(1) Hitler y Stalin, astros gemelos: El Pacto nazi-soviético (por Jan Doxrud)
Desde septiembre de 1939 a junio de 1941, Stalin fue el principal aliado de Hitler; desde junio de 1941 a mayo de 1945, su enemigo más encarnizado. La memoria selectiva de los pueblos ha retenido del conflicto sólo el segundo período, autentificado por la victoria. Pero la historia también debe dar razón de la primera, so pena de no ser más que una versión del pasado ofrecida por los vencedores.
Francois Furet, El pasado de una ilusión. Ensayo sobre la idea comunista en el siglo XX
El título de estos artículo lo tomo prestado del líder bolchevique y creador del Ejército Rojo, León Trotsky (1879-1940) quien, a finales de 1939, se refirió a ambos dictadores como “astros gemelos”, cuando llevaron a cabo la firma del “Pacto de no agresión”. Trotsky afirmaba que el objetivo de Hitler era eliminar a la Unión Soviética y que Stalin le estaba haciendo el juego. En esto Trotsky era tajante:
“El pacto germanosoviético es una capitulación de Stalin ante el imperialismo fascista con el fin de resguardar a la oligarquía soviética.”
Comienzo este artículo con palabras del historiador francés, Fraccois Furet (1927-1997), puesto que encierran una gran verdad. A veces uno escucha el argumento sobre el rol heroico de la Unión Soviética en la derrota del nazismo. Esto, hasta cierto punto, encierra un grado de verdad, pero era improbable que lograse una victoria sin la apertura del frente Occidental en 1944, así como la invasión y avance de los aliados desde el norte de África hacia Italia. Pero, aceptando que esto fuera cierto, cabe recordar que Hitler y Stalin habían realizado un Pacto de No Agresión con Hitler y que fue Hitler quien traicionó a Stalin, invadiendo la Unión Soviética en 1941. Pero aún así algún defensor del estalinismo podría señalar que no había nada de reprochable en aquel pacto, puesto que constituía una herramienta común de la política exterior de la época. Frente a la pasividad de las naciones europeas occidentales ante a la agresión nazi, Stalin no tuvo otra alternativa que pactar con su enemigo ideológico por bien de la madre Rusia. Este argumento resulta ser también verdadero, pero el problema radica en que el acuerdo entre los dos dictadores no se limitó a un mero pacto de no agresión, puesto que también incluía un protocolo secreto que dejaba en evidencia las intenciones y ambiciones de Stalin. Será este el tema que desarrollare a lo largo de este escrito.
En este artículo me propongo abordar un acontecimiento específico (de gran interés dentro de la historia de las relaciones internacionales) que es fundamental para entender el inicio de la Segunda Guerra Mundial: el Pacto de No Agresión entre la Alemania Nazi de Hitler y la Unión Soviética de Stalin. Si bien, la política exterior cínica de Hitler (que escapó a todo cálculo racional por parte de las demás potencias europeas) junto a su nacionalismo extremo y racista, explican el desencadenamiento de la guerra, también existieron otros episodios que contribuyeron a su desencadenamiento, como por ejemplo, la política de apaciguamiento o pacificación de Inglaterra hacia Alemania y el Pacto de No Agresión antes mencionado. Pero el objetivo del presente artículo no es la Segunda Guerra Mundial ni sus causas de la guerra sino que, más bien, dar respuesta las siguientes preguntas ¿Qué fue lo que motivó este pacto? ¿Qué justificación tuvo Stalin para pactar con su enemigo ideológico por antonomasia? ¿Debemos acaso entender este pacto como parte de una política internacional pragmática que buscaba proteger a Rusia de un ataque alemán? ¿Acaso no estaba justificada la Unión Soviética de velar por su seguridad ante la actitud pasiva hacia Hitler por parte de Inglaterra y Francia? ¿Acaso Stalin no tenía razón de sospechar que las potencias occidentales querían desviar la tensión del conflicto hacia el este de Europa, específicamente hacia Rusia?
