29) La reacción internacional ante la Guerra Civil en España
Continuemos ahora con el tema a cerca de cómo las demás naciones reaccionaron ante el estallido del conflicto. Ahora bien, para ser más precisos nos interesa ver la reacción y políticas adoptadas por Reino Unido, Francia, URSS, Alemania, Italia, Estados Unidos. De estos países sabemos que 3 eran dictaduras y, en 2 casos de tipo totalitarias. Así, en la URSS tenemos la dictadura comunista bajo el mando de Stalin. En Italia Mussolini había impuesto desde la década de 1920 un régimen fascista y, por último, Hitler ya se había hecho con el poder en 1933. En Francia gobernaba el Frente Popular bajo el liderazgo de León Blum, mientras que en Inglaterra Stanley Baldwin ejercía (por tercera vez) el cargo de Primer Ministro. Por último, en Estados Unidos gobernaba el demócrata Franklin D. Roosevelt desde 1933.
Sumado a lo anterior se debe tener presente el clima político, económico y social de aquella convulsionada época marcada por la crisis de 1929, la radicalización de las posturas ideológicas, la progresiva erosión de las democracias liberales y el expansionismo territorial de Alemania. En este clima, cada nación tenía sus propios temores e intereses, los cuales marcarían sus respectivas políticas. Por ejemplo, en Inglaterra y Francia se quería evitar caer en otra guerra mundial de manera que se adoptó la denominada política de apaciguamiento hacia Hitler.
Pero Inglaterra también tenía sus ojos puestos en el potencial avance de la ideología comunista, de manera que desde esa óptica, tanto el fascismo italiano así como también el nazismo alemán podían ser de ayuda en contener el avance de esa ideología. Por otro lado, la URSS de Stalin también miraba con temor la consolidación del fascismo en Italia y el triunfo de Hitler en Alemania, así como también la pretensión de las potencias occidentales de utilizar el fascismo y el nazismo en su contra.
En este último caso quedaba completamente sepultada aquel sueño de Lenin de que Alemania sería una suerte de barril de pólvora de Europa para la expansión del bolchevismo comunista. Pero además, causó impresión la rapidez con la que Hitler consolidó su poder y eliminó a sus rivales. Por ende Stalin, también tenía sus propios intereses los cuáles crearon distintos incentivos para contrarrestar el poderío nazi. Para ello, como ya vimos, se adhirió a la idea del Frente Popular pero, no bastando esto, Stalin pactaría también con las democracias europeas acerca de qué hacer frente al conflicto español iniciado en julio de 1936.
La realpolitik de Stalin lo llevaría incluso a hacer, en 1939, lo impensado: realizar un pacto de no agresión ( y cooperación) con la Alemania nazi. Por su parte Mussolini buscaba consolidar su poder en el Mediterráneo y, a Alemania, no le era conveniente tener en el frente occidental 2 naciones enemigas (Francia y España), por lo que resultaba más conveniente la victoria de Franco (que podría además ser de ayuda en una futura guerra)
Comencemos con el relato de Paul Preston, para posteriormente contrastarlo con los estudios de otros autores. El capítulo V de su libro “La Guerra Civil en España” ya lleva un sugerente título y que nos revela algo de lo que será la opinión del autor en este asunto: “Detrás del pacto de caballeros: Las grandes potencias traicionan a España”. Para Preston, los políticos españoles de ambos bandos eran conscientes del papel que representaban en el contexto europeo más amplio. Lo anterior significó que, para cuando estalló la guerra, “ambos bandos eran conscientes de que tomaban parte en un conflicto con amplias ramificaciones internacionales”.
En lo que respecta a la reacción de las potencias frente al inicio de la guerra, Preston afirma que ninguna tenía una política preparada, por lo que, en un comienzo, cada una aplicó el principio de no intervención. En el caso británico y francés explica se buscaba evitar una nueva conflagración europea y esto era evidente en su política de apaciguamiento frente a los avances de Hitler en Renania, Austria, los Sudetes y luego el resto de Checoslovaquia. No obstante lo anterior, Preston asevera que miembros del gobierno británico, por razones de “clase” y educación, simpatizaban con el bando nacional (sublevados), al igual que la comunidad mercantil. En palabras de Preston:
“Los considerables intereses comerciales británicos en España, con importantes inversiones en minas, vinos, textiles, aceite de oliva y corcho, les indujeron a ser cualquier cosa excepto solidarios con la República”.
Esta política de “No Intervención” (que nunca llegó a respetarse) buscaba principalmente aislar el conflicto español de la diplomacia europea y evitar una suerte de contagio o efecto dominó que afectase al continente europeo. En cuanto a Francia, la no intervención también servía a sus intereses. Ahora bien, cabe destacar que en este caso Léon Blum se mostró dispuesto a ayudar a la República y su hermano frente populista español. El 19 de julio, José Giral, Presidente del Consejo de Ministros de la II República, solicitó ayuda al político francés.
