2/4-Libro: Los orígenes intelectuales del Tercer Reich (por Jan Doxrud)
Fueron dos autores quienes – de acuerdo con Mosse contribuyeron a sistematizar las ideas “völkisch”. El primero es Paul de Lagarde (1827-1891). Lagarde se autodefinía como conservador y lo que buscaba era una auténtica unidad alemana la cual no se había logrado genuinamente en 1871 bajo el liderazgo del Canciller Otto von Bismarck. Ahora bien, para Lagarde la unidad alemana no pasaba por el crecimiento económico, el liderazgo político, puesto que tales dimensiones solo representaban “superestructuras” falsas que no consideraban el carácter y necesidades espirituales de la nación alemana. ¿Qué proponía Lagarde? Su propuesta se fundamentaba en una visión espiritual de la nación alemana en donde enfatizaba la preservación y vitalización de una supuesta “fuerza” que residía ene esta nación específica.
Como explica Mosse, el germanismo era para Lagarde un asunto de actitud interna propia de esta entidad espiritual que era la nación alemana. Lo que se necesitaba era de una nueva religión y fe purgada de rígidos dogmas, en donde el espíritu debía suplantar a la ley. Esto significaba transitar en un sentido inverso al de San Pablo que, para Lagarde, era el culpable de haber aprisionado al cristianismo originario dentro de leyes rígidas. Respecto a los judíos, Mosse señala que Lagarde se mostraba contrario a estos no por motivos raciales, sino que religiosos. Creía que estos se habían desviado de la verdadera religión, perdiendo así su conexión con los hebreos de la Antigüedad.
Como era usual en aquella época, Lagarde veía a los judíos como extranjeros e incompatibles con el carácter propio del Volk alemán. En síntesis, los aportes de Lagarde al pensamiento “völkisch” fueron principalmente dos: su énfasis en la dimensión espiritual de la nación alemana y en la necesidad de desarrollar una fe “que uniera a los alemanes en el tejido del Volk. Y a este con Dios”. En segundo lugar, está el antisemitismo junto con las diversas acusaciones contra este sector como el “profesar una religión estéril y poseer un correspondiente carácter materialista , de estar sopesando una conspiración internacional y de ser extranjeros inasumibles en suelo alemán (…)”.
Un segundo personaje de relevancia fue Julius Langbehn (1851-1907) que, a diferencia de Lagarde (al conoció e intercambió ideas), era emocionalmente más inestable y con un carácter dictatorial. Su obra más popular fue la de 1890 titulada “Rembrandt als Erzieher” (Rembrandt como educador) y, como apunta Mosse, la elección del título obedecía a que el pintor holandés representaba la creatividad alemana. En virtud de esto, Langbehn proponía que los alemanes se convirtieran en artistas, ya que la posesión de una sensibilidad creativa les permitiría “moldear su carácter personal en sintonía con las formas de la naturaleza y el paisaje”.
Julius Langbehn
La cosmovisión de Langbehn se vio influenciada por la teosofía de la rusa Helena Blavatsky (1831-1891) así como por el pensador y místico sueco Emanuel Swedenborg (1688-1772). Sin entrar en detalles, lo que unía a la teosofía con el autor sueco era la idea de la existencia de un mundo extrasensorial y, en el caso de Swedenborg, “el concepto de Dios, hombre y el mundo como una sola unidad, con la misma esencia”. Por lo demás, tales teorías podían fácilmente adaptarse y ser reinterpretadas a la luz de la ideología “völkisch”.
A diferencia de Lagarde, Langbehn sí enfatizó la importancia de la “raza” a tal punto que – como afirma Mosse – Langbehn citaba la frase del Primer Ministro de Inglaterra, Benjamin Disraeli: “La raza lo es todo”. Aquí la raza tenía, a parte de su dimensión fenotípica, también una de tipo espiritual y vital, lo que significaba que raza y naturaleza eran idénticas, por lo que, como escribió Mosse, la vida espiritual alemana tenía un carácter racial. Junto con esto añade el historiador: “Todas las virtudes “völkisch”, tanto las físicas como las espirituales, eran consideradas dones eternos otorgados por la naturaleza y transmitidos por herencia sanguínea”.
