El Desembarco en Normandía (1944)
La denominada “Operación Overlord”, nombre clave con que se conoció el desembarco masivo de tropas aliadas en las costas de Normandía en el norte de Francia, si bien no fue el mayor desembarco anfibio (en comparación con el desembarco en Sicilia), sí fue la más compleja operación llevada a cabo durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). ¿Qué llevó a los aliados a emprender tamaña operación? La respuesta: volver a poner pie en Europa continental y reabrir el frente Occidental.
Hay que tener consideración que hasta, por lo menos, 1941 la Wehrmacht (ejército alemán) era símbolo de una verdadera máquina de guerra imparable. Hitler había comenzado una campaña expansionista que implicó la anexión de Austria, la invasión de los sudetes checos y posteriormente la invasión del resto de Checoslovaquia, y en 1939, tras un pacto de no agresión con la Rusia comunista de Stalin, invadió Polonia. Posteriormente Hitler continuó su campaña bélica contra los países de Europa occidental por medio de sus blitzkrieg o guerras relámpago imprimiéndole así a la guerra un dinamismo que había carecido la Primera Guerra Mundial (1914-1918), caracterizada por las guerra de trincheras. Hitler conquistó Noruega, Dinamarca, Holanda, Bélgica, Francia y las últimas tropas inglesas, belgas y francesas lograron huir del continente en la famosa Operación Dinamo (1940). Hacia 1941 el dictador alemán era dueño de Europa. Por su parte, Estados Unidos no entraba a la guerra e Inglaterra estaba completamente aislada, sin aliados y destruida tras la Operación León Marino, donde si bien Hitler no pudo ocupar la isla, sí logro destruir las ciudades inglesas.
En 1941 Hitler lanzaría la Operación Barbarroja, nombre que designaba la invasión a la Unión Soviética por medio una guerra relámpago enorme en dirección a Leningrado, Moscú y Ucrania. Stalin, tras su período de ensimismamiento por la traición de su aliado nazi, tuvo que llevarse durante un largo tiempo el peso de la guerra luchando con los nazis en el frente oriental. El año 1941 también marcaría la entrada de los Estados Unidos a la guerra tras el ataque japonés a la base naval en Pearl Harbor (Hawai). Inglaterra pudo respirar con un poco más de tranquilidad ya que la Rusia comunista ya no era aliada de la Alemania nazi y Estados unidos finalmente había ingresado a la guerra.
El año 1942 significarían duros golpes, aunque aún no fatales, para la Wehrmacht, que sufrió derrotas en El Alamein (Egipto) en el norte de África, donde los Afrika Korps de Rommel fueron derrotados por las fuerzas de Bernard L. Montgomery. Con aquella victoria, los nazis no pudieron controlar el Canal de Suez y los alemanes fueron definitivamente expulsados de Africa. La battalla de Stalingrado marcó el fin del avance alemán en Rusia y el mito de la máquina de guerra alemana comenzó a difuminarse. Hacia 1943 los aliados fueron avanzando desde el norte de África hacia Sicilia y de ahí a Italia. Pero hacia el año 1944 Alemania aún tenía asegurado el frente occidental, donde existía una valiente resistencia por parte de partisanos, pero ninguna amenaza real al ejército en su conjunto. Stalin ya comenzaba a reclamar e incluso a sospechar sobre por qué los aliados no abrían el frente occidental.
Ya situados en el año 1944 pasemos a examinar la Operación Overlord. El historiador inglés, Richard Overy, explica los distintos problemas que hacía complejo llevar a cabo una operación para reabrir el frente europeo. Hacia 1943 el poderío militar estaba siendo utilizado en escenarios como el Pacífico y el norte de África. Además, el Canal de la Mancha, que separa el continente europeo de Inglaterra, era un mar imprevisible. A esto hay que añadir las poderosas defensas costeras que tenían los soldados alemanes. Overy señala que los aliados no contaban con la suficiente cantidad de lanchas para efectuar un desembarco, pero tal situación cambió hacia 1943. Pero existía otro problema que obedecía más bien a la coordinación entre las fuerzas aliadas.
Como escribió Overy: “Las primeras batallas no se libraron en las playas de Normandía, sino alrededor de la mesa de negociaciones”[i]. Overy se refiere a las diferencias que existían entre norteamericanos e ingleses. Existió una discusión de suma importancia que versaba sobre el lugar donde se realizaría el desembarco: el paso de Calais, más cercano a Inglaterra, o la zona comprendida entre la zona del Sena y la península de Cotentin, en Normandía. La ventaja que presentaba la segunda alternativa eran de tipo climática, estaba menos defendida (en comparación con Calais) y contenía el valioso puerto de Cherburgo. Los estadounidenses apoyaron esta segunda opción mientras que los ingleses apoyaban el desembarco en Calais. Overy explica que fue gracias a la mediación de Lord Louis Mountbatten que logró prevalecer la opción norteamericana, pero este sería un episodio más de las desavenencias que habrían en el futuro.