Para este último, como comenta Preston, una victoria del bando nacional significaría la existencia de un tercer Estado fascista lo cual Francia debía evitar. Frente a esto Blum decidió ayudar pero, debido a su inestable coalición y a la filtración de ayuda a la prensa, terminó pro frustrar estos planes. Esta notica podía exponer a Francia a un conflicto con Italia y Alemania. Sumado a esto había otra presión que venía desde Londres. Francia, aún con el recuerdo de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) buscaba asegurar su seguridad por medio de alianzas con otros países y, ciertamente, el Tratado de no agresión germano-polaco de 1934 no ayudó a afianzar esa seguridad, de manera que el apoyo británico era crucial.
En palabras de Preston:
“Como la prensa derechista continuaba alborotada, los ministros Radicales en la coalición del Frente Popular declararon que apoyarían a Blum solo si este conseguía garantías del apoyo británico. Enfrentado a la tormenta desatada en la prensa y temeroso de perder el respaldo británico, para el 25 de julio, Blum no se había atrevido a poner en práctica su compromiso de ayuda y, en cambio, propuso que las principales potencias se pusieran de acuerdo respecto a una no intervención en España”
En lo que respecta a Estados Unidos, Preston señala que estaba “demasiado entregado al aislacionismo” del New Deal, como para preocuparse de los sucesos en España. No obstante lo anterior, esto no significó que se formaran posturas en torno al conflicto así, por ejemplo, los liberales, protestantes y la izquierda simpatizaron con la República. Por otro lado, Preston afirma que el mundo financiero, la derecha y la Iglesia católica apoyaron a los rebeldes. Añade el historiador que Roosevelt habría sucumbido ante el lobby detechista-católico, lo que se tradujo en que el 7 de agosto el Secretario de Estado, William Phillips anunciara que el país se abstendría escrupulosamente de interferir en los suceso en España.
Sin embargo, lo anterior no fue un obstáculo para que la empresa Texaco, bajo la presidencia Thorkild Rieber (1882-1968), ayudara al bando sublevado con suministro de combustible. En cambio, señala Preston, se prohibió la licencia solicitada por la Glenn A. Martin Aircraft Corporation de Baltimore para enviar pedido a gran escala hacia la república (lo mis sucedió con el industrial de piezas de aviación, Robert Cuse).
En cuanto a la Unión Soviética, Preston la considera más compleja y sutil. Resulta que Moscú no pudo nombrar a un representante diplomático hasta el 29 de agosto de 1936, es decir, seis semanas después del alzamiento militar. El dilema de Stalin, explcia el mismo autor, era que, por un lado, no podía permanecer pasivo y dejar que la Repúblcia sucumbiera ante lo que se consideraba como una agresiín “fascista”. En palabras de Preston:
“Aunque Stalin nunca se mostró particularmente sensible a los intereses de los trabajadores de otros países, era consciente de que podía resultar extremadamente perjudicial, en términos propagandísticos, el hecho de que la Unión Soviética, el Primer Estado Obrero, dejara de acudir en ayuda de un gobierno del asediado Frente popular”.
Por otro lado, la potencial victoria de la izquierda en España podía desembocar en una revolución que podía espantar a potencias como Inglaterra y Francia. Es por ello que cuando Moscú intervino en el conflicto estableció que la meta en ese momentos no era iniciar una orgía revolucionaria, sino que ser disciplinados, organizados y obedientes para derrotar al enemigo (por ello los anarquistas y comunistas disidentes se transformaron en una piedra en el zapato).
En virtud de lo anterior, el dictador soviético debía evitar tanto la derrota de la República así como también “evitar una victoria rotunda de la izquierda revolucionaria”. Así, Preston afirma que la política de Stalin estaba condicionada por el anterior dilema, pro lo que tuvo que buscar diseñar una política que ayudara a la República pero que no alterase el equilibrio político internacional en favor de Alemania y que no afectara negativamente los intereses de los británicos.
Siguiendo a Preston habría sido el 14 de septiembre de 1936 cuando Stalin nombró un comité para que evaluara la posibilidad de enviar ayuda militar a España. Finalmente la resolución del comité fue aprobada por Politburó y el primer barco soviético – el Kinsomol – zarpó desde Odesa el 7 de octubre para atracar en Cartagena el 15 de octubre. La ayuda continuó entre los emses de octubre y noviembre de 1936. En lo que respecta a Hitler, Preston sigue las investigaciones de Ángel Viñas para quien la ayuda por parte del dictador alemán al bando nacional obedecía a que favorecía los intereses de su política exterior.