1/6-Apuntes sobre Aristóteles (por Jan Doxrud)
Nos encontramos ante un titán del pensamiento, considerado por Santo Tomás de Aquino como “el filósofo” por excelencia, para Dante “el maestro de aquellos que saben”. Para Bertrand Russell, tras la muerte de Aristóteles, habría que esperar dos mil años antes de que el mundo produjera algún filósofo que pudiese ser considerado como su igual. Bertrand Russell agregaba que Aristóteles fue una clase de filósofo distinta a la de sus predecesores. De acuerdo con el matemático y lógico británico Aristóteles fue el primero en escribir como un profesor, escribiendo sus tratados de manera sistemática, comportándose, así como un profesor profesional y no un profeta inspirado.
En realidad, es complejo encontrar una tríada de filósofos tan influyentes como lo fueron Sócrates, Platón y Aristóteles. El hecho es que Aristóteles estuvo por cientos de años dotado de un indudable velo de autoridad que pocos cuestionaban, aunque su pensamiento fue olvidado por un periodo de tiempo, por lo que no fue la autoridad indiscutida durante dos mil años de la historia del pensamiento occidental. Cabe añadir que fue gracias a los árabes que pudieron ser transmitidas las obras del filósofo de Estagira (de ahí que se le conozca como el “Estagirita”).
En el siglo XIII, la recepción de sus obras no fue cálidas. En un principio se prohibió enseñar la Física y la Metafísica, pero sí el Organon. Posteriormente estas prohibiciones fueron abandonadas y el pensamiento aristotélico se incorporaría a la ortodoxia intelectual del occidente medieval, especialmente fruto de la gran labor de Tomás de Aquino quien, como veremos más adelante, llevó a cabo una síntesis entre la doctrina cristiana y la cosmovisión aristotélica.
Aristóteles fue un ejemplo claro de cómo el discípulo supera al maestro, es decir, en este caso particular, superó la filosofía de Platón. Es difícil encontrar a alguien que dominara tantos campos del conocimiento como él lo hizo. Su filosofía es una reflexión totalizadora de la realidad. Además Aristóteles fue, a diferencia de sus predecesores, un filósofo que comenzó a barrer con el lenguaje derivado de la religión, por ejemplo de las tradiciones órficas que influenciaron a pensadores como Platón. Podríamos decir que fue un filósofo que tenía los pies puestos en la tierra, de manera que su filosofía se ocupó de lo que ocurría en este mundo y no en mundos suprasensibles. Aristóteles intentó dar a la filosofía un fundamento sólido, que tuviese como pilar la observación y la experiencia, antes que el mero pensamiento abstracto.
En primer lugar comenzaré con una breve alusión de la vida de Aristóteles, para luego examinar las críticas que realiza el Estagirita a su maestro. Veremos en qué sentido superó a Platón (y en qué lo superó), teniendo como resultado el inicio de una nueva filosofía, distinta de las de sus predecesores. Posteriormente explicaré brevemente la metafísica aristotélica, la física, la Política y su ética.
El alumno y el maestro
Aristóteles, como señalé, va a distanciarse de su maestro Platón, es decir va a tomar distancia de la teoría de las ideas. Para Aristóteles no existen dos mundos: uno sensible y otro suprasensible. Aristóteles valoró lo que Platón deploró, esto es, la observación y la experimentación. Platón señalaba que no podía haber un conocimiento certero de este mundo en constante cambio. Los objetos del verdadero conocimiento se encuentraban en un mundo supraterrenal, más allá del espacio y el tiempo: el mundo de las Ideas, eternas e inmutables, accesibles sólo al conocimiento. ¿Qué son estas Ideas para Aristóteles? ¿Cómo nacieron? Para Aristóteles, esto es consecuencia de la doctrina del flujo de Heráclito que fue aceptada como verdadera. Como es imposible hacer ciencia sobre el mundo que está en perpetuo movimiento, se debe hacer ciencia en un mundo más allá del sensible, es decir, el mundo de las Ideas.
