8) Guerra y Guerrilla (por Jan Doxrud)
Como explica el mismo Aron, la guerrilla no logró triunfar en Vevezuela, Brasil, Argentina, Uruguay y, añadimos nosotros: Chile. Añade que en la década de 1960 fue testigo del fin de las victorias espectaculares de las “guerras revolucionarias”. En nuestros días solo queda una guerrilla marxista importante en América Latina que, más bien, es un cartel de sicarios, secuestradores y narcos como los son los miembros de las FARC. Aron realiza una crítica a Carl Schmitt, en el sentido de que es un error considerar a Guevara o al intelectual francés, Régis Debrais (el intelectual proveniente de la ciudad), como guerrilleros “telúrico”.
Las criticas a Guevara, en particular, y la guerrilla en general, también provienen de las filas de la extrema izquierda como es el caso del trotskismo. Por ejemplo tomemos la “Tesis sobre el guerrillero” (1973) de los trotskistas Nahuel Moreno (1924-1987), Alberto Franceschi (actualmente empresario y opositor al chavismo y cercano a Vox de España) y Eugenio Greco. Los autores tildan (sorprendentemente) de “pequeñoburgueses” a aquellos que siguen la linea estalinista y afirmaban que las guerrillas de la época no eran más que un obstáculo para la revolución. Siguiendo a Lenin, los autores no descartan la guerrilla en sí misma sino que, más bien, es uno de los medios para un objetivo final que es la destrucción del imperialismo mundial.
Los autores llegan a señalar que las organizaciones guerrilleras son enemigas de la organización obrera puesto que subordinan los intereses de los trabajadores a los intereses de la guerrilla, de manera que estos se transforman en materia prima para engrosar las filas de combatientes. Pero algo más fundamental es que la guerrilla es la enemiga fundamental de la estrategia del trotskismo que es la “movilización permanente y democráticamente autoorganizada de la clase obrera y el movimiento de masas”. A esto añaden los autores:
“La organización guerrillera es enemiga de la movilización permanente de las masas, también, porque sus acciones provocadoras desatan o sirven de excusa para desatar violentas represiones y hasta golpes de estado, que cercenan o hacen desaparecer las libertades democráticas arrancadas por el movimiento de masas y que, para los trotskistas y para Lenin, son herramientas formidables para la organización y despliegue amplio de la verdadera lucha de clases”.
Otro crítico del “foquismo” guevarista fue el trotskista boliviano Guillermo Lora (1922-2009). En su libro “Revolución y Foquismo. Crítica marxista al ultraizquierdismo aventurero” (1978).
Como todo marxista consecuente, Lora afirma la imposibilidad de una transición pacífica y gradual de la sociedad capitalista a una socialista y la instauración de una dictadura del proletariado. Es en este esquema narrativo donde entre el proletariado como agente redentor y encarnación de la violencia revolucionaria. Dentro de este metarelato marxista el guerrillero, en palabras de lora, puede ser constituir un elemento revolucionario o reaccionario. En virtud de lo anterior, la guerrilla y el guerrillero no pueden pretender transformarse en una vanguardia armada de los trabajadores, puesto que para Lora son los trabajadores la encarnación de la violencia y tendrán a su disposición diversos medios entre los cuales se encuentra la guerra de guerrillas.
En lo que respecta al foquismo, Lora afirma que este ha pretendido monopolizar la violencia revolucionaria, la cual es reducida a una forma particular de la lucha armada, “que actúa al margen de toda consideración del momento político que se vive y que, naturalmente, se aísla de las masas”. Así, la violencia foquista no es revolucionaria cuando aparte a la clase de su objetivo de hacerse con el poder político.
Así, el autor insiste, siguiendo a Lenin, que no se debe idealizar a la guerilla y transformarla en un fin en sí misma, puesto quee sta constituye sólo un método auxiliar. Más adelante añade Lora que la guerra de guerrillas constituye un método de lucha creada por las masas populares, “sin esperar consejo alguno de los teóricos” y que ha aparecido en los pueblos “que se han visto empujados a luchar contra un poderoso invasor que llevó los excesos y la opresión a extremos insoportables”.
