(I) Immanuel Wallerstein economía y Sistema-Mundo (por Jan Doxrud)
Wallerstein, sociólogo e historiador, es un autor que adopta la perspectiva de las ondas de Kondratieff en su obra de tres volúmenes sobre el sistema mundial. Wallerstein realizó sus estudios en la Universidad de Columbia, donde se doctoró en 1959. A partir de 1971 fue profesor de sociología en la Universidad McGill y posteriormente en la Universidad de Binghampton. Ahí ocupó el prestigioso puesto de director del Centro Fernand Braudel para los Estudios Económicos, Sistemas Históricos y Civilización. En relación a nuestro tema, Marx y el máximo, se ve la influencia del pensador alemán en Wallerstein en lo que se refiere a su perspectiva de análisis que se centra en las relaciones sociales de producción como una esfera dominante de la estructura social. A esto hay que sumar la enorme influencia de la Escuela de los Annales, Fernand Braudel (1902-1985), Joseph A. Schumpeter (1883 - 1950), y de Raúl Prebisch (1901-1986). Hay que precisar que su enfoque, como señala el mismo autor, recibió duras críticas en la década de 1970 de parte de distintas vertientes del comunismo. La razón era que el análisis de los sistemas-mundo de Wallerstein violaba una serie de premisas fundamentales de la izquierda comunista tales como la lucha de clase entre el proletariado emergente y el empresariado, la primacía de factores endógenos por sobre los exógenos y la primacía de la base económica por sobre la superestructura política y cultural. Se le criticó por el hecho de colocar énfasis en la circulación y no lo suficiente en la esfera de producción. Wallerstein lo explica de la siguiente manera:
“…cuando analizaba las relaciones entre el centro y la periferia estaba ignorando la lucha de clases dentro de Inglaterra como explicación del desarrollo capitalista para optar por darle crédito a un factor considerado externo, como la naturaleza y el flujo del comercio entre América y el noroeste de Europa”[1].
Pero como explica el autor, lo que hizo fue, por así decirlo, ampliar el foco, es decir, ofrecer una visión alternativa del capitalismo donde éste se presentaba no como una característica de un país, sino que de un sistema-mundo. Como señala el autor, las clases eran clases de este sistema-mundo. Las estructuras sociales existían dentro de este sistema - mundo. Para Wallerstein, el sistema capitalista constituía un fenómeno transitorio ya que es un sistema social histórico y, como tal, no es eterno. Todos los sistemas nacen en un momento determinado y sobreviven de acuerdo a ciertas reglas hasta que se alejan de su equilibrio para dejar de existir. De acuerdo a Wallerstein, una de las contradicciones fundamentales del capitalismo radica en que lo que es rentable a corto plazo no lo es necesariamente a largo plazo. El autor se refiere a que el sistema, siempre buscando mantener la tasa de ganancia o G’, se encuentra finalmente con que la capacidad de expansión tiene un límite al encontrarse con una demanda mundial insuficiente. La particularidad del capitalismo históricoes que pasó a utilizar el capital con el objetivo de que este se autoexpandiera, por lo que la lógica del capitalismo era una que obedecía a la maximización de la acumulación. Así, el autor define al capitalismo histórico como un escenario integrado, concreto, limitado por el tiempo y el espacio, donde se llevan a cabo las actividades productivas y donde la ley es la incesante acumulación de capital.
Wallerstein explica que una de las fórmulas para salir de tal problemática situación anteriormente señalada, es por medio de la transformación social de algunos procesos productivos de trabajo no asalariado para convertirlos en trabajo asalariado, para de esa manera incrementar la parte de valor producido que el productor conserva y, por tanto, para incrementar la demanda mundial. En consecuencia, señala Wallerstein,el porcentaje global a escala mundial del trabajo asalariado como forma de trabajo ha crecido sin cesar a lo largo de la historia de la economía-mundo capitalista. Esto es lo que habitualmente se denomina “proletarización”.
Para Wallerstein, el motor del sistema capitalista es la acumulación.Como es obvio, las utilidades serán realmente significativas si se puede vender el producto a precio considerablemente superior al costo de producción. Si esto es así, entonces Wallerstein desecha acertadamente el relato económico del equilibrio y la competencia perfecta. En otras palabras, el autor considera como raras excepciones aquellas situaciones que presenten los tres rasgos que definen a la competencia perfecta: una multitud de vendedores, una multitud de compradores e información universalmente disponible respecto a los precios. La competencia perfecta en la realidad no existe, un tema que ya había sido explicado autores como Ludwig von Mises, Joseph A. Schumpeter y Friedrich Hayek. Como escribe Wallerstein:
“Obtener una ganancia significativa requiere un monopolio, o al menos un casi monopolio del poder de la economía-mundo. Si existe un monopolio, el vendedor puede demandar cualquier precio mientras no vaya más allá de lo que le permite la elasticidad de la demanda”[2].
Así, el sociólogo estadounidense explica que en cualquier momento en que la economía-mundo se encuentra en un período de expansión considerable, se observa que existen productos líderes que están relativamente monopolizados, lo cual permite obtener grandes ganancias y acumular grandes cantidades de capital. A lo anterior Wallerstein lo denomina como“fase A” de un ciclo de Kondratieff. Posteriormente sucede que los monopolios no son fenómenos eternos ya que dentro del mercado mundial entran nuevos competidores que pueden terminar por liquidar el poder los monopolios. Como resultado de esto, la competencia se intensifica, lo que se traduce en una baja de los precios y a su vez, una merma en las ganancias capitalistas. Cuando las ganancias bajan a tal punto que provocan que la economía - mundo cese de expandirse y entre en un período de estancamiento, entonces nos encontramos ante lo que Wallerstein denomina como “fase B” del ciclo de Kondratieff. De acuerdo a Wallerstein: empíricamente, las fases A y B juntas pueden durar entre cincuenta y sesenta años. El autor concluye que las fases A y B de los ciclos de Kondratieff parecen ser una parte necesaria del proceso capitalista.
[1]Immanuel Wallerstein, El moderno sistema mundial, vol. 1, La agricultura capitalista y los orígenes de la economía-mundo europea en el siglo XVI (México: Siglo XXI Editores, 2011), xv.
[2]Immanuel Wallerstein, El moderno sistema mundial, vol. 3, La agricultura capitalista y los orígenes de la economía-mundo europea en el siglo XVI (México: Siglo XXI Editores, 2011), xvi.