El propósito de Aristóteles fue traer estas ideas trascendentes y plantarlas en suelo firme. Para Aristóteles, las Ideas no son trascendentes y es superfluo establecer una división entre ideas y cosas sensibles. Así, lo que hizo el Estagirita fue tomar las ideas platónicas y arrancarlas fuera de su mundo suprasensible y colocarlas en el mundo sensible, deshaciéndose así del dualismo ontológico, esto es, la concepción de que el mundo está compuesto de cosas de dos tipos: materiales e ideales. Como se puede apreciar en la imagen (parte de la “Escuela de Atenas” de rafael Sanzio) el dedo de Platón apunta hacia arriba (idealismo) mientras que la mano de Aristóteles apunta hacia abajo (realismo). Se puede apreciar que Platón lleva en sus manos el Timeo y Aristóteles la Etica.
Tenemos entonces que, para Aristóteles, sólo podemos filosofar acerca de un solo mundo y este mundo es aquel en el cual habitamos y percibimos a través de los sentidos. Los predecesores de Aristóteles se aventuraban a territorios que iban más allá de la experiencia ordinaria, siempre tratando de buscar lo que había más allá de las apariencias. Desde el punto de vista aristotélico, no es el mundo de las ideas el que debe llamar nuestra atención sino que es el mundo sensible el que debe cautivar al filósofo y que lo motive a filosofar. La filosofía no tiene por objeto aquellos terrenos que se encuentran más allá de la experiencia. Todo lo que existe en este mundo son cosas naturales u hechas por el ser humano (artefactos).
Para Aristóteles no existen ideas autoexistentes separadas de un objeto material. Mente, idea, estados mentales, procesos mentales son materiales. En palabras del filósofo de la ciencia Mario Bunge:
“…se ha sugerido a veces que las cosas no son mas que haces de propiedades. Esta concepción, que recuerda la teoría de las ideas (o formas) platónica, es errónea…tal como Aristóteles objetara a su maestro, no hay propiedades sin sustratos: toda propiedad es una características, rasgo o aspecto de un objeto”[1].
Toda propiedad, rasgo o característica es de algún objeto, de manera que no existen por sí mismas. Pero esto no constituyó la única crítica de Aristóteles a su maestro.
Aristóteles hizo ver a los platónicos que el número de ideas tendría que ser infinito, ya que a cada cosa le correspondería una idea. Además, si existen ideas de cada cosa, tendría que haber ideas de relaciones ya que las relaciones se dan entre las cosas. Otra objeción es que, por ejemplo, podemos tener la idea de justicia e injusticia, pequeño y grande, viejo y joven, pero sucede entonces que tendría que haber una idea no sólo para la idea de viejo y joven, sino que también para los grados que se encuentran entre estos, lo mismo que para los tamaños que son infinitos, piénsese en una bacteria, una célula, hasta un ser humano. Las ideas de esta manera se multiplicarían.
¿Qué sucede con una flor que se está marchitando? ¿Habría una Idea para el proceso que atraviesa la flor hasta dejar de ser?
“En efecto, según las consideraciones tomadas de las ciencias, habrá ideas de todos los objetos de que se tiene conocimiento; conforme al argumento de la unidad en la pluralidad, habrá hasta negaciones; y, en tanto que se piensa en lo que ha perecido, habrá también ideas de los objetos que han perecido, porque podemos formarnos de ellos una imagen.”[2].
Además, tendría que haber la Idea del no ser. El punto es que la “Idea” se encuentra “sometida” al mundo sensible, está obligada a representar a cada una de las cosas que existen en el mundo material. Pero sucede que las ideas no explican la génesis de las cosas, no dan razón de lo que las cosas son y no explican cómo las cosas devienen, no explica el movimiento ya que, siendo las Ideas inmutables y las cosas, copias o imitaciones de estas, deberían ser también inmutables, al menos las cosas no podrían ser a la vez mutables e inmutables. Para Aristóteles los objetos no pueden provenir de las Ideas:
“Decir que son ejemplares, y que las demás cosas participan de ellas, es pagarse de palabras vacías de sentido y hacer metáforas poéticas”[3].