Otro autor que hace referencia a la guerrilla, específicamente al “guerrillero urbano” es el brasileño Carlos Marighella (1911-1969), protagonista de la lucha armada contra la dictadura que derrocó al Presidente Goulart. Los temas que plantea Marighella en su “Minimanual del guerrillero urbano” (1969) repiten lo que han planteado otros autores que le precedieron. Tenemos definiciones arbitrarias como que el guerrillero es un “político revolucionario” , un “patriota” y “amigo del pueblo” y de la “libertad”, obviamente viciadas por la ideología que profesaba el autor. Añade Marighella que el guerrillero urbano persigue un fin político y que sus objetivos son los siguientes: ataques al gobierno, a los grandes capitalistas y a los imperialistas extranjeros (especialmente estadounidenses).
Lo que cambia en esta descripción es el contexto, es decir, estamos ante un guerrillero que se desenvuelve en la ciudad, de manera que este debe subordinarse a una lógica diferente de aquel que opera, digamos, en la Sierra Maestra cubana. Es por ello que debe saber cómo vivir entre la gente y tener cuidado de no parecer un extraño, ni tampoco estar aislado de la vida normal ciudadana.
Así, este sujeto debe estar, por un lado, plenamente integrado a la sociedad y desempeñar sus labores profesionales. Pero, por otro lado, debe tener ese “alter ego” revolucionario que no debe desviarse de su objetivo central. En lo demás, tenemos los mismos elementos propios de la guerrilla: la irregularidad, el movimiento, la sorpresa, conocimiento del terreno, uso de información, propaganda, guerra psicológica, emboscadas, ocupaciones y asalto.
Ciertamente la guerra es un fenómeno consustancial a la historia humana y permanecerá con nosotros mientras existan seres humanos. Es por ello que, si bien nadie desea una guerra por sí misma, existen circunstancias en que la violencia es la única forma de resolver los problemas. Si debo herir, golpear o incluso matar a un agresor para defender mi integridad física o la de mis cercanos, tenrá que proceder de esa manera. Lo mismo sucede a nivel de países, si tenemos a un gobernante que pretende armarse para posteriormente invadir otros países y someterlos a su yugo, la guerra preventiva no es sólo un derecho, sino que un deber de los países que potencialmente puedan verse afectados.
El diálogo es necesario, pero es un medio o herramienta, de manera que hay que saber percatarse de cuándo esa herramienta ya no es viable utilizarla. El pacificismo y la creencia de que los problemas solo pueden resolverse por medio del diálogo (o como es la moda actual: por medios democráticos), no sólo es ingenua y utópica, sino que también peligrosa y autodestructiva. Es por ello que el primer artículo cité las palabras de Vegecio quien hacía referencia a que, quien desea la paz, tiene que prepararse para la guerra.
Lo anterior no hay que absolutizarlo, pero hay que tener siempre en consideración que la violencia, la agresión y la guerra, constituyen medios legítimos y necesarios bajo ciertas circunstancias. Por ende, frente a aquellos que pretenden imponer un modelo unidimensional de valores y creencias por medio de la fuerza, es decir, ante los fanáticos totalitarios que violan los principios básicos del derecho y los derechos fundamentales de los seres humanos, hay que combatirlos con la violencia hasta desarmarlos por completo.
Será en otro artículo donde abordaremos otra clase de guerra que no es menos nefasta: la simbólica y discursiva. Hoy en día, si bien continúan las guerras tal como las conocemos, también existen otras guerras que utilizan otras armas. El objetivo de estas guerra es subvertir el orden, los valores y el lenguaje. Tal estrategia ya había sido advertida por Orwell y su célebre “neolengua” y que en nuestros días se ha abierto paso de manera lenta, gradual pero con un alto grado de efectividad. Será en un artículo posterior en donde abordaré el tema de las nuevas revoluciones - moleculares como las denominaba Guattari - y el papel que ha jugado el concepto de deconstrucción en estas.