-872) quien era su abuelo materno y Gran Canciller.

Cuando el emperador llegaba a la adultez, era habitual que el jefe del clan Fujiwara se convirtiera en “kanpaku”, una suerte de valido o jefe de gobierno. Como comenta Hall, no solo era algo irregular la entronización de un menor, sino que también que el puesto de regente lo ocupara alguien que no fuese un príncipe imperial. Añade que más irregular fue la continuación de la regencia una vez que el emperador alcanzara la mayoría de edad. En suma Hall concluye: “La familia Fujiwara sólo ofrece el ejemplo más notable del modo en que las familias cortesanas se convertían, literalmente, en instituciones públicas, con sus propios e inamovibles órganos administrativos”.

El emperador Kanmu

Pérez y San Emeterio señalan que al normalizarse la entronización de emperadores niños, los Fujiwara, en calidad de regentes, controlaban los resortes del poder, mientras que las mujeres, como madres de los emperadores, tendrán también una influencia notable en los asuntos de la corte”. También se transformó en algo habitual el que el emperador abdicara en favor de un miembro más joven de la familia imperial y que este se retirara, dando inicio así al gobierno de los emperadores retirados. Ahora bien nada es perpetuo y el poder de los Fujiwara finalmente llegará a su fin. Esto comenzaría con Yorimichi, hijo y sucesor de Michinaga, quien tuvo problemas con su descendencia. La consecuencia de esto fue el ascenso de un emperador con débiles lazos con la familia Fujiwara: Go-Sanjō (1034-1073).

Este nuevo emperador se propuso reafirmar el poder imperial, lo que se traduciría en el fin de la época gloriosa de los Fujiwara. Promulgó el Edicto de Ordenación de Shōen (1069) mediante el cual se confiscaron los latifundios privados creados después de 1045 y se exigió la documentación oficial para aquellos anteriores a ese año, de lo contrario también serían confiscadas. Para evitar que los Fujiwara instalaran a un sucesor, Go-Sanjō  rápidamente abdicó en su hijo Shirakawa (1053-1129) quien también abdicaría en su hijo Horikawa. Sobre la figura del “emperador retirado” comenta Pérez y San Emeterio:

“(…) se situaban por encima de la administración real y, al no estar atados por las restricciones de la costumbre o los reglamentos, actuaban de manera más directa, informal y flexible en los asuntos de Estado (…) Se rodearon de heterogéneos grupos de vasallos que incluían a hombres de letras, miembros de la media o baja nobleza, mujeres de diversa condición, monjes y guerreros, escogidos en función de sus capacidades (…)”.

Go-Sanjō 

Pasemos ahora examinar el tema que dejamos en suspenso anteriormente: como evolucionó la propiedad de la tierra y el sistema administrativo. Comenzaría una verdadera “fiebre de ampliación de áreas cultivables” la cual fue más en intensa en las zonas periféricas. Incluso funcionaros del gobierno central, como fue el caso de los gobernadores, aprovecharon su poder y atribuciones para ampliar la posesión de campos roturados. Como explican Pérez y San Emeterio, estos gobernadores o “zuryo” aprovecharían su posición de poder y libertad de acción “para enriquecerse a través de la explotación de los campesinos durante los cuatro años que normalmente duraba su mandato”.

Así, su figura se volvió impopular entre la población debido a su rapacidad y despreocupación por mejorar la infraestructura pública. El punto es que, con el avance de los siglos, comenzarían a haber una fragmentación del poder, en el sentido de que surgirían señoríos autónomos e independientes, que erosionarían el poder imperial.

Como explica Kondo, si bien estos shōen o grandes extensiones de tierra, habían aparecido a mediados del siglo IX, estos se multiplicaron durante los dos siglo siguientes. A esto añade: “Así comenzaba la época de los latifundios señoriales (shōen-jidai) que marcaría un hito importante en la historia del desarrollo social del Japón medieval”. Los terratenientes provinciales, para resguardarse de los gobernadores, buscaron la protección de influyentes familias del centro a las cuales simulaban que les transferían tierras “engrosando ficticiamente el feudo de dicha familia poderosa, bajo las alas protectoras de su nombre, conseguían evitar la intervención estatal.

Así, Kondo diferencia entre una primera fase en donde los señores buscaban acrecentar la cantidad de tierras (mediados del siglo VIII hasta el IX) y una segunda fase (X-XIII) “en la que las haciendas agrarias de las familias provincianas se transmitían se transmitían aunque de modo ficticio, a las familias más poderosas de la zona central”. El resultado fue, de acuerdo con el mismo autor, la construcción de una estructura vertical entre las poderosas familias aristocráticas del centro y las familias provincianas más influyentes.

Con el tiempo esta tendencia tendría como consecuencia la instauración de una sociedad pre-feudal. De acuerdo con Kondo, este carácter pre-feudal fue fue una de las principales características de la sociedad de la época Heian, lo que trajo una división del poder político. De acuerdo con Hall los shōen iniciaron a una clase de legislación agraria y de administración extraña al espíritu de las instituciones Taiho. La razón es que las relaciones de autoridad eran producto de acuerdos privados, personales y hereditarias, lo que llevaría a una fragmentación de la autoridad y la erosión del poder real del emperador.