En una reunión en Quebec (1943) continuaron las conversaciones donde los británicos aceptaron con reticencia la “Operación Overlord”. Winston Churchill también se opuso al plan y proponía invasiones en otros lugares como los Balcanes, Yugoslavia o Italia. En la Conferencia de Teherán (1943) el presidente estadounidense F. D. Roosevelt se reunió con Stalin (Teherán estaba controlada por los soviéticos) y Churchill. Ahí, Roosevelt explicó el plan a Stalin y el líder comunista se mostró a favor de este y rechazó la idea de Churchill de una operación en el Egeo.
Tenemos que para 1943 ya estaba decidido el lugar de desembarco y también que sería Estados Unidos el que lideraría la operación. Aquí entra en escena Dwight D. Eisenhower quien tuvo que lidiar fuertes personalidades a la hora de tomar decisiones importantes. En palabras de Williamson Murray y Allan R. Millett:
“El alto mando aliado representó uno de los pocos casos de la historia en que unos aliados cooperaron de verdad para alcanzar objetivos más amplios. Gran parte del mérito fue de Eisenhower. Si Ike merece el honor de que se le califique de «grande«, es debido a que supo llevar a los generales que estaban bajo su mando, un grupo de egomaníacos cascarrabias y disfuncionales como no se había visto en ninguna otra guerra”[ii].
El día del desembarco (Dia D) tuvo que ser aplazado ya que fue necesario aumentar el número de fuerzas invasoras. Finalmente se optó por el 5 de junio y el momento del ataque sería a las 5.58 de la mañana.Los líderes aliados tenían varios desafíos que determinarían el triunfo o fracaso de la “Operación Overlord”. Overy destaca tres. En primer lugar estaba la capacidad de mantener el ritmo de abastecimiento de la cabeza de playa aliada, de manera que en la operación la fuerza naval tendría un rol fundamental. En palabras de Overy: “De hecho, la campaña era sólo posible si se contaba con un gran poderío naval. Pese a la atención que los historiadores han prestado a la batalla en tierra de Normandía, Overlord fue un ejemplo clásico de la famosa máxima del almirante Mahan en el sentido de que el mar gobierna la tierra”[iii].
El segundo desafío era la capacidad de restringir la concentración de reservas alemanas después del Día D. Para ello los aliados tuvieron que recurrir al poderío de la fuerza aéreo. Escribe Overy: “Eisenhower estaba convencido de que la única forma segura de retrasar la concentración de fuerzas alemanas era causar daños tan graves en el sistema de comunicaciones francés que los movimientos de tropas que debieran hacerse en unas horas tardasen días”[iv]. En lo que respecta a los resultados de esta operación escribe el historiador británico:
“Los resultados de la campaña de bombardeo que precedió a la invasión fueron diversos. El tráfico ferroviario civil descendió acusadamente, pero los equipos móviles de reparación alemanes lograron que los transportes ferroviarios siguieran funcionando para las prioridades militares. El verdadero éxito se obtuvo en la campaña final de lo que se denominó «inhabilitación«, es decir, la destrucción de puentes y túneles que comunicaban la zona de invasión con el este”[v].
El tercer desafío que era ocultar a los alemanes y a los espías que tenían en Inglaterra sobre la dirección y el momento de la invasión. Para ello, los aliados recurrieron al engaño, que se implementó a través de un plan que recibió el nombre de “Bodyguard”. Este plan consistía en persuadir a los alemanes que los Aliados atacarían cruzando la parte más estrecha del canal de la Mancha, entre Dover y Calais. Para hacer esto y engañar a los espías, se ordenó al First United States Army Group (FUSAG), al mando del general George S. Patton, que se apostaran en Dover. Los alemanes debían creer que los Aliados invadirían Calais.
¿Qué sucedía en el bando alemán? Hitler se había preocupado de ordenar que se construyera un impenetrable sistema de defensa en el norte de Francia, lo que se conoció como la “Muralla del Atlántico”, que incluía alrededor de quince mil puntos fuertes defendidos por lanzallamas y ametralladoras. El mariscal de campo Gerd von Rundstedt era quien tenía bajo su mando a unas cuarenta y seis divisiones en total. También estaba presente en la región el mariscal decampo Erwin Rommel. A pesar de estar de acuerdo en algunos aspectos, existían algunas diferencias entre Rundstedt y Rommel tal como lo explican Murray y Millett:
“Tanto Rommel como Rundstedt creían que el Paso de Calais era el objetivo probable de una invasión aliada, pero había una diferencia clave en sus opiniones respectivas sobre cómo había que defender la Fortaleza Europa. Rundstedt creía que las fuerzas blindadas debían permanecer alejadas de las regiones costeras con el fin de ejecutar un fuerte contraataque . Rommel, consciente de la abrumadora superioridad aérea y logística de los anglo-norteamericnaos, argüía que los alemanes debían derrotar a los aliados en las playas o la campaña y la guerra estarían perdidas”[vi].
