Todo aquello que puede ser pensado, puede ser pensado claramente. Todo aquello que puede ser expresado, puede ser expresado claramente.
Ludwig Wittgenstein, Tractatus Logico-philosophicus (Proposición 4.116)
3-Hablemos del Lenguaje: ¿la filosofía como purificadora del lenguaje? (por Jan Doxrud)
Los positivistas lógicos del Círculo de Viena (movimiento intelectual de la década de 1920) fueron aún más lejos en este esta búsqueda de la precisión en el uso del lenguaje. Por ejemplo, Moritz Schlick (1882 - 1936), miembro de este grupo de intelectuales y uno de los fundadores del positivismo lógicoescribió:
“Es cognoscible todo lo que puede ser expresado, y ésta es toda la materia acerca de la cual pueden hacerse preguntas con sentido. En consecuencia, no hay preguntas que en principio sean incontestables, ni problemas que en principio sean insolubles. Los que hasta ahora se han considerado así no son interrogantes auténticas, sino serie de palabras sin sentido”
Es por ello que esta clase de filósofos no sentían simpatía y admiración hacia otros pensadores, como Martin Heidegger y hacia la metafísica en general, por plantearse pseudo problemas y por hacer uso de un lenguaje obscuro y críptico. Este estilo sombrío y carente de claridad se ha vuelto, desde Hegel, pasando por Heidegger y sus discípulos franceses, en una verdadera moda. Dentro de esta categoría caben figuras tales como Jacques Lacan, Judith Butler, Gilles Deleuze y Jacques Derrida entre otros. Veamos algunos ejemplos de esta prosa barroca, estrambótica, imprecisa y oscura.
Capitulo 3 del Anti Edipo de Deleuze y Guattari:
“El capitalismo es la única máquina social, como veremos, que se ha construido como tal sobre flujos descodificados, sustituyendo los códigos intrínsecos por una axiomática de las cantidades abstractas en forma de moneda. Por tanto, el capitalismo libera los flujos de deseo, pero en condiciones sociales que definen su límite y la posibilidad de su propia disolución, de tal modo que no cesa de oponerse con todas sus fuerzas exasperadas al movimiento que le empuja hacia ese límite”.
Otro ejemplo es la reflexión de Martin Heidegger sobre el tiempo:
“Si el tiempo encuentra su sentido en la eternidad, entonces tiene que entendérselo desde ésta. Con ello están prediseñados el punto de partida y el camino de esta indagación: desde la eternidad al tiempo. El planteamiento de esta pregunta está en orden bajo el supuesto de que dispongamos del mencionado punto de partida, y, por lo tanto, que conozcamos la eternidad y la comprendamos suficientemente”.
En relación con algunos escritos feministas (y estudios de género en general), la filósofa Martha Nussbaum, escribió en “The Professor of Parody” (The New Republic, 22 de febrero) lo siguiente sobre el estilo promovido por autoras como Judith Butler:
“Las pensadoras feministas del nuevo tipo simbólico parecerían creer que la forma de hacer política feminista es usando las palabras de manera subversiva, en publicaciones académicas de una oscuridad altanera y una abstracción desdeñosa”
En una línea diametralmente opuesta a esta clase de filosofía se encuentra la filosofía analítica y el ya mencionado “Círculo de Viena”. Explicaba el filósofo británcio Alfred J. Ayer (1910-1989), que el Círculo de Viena, siguiendo las ideas del escocés David Hume, dividían las proposiciones significativas en 2 clases. En primer lugar estaban las proposiciones formalescomo las de la lógica y la matemática pura. En segundo lugar estaban las proposiciones fácticas, la cuales requerían de una verificación empírica. El Círculo de Viena y el positivismo lógico continúan el mismo camino trazado por Hume, en el sentido de que los enunciados científicos puede ser verdades lógico-matemáticas “o” pueden ser reducidos a un lenguaje empírico - observacional, entendiendo por este último como uno que describe observaciones específicas. En suma, en virtud del principio de verificabilidad, solo aquellas proposiciones verificables experimentalmente tienen significado, por lo que podríamos decir que estamos ante un lenguaje fenomenalista que es congruente con la ontología (y gnoseología) fenomenista.
