El Libro Negro del Comunismo (VII): La pregunta de Isaac Steinberg (por Jan Doxrud)
Fuera de Rusia hubo intentos de dar una versión más real de la figura de Lenin, pero terminó siempre prevaleciendo la versión canonizada soviética que hacía del nacimiento y formación de la Unión Soviética fruto de las energías de un solo individuo: Lenin. Esto no se puede cuestionar, vale decir, la figura de Lenin si tuvo un peso decisivo y así lo reconoce también Service. El líder bolchevique escribió ¿Qué hacer?, las “Tesis de abril” y “Estado y la revolución”. Fue bajo su liderazgo que se firmó el armisticio de Brest-Litovsk y la implementación la Nueva Política Económica. Pero también fue bajo su liderazgo cuando se impuso el comunismo de guerra que resultó ser un fracaso total, se creó el organismo de inteligencia, la Checa, bajo el implacable Félix Dzerzhinski. Fue en el gobierno de Lenin donde se utilizó el terror como política de Estado y fue bajo su liderazgo donde el partido comunista se transformó en una entidad caracterizada por el centralismo, la jerarquía y la militancia fanática. El entusiasmo del triunfo del golpe de Estado comunista en octubre de 1917 hizo creer a los bolcheviques que el destino de toda Europa era caer bajo el yugo del comunismo y por ello comenzaron con una política expansionista que resultó ser un fracaso.
Debemos recordar el intento del nuevo gobierno bolchevique de invadir Polonia que, como explica Norman Davies, sería una constante ya que la Unión Soviética entró en territorio polaco en cuatro ocasiones: 1918, 1920, 1939 y 1944.
“Tanto en 1918 como en 1920 la iniciativa provino del propio Lenin, que pretendía aprovechar la efervescencia revolucionaria en Alemania”[1].
Davies explica que las ambiciones expansionista de los bolcheviques bedecían a la idea de establecer un puente rojo que vinculase Rusia con Alemania. Tal estrategia de Lenin, que Davies tilda de “infantil”, consistía en cruzar los 1.800 km entre Moscú y Berlín, esperando que el avance de su ejército por el “puente rojo” sería aclamado por los pueblos de la región. En este caso la ideología prevaleció por sobre la realidad y la ideología quedó pulverizada por los hechos. Como bien afirma Davies, la campaña soviética de 1920 es muy poco conocida y casi no figura en los textos de historia. Este hecho fue fundamental ya que el ejército rojo sufrió un derrota vergonzosa, al igual que los sueños de la II Congreso de la Komintern. No es exagerado afirmar, como lo hace Davies, que la derrota de los bolcheviques por los polacos pospuso indefinidamente el plan para la revolución mundial. Una figura destacada en esta derrota de los bolcheviques fue la del Mariscal y Jefe de Estado de la Segunda República polaca: Józef Piłsudski (1867-1935). Davies cita las palabras de un diplomático británico que compara la victoria del militar polaco con la victoria de Carlos Martel contra los sarracenos, destacando que ambos salvaron a Europa, al cristianismo y a la civilización occidental. Finalmente el 18 de marzo de 1921 se firmó el Tratado de Riga donde se llegó a un a cuerdo respecto a las fronteras y donde, por lo demás, el sueño de Lenin quedó sepultado momentáneamente.
La Unión Soviética se encerró en sí misma y la violencia continuaría operando en su interior. Con el tiempo, la Unión Soviética sería el modelo a seguir para los demás regímenes comunistas. Comunismo y terror irían siempre de la mano y no sería una característica específica de la Rusia bolchevique. Las sociedades bajo la óptica comunista, estaban imbuidas de un “darwinismo social” donde las distintas clases se enfrentaba para quedase solamente al final dos clases antagónicas, la burguesía y el proletariado, siendo el triunfo final para la segunda clase, exterminando por completo a la primera, como lo vaticinaba Marx. Isaac Z. Steinberg (1888-1957), quien fue comisario del pueblo en Justicia desde diciembre de 1917 a mayo de 1918 en la Rusia de Lenin, sabía personalmente en qué consistía lo que denominamos como “terror” y lo explica en toda su crudeza de la siguiente manera:
“¿Qué es el Terror? ¿Cómo se manifiesta? Los que lo han sufrido u observado conocen las respuestas a estas preguntas. De día en día, de mes en mes, los ciudadanos de la Rusia revolucionaria se han ido acostumbrando a esas formas cada vez más violentas y dolorosas. Lo que, al principio, conmovía, quebrantaba y abrumaba el alma se ha hecho, con el tiempo, rutinario, inevitable, comprensible casi, del mismo modo como nos habituamos a una ración de paz cada vez más reducida. Por eso, a la pregunta ¿qué es el Terror?, un hombre, en el límite de sus fuerzas, no podría responder hoy describiendo con precisión el sistema de violencia que se ha operado de manera estable de su existencia. Sólo podría indicar alguno de los eslabones del sistema, el que se apareciera como más evidente: detenciones arbitrarias, la manera humillante con que se trata en las comisarías o en las prisiones, las penas de muerte cada vez más numerosas. Es evidente que esto no sería exacto. El terror no es un acto único, aislado, accidental, aunque susceptible de repetición, de furor gubernamental. El terror es un sistema de violencia que viene de arriba, que se manifiesta o está a punto de manifestarse. El terror es un plan legal de intimidación masiva, de presión, de destrucción, dirigido por el Poder. Es el inventario preciso, elaborado y cuidadosamente ponderado, de penas, castigos y amenazas por medio de los que el gobierno intimida, de los que usa y abusa con el fin de obligar al pueblo a seguir su voluntad. Es la pesada protección arrojada desde arriba sobre el conjunto de la población de un país, protección tejida de suspicacia, de vigilancia continua y de espíritu vindicativo”[2].
