8) El Estado emprendedor de Mariana Mazzucato (por Jan Doxrud)
En suma, y como ya dije, la idea de un Estado protagonista y coordinador de la actividad económica no es nueva y no tiene nada de revolucionaria (todo lo contraria fue involucionaría). Ahora bien, no quiero dar a entender que Mazzucato quiera retomar un modelo similar al de sustitución de importaciones, ni a una modalidad de estatismo elefantiásico. Con esto quiero dar a entender que el Estado ya ha asumido en el pasado ese rol preponderante dentro de los sistemas económicos nacionales – desde la planificación central socialista hasta economías mixtas con un peso relativamente mayor del Estado – y que algunos autores reclaman en la actualidad como si no hubiese existido tal experiencia.
Como ya he señalado en otro artículo, el tema del Estado no puede reducirse a una suerte de “tamaño ideal”, esto es, “grande o pequeño” o a un tema de injerencia “mayor o menor protagonismo”. Lo anterior es una discusión infantil. Lo realmente importante es tener un Estado eficiente y que no se transforme en un obstáculo de la actividad económica y que no se inmiscuya en actividades que pueden ser desarrolladas de manera más eficiente por el sector privado. En el caso del Estado emprendedor de Mazzucato falla en dar argumentos para respaldar sus ideas, tal como lo señala Klaus Schmidt-Hebbel.
Por último tomemos otro caso de intervención estatal como fue el de Japón. Si bien el Estado tuvo un rol importante dentro del sistema económico, lo cierto es que fueron los grandes grupos empresariales los impulsores de la economía japonesa (por lo demás muchas de estas se originaron fruto de privatizaciones de empresa s públicas ineficiente s). El resultado fue la hegemonía de los denominados zaibatsu (“grupo financiero”) a lo largo de la primera mitad del siglo XX. Estos eran holdings familiares en donde se integraban una red de empresas especializadas en diversos rubros pero que se encontraban interconectadas
Posteriormente, tras la derrota de Japón en 1945 y la ocupación estadounidense de la isla, estos zaibatsu serían disueltos y se formarían los Keiretsu, asociaciones de bancos y empresas industriales. Durante este período la economía estaría estrictamente controlada (controles de precios y racionamiento ) bajo la ocupación extranjera. Hay que tener en consideración que los estadounidenses se preocuparon de refundar Japón en sentido de purgarla de su militarismo, ambiciones imperialistas y el culto al emperador.
En suma, Japón debía transformarse en una democracia liberal bajo un estricto Estado de Derecho. En virtud de lo anterior se hacia necesario implementar medidas que fomentaran la recuperación económica en donde Joseph Dodge jugó un rol central como asesor financiero del Comandante Supremo de las Fuerzas Aliadas: Douglas MacArthur (1880-1964). El objetivo inmediato era la reducción de la inflación mediante la aplicación de una política de austeridad en materia fiscal, suprimir el mercado negro y establecer un tipo de cambio para el yen.
Posteriormente Japón iría recuperando su soberanía y también comenzaría a retomar el crecimiento económico. Aquí los protagonistas fueron los privados en alianza con el Estado donde se destacó el ya mencionado MITI creado en 1949. En palabras de Daniel Yergin y Joseph Stanislaw, el sistema que implementó Japón hacia el año 1955 se caracterizó por ser un “triángulo de hierro”, formado por burócratas, empresarios y político. Añaden los autores que tal sistema era para los japoneses un orden natural de las cosas y el objetivo era fortalecer las empresas dentro del país – por medio de un fuerte control del mercado interno – para que estas fuesen competitivas fuera del país.
Era justamente el MITI el que estaba a cargo del denominado “jukyu chosei” o “ajuste de la oferta y de la demanda”. El MITI era liderado por los “burócratas” (ellos mismos se designaban así) entendido en un sentido confuciano que implicaba honradez, dedicación, eficiencia y poder. Continúan explicando los mismos autores que, en lo que respecta a las funciones del MITI, estas no se limitaban únicamente a coordinar la política industrial y ayudar a las empresas a adecuarse a los mercados mundiales, sino que también a aprovechar al máximo estos mercados. En palabras de los autores:
“Canalizaba información y conocimientos, y facilitaba el flujo de las nuevas tecnologías. Utilizó una serie de herramientas para lograr sus objetivos: fijación de precios: cupos de importación y de cuota de mercado; licencias; normas de calidad; asociaciones industriales (…) y una forma no muy comprometida pero muy clara de enviar mensajes: el apoyo administrativo (…) Organizó fusiones y megafusiones, coordinó inversiones para evitar la sobrecapacidad y alentó a las pequeñas y medianas empresas a la especialización”.