Comencemos analizando como se fueron desarrollando los acontecimientos en Europa desde el ascenso de Hitler al poder en 1933 hasta el pacto nazi-soviético en 1939,para luego entender por qué se llevó a cabo el pacto de No Agresión entre Alemania y la Unión Soviética. Estos 6 años estuvieron marcados por el gradual desmantelamiento de las sanciones impuestas a Alemania por el Tratado de Versalles (al terminar la Primera Guerra Mundial) y por el colapso total del equilibrio de poder y el sistema de seguridad colectiva. En fin, se puso fin a la denominada “luna de miel de Locarno” (en referencia a los Tratados de Locarno en 1925) En 1933 Hitler abandonó la Conferencia de Desarme y se retiró de la Sociedad de las Naciones. En 1934 anunció el rearme de Alemania y firmó un Pacto de No Agresión por 10 años con Polonia. En 1935 Hitler reintrodujo la conscripción militar y firmó el Acuerdo Naval Anglo-Germano. En 1936 Alemania ocupo la zona desmilitarizada de Renania (prohibido por el Tratado de Versalles) y formó el Pacto Antikomintern con Japón y, un año después, con Italia. En 1938 se llevó a cabo el Anschluss por medio del cual Austria quedaba adherida al Tercer Reich.
Ese mismo año Hitler demandó la anexión de la zona de los Sudetes en Checoslovaquia, donde existía una mayoría alemana. La Primera República de Checoslovaquia fue creada en 1918, una extraña creación a partir de las cenizas del disuelto imperio austro-húngaro. El final de la Primera Guerra Mundial significó un radical cambio geopolítico en Europa. Uno de los principios centrales bajo el cual se llevó a cabo este diseño por parte de la sociedad de las Naciones fue el “principio de autodeterminación”. Ahora bien, como señala Niall Ferguson, aplicar este principio resultaba ser algo complejo por una razón (entre otras). En primer lugar, existían al menos 13 millones de alemanes que vivían al este de las fronteras del Segundo Reich de Bismarck y Guillermo II, de manera que si se aplicaba el principio de autodeterminación, el resultado sería el surgimiento de una gran potencia alemana, que era lo que no querían las potencias europeas victoriosas. La solución adoptada fue hacer caso omiso a las nacionalidades y crear naciones multiétnicas como fue el caso de Checoslovaquia. Como señala Ferguson, por el Tratado de Saint Germain (1919), más de 3,2 millones de Bohemia, el sur de Moravia y de los Sudetes se encontraron, a regañadientes, con que se habían convertido en ciudadanos checos. Hitler finalmente anexa los Sudetes y, violando completamente lo señalado en la Conferencia de Münich al Primer Ministro Neville Chamberlain, invadió el resto de Checoslovaquia (1938). La parte checa se transformó en un protectorado alemán: Protectorado de Bohemia y Moravia (1939-1945) y Eslovaquia se transformó en un Estado satélite de Alemania bajo la presidencia del sacerdote católico y colaboracionista Jozef Tiso.
En retrospectiva, las potencias occidentales habían dejado caer a una de las democracias más sólidas en Europa del este. Resulta que, además, Checoslovaquia tenía un tratado con Francia y la Unión Soviética, pero esta última sólo entraría a defender a Checoslovaquia si previamente Francia lo hacía. El problema es que Francia no podía arriesgar a realizar tal movida puesto que: a) Inglaterra no la apoyaría, puesto que este país solo arriesgaría una guerra en caso de que Alemania violara territorio francés. En palabras de Henry Kissinger:
“La única frontera de seguridad de la Gran Bretaña se encontraba en los límites de Francia; si las preocupaciones de Francia por su seguridad se extendían más lejos, específicamente si tratara de defender a Checoslovaquia, se encontraría librada a sus propias fuerzas”.
Por otro lado, resultaba dudosa la ayuda soviética a Checoslovaquia, puesto que era improbable que Polonia o Hungría diesen libre paso a las tropas soviéticas para dirigirse a Checoslovaquia. En realidad desde el final de la primera Guerra Mundial, Francia se preocupó porque Alemania no se volviera a transformar en el futuro en una nueva amenaza hacia su seguridad, pero a medida que pasaban los años, sus estrategias no fueron efectivas en la consecución de ese objetivo. Finalmente la guerra comenzaría “oficialmente” con la invasión de Hitler a Polonia (1939)
Bibliografía
-Francois Furet, El pasado de una ilusión. Ensayo sobre la idea comunista en el siglo XX
-Simon Sebag Montefiore, La corte del zar rojo
-William L. Shirer, Auge y caída del Tercer Reich, Volumen I.
-Henry Kissinger, La Diplomacia
-Ernest Nolte, La guerra civil europea (1917-1945)
-Zhores A. Medvedev y Roy A. Medvedev, El Stalin desconocido
-Robert Service, Historia de Rusia en el siglo XX.
-Marçia Sánchez de las Matas Martín, El punto de vista soviético sobre el pacto Mçolotov-Ribbentrop.
Jean-Michel Krivine , El Pacto Germano-Soviético: análisis y documentación completa.
Los 22.000 tiros en la nuca de Stalin
https://elpais.com/diario/2010/04/18/domingo/1271562758_850215.html