Quisiera hacer un breve paréntesis sobre el concepto de feudalismo. Como bien escribió John W. Hall usar el término “feudalismo”(como otros que hemos utilizado aquí) constituye una transferencia de un concepto utilizado en Europa a la realidad japonesa. No obstante lo anterior, Hall señala que las instituciones políticas que fueron desarrolladas por la aristocracia milita de Japón eran bastantes semejantes a la de la Europa feudal. De acuerdo con lo anterior el historiador afirma que “un modelo de feudalismo cuidadosamente establecido puede ser aplicado tanto al Japón como a Europa. Añade que la manera más simple de concebir el feudalismo concibiendo la existencia de una sociedad en donde hay, a todos los niveles, una fusión de los elementos civiles, militares y judiciales del gobierno en una sola autoridad. Junto con esto Hall añade:

“Esta fusión de funciones públicas y privadas se realiza en la persona del jefe militar localmente poderoso, y por es también natural que las costumbres y valores militares lleguen a alcanzar un predominio en toda la sociedad.”

Como comentan Pérez y San Emeterio, tenemos que la nobleza del centro hizo frente a sus dificultades económicas por medio de métodos privados por medio de la adquisición de tierras en la provincias las cuales tributarían a sus arcas personales. Respecto a los latifundios shōen, los autores afirman que su aumento no necesariamente debe interpretarse como un signo de debilitamiento del Estado, puesto que estos habrían contribuido a extender la influencia del centro sobre las provincias.

Lo anterior se explica por la presencia física de oficiales y administradores, así como también por medio de un intercambio más estrecho y fluido de bienes e información. Recordemos también que los nobles formaron alianzas con notables locales que se encontraban descontentos por la explotación de la que eran víctimas pro los gobernadores. En palabras de ambos autores:

“En un proceso que se alarga hasta el final del período Heian, muchos propietarios y administradores locales trataron de donar los derechos que tenían sobre las tierras a nobles o grandes templos que, a cambio de darles cargos dentro de la administración del shōen y protegerles contra los zuryos, les exigían el pago de una determinada renta anual”.

Dentro de este nuevo sistema imperante destaca el concepto de “shiki” que incluía tanto los derechos como obligaciones de las personas sobre un recurso determinado. Por ejemplo, dentro de un shōen tenemos los shiki de los campesinos que incluía su derecho a trabajar la tierra y la obligación de pagar tributos. Otro ejemplo es el shiki de los señores locales que tenían el derecho de organizar el trabajo y la obligación de recaudar tributos. De acuerdo con Pérez y San Emeterio, a finales del período Heian cerca de la mitad de la superficie agrícola de Japón entraban en la categoría de shōen.

La otra mitad seguía siendo de propiedad pública de manera que los impuestos pasaban por las manos de los gobernadores antes de llegar a la hacienda estatal. Añaden los mismos autores que a lo largo de la época Heian, si bien la autoridad del centro era indiscutible, se generó una “patrimonialización del poder” en donde la nobleza del centro gobernó cada vez más por medio de sus relaciones personales ( y los ingresos de los shōen) que por su rol como burócratas de alto rango.

Este proceso de patrimonialización no estuvo exento de violencia estructural. Pérez y San Emeterio, explican algunos factores que convirtieron esta violencia en una de carácter estructural. La primera fue que los gobernadores – que se transformaron en hombres de armas con soldados –  se transformaron en una constante fuente de problemas lo que significó que emergieran revueltas locales en su contra. También sucedía que cuando pasaban los 4 años que duraban en el cargo, algunos gobernadores no retornaban a la capital permaneciendo en la provincia en donde habían construido un centro de poder.

Sumado a esto, los autores afirman que los aquellos miembros de la aristocracia central o descendientes de la familia imperial que no tenían expectativas de alcanzar altos puestos, comenzaron a emigrar a las provincias donde pudieron llevar una vida holgada gracias a sus conexiones con el poder central. Junto con esto añaden los autores:

“La unión de estas familias de la baja nobleza con las élites locales dio lugar al nacimiento de familias nobles en las provincias, cuyo carácter marcial se hizo obvio con el paso de las generaciones (…) El fundamento del poder de esta nueva nobleza militar estribaba en su capacidad de unir la aristocracia del centro con las provincias”.

Cabe mencionar el conflicto Tengyō (939-941) en donde dos líderes provinciales se rebelaron en contra el poder central simultáneamente. Estos fueron Taira no Masakado y Fujiwara no Sumitomo que, al parecer, más que desear derrocar al poder central, deseaban adquirir mayor poder territorial. Finalmente ambos fueron derrotados pero igualmente quedó en evidencia la nueva realidad que se estaba imponiendo y era la dependencia del poder central de estas nuevas élites provinciales militarizadas. De acuerdo con Pérez y San Emeterio, las tropas imperiales resultaron ser insuficientes lo que se tradujo en la dependencia de clanes como los Minamoto y Taira (que abordaremos más adelante).

Taira no Masakado

Así, tenemos a una corte imperial dependiente de la seguridad privada, por lo que algunos de estos guerreros incluso fueron parte de la escolta privada de los nobles de la capital. De hecho el famoso concepto “samurái” significa “servidor”, esto es, los guerreros que comenzar a servir a la nobleza de la corte. Al respecto comentan los autores:

“Aunque los samuráis se mantuvieron hasta la última fase del período Heian obedientes al gobierno central, su fuerza era un factor que ya no podía ser desdeñado en el siglo XII. Los jefes de los clanes guerreros de los Taira y Minamoto fueron particularmente bien tratados por los emperadores retirados, siendo introducidos en su círculo de vasallos íntimos, encargándose de la seguridad personal y recibiendo puesto importantes en la administración (…)”.