(VI) El “Socialismo del Siglo XXI: Tomás Moulián(por Jan Doxrud)
Continuemos con el pensamiento de otro autor que propone una idea de socialismo para el siglo XXI, me refiero al sociólogo chileno Tomás Moulián y su libro sobre el “Socialismo del siglo XXI”[1]. Como los demás autores vistos, Moulián nos presenta un breve panorama de la situación actual. El siglo XX, escribe Moulián, finaliza con el despliegue triunfante del capitalismo de libre mercado o neoliberalismo que, al parecer, para Moulián serían sinónimos. El neoliberalismo de acuerdo Moulián es un sistema que permea todas las actividades humanas, es decir, no sólo lo económico, sino que también lo político, cultural y social. Añade que este sistema ha sido legitimado como si fuese un orden natural de las cosas, como si fuese la única alternativa, cuando en la realidad no es así. Además, la ideología neoliberal intenta demostrar que un capitalismo sin Estado protector, es la verdadera sociedad del bienestar donde las acciones microeconómicas se encuentran bajo la guía del “egoísmo” privado.
Moulián también denuncia otros fenómenos como la concentración de la propiedad, los procesos de externalización, la subcontratación, la flexibilización de los mercados laborales, la creación de la ficción del “homo economicus”, etc. También señala que se ha habido un olvido sobre las sospechas que este istema despertó en el siglo pasado, donde era percibido como un sistema injusto e irracional. Es justamente por esta razón que hay que regresar a Marx ya que tanto él como el marxismo representan la crítica más radical al sistema capitalista. “Marx mira al capitalismo como una forma de creación de riqueza que, al realizar sus potencialidades, se transforma en amenaza de la vida”[2]. Moulian identifica y nombra los principales elementos del sistema de creencias que legitiman el capitalismo contemporáneo.
-El primero es la creencia de que el derrumbe de los socialismos constituye un fenómeno terminado y universal.
-El segundo dice que el capitalismo se presenta como una necesidad, en cuanto a que constituye la única forma de desarrollo.
-El tercero señala que la competencia perfecta es la regla para el funcionamiento de los mercados y si tal mecanismo se le deja operar bajo esa lógica, traerá consigo bienestar social.
Frente a esto, Moulián ofrece algunas ideas claves que se deben tener en consideración. La primera idea consiste en concebir la historia como la obra colectiva de los seres humanos y no de la Providencia. La segunda idea se desprende de la primera, y es que aún quedan esperanzas de que la historia puede ser mejorada por medio de la acción mancomunada. La tercera idea señala que “lo que en un momento existe como orden social, aunque tenga el prestigio de la larga duración, de la tradición, no representa lo racional, sino un instante del devenir histórico”[3]. La última idea señala que el mundo social puede ser mejorado, por lo que cabe preguntarse acerca de si el orden actual es uno realmente bueno, es decir, que beneficie a la humanidad.
La propuesta de Moulián de un nuevo socialismo excluye tanto la tradición revolucionaria del siglo XX como las estrategias reformistas que intentan cambiar superficialmente algunos aspectos del capitalismo. El sociólogo chileno señala que tanto las estrategias revolucionarias como reformistas han resultado ser decepcionantes en lo que se refiere al logro de una democracia verdaderamente participativa. Es necesario aclarar que Moulián critica a los socialismos reales existentes, pero opina que tales regímenes no representaron al verdadero socialismo marxista o, al menos, al socialismo que él tiene mente. La tesis central de su libro, señala el autor, consiste en que fue un error pensar en al socialismo, la antesala de la emancipación, como la dictadura de clase. Moulián critica una idea clave del marxismo: la dictadura del proletariado. Sobre esto escribe el autor:
“Me parece que esa atribución de la universalidad a una clase particularidad, por muy verosímil que apareciera, castró la teoría del socialismo e influyó en la degradación histórica de los regímenes socialistas concretos. Me parece que ese error fue una consecuencia del horizonte histórico en el cual se creó la teoría marxista del Estado y de la democracia”[4].