Agrega Aristóteles que las Ideas no sólo son modelos de los seres sensibles sino que modelos de sí mismas, por ejemplo la especie hombre es una idea y, por ende, un ejemplar de los hombres particulares que engloba. Pero también tenemos el género animal que comprende a la especie hombre, por ende, un ejemplar en relación con la idea de hombre. Se nos presenta así el caso de que hombre es a la vez una Idea y ejemplar. ¿Puede ser una y otra cosa a la vez? Se insiste también en el argumento del “tercer hombre”, esto es, si el hombre es una copia o una imagen de la Idea de hombre, esta idea es a su vez una entidad de carácter individual e imita a su vez a otra realidad.
En suma, si 3 hombres participan de la “idea de hombre”, es decir, comparten algo en común. Pero el problema es que tal similitud entre hombres particulares y la “idea de hombre” requeriría de otra forma, que sería el “tercer hombre”. Ese tercer modelo de hombre busca explicar la semejanza entre el hombre particular y la Idea de hombre, de la misma manera que se establece la Idea de hombre para explicar la semejanza entre los hombres concretos.
Metafísica
Aristóteles inventó una serie de términos técnicos como el de accidente, categoría, substancia, atributo, universal. Abordó una gran cantidad de materias como la lógica (y su sistematización), biología, ética, metafísica, teoría de la literatura, teoría política, retórica, sobre la vida, la substancia, las facultades mentales, etc.
Pasemos ahora a la metafísica aristotélica. Cabe aclarar que Aristóteles no utilizó esta palabra que, por lo demás, es atribuida a Andrónico de Rodas. De acuerdo con Aristóteles, la filosofía o metafísica tiene como fin el indagar las causas de los fenómenos y eso es precisamente lo que se ha desatendido:
“Porque nada se dice de la causa que es origen del cambio, y para explicar la esencia de los seres sensibles se recurre a otras esencias; ¿pero son las unas esencias de las otras? A esto sólo se contesta con vanas palabras”[4].
En los capítulos primero y segundo del Libro IV podemos leer que la filosofía primera es una ciencia universal de lo que es en tanto es o una ontología general, bajo la cual cae bajo su mirada todo lo que es. El objeto primario de esta es la sustancia, de manera que el “qué es” de la ontología es preguntarse “qué es la sustancia”. Pero también caen bajo su estudio las determinaciones de la sustancia, es decir, los accidentes.
Antes de continuar con esta ontología general, que es la filosofía primera, cabe mencionar de entrada que Aristóteles caracteriza de manera diferente a la filosofía primera en otras partes de su obra. En el Libro VI de la Metafísica, en su caracterización de las tres ciencias teóricas (matemáticas, física y teología), la filosofía primera pasa a ser una ciencia que se ocupa de la sustancia divina, es decir, la filosofía primera es una teología, que se ocupa de entidades autoexistentes, vale decir, que existen de manera separada y que no están sujetas al movimiento. ¿No se contradice Aristóteles al hablarnos por una parte de la filosofía primera como una ontología general y posteriormente de identificarla con la teología? En palabras del filósofo:
“Puede preguntarse si la filosofía primera es una ciencia universal, o bien si trata de un género único y de una sola naturaleza. Con esta ciencia no sucede lo que con las ciencias matemáticas; la Geometría y la Astronomía tienen por objeto una naturaleza particular, mientras que la filosofía primera abraza, sin excepción, el estudio de todas las naturalezas. Si entre las sustancias que tienen una materia, no hubiese alguna sustancia de otra naturaleza, la Física sería entonces la ciencia primera. Pero si hay una sustancia inmóvil, esta sustancia es anterior a las demás, y la ciencia primera es la Filosofía. Esta ciencia, por su condición de ciencia primera, es igualmente la ciencia universal, y a ella pertenece estudiar el ser en tanto que ser, la esencia, y las propiedades del ser en tanto que ser”[5].
La física trata de entidades que existen separadamente, pero que están sujetas al movimiento y, como escribe Aristóteles, si no existiesen entidades separadas e inmóviles, la física se erigiría en la ciencia primera. Aquí se traza la frontera entre la filosofía primera y la física, tal como explica el filósofo Alejandro Vigo:
“Respecto de la física (…) lo que delimita esencialmente el ámbito de competencia propio de dicha disciplina y la distingue tanto de la metafísica como de la matemática reside en el hecho de que sus objetos están esencialmente caracterizados por el fenómeno del movimiento”[6].
