Introducción a la Posmodernidad (2): Jean-Francois Lyotard y el fin de los grandes relatos (por Jan Doxrud)
El concepto de postmodernidad, al menos en filosofía, se asocia al nombre del teórico literario y filósofo francés Jean-Francois Lyotard (1924-1998). Lyotard realizó sus estudios en la Sorbona elaborando una tesis que trataba sobre la indiferencia como concepto ético, abordando así las diversas formas de desapego e indiferencia como en el estoicismo, buddhismo zen, epicureísmo y el taoísmo. Su tesis doctoral, que fue publicado en 1971 bajo el título de Discurso y Figura, constituyó su incomodidad en relación al estructuralismo y con aquello enfoques que pretendían distanciarse y desconectarse de la experiencia, apelabando para sí una suerte de estatus universal y atemporal, que se elevaba por encima del mundo fenoménico. Para ese entonces Lyotard, quien había militado en el movimiento socialista libertario “Socialismo o Barabarie” (1948-1965) y en “Pouvoir Ouvrier”, se había alejado gradualmente del marxismo por su rígida estructura con la que abordaba los fenómenos de la vida. Esto quedó en evidencia con la publicación de su libro titulado “Economía Libidinal” (1974) donde realiza una crítica de la sociedad siguiendo la línea de Gilles Deleuze (1925-1995) y Félix Guattari (1930-1992), así como de Jean Baudrillard (1929-2007)
Para efectos de esta sección nos interesa principalmente su obra de 1979 titulada en español como “La condición postmoderna” y, en francés, “La condition postmoderne: rapport sur le savoir” , es decir, se ocupa de la condición posmoderna así como de realizar un reporte sobre la noción de conocimiento en esta sociedad posmoderna. Este informe sobre el saber en las sociedades desarrolladas fue propuesto por el Conseil des Universités del gobierno de Quebec, por demanda de su presidente. Es justamente este libro el que tendrá mayor eco en la comunidad intelectual y abriría un gran debate que continúa hasta nuestros tiempos. En la introducción Lyotard nos informa sobre el objeto de su estudio que es la condición del saber (y el poder, que son caras de una misma moneda) en las sociedades desarrolladas. Lyotard llama a esta condición “posmoderna” y que designa “el estado de la cultura después de las transformaciones que han afectado a las reglas de juego de la ciencia, de la literatura y de las artes a partir del siglo XIX”[1].
Uno de los temas centrales de su obra es la crisis de los relatos. Es esto último lo que caracteriza a la postmodernidad, la incredulidad frente a los diferentes metarrelatos que se han formado a lo largo de la historia humana. En su breve libro de 1986 “La posmodernidad (explicada a los niños)”, Lyotard aclara qué entiende por estos metarrelatos expuestos en su obra de 1979:
“…son aquellos que han marcado la modernidad: emancipación progresiva de la razón y de la libertad, emancipación progresiva o catastrófica del trabajo (fuente de valor alienado del capitalismo), enriquecimiento de toda la humanidad a través del progreso de la tecnociencia capitalista, e incluso, si se cuenta al cristianismo dentro de la odernidad (opuesto, por lo tanto, al clasicismo antiguo), salvación de las creaturas por medio de la conversión de las almas vía el relato crístico del amor mártir. La filosofía de Hegel totaliza todos estos relatos y, en este sentido, concentra en sí misma la modernidad especulativa”[2].
Lyotard aclara que estos metarrelatos no son mitos en el sentido de las fábulas, puesto que, a diferencia de estas, los metarrelatos no buscan la legitimidad en un acto originario fundacional, sino que en un “futuro que se ha de producir, es decir, en una Idea a realizar. Esta Idea (de libertad, de luz, de socialismo, etc) posee valor legitimante porque es universal”[3]. Más adelante agrega Lyotard: “Por metarrelato o gran relato, entiendo precisamente las narraciones que tienen función legitimante o legitimatoria”[4]. Además, para Lyotard, no solamente ha caído en desuso el dispositivo metanarrativo de la legitimación, sino que la misma filosofía metafísica ha entrado en crisis de manera tal que la sociedad que viene ya no partirá de una “antropología newtoniana”, sino que de una “pragmática de las partículas lingüísticas”, idea que Lyotard toma de Ludwig Wittgenstein y su idea de “juegos de lenguaje”.
Regresemos al tema que señalado al comienzo: ¿cuál es la situación del saber en las sociedades de los países industrializados? Para nuestro pensador el saber es la mercancía informacional indispensable para las potencia productivas yha sido el principal motor de producción que ha reconfigurado la situación de los países desarrollados, así como el gran embudo de los países en vías de desarrollo. Esto lleva a Lyotard a pensar que la brecha existente entre estos dos mundos no hará más que aumentar en el futuro. Junto a esto, está el futuro del Estado frente a los avances tecnológicos y la globalización económica. Al respecto escribió Lyotard:
“La transformación de la naturaleza del saber puede, por tanto, tener sobre los poderes públicos establecidos un efecto de reciprocidad tal que los obligue a reconsiderar sus relaciones de hecho y de derecho con respecto a las grandes empresas y más en general con la sociedad civil. La reapertura del mercado mundial, la reanudación de una competencia económica muy viva, la desaparición de la hegemonía exclusiva del capitalismo americano, el declive de la alternativa socialista, la apertura probable del mercado chino al comercio, y bastantes otros factores, ya han venido, en los últimos años de los 70, a preparar a los Estados para una seria revisión del papel que habían adquirido la costumbre de interpretar a partir de los años 30, y que era de protección y de conducción, e incluso de planificación de las inversiones”[5].