Ahora bien, igualmente hubo empresas que lograron escapar del control del MITI como Honda que se negó a limitar su producción de motocicletas y continuaron con sus propios proyectos. También sucedió con empresas de electrónica y el caso específico de la VCR (videograbadora). Explican Yergin y Stanislaw que fueron 3 las empresas las que lograron convertir un invento estadounidense de 50 mil dólares en un producto de consumo de masas de 500 dólares y en donde el papel del MITI “fue, en el mejor de los casos, modesto”. Hacia la década de 1990 con el final de la Guerra Fría, el desmembramiento de la URSS, el descrédito de la planificación central y el auge de la globalización, el modelo japonés entraría en crisis. Esto plantearía la pregunta si se podía mantener tal modelo económico en el nuevo escenario económico y geopolítico. Este no era un tema simple ya que el hábito y la costumbre pesaban, así como también el deseo de los miembros del MITI de retener su poder.
De acuerdo con el cientista político Chalmers Johnson (1931 - 2010) el caso Japónes es un ejemplo de “Estado desarrollista” o “Developmental state” que es dond es el Estado el que realiza planificaciones a largo plazo en materias macroeconómicas. En el caso de Japón no existía un sistema de planificación central ni tampoco la propiedad de las industrias era estatal, pero el sector privado se encontraba restringido en su actuar por los tecnócratas estatales y prevalecía un sistema autoritario de gobierno (al igual que en Corea o en aquel Singapur del Primer Ministro Lee Kuan Yew). Siguiendo con Japón, Johnson explicaba que la política industrial tenía 2 componentes a saber: racionalización industrial y la política de estructura industrial. La primera se enfocaba en los aspectos micro de la economía, mientras que la segunda era más controversial, puesto que implicaba la identificación y fomento de sectores estratégicos, así como también de aquellas no estratégicas y redirigirlas hacia otras áreas.
En el caso nipón, también hay que incluir otros factores que explican su despegue, como el contexto internacional post-Segunda Guerra Mundial. Como señalan Yergin y Stanislaw, la guerra de corea (1950-1953) transformó a Japón en una base de abastecimiento para las tropas estadounidenses desplegadas en Corea del Sur, lo que jugo a favor de sus exportaciones. El aumento de las exportaciones de Japón al resto del mundo le permitió obtener divisas que utilizarían para importar los insumos necesarios para expandir su producción. Otro hecho a destacar fue la importación (y optimización) y asimilación de tecnologías, principalmente desde Estados Unidos y la República Federal de Alemania. Yergin y Stanislaw citan el caso de Masaru Ibuka, socio de Akio Morita en Sony, quien tuvo conocimiento del transistor de la firma Westinghouse, cuando se encontraba en 1956 en los Estados Unidos. Paso seguido, Sony adquirió los derechos para su fabricación
Como ya señalé, la política industrial del gobierno fue fundamental así como su política proteccionista, la cual se opuso, hacia la década de 1950, al proceso de liberalización que se dio en los países desarrollados. Yergin y Stanislaw citan las palabras de Hayato Ikeda (1899-1965) – quien había presidido el MITI y a partir de 1960 se convirtió en Primer Ministro – quien mirando en retrospectiva señaló:
“Con el crecimiento acelerado que hemos tenido durante los diecinueve años de posguerra, los ingresos del Estado de Japón se están aproximando al nivel de Europa Occidental. Pretendemos hacer en veinte años de posguerra lo que no fuimos capaces de hacer en los ochenta años previos a la guerra”.