Helena Blavatsky
Emanuel Swedenborg
No es de extrañar, por ende, que un blanco del odio de Langbehn fueron los judíos. Según Mosse, con Langbehn se evidencia una intensificación de la hostilidad hacia este sector, principalmente a los judíos asimilados. En palabras de Mosse, la razón de lo anterior es que esto judíos asimiladoras “habían transgredido sus límites naturales, y, al infiltrarse en el cuerpo del Volk, estaban contaminando la pureza de su herencia sanguínea”.
En síntesis, para Mosse autores como Lagarde y Langbehn fueron catalizadores de la transformación “völkisch” en la sociedad. Fueron sujetos que rechazaron el cristianismo dogmático y abrazaron una serie de ideas espirituales y místicas en boga como era el caso de la teosofía. Junto con esto añade que estos autores abogaron por la acción en nombre de una religión que “mezclaba la idea del individuo creativo con el misticismo, la naturaleza y la nostalgia por las relaciones sociales medievales”. Esto lo que le habría dado un sello articular a Alemania y que la diferenció del resto de Europa occidental.
Pasemos ahora a examinar otro concepto abordado por Moses: el de neoromantricismo. No abordaré aquí lo que fue el movimiento romántico ya que ya lo hice en otro artículo que estará disponible al final de este. Cuando hablamos de Neorromanticismo nos referimos al término acuñado por el editor alemán Eugen Diederichs (1867-1930), “para designar el carácter revitalizado del Romanticismo en los últimos años del siglo XIX y la primera parte del siglo XX”.
Para Diederichs existía un Geist (una suerte de “Espíritu”) que encarnaba la fuerza mística del universo y era definida como “el anhelo del alma por la unidad”. Solo un “idealismo de acción” podía crear las condiciones propicias para el desarrollo del Geist. En este proceso jugaban un rol central dos componentes – la tierra y el Volk – por lo que, para Diederichs, “si el individuo deseaba colmar sus anhelos de unidad con lo eterno, y comprender el secreto envuelto en la historia, debía tener raíces”. Así, nos encontramos con un concepto mencionado anteriormente: el de arraigo. La tierra era inseparable del Volk y, como añade Mosse: “Solo por medio de la raigambre en el Volk podría el alemán dar rienda suelta a su dinámica religiosa, una fuerza subsumida en el Geist”.
Eugen Diederichs
Este excéntrico personaje – si bien no perteneció a una asociación “ – völkisch” compartía ciertos rasgos con este pensamiento, pero también había diferencias relevantes, de manera que estas diferencias nos ayudan a comprender también el pensamiento “völkisch”. Diederichs era más moderado y menos exclusivita en lo que respecta cosmovisión espiritual. Como explica Mosse, para el pensador alemán la comunidad del Volk “no equivalía a una población simplemente unida por unos poderosos intereses políticos o nacionales, ni tampoco la singularidad racial era la única fuerza que cimentaba los intereses de la nación”.
Así, Diederichs ampliaba el circulo para trascender la propia nación alemana lo que significaba que quienes vivían en el Geist no pertenecían a una raza o nacionalidad en particular. En palabras de Mosse: “Puesto que el Geist no era propiedad exclusiva de una nación o una raza, la pureza racial o nacional no era un prerrequisito para gozar de una vida espiritual”.
Con respecto a los judíos, la postura de Diederichs era ambigua. Por un lado destacaba su relevancia puesto que, al estar diseminado por Europa, formaban vínculos entre los países lo que ayudaba a apaciguar las tensiones derivadas del nacionalismo. Por otro lado, los consideraba como un grupo extranjero distintos a los europeos y, al igual que otros autores “völkisch” consideraba que su religión era superficial y estéril producto de su adhesión irrestricta a la ley, lo cual aniquilaba el elemento espiritual más dinámico. Por su parte, la figura de Cristo no era para Diederichs un mero legislador, sino que era el “símbolo del espíritu cósmico, el cual solo se podía entender mediante una unión cusi mística con él”.