Moulián añade que hubo una confusión dentro del marxismo entre la función genérica de dominación que tiene el Estado con la función particular de despotismo que puede ejercer este mismo. De acuerdo a lo anterior el sociólogo señala que tanto Marx como otros autores como Max Weber, “pusieron en evidencia que el Estado no realiza la razón universal sino que es un órgano de dominación, de imposición de intereses particulares”[5]. A esto añade: “Pero esto no significa que la función represiva directa defina a todos los Estados o, dicho de otro modo, que todos los Estados funcionen como despotismos”[6]. En resumen, tal confusión, explica Moulián, llevó a una simplificación extrema en la interpretación del silogismo “si todos los estados son una dictadura, el Estado de los trabajadores también debe serlo”[7].
Tenemos entonces que, en el caso de los socialismos reales, Moulián denuncia que estos en lugar de descentralizar el poder, lo que hicieron fue centralizarlo alrededor del Estado, convirtiéndose este último en un agente que ejerció un control total de todas las actividades humanas. En cuanto a los reformistas de izquierda del siglo XX, si bien no promovieron la igualdad social, sí fomentaron mayor libertad política y cultural. Un error de los reformistas fue l creer que el sistema capitalista podía reformarse, lo podían humanizar por medio de un rol más protagónico y activo del Estado. De acuerdo a esto, escribe Moulián:
“Creó la ilusión de que la humanización del capitalismo era posible como la resultante de la preocupación de las autoridades de los buenos gobiernos progresistas. El énfasis no se colocó en la iniciativa de los sujetos sociales, sino en el esfuerzo estatal. Esto significa que los protagonistas reales son los políticos profesionales que ocupan los cargos burocráticos y de representación….la política de crear un Estado social y una ciudadanía extensa devino en clientelismo o en corporativismo”[8].
Teniendo en cuenta las deficiencias tanto de los revolucionarios, como de los reformistas del siglo XX, el socialismo del siglo XXI debe tomar distancia de aquellos modelos y evitar caer en la estadolatría o culto al Estado. Este es un aspecto importante en Moulián y en el que insistirá a lo largo de su libro, me refieroa su postura libertaria o social-libertaria con respecto al Estado, lo que se traduce en llevar a cabo un proceso de desestatización. En palabras del autor:
“El mejor Estado es aquel desde donde se puede combatir contra el propio Estado, desarrollando la asociatividad de ciudadanos, trabajadores, productores”[9].
Más adelante señala:
“La lucha por el socialismo requiere del debilitamiento del Estado de la tradición occidental como lugar de la localización del poder político. Por ello el socialismo es democracia global, forma deliberativa de vida social y superación de la democracia como régimen representativo”[10].
La estrategia que propone Moulián para combatir al capitalismo y que constituya una alternativa a la estrategia revolucionaria y reformista, es la “transformación”. Lo que distingue esta estrategia de las otras dos es que no se busca tomar el poder del Estado para destruirlo desde adentro y sustituirlo por otra forma de opresión estatal, aunque esta sea esté encarnada en la “dictadura del proletariado”, como sucedió con los socialismo reales. Se diferencia de los reformistas en cuanto a que no busca humanizar al capitalismo, ya que desde la perspectiva del autor, resulta algo imposible de lograr. En palabras de Moulián la estrategia transformacional busca cambios “que se orientan contra el capitalismo, sus instituciones, su cultura y sus lógicas, buscando constituir una política de resistencia creativa…”[11].
Esta estrategia de transformación debe considerarse como gradual y a largo plazo, y no descarta la acumulación temporal de poder político en el Estado para poder implementar reformas legislativas. Pero lo medular, señala el autor, no es la conquista del Estado, sino que es la sociedad misma. El socialismo del siglo XXI debe entoncesreforzar las ideas libertarias y abandonar el “jacobinismo” o la “modalidad jacobina”, descrita por el autor como la tendencia espontánea a reforzar los aparatos que dirigen los hombres que se encuentran en la cúpula del poder, como portadores privilegiados de racionalidad. Para entender el socialismo del siglo XXI, Moulián señala que debemos pensar este nuevo socialismo en primer lugar, como socialización del poder político, en segundo lugar, como la instauración de una economía regida por la lógica de las necesidades y, en tercer lugar, como la creación de una cultura asociativa.