Steinberg se hace una pregunta, que aún es válida para los comunistas en la actualidad: ¿Puede el Terror ser ejercido en nombre del amor al prójimo? ¿Podemos salvar a unos eliminando a otros? Nosotros podemos replantearla de la siguiente manera: ¿Acaso las buenas intenciones, los ideales bellos y sublimes pensados para la humanidad futura, pueden justifica el uso del terror, la opresión y la violencia? El “Libro Negro del Comunismo”, así como otras obras que le precedieron y que también han surgido posterior a este, sólo vienen a confirmar las palabras de Steinberg. También confirma mi convicción de que el terror es congénito a cualquier proyecto llámese socialista o comunista, y que las atrocidades ocurridas en el siglo XX bajo los regímenes comunistas no fueron una mera “desviación” del ideal sino que una consecuencia directa e inevitable de querer aplicar el ideal comunista al mundo real. Los comunistas, guiados por la falacia moralista, los lleva a pasar del “debe” al “es”, lo que se traduce en que piensen que sus fantasías utópicas cargadas de buenas intenciones puedan ser implementadas sin problema alguno en la sociedad, ya que si sus ideas son buenas, tendrán que funcionar en la realidad y deberían ser abrazadas por cualquier persona sensata.
A pesar de los estudios, registros, evidencias, existen autores que están lejos de concebir el socialismo real como algo negativo. Si existen negacionistas respecto a los crímenes nacionalsocialistas, también existe algo bastante similar en relación al comunismo. Este negacionismo se presenta en distintas intensidades, desde el negacionismo total hasta la minimización de lo acontecido. Lo que estos autores afirman es algo similar a como si alguien afirmara que a pesar de todas las matanzas de judíos, gitanos y homosexuales, la verdad es que Hitler logró reducir el desempleo en Alemania y logró sacar a Alemania del caos económico. Es esto lo que Antonio Negri y Michael Hardt piensan en relación a los socialismos reales. ¿Hubo crímenes? ¡Por supuesto! Pero no seamos injustos, después de todo Rusia logró industrializarse y pasar a ser un país avanzado logrando reducir la brecha entre este y oeste. En palabras de estos autores:
“Así pues, nuestra tesis es que el socialismo real representó un proceso de acceso al mercado, en la medida en que fue un proceso en el cual se construyó el mercado y la sociedad civil alcanzó un punto de apertura y eclosión, un punto culminante. Se trató de una forma acelerada y dilatada de realización del proceso de acumulación originaria, un poderoso despliegue de la «subsunción formal« de la sociedad bajo el capital. En setenta años, sin tener en cuenta las violentas guerras civiles y externas que dificultaron y redujeron drásticamente el período dedicado al desarrollo, los países del socialismo real salieron del Tercer Mundo e ingresaron en el Primero. Un verdadero y formidable éxito, una proeza de aceleración de la que ningún país capitalista puede jactarse atendiendo a su propia historia y que economistas y políticos capitalistas deberían admirar”[3].
Estas palabras constituyen una verdadera aberración fruto de la manipulación y omisión de datos, así como la minimización de aspectos “menores”,como millones de muertes,a favor de los espectaculares resultados económicos.
Las fantasías de Hardt y Negri llegan a límites que sorprenden, por ejemplo, para estos autores los socialismos reales experimentaron ritmos de desarrollo económico que ni los países conocidos como los “dragones asiáticos” podrían jactarse. De manera que el lector debe aprender lo siguiente de las ideas de Hardt y Negri: no se distraiga por las matanzas, persecuciones, genocidios y hambrunas y ponga su atención en el crecimiento económico de los socialismos reales fue un fenómeno digno de admiración e imitación.
De manera que ambos autores deberían sentirse también maravillados por la labor realizada por los “Chicago Boys” en Chile a partir de 1975. Siguiendo la lógica de los autores, podemos afirmar que efectivamente hubo desaparecidos y muertos en Chile durante aquel período, pero para estos autores esto sería sólo “una dimensión” del régimen, de manera que no debemos generalizar aquella dimensión o reducir el régimen de Pinochet a su aspecto represivo, después de todo, ¿no es Chile uno de los países más estables económicamente en Latinoamérica? (¿qué opinarán los comunistas de los logros alcanzados por la reforma económica en Chile? y como quedó el país parara afrontar la nueva economía global a partir de 1990)
[1] Norman Davies, Varsovia, 1944 (España: Editorial Planeta, 2005), 163.
[2] Jacques Baynal, El terror bajo Lenin (España: Tusquets Editores, 1978), 322.
[3] Michael Hardt y Antonio Negri, El trabajo de Dionisios (España: Akal, 2003), 88-89.