Decía más arriba que un metarrelato se legitimaba por medio de una Idea a realizarse en el porvenir. Importante es, por lo demás, aclarar que la legitimización de un saber particular hay que encontrarlos en los relatos y, por ello, Lyotard se adentra en el análisis de estos. Lyotard pone en duda la legitimación del saber científico. ¿Puede la ciencia salir incólume de la disolución de los grandes relatos? Entendemos por legitimación el proceso por el cual un legislador se encuentra autorizado para promulgar una ley como norma. Así, en el caso del saber científico, la legitimación es el proceso por el cual el legislador que se ocupa de este tipo de discurso “está autorizado a prescribir las condiciones convenidas (en general, condiciones de consistencia interna y verificación experimental) para que un enunciado forme parte de ese discurso, y pueda ser tenido en cuenta por la comunidad científico”[6].
Pero, ¿pueden estos discursos seguir operando en el modelo de sociedad postmoderna descrito por Lyotard? El pensador francés señala que la naturaleza del lazo social desde la perspectiva moderna se divide en dos discursos que datan del siglo XIX. El primero es el de considerar la sociedad como un todo orgánico, que con el sociólogo norteamericano Talcott Parsons (1902-1979) toma unnuevo rumbo, puesto que la sociedad ya no es tomada como un todo orgánico sino que, más bien, el modelo a seguir es ahora el de la cibernética. La teoría de los sistemas y la cibernética difundida, principalmente, por el matemático norteamericano Norbert Wiener (1894-1964) y elbiólogo y filósofo austriaco Ludwig von Bertalanffy (1901-1972) influyeron notablemente en el trabajo de Parsons, donde los conceptos de sistema, jerarquía, aparato y criterio de jerarquización son claves para entender su sociología. De acuerdo a Lyotard, el principio del sistema es aun optimista y que, por lo demás, “corresponde a la estabilización de las economías de crecimiento y de las sociedades de la abundancia bajo la égida de un welfare estate moderado”[7].
El segundo discurso acerca del lazo social es el de la corriente marxista y todas las escuelas que la componen, esto es, aquellas que admiten el principio de la lucha de clases y la dialéctica como dualidad que produce la unidad social. Pero, de acuerdo a Lyotrad, este modelo crítico, refinado por pensadores, como los de la Escuela de Frankfurt, adolece de una debilidad y es que el principio de la división, esto es, la lucha de clases, “se difuminó hasta el punto de perder toda radicalidad, encontrándose finalmente expuesto al peligro de perder su estabilidad teórica y reducirse a una “utopía”, a una “esperanza”, a una protesta a favor del honor alzado en nombre del hombre, o de la razón, o de la creatividad, o incluso de la categoría social afectada in extremis por las funciones ya bastante improbables de sujeto crítico, como el tercer mundo o la juventud estudiantil”[8]. En contra de esta solución dual, Lyotard propone la alternativa posmoderna de la naturaleza del lazo social. La sociedad actual no se acomoda con el enfoque binario de la sociología decimonónica y de aquella de finales de la Segunda Guerra Mundial. La nueva sociedad, si es que puede denominarse de ese modo, se caracteriza por la atomización de lo social en redes flexibles de juegos de lenguaje. En esta sociedad los Estados-naciones, los partidos, las instituciones y tradiciones históricas pierden su atractivo. De la descomposición de los grandes relatos, afirma Lyotard, sigue la disolución del lazo social, “y el paso de las colectividades sociales al estado de una masa compuesta de átomos individuales lanzados a un absurdo movimiento browniano”[9]. Tenemos, pues, que el lazo social es lingüístico y no está hecho de una sola fibra. En lugar de grandes metarelatos filosóficos, políticos y religiosos, sólo existen distintos “juegos de lenguaje” y, de acuerdo a esta idea desarrollada por Wittgenstein, existen múltiples usos del lenguajey son estos usos son los que establecen los significados a las palabras. Las palabras tienen un significado de acuerdo a los distintos contextos en los cuales se usan, por lo que los usos del lenguaje tienen relación con formas de vida particulares y no existe, por ende, un metalenguaje, es decir, un lenguaje utilizado para hablar del lenguaje que pueda ser entendido por estos distintos juegos de lenguaje.