Regresemos a la pregunta: ¿Cómo compatibilizar estas dos caracterizaciones de la filosofía primera? ¿Es una ontología? ¿Es teología? ¿Es posible compatibilizar ambas caracterizaciones? Werner Jaeger (1888-1961) consideraba que esto puede entenderse en el sentido de que lo anterior representa las fases del pensamiento de Aristóteles. Jaeger identificó la concepción teológica con la fase temprana y la concepción ontológica a una fase tardía y madura. Y como nos recuerda Alejandro Vigo, el filósofo Philip Merlan (1897-1968) trató de salvar este problema eliminando la idea misma de una ontología general, es decir, la postura contraria a Jaeger.
Sin entrar en detalles, resumamos lo anteriormente dicho: en primer lugar, se nos presenta la filosofía primera como una ontología primera. En segundo lugar, Aristóteles nos presenta esta filosofía primera en el Libro VI como una teología. Ahora un paso importante: la filosofía primera de Aristóteles se nos presenta, como había señalado más arriba como una “ousiología” o “teoría de la sustancia”, es decir, que tiene como objeto primario la sustancia. En palabras de Alejandro Vigo:
“La ontología como ciencia universal del ser, se realiza en concreto fundamentalmente como ousiología, como ciencia de la sustancia, y esta encuentra, a su vez, su plena realización en la teología, el estudio de la sustancia divina. La tensión entre ontología general y teología que aflora por primera vez en la concepción aristotélica de la filosofía primera…provee…un hilo conductor fundamental, que atraviesa prácticamente toda la historia posterior de la metafísica occidental…”[7].
El autor se refiere a una característica básica de la metafísica occidental que, en palabras de Heidegger, es su constitución ontoteológica. Además, si existiese sólo la sustancia física esta sería la ciencia primera, pero no es así como lo considera Artistóteles. A Juan de Dios Vial Larrain le resulta sorprendente la falta de comprensión que existe en torno este tema (desde personajes como Francisco Suárez hasta Jaeger), excepto en el Aquinate (Santo Tomás de Aquino), esto es, sobre la contradicción en que cae Aristóteles en cuanto a lo que postula en el Libro IV y el Libro VI de la Metafísica.
Concluye Vial:
“La Metafísica, de Aristóteles, culminará desatando la aporía que había propuesto y dando razón de la prioridad de la sustancia espiritual de índole divina que, desde luego, comprende la sustancia física y la trasciende”[8].
Pero resulta que esta interpretación no es una que sea aceptada por todos. En nuestros tiempos, y desde la perspectiva de las neurociencias, no existe unanimidad en la creencia del sustancias espirituales y divinas, de las cuales no hay evidencia alguna. Es más para muchos autores la teología no sería más que el estudio de conceptos fantasiosos, que carecen de cualquier prueba empírica.
Tenemos entonces que la teología de Aristóteles culminaría haciendo uso de un lenguaje puramente intelectual, en donde Dios es denominado “pensamiento del pensamiento”. Al respecto escribe Ludovico Geymonat:
“Esta pura forma es Dios, motor de todo el mundo e inmóvil él mismo. Inmóvil porque, al ser enteramente acto, no posee potencia alguna que aun tenga que transformarse. No es un Dios…que se preocupe por el mundo que está debajo de él: se limita a moverlo como el objeto amado mueve al que lo ama…en esta contraposición entre acvto impuro, inmóvil, y mundo en perpetuo movimiento vuelve a aparecer, con toda su gravedad, el dualismo platónico desplazado pero no resuelto”[9].
Es importante aclarar que Aristóteles no era un monista y que no se liberó completamente del dualismo de su maestro.
Ya tenemos una cierta idea de esta filosofía primera, pero hace falta aclarar otros conceptos. Tenemos que Aristóteles hace descender las ideas platónicas y termina con el dualismo (aparentemente hasta ahora) y funde los dos mundos en el concepto de substancia. Hay que dejar claro que no se opone a la necesidad de distinguir entre la forma ideal y el objeto particular provisto de una forma, así como la triangularidad y los objetos triangulares concretos. A lo que se opone Aristóteles es que la forma posea una autoexistencia en un mundo más allá del sensible. Aristóteles se va a limitar a analizar nuestro mundo visible, el de las cosas tal cual como las percibimos y se nos aparecen (fenómenos).