Examinemos brevemente cada unos de estos tres aspectos. En relación a la democracia participativa, Moulián aclara que su programa no conduce a una extinción material o histórica concreta del Estado, sino que busca que el Estado devenga semi -Estado mediante la socialización del poder político. Esto último se realiza por medio de un doble movimiento de fragmentación y esparcimiento. Por Estado Moulián entiende un instrumento de dominación que presenta tres características que justamente hacen de este, objeto de numerosas sospechas.
La primera característica se refiere a la administración del orden social donde privilegia los intereses particulares de ciertas clases. La segunda característica es que busca legitimar ese orden particular transformándolo en uno de carácter universal, respecto al cual pretende generar consenso. Por último, el Estado separa al pueblo del poder político, concentrándose este último en un grupo minoritario. Lo que busca entonces el nuevo socialismo, escribe Moulián, son nuevos órdenes sociales que se inspiren en el desasosiego y la crítica.
De acuerdo a esto, la lucha socialista afirma el carácter no natural ni racional de ese orden, pero también de todo otro orden. Regresemos ahora al tema de la democracia participativa. Moulián está en lo correcto al denunciar el carácter elitista de la actual democracia participativa que se fundamenta en el triple movimiento activo/inactivo/activo. Los políticos sólo les interesa la actividad de los individuos que conforman la sociedad en períodos de elecciones, tras el cual, se olvidan casi por completo de aquellos quienes les votaron. Otros autores han afirmado algo similar en el caso de los Estados Unidos, como Sheldon S. Wolin[12] y el estudio realizado por Martin Gilens y Benjamin I. Page[13]. De lo que se trata entonces es de romper el hechizo bajo el cual las personas creen que los políticos son efectivamente sus representantes o su “yo político”. La democracia participativa busca terminar con la despolitización de la sociedad, así como con el abismo que existe entre la política y la sociedad, y con la elitización de la política.
De acuerdo al autor, una democracia participativa materializada en una sociedad concreta supondría seis formas de arreglo institucional que, en síntesis, serían las siguientes.
1-Fragmentación del poder espacios participativos: no basta sólo la descentralización del poder, sino que hay que fragmentarlo, lo cual significa que los poderes medios o locales tengan un máximo de autonomía posible con la existencia de un Estado nacional. Tal fragmentación es igualmente necesaria tanto en países con diversidad desde un punto de vista étnico y religioso, como en aquellas sociedades más homogéneas. Lo importante es abrir espacios de discusión que fomenten la discusión política y sustituyan a los actuales espacios que sólo fomentan la despolitización y la indiferencia política, como es el caso de los malls o los estadios. En la democracia participativa la relocalización del poder político se materializa de manera federativa y los circuitos de poder deben encontrarse interconectados de manera tal que el conjunto de los ciudadanos no se vea aisladoy encapsulados en problemas de micropolítica, perdiendo contacto con la macropolítica.
2-Iniciativa popular en materia legislativa: terminar con el amplio abismo entre el representante y los representados, limitando la cesión de soberanía, a su vez por medio de la fragmentación del poder. Estrategias complementarias son la capacidad del cuerpo político de revocar a sus gobernantes y posibilitar la participación legislativa directa del cuerpo político. “La idea fuerza de una democracia con posibilidad deliberativa tiene realidad sólo si en el momento constituyente se produce un proceso de constitución de una voluntad política común, no unánime sino mayoritaria, respecto a procedimientos, finalidades globales y, en especial, respecto a la revisión del pacto fundamental”[14].