En cuanto a las fuentes del crecimiento japonés, el principal fue el capital, lo que significó grandes sumas de inversión con el objetivo de aumentar el stock de capital. Pero como sabemos, el capital físico no lo es todo, de manera que debemos mencionar otro factor crucial: conocimiento, gestión empresarial y capacidad de gestión. Lo anterior va de la mano también de la expansión de la educación para así mejorar el nivel de calificación de los trabajadores (capital humano). Por último, tenemos las economías de escala, es decir, la reducción del costo medio de un bien al aumentar la escala en que se produce (como fue el caso de bienes de consumo duraderos). También es importante la cultura y valores, y la experiencia traumática por la que había atravesado Japón. Al respecto comentan Yergin y Stanislaw:
“Las empresas buscaban una continua mejora de la calidad como arma competitiva e invertían cada vez más fondos para lograr una escala de producción en masa, a fin de conquistar una cuota de mercado. Todo esto estaba sostenido por valores que incluían una increíble ética de trabajo, una identificación extraordinariamente intensa con la empresa, un compartido sentimiento de identidad nacional (y de la precaria posición del país), un gran deseo de vivir mejor…y la lacerante memoria de la derrota, de los duros años de posguerra con su ocupación y la humillación que la misma representaba”.
El modelo japonés inspiraría a otros vecinos del continente como Corea del Sur (CS). Este fue otro país que venía saliendo en 1953 de una guerra contra Corea del norte, en donde intervinieron Estados Unidos y China. Por ende, lo que estaba en juego era la supervivencia del país y la constante amenaza que suponía el norte. En el caso de CS la modernización se llevó a cabo bajo un régimen dictatorial dirigido por Park Chung-hee entre 1963 y 1979. Bajo su dictadura los planificadores se centraron en la creación de grandes empresas para competir en los mercados internacionales. Esto daría origen a los “chaebols” o holdings que controlaban diversas industrias y que recibieron dádivas del Estado en la forma de incentivos fiscales o préstamos a un bajo interés. De esta manera nacerían empresas tales como Daewoo, Samsung o Hyundai. En palabras de Yergin y Stanislaw:
“Los chaebols tenían amplio acceso a créditos y el apoyo gubernamental los protegía contra cualquier contratiempo. Tenían protección contra los competidores extranjeros en el mercado coreano, así como contra los competidores internos. Las empresas recibían licencias exclusivas para sus productos y, durante la primera etapa de la nueva era industrial, solo un chaebol tenía permiso para vender en el mercado interno. El gobierno obligaba a las chaebols a alcanzar un nivel de competitividad internacional en sus campos específicos, de acuerdo con un plan estrictamente fijado y para un amplio espectro de sus productos. Si no lograban ese objetivo, eran penalizadas, tanto en lo económico como en lo político”.
Tras el asesinato de Park Chung-hee (y el breve gobierno de Choi Kyu-ha) asumiría otro militar autoritario (cercano a los Estados Unidos) que daría un giro al modelo anterior. Las chaebols resultaban ser ineficientes y su supervivencia estaba atada a las ayudas que recibía del Estado. El sistema bancario estatal era ineficiente al igual que el desempeño agrícola. Así, el nuevo mandatario se abrió más a las inversiones extranjeras , liberó el sector financiero, redujo las barreras a las importaciones y vendió algunas empresas estatales. Un problema relevante era la corrupción y la capitalismo de “amigos” (crony capitalism) entre empresas y Estado.
El desarrollismo, estructuralismo y la teoría de la dependencia fueron gradualmente dejados atrás. Los países que implementaron modelos económicos con una fuerte injerencia estatal tuvieron resultados diversos, desde los magros resultados en América Latina hasta aquellos “milagros económicos” en países asiáticos bajo gobiernos autoritarios y tecnocráticos. Como señalan Carmen Araujo y Paul Craigh Roberts, la “economía del desarrollo” de la post-guerra se inspiró en la planeación central soviética (apoyados por economistas como Myrdal y Nurkse) y fue adoptada por diversos países en donde se depositó la confianza en que el Estado podría guiar la economía por medio de la tecnocracia y sus análisis inputs/outputs y precios proyectados. En palabras de los dos autores:
“Los planificadores del desarrollo se erigieron en oráculos que proclamaban el evangelio de la planeación y difundieron sus teorías por todos los países en vías de desarrollo. Consideraron poco o nada el carácter de la búsqueda de rentas de la economía patrimonialista o los verdaderos obstáculos para el desarrollo. Al promover la planeación, los economistas del desarrollo dieron por un hecho que el capital y el trabajo son tan productivos en las manos del gobierno como en las del sector privado”.