Lo que pretende a partir de esto el es buscar y encontrar los primeros principios y causas. Uno de los desafíos de la reflexión filosófica es el de una posible unidad del saber. ¿Es posible coger las distintas manifestaciones del saber humano, reducirlos y unificarlos en un solo saber? Aristóteles se embarca en esta empresa de sistematización del saber. De acuerdo con Aristóteles, aquel que cultiva y posea la ciencia más universal y que se refiera a las causas, es el más sabio. En esto coincide con su maestro en que la ciencia es un saber de lo universal.
Llegamos a lo que hablamos arriba: la filosofía (metafísica) es la ciencia de las causas y principios primeros de todas las cosas. En el Libro IV, Aristóteles señala que esta filosofía primera, que se erige como una ciencia universal, se concentra en el estudio de lo que es en tanto que es, y esta pretensión de máxima universalidad la diferencia de las demás ciencias particulares. Para Aristóteles el sabio es el que tiene las nociones más rigurosas de las causas y además es capaz de enseñarlas. La ciencia que se ocupa del estudio de las causas es la que puede enseñar mejor:
“Lo más científico que existe lo constituyen los principios y las causas. Por su medio conocemos las demás cosas…Porque la ciencia soberana, la ciencia superior a toda ciencia subordinada, es aquella que conoce por qué debe hacerse cada cosa. Y este porqué es el bien de cada ser, que tomado en general, es lo mejor en todo el conjunto de los seres”[10].
El sabio es como el hombre libre al que pertenece a sí mismo y no tiene dueño. De igual forma, esta ciencia es la única entre todas las ciencias que puede llevar el nombre de libre:
“Sólo ella depende de sí misma. Y así con razón debe mirarse como cosa sobrehumana la posesión de esta ciencia”[11].
Aristóteles nos muestra la historia de esta ciencia superior en los capítulos que van del tres al diez, desde Tales de Mileto hasta Platón, y el hilo que conduce la genealogía de esta ciencia son las cuatro causas:
“Evidentemente es preciso adquirir la ciencia de las causas primeras, puesto que decimos que se sabe, cuando creemos que se conoce la causa primera. Se distinguen cuatro causas. La primera es la esencia, la forma propia de cada cosa, porque lo que hace que una cosa sea, está toda entera en la noción de aquello que ella es; la razón de ser primera, es, por tanto, una causa y un principio. La segunda es la materia, el sujeto; la tercera el principio del movimiento; la cuarta, que corresponde a la precedente, es la causa final de las cosas, el bien, porque el bien es el fin de toda producción”[12].
Los pensadores de Mileto y otros, por ejemplo, Diógenes de Apolonia y los atomistas consideraron el principio de todas las cosas desde el punto de vista de la materia. Por su parte, Empédocles se habría concentrado en la causa eficiente, mientras que Parménides, la Escuela Eleática, y los pitagóricos, se habrían centrado en la causa formal. Por último tenemos a Platón, quien se enfocó en la causa final. Más adelante abordaremos las cuatro causas.
[1] Mario Bunge, A la caza de la realidad. La controversia sobre el realismo (España: Editorial Gedisa, 2007), 38.
[2] Aristóteles, Metafísica(México: Porrúa, 2004), 27-28
[3] Ibid., 29.
[4] Ibid., 32.
[5] Ibid., 131.
[6] Alejandro Vigo, Aristóteles. Una introducción (Chile: Instituto de Estudios de la Sociedad, 2007), 65.
[7] Iboid., 149.
[8] Juan de Dios Vial Larrain, El alma humana (Chile: Ediciones UC), 66-67
[9] Ludovico Geymonat, Historia de la Filosofía y la Ciencia (España: Editorial Crítica, 2006), 88.
[10] Metafísica, 8.
[11] Ibid., 9.
[12] Ibid., 10-11.