El punto de Ayer era que si una oración no lograba nada que fuese formalmente verdadero o falso, ni tampoco daba cuenta de algo que pudiese someterse a una prueba empírica, entonces esta no constituía una proposición. Así toda aquella tradición metafísica que se cuestionó sobre el “Ser” y el “no –ser”, sobre el “Absoluto” o sobre a “trascendencias” no constituían problemas a resolver puesto que no constituían problemas genuinos.
Continúa explicando Ayer:
“(…) se sacó la conclusión de que si la filosofía había de constituir una rama auténtica del conocimiento, debía emanciparse de la metafísica (…) La originalidad de los positivistas radica en que hacen depender la imposibilidad de la metafísica no en la naturaleza de lo que se puede conocer, sino en la naturaleza de lo que se puede decir; su acusación contra el metafísico es en el sentido de que viola las reglas que un enunciado debe satisfacer si ha de ser literalmente significativo”.
Entonces, cabe preguntarse ¿qué espacio le queda a la filosofía dentro del positivismo lógico?La respuesta es que esta debe purgar o purificar el lenguaje de sus ambigüedades e imprecisiones. Schlick es claro al señalar que la filosofía no era una ciencia, ni siquiera un sistema de conocimientos. El autor define la filosofía como un sistema de actos o, en otras palabras, una actividad “mediante la cual se descubre o determina el sentido de los enunciados (…)”. En suma, de acuerdo a Schlick, a la filosofía le compete la aclaración de las proposiciones mientras que a la ciencia le compete la verificación de tales proposiciones. En otro artículo publicado a comienzos de la década de 1930 titulado “Positivismo y Realismo”, Schlick continúa con esta línea de pensamiento señalando que la investigación y clarificación del significado de los enunciados es un problema privativo de la filosofía. Añadía que, por medio del análisis filosófico, no nos es posible determinar si algo es real o no, sino que, solamente, qué se significa cuando se asevera que algo es real. Para Schlick toda proposición tiene un significado en la medida en que pueda ser verificada.
Similar opinión tenía Bertrand Russell (1872-1970) que, en su ensayo sobre el atomismo lógico (1924), señalaba que la tarea de la filosofía consistía esencialmente en el análisis lógico, en criticar y aclarar de nociones que podían ser tomadas como fundamentales y aceptadas sin crítica alguna. Ejemplos que da Russell son los conceptos de mente, materia, causalidad, voluntad o tiempo. A esto añade Russell:
“Considero que todas estas nociones son inexactas y aproximadas, infectadas esencialmente de vaguedad, incapaces de constituir parte de una ciencia exacta. A partir del agregado original de acontecimientos, pueden construirse estructuras lógicas que, como aquellas de las nociones ordinarias anteriores, tuviesen propiedades suficientes para garantizar su subsistencia (…).”
Por su parte, Carl Hempel (1905-1997)afirmaba en su artículo de comienzos de la década de 1930 titulado “La antigua y la nueva lógica”, lo siguiente:
“No existe una filosofía como teoría especulativa, como sistema de proposiciones por derecho propio al lado de las de la ciencia. Cultivar la filosofía sólo puede consistir en aclarar los conceptos y las proporciones de la ciencia por medio del análisis lógico. El instrumento para ello es la nueva lógica”
Por último citemos la concepción de filosofía que tenía el matemático inglés Frank P. Ramsey (1903-1930), en un artículo publicado póstumamente en 1931 titulado “Filosofía”:
“La filosofía debe tener alguna utilidad y debemos tomarla seriamente; debe aclarar nuestros pensamientos así como nuestras acciones. De otro modo, es una disposición que debemos reprimir (…) En filosofía tomamos las proposiciones que hacemos en la ciencia y en la vida cotidiana y tratamos de presentarlas en un sistema lógico con términos y definiciones, etc., primordiales”.