Hitler optó por una vía media y dejó un ejército de reserva compuesto por cuatro divisiones lejos de las costas. Al respecto escribe Overy:
“La decisión de Hitler hizo que una defensa frágil resultase todavía más débil: las divisiones móviles de la reserva no eran suficientes para surtir el efecto devastador que Rundstedt quería y muchas de ellas se encontraban demasiado lejos de la costa para luchar contra los invasores en las playas. Los mismos Aliados no hubieran podido disponer las fuerzas alemanas de forma más favorable para ellos”[vii].
Regresemos con los aliados. Se decidió que el ataque se realizaría en cinco playas. El Primer ejército estadounidense desembarcaría en Utah y Omaha. Los británicos desembarcarían en Gold, Juno y Sword. Una vez en tierra, el siguiente objetivo conquistar la ciudad de Caen, atravesarían Bretaña en dirección a Paris. Finalmente comenzó la invasión. Como explican Williamson y Millet, participaron más de 7.000 barcos de la marina guerra, 138 barcos de guerras (acorazados y destructores), barcos, lanchas de desembarco y embarcaciones anfibias que sumaban 4.000. Las fuerzas de tierra iban en 805 cargueros que incluían petroleros y barcos de municiones. A esto hay que sumar 59 barcos de bloqueo que formarían los rompeolas para los dos puertos artificiales. En cuanto al poderío aéreo los aviones militares sumaron 11.590 más las tropas aerotransportadas.
Rundstedt y Rommel se vieron en apuros y se entrevistaron con Hitler en la “Guarida del Lobo II” en Margival, donde le plantearon la idea de batirse en retirada y defender un frente a lo largo de los ríos Loira y Sena. Hitler se negó dos veces ante estas peticiones. Finalmente Hitler sustituyó a Rundstedt por Günther von Kluge, quien con el tiempo se vería en la misma situación desesperada que el de su antecesor. Por su parte, Rommel se vio forzado a abandonar definitivamente el frente de combate cuando su auto fue ametrallado en la carretera por un avión. Mientras tanto Hitler hacía oídos sordos a la solicitud de Kluge de batirse en retirada. Günther von Kluge se encontraba además en una posición poco favorable ya que tras el atentado contra Hitler (1944) en Rastenburg (Prusia Oriental), resultó que algunos de los culpables eran cercanos al mariscal. Finalmente Hitler lo destituyó y mandó a llamar a Kluge a Berlín, pero en el vuelo el militar alemán se habría suicidado utilizando cianuro aunque hay otra versión que señala que habría sido asesinado por un miembro de la SS Jürgen Stroop. Kluge fue sustituido por Walter Model, héroe de la retirada en el frente oriental.
Los Aliados fueron gradualmente penetrando en el continente, donde se les sumó el ejército FUSAG del general Patton, y fueron liberando Paris y Bélgica. Comenzó la carrera hacia Berlin entre los Aliados por el oeste y las tropas rusas por el este. Las tropas rusas llegaron primero a Berlin, pero no pudieron obtener su trofeo, pues Hitler se había suicidado y su cuerpo había sido quemado hasta no quedar rastro de este (y el de su esposa Eva Braun).
Las claves del éxito de los Aliados, escribe Overy, se debe, en primer lugar, al valor incalculable que significó el poderío aéreo para los ejércitos invasores (avituallamiento, reconocimiento, apoyo, destrucción de comunicaciones enemigas). En segundo lugar cabe destacar el engaño a través del despliegue del FUSAG en Dover. Overy también destaca los factores que explican el fracaso alemán en defender la costa. La primera causa fue que la marina alemana fue barrida por el poderío naval aliado. La segunda causa fue el debilitamiento del poderío de la fuerza aérea alemana cuya participación en la batalla fue insignificante. Por último, hubo un exceso de confianza en la muralla del Atlántico que, en realidad, resultó ser no tan resistente.
Ninguna guerra es deseable, pero ciertamente el desembarco en Normandía perseguía derrotar a un enemigo peligroso y que desde 1941 había comenzado una política de Estado que establecía que judíos, gitanos y homosexuales debían ser exterminados. Los mismo había sucedido con los discapacitados y con los opositores al régimen nazi. La Operación Overlord fue el último punto de quiebre que marcó el final del sueño de Hitler de establecer el Reich de los mil años. Lo que se celebra cada mes de junio en las playas de Normandía es el fin de uno de los regímenes más criminales de la historia y el sacrificio de miles de vidas de soldados que lucharon por aquel objetivo.
[i] Richard Overy, Por qué ganaron los aliados (España: Tusquets, 2005), 189.
[ii] Williamson Murray y Allan R. Millett, La guerra que había que ganar (España: Editorial Crítica, 2004), 459-462.
[iii] Richard Overy, op. cit., 200.
[iv] Ibid., 202.
[v] Ibid. 203-204.
[vi] Williamson Murray y Allan R. Millett, op. cit., 457.
[vii] Richard Overy, op. cit., 211.