Otro tema importante es el rescate (y manipulación) y utilización de la historia, de los mitos germánicos y el rescate de un pasado glorioso. Mosse destaca el uso (y abuso) que hicieron los pensadores “völkisch” del historiador romano Tácito y su obra “Germania”. En esta obra el historiador romano retrataba a los germanos como un pueblo “puro” que no se había mezclado con otras tribus, lo que hacía de estos un pueblo con una cultura propia y singular, escribe Mosse. Otro rasgo de estos pueblos era el ya mencionado 2arraigo” a la tierra y carácter campesino. A esto añade el mismo autor:
“En esencia, el Volk germano era un árbol que crecía desde sus raíces particularmente profundas: no podía heredar nada, pues era el único depositario de toda la creatividad e ingenio que jamás hubiese existido”.
Un ejemplo de esto que destaca Mosse es la novela “Kampf um Rom” (Lucha por Roma) del jurista e historiador, Felix Dahn (1834-1912), y que fue publicada en 1876. En esta obra el autor ensalza el pasado y la mitología germánica, a los godos y su aspecto físico, así como sus valores, honradez y valentía. Como escribió Mosse:
“El cabello rubio y el aspecto viril de estas gentes era un reflejo de la pureza de su alma, lo cual era razón suficiente para sus victorias (…) fue su implacable destreza física en la lucha por la victoria lo que distinguía a los antiguos germanos de los decadentes y depravados romanos, y por lo cual servían de modelo para la Alemania moderna”.
Así, el retorno al pasado era una manera de acercarse a la fuente de todo y, por ende, había que rescatar la cultura y prácticas religiosas de tales pueblos primitivos. De ahí que el paganismo comenzara a resurgir mezclado con el ocultismo y se comenzara a valorar los mitos y dioses germánicos, los símbolos como las runas y esvásticas y el culto solar. Respecto a esto último, Mosse escribe que una explicación común de este fenómeno era que los pueblos del norte, al habitar zonas neblinosas, expresaban un anhelo natural hacia el sol puesto que representaba “la luz, la esperanza y el centro conceptual del cosmos”.
Las Edda, que eran compilaciones de historias nórdicas y germanas constituían una de esas fuentes con las que se podía acceder a verdades más profundas. Pero existían otras maneras como la planteada por el periodista, novelista y adherente al ocultismo Guido von List (1848-1919). Para él la divina guía era la naturaleza y el pasado ario era “el que más cerca estaba de todo lo que era verdad, de todo lo que era encomiable y digno de imitación”.
Y, para poder recuperar este pasado glorioso, List aseveraba que podía lograrse por medio de una “inmediata participación en el paisaje que aún conservaba las huellas indelebles de la gloriosa civilización germánica (…)”. List publicó varias obras entre las que Mosse destaca una publicada en 1891 en dos volúmenes titulada “Deutsche-mythologische Landschaftsbilder” (Pinturas del paisaje mitológico alemán)”. Otras obras de List fueron “El secreto de las runas” (1908) y Runenhäuser (Casas rúnicas) publicado en 1913.
Guido von List
En cuanto al ocultismo, Mosse explica que fueron estas clases de creencias las que permitieron o facilitaron la recepción de las ideas “völkisch” y de las creencias paganas irracionales. De acuerdo con el autor, la irracionalidad de las sectas ocultistas sumado al neorromanticismo antirracionalista en boga “hizo que una asombrosa cantidad de hombres fuesen receptivos a esas teorías igual de descabelladas, si no más, sobre la herencia, la raza y la religión nacionales”.
De acuerdo con Mosse, List, al igual que el antisemita, pangermanista y nacionalista austríaco: Georg von Schönerer (1842-1921) soñaba con un sistema político regido por costumbres naturales y antiguas. El objetivo de esto era un gobierno genuinamente germánico bajo el liderazgo de un líder conductor o “Führer”. Hablaba de un hombre fuerte que venía del cielo, una suerte de líder reencarnado “de entre los valerosos caídos en los antiguos campos de batalla”, Al respecto comenta Mosse: “La idea de un führer (guía) tenía una importancia añadida, ya que brindaba un objetivo para los anhelos de List y un camino concreto que seguir en una época de agitación y malestar nacional”.
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