Para Lyotard el saber científico deja de tener un rol hegemónico en relación con otras clases de narrativas. Para el autor francés tanto las ciencias como las tecnologías de punta se apoyan en el lenguaje y, como tal, tienen sentido dentro de sus propias fronteras, por lo que la ciencia estaría compuesta por juegos de lenguaje que dan origen a distintas narrativas, por lo que Lyotard asesta un duro golpe al mismo estatuto de las ciencias ya que estas no estarían por encima de todas las demás clases de narrativas ya que ella misma sería otra más de estas. Vemos, entonces, que la ciencia, antaño concebida como la más alta forma de saber, que trascendía las subjetividades, las religiones, supersticiones, que progresaba hacia un saber totalizador y pretendía tener una validez universal, se desmorona si estamos de acuerdo con el discurso de Lyotard. ¿La ciencia libera?
Pero la historia no termina aquí, puesto que el metarrelato de la emancipación ya no es sostenible, al igual que el metarrelato del progreso indefinido. ¿Qué ha quedado tras el de la Segunda Guerra Mundial? ¿Qué queda tras el derrumbe de la Unión Soviética, y con ella, el discurso emancipador marxista? ¿Cómo puede la ciencia ahora autolegitimarse sin estos mitos que se han diluido? Lyotard es claro que el proyecto moderno no ha sido abandonado ni olvidado, sino que destruido y liquidado.¿Qué es lo que queda en pie en el pensamiento de Lyotard? De acuerdo a al pensador francés la deslegitimación forma parte de la modernidad. ¿Quién puede decir si Cristo es hijo de Dios o es un impostor?, se pregunta Lyotard ¿Cuál es la fuente de legitimidad tras el guillotinamiento de Luis XVI? ¿El pueblo? Pero el pueblo como toda “Idea” está sometida a disputas, después de todo puede preguntarse el lector, ¿qué es el pueblo? Los campesinos ucraniano condenados a morir de hambre en Ucrania por Stalin? ¿Es lo que la nomenklatura estimaba que debía ser “pueblo”?
Para Lyotard, Auschwitz y la Shoá tiene un significado importante: la destrucción física del soberano moderno. Se pretendió destruir a un pueblo completom, por lo que, este crimen, de acuerdo a nuestro autor, “abre la modernidad, crimen de lesa soberanía, ya no regicidio sino populicidio (algo diferente de los etnocidios)”[10]. Si Theodor Adorno estaba convencido de la imposibilidad de la poesía después de Auschwitz, con Lyotard nos preguntamos si es posible que se sostenga algún gran relato. La respuesta de Lyotard es que, tras la decadencia de los metarrelatos, surge la posibilidad de la emergencia de historias pequeñas o no tan pequeñas que puedan continuar tramando el tejido de la vida cotidiana. Ni siquiera admite la posibilidad de la continuidad del metarrelato de la decadencia, es decir, el relato de la decadencia de los grandes relatos. Por otro lado, la religión está lejos de ser la dirección en la que se orienta la sociedad, siendo este un horizonte completamente clausurado. La dirección que debemos adoptar tras la “pérdida del nosotros moderno” es una de carácter antimitologizante. En su libro, “La posmodernidad (explicada a los niños), en una carta dirigida a la hija del director de teatro, Herbert Blau (Jessamyn), Lyotard aclara que utilizó a Auschwitz para dar a entender hasta qué punto la materia de la historia occidental reciente parece inconsistente a la luz del proyecto moderno de emancipación de la humanidad. Sumado a esto, ninguna de las demás ideologías parece haberlo hecho mejor, ya que “ni el liberalismo, económico o político, ni los diversos marxismos salen incólumes de estos dos siglos sangrientos. Ninguno de ellos está libre de la acusación de haber cometido crímenes de lesa humanidad”[11].
Regresemos a la idea central y es que la postmodernidad es una actitud de incredulidad y hasta de rechazo hacia los metarrelatos, al discurso de la razón emancipadora, aquel proyecto que tenía en mente Immanuel Kant (1724-1804) de salir de la minoría de edad. La Ilustración y el marxismo, entre otros relatos, parecen haber quedado disueltos y liquidados. El proyecto de la Ilustración fracasó y los grandes relatos como el cristianismo, el marxismo y el hegelianismo han explotado dando origen a pequeños fragmentos, historias pequeñas que conviven simultáneamente y desde las cuales emergen nuevos sentidos, interpretaciones y horizontes hacia los cuales avanzar. La homogeneidad y el orden que pretendían establecer los metarrelatos han sucumbido para dar paso a un caleidoscopio de miradas, enfoques, juegos de lenguajes, en pocas palabras, un mundo mulicentral o plurinuclear.
[1] Jean-François Lyotard, La condición posmoderna (Argentina: Cátedra, 1991) 4.
[2] Jean-François Lyotard, La posmodernidad (explicada a los niños) (España: Editorial Gedisa, 2003), 29.
[3] Ibid., 30.
[4] Ibid., 31.
[5] Jean-François Lyotard, La condición posmoderna, 7.
[6] Ibid., 10.
[7] Ibid, 13.
[8] Ibid., 14.
[9] Ibid., 15.
[10] Jean-François Lyotard, La posmodernidad (explicada a los niños), 31.
[11] Ibid., 91.