3-Democracia partidaria y politización de los debates: es importante legitimar nuevamente el rol de los partidos políticos que han sido últimamente cuestionados debido a su falta de democracia en su interior y a su interés de mantenerse más en el poder, y su desinterés por resolver problemas que afectan a la sociedad. Estos son temas que ya habían sido advertidos por Gaetano Mosca, Robert Michels, Wilfredo Pareto y autores posteriores. Para recuperar esta legitimidad, los partidos deben fomentar la democracia deliberativa, lo que significa que los mismos partidos deben terminar con las barreras rígidas que separan a los dirigentes de las bases. Los partidos deben transformarse en espacios abiertos de discusión y diálogo. Esto significa también evitar caer en primer lugar, en el peligro que representa la figura del caudillo carismático y, en segundo lugar, en convertir los problemas políticos en meros problemas técnicos.
4-Espacio público abierto y plural: Moulián insiste en la idea de concebir la política como algo más que rituales electorales. Hay que formar ciudadanos informados, interesados e involucrados en la política, y que puedan exponer y discutir sus ideas en espacios abiertos. También resalta la importancia que tienen los medios de comunicación que difunden información y, por lo tanto, construyen la verdad, la agenda pública, el qué y cómo se discute. De acuerdo a esto Moulian escribe: “Una sociedad deliberativa debe ser una sociedad informada. Por ello es básico el acceso pluralista a la propiedad y gestión de los medios de comunicación, para personas, partidos u organizaciones sociales”[15].
5-Resguardo de los derechos humanos: el autor señala que ninguna situación de peligrosidad social puede justificar que, en una democracia participativa, los presos estén sometidos a condiciones inhumanas y privados de medios de subsistencia básicos, tanto materiales como psicológicos. La democracia política debe, por lo tanto, borrar la palabra “disidencia política” de su diccionario, ya que es una palabra que proviene de la ilusión de que la sociedad es un cuerpo homogéneo desde el punto de vista ideológico.
6-Libertad personal frente a los problemas morales: dentro de una democracia participativa, la sociedad no es una de consenso sino que de discusiones. En tal sociedad no existe una moral común sino que discusiones morales. “Ni el Estado…tampoco las normas de derecho emanadas de los órganos legislativos, deben intentar determinar en ciertos temas el libre ejercicio de la conciencia moral de los individuos”[16]. Sólo es legítimo que instituciones o personas luchen por determinar la conciencia moral de otros cuando se realiza por medio de la argumentación que intente orientar al sujeto libre de tomar sus propias decisiones.
7-Espacio de lucha: Moulián señala que la construcción del nuevo socialismo no será el resultado de una revolución política o por medio de un golpe violento para apoderarse del aparato estatal, lo que significa que el nuevo socialismo se aleja de la ortodoxia o la tradición revolucionaria del siglo XX. Ejemplo de esto habría sido la “Vía chilena hacia el socialismo”. “El «nuevo socialismo» no trabaja con el modelo de una «revolución», tal como fueron las del siglo XIX y XX, ni con el modelo de una «dictadura», aunque sí pretende culminar una gran transformación, en parte ya iniciada por las luchas libradas dentro del sistema anterior”[17].
Terminamos con esta primera manera de pensar el socialismo del siglo XXI. Ahora continuaremos con una segunda manera de pensarlo, esto es, como la instauración de una economía dirigida por la lógica de las necesidades y de producción de “sujetos económicos”. Moulián define esta nueva economía por tres atributos. El primero es que la economía debe estar orientada hacia la satisfacción de necesidades, lo que implica romper con el hechizo de los economistas que hacen creer a las personas que la economía no debe estar necesariamente orientada a la reproducción de la vida, sino que debe estar orientada hacia la obtención de ganancias, ya que de esa manera se lograría de mejor manera satisfacer las necesidades básicas de las personas. Cuando el autor habla de necesidades, se refiere tanto a la reproducción material de la vida como al desarrollo de las facultades de la mente. No está de más decir que los criterios de necesidad varían de acuerdo al desarrollo de la civilización material a lo largo del tiempo. Moulián se refiere al problema de los incentivos en una economía orientada hacia las necesidades y sin acceso privado a la ganancia.
En tal economía, Moulián cree, tal como lo creyó el “Che” Guevara, que se pueden establecer incentivos de tipo moral y altruista. Un segundo aspecto de esta nueva economía es la combinación de la propiedad privada con la propiedad social. Moulián se muestra de acuerdo con la socialización de los medios de producción, lo cual sería distinto de la estatización en cuanto a que en el segundo la propiedad pasa a estar en manos de una burocracia y no en los productores. En cuanto a esta economía mixta que propone Moulián, esta no es la misma que predomina en el capitalismo de Estado, ya que las empresas no privadas son estatales, es decir, propiedad de una burocracia. La economía “mixta compleja” a la que se refiere Moulián, es aquella que combina un conjunto pequeño de empresas estatales con empresas privadas y empresas asociativas. Respecto a las empresas asociativas, Moulián distingue tres tipos.
La primera es la empresa accionaria de nuevo tipo en donde existen regulaciones que impiden la concentración de la propiedad, pero en donde existen canales reales de participación activa de los accionistas en la gestión de la empresa. En segundo lugar están las empresas cooperativas donde cada propietario posee una porción igual de la propiedad, lo que le da derecho a participar en la gestión de la empresa. En tercer lugar están las empresas cooperativas donde también los propietarios tienen porciones iguales de propiedad, pero con la diferencia de que todos los socios son trabajadores que gestionan la empresa colectivamente.
Otras características de esta nueva economía es la formación de sujetos económicos por medio de la participación de productores y consumidores en la gestión de la economía en distintos niveles, es decir, local, medio y nacional. Esta formación de sujetos económicos significa a su vez la politización de la economía. Moulián también hace referencia a otros aspectos, como la determinación del presupuesto en los distintos niveles, así como a la necesidad de planificar la economía. En relación a la presupuesto, tanto a nivel nacional como local, el autor señala que debería ser el resultado de una participación activa de la sociedad, que es la que discute temas sobre los egresos y gastos, y organizarse para tener poder incidir en las tomas de decisiones. De acuerdo al autor: “En la medida que la discusión de los presupuestos anuales a escala local, regional y nacional se socialice, se haga cada vez más amplia, tendremos más oportunidades para el desarrollo de «sujetos económicos» capaces de un cálculo racional y de abordar como ciudadanos activos los problemas económicos del país, substrayendo ese tema del exclusivo o prioritario tratamiento tecnocrático”[18].
En cuanto al tema de la planificación, Moulián no da muchos detalles de cómo podría llevarse a cabo. Afirma que la planificación ha sido víctima de un desprestigio por parte del neoliberalismo. En esto Moulián se distancia de otros autores acá examinados que consideran que el neoliberalismo actual se caracteriza por la excesiva intervención estatal. En relación a la planificación económica, Moulián afirma:
“El proceso de planificación no consiste en fijar centralmente un conjunto de metas y procedimientos obligatorios sino sólo la definición colectiva de los principales arbitrajes de finalidades, para que después los técnicos puedan realizar los arbitrajes de medios económicos. La planificación es entonces un proceso de deliberación respecto a fines en que se arbitra entre capas sociales, necesidades, zonas o regiones. Se trata de la actividad central de una economía politizada”[19].
[1] Tomás Moulián, El Socialismo del siglo XXI (Santiago: LOM ediciones, 2001).
[2] Ibid., 15.
[3] Ibid., 22.
[4] Ibid., 114.
[5] Ibid., 115.
[6] Ibid.
[7] Ibid.,116.
[8] Ibid., 110.
[9] Ibid., 111.
[10] Ibid., 117.
[11] Ibid.,112.
[12] Sheldon Wolin, Democracia S.A. La democracia dirigida y el fantasma del totalitarismo invertido (España: Katz Editores, 2008)
[13] Martin Gilens and Benjamin I. Page, Testing Theories of American Politics: Elites, Interest Groups and Average Citizens, Perspectives on Politics, vol. 2, Issue 03 (September 2014): pp 564-581.
[14] Tomás Moulián, El Socialismo del siglo XXI, 128.
[15] Ibid., 132.
[16] Ibid., 136.
[17] Ibid., 141.
[18] Ibid., 152.
[19] Ibid., 153.