15/15-Apuntes sobre Immanuel Kant. Filosofía de la historia y años finales de Kant(por Jan Doxrud)

15/15-Apuntes sobre Immanuel Kant. Filosofía de la historia y años finales de Kant(por Jan Doxrud)

Finalicemos con la filosofía de la historia de Kant. Esto lo expuso en un ensayo en 1784 como respuesta un comentario publicado en un periódico que señalaba que la idea favorita de Kant era que la meta de la carrera humana era el establecimiento de una constitución perfecta, y que desde esa perspectiva correspondía que un “historiógrafo filosófico” escribiese una historia de la especie humana que mostrase si los seres humanos se han acercado o no a esta meta. El ensayo de Kant llevaba el título de “Idea de una historia universal en sentido cosmopolita”.

De acuerdo con Kant, tal historiografía sería posible si se asume que la naturaleza tiene ciertas características. De acuerdo al filósofo había que tener una cierta idea de la Naturaleza para de esa manera poder concebir esta historia universal en sentido cosmopolita. Kant defiende una concepción teleológica de la Naturaleza que es un requisito necesario para la historia del progreso de la humanidad. La libertad es otro punto central y Kant distingue entre la libertad de la voluntad y el mundo natural de los fenómenos.

La historiografía para Kant es una disciplina que interesa por la secuencia temporal de los fenómenos. La historiografía debe descubrir un curso regular dentro del juego de la libertad humana, “que pudiera ser interpretado al nivel de la especie como una evolución progresiva y continua. Tal progresión regular y continuada no sería achacable a ningún objetivo racional de la humanidad, sino que habría que adscribirla a la Naturaleza misma[1]. Para Kant debe haber un principio rector que permitiese configurar la historia del libre juego de la voluntad humana a gran escala, esribe Kuehn.

Kant formula nueve proposiciones. La primera señala que  todas las disposiciones naturales de una creatura están destinadas a desarrollarse alguna vez de manera completa y adecuada. En el segundo principio señala que las disposiciones naturales que apuntan al uso de su razón se deben desarrollar completamente en la especie humana y no en los individuos. Esto se debe a que nuestras vidas son demasiado breves y la razón en una creatura “significa aquella facultad de ampliar las reglas e intenciones del uso de todas sus fuerzas mucho más allá del instinto natural, y no conoce límites a sus proyectos[2].

Pero como escribió Kant esta misma no actúa instintivamente son que necesita de tanteos, aprendizaje y ejercicio, para de esa manera poder progresar. “Por esto, cada hombre tendría que vivir un tiempo desmedido para poder aprender cómo usar a la perfección de todas sus disposiciones naturales…”[3]. Sería necesario una serie de generaciones para que se transmitan unas a otras sus conocimientos. En la tercera proposición señala que la Naturaleza ha querido que el hombre logre completamente de sí mismo todo aquello que sobrepase el ordenamiento mecánico de su existencia animal y que participe de otra felicidad que el mismo se ha procurado por medio de la propia razón.

La cuarta proposición dice que el “medio del que se sirve la Naturaleza para lograr el desarrollo de todas sus disposiciones es el antagonismo de las mismas en sociedad, en la medida en que ese antagonismo se convierte a la postre en la causa de un orden legal de aquellas”. Kant entiende por “antagonismo”  la “insociable sociabilidad”, es decir, la inclinación del ser humano a formar sociedad, pero por otra parte tal inclinación va de la mano con la tendencia del hombre a aislarse. Aunque las personas sean incapaces de soportarse mutuamente, los unos no pueden prescindir de los otros ya que busca ser reconocidos, honores o poder. Como escribió Kant:

El hombre quiere concordia; pero la Naturaleza sabe mejor que le conviene a la especie y quiere discordia. Quiere el hombre vivir cómoda y plácidamente pero la Naturaleza prefiere que salga del abandono y de la quieta satisfacción, que se entregue al trabajo y al penoso esfuerzo para, por fin, encontrar los medios que le libren sagazmente de esta situación[4].

La quinta proposición dice que el mayor problema de la especie humana, a cuya solución le fuerza la naturaleza, “consiste en llegar a una sociedad civil que administre el derecho en general”.  De acuerdo a Kant, “una sociedad en que se encuentre unida la máxima libertad bajo las leyes exteriores con el poder irresistible, es decir, una constitución civil perfectamente justa, constituye la tarea suprema que la Naturaleza ha asignado a la especie humana…”[5].

Otro problema es el que describe en la sexta posición y es que el hombre es un animal que cuando vive entre sus semejantes necesita de una amo o señor. “Necesita un señor, que le quebrante su propia voluntad y le obligue a obedecer a una voluntad valedera para todas, para que cada cual pueda ser libre”[6]. Este amo o señor se escoge de la misma especie humana, lo cual es una tarea extremadamente compleja, ya que “este señor es también un animal que necesita, a su vez, un señor”.

Más adelante continúa:

El jefe supremo tiene que ser justo por sí mismo y, no obstante,  un hombre. Así resulta que esa tarea es la más difícil de todas; como que su solución perfecta es imposible; como una madera tan retorcida como es el hombre no se puede conseguir nada completamente derecho[7].

Existe otro problema para la instauración de una constitución civil que es la que describe en la séptima proposición, sobre el  problema de establecer una legal relación exterior entre los estados. Aquella misma insociabilidad que forzó a los seres humanos a entrar a entrar en comunidad, es causa de que cada comunidad, en sus relaciones exteriores, “como Estado en relación con otros Estados, se encuentre en una desembarazada libertad y, por consiguiente, cada uno tiene que esperar de los otros ese mismo mal que impulsó y obligó a los individuos a entrara en una situación civil legal”[8].

En la octava proposición, que es consecuencia de la anterior, Kant señala que se puede considerar la historia de la especie humana en su conjunto como la ejecución de un secreto plan de la Naturaleza, “para la realización de una constitución estatal interiormente perfecta, y con este fin, también exteriormente, como el único estado en que aquella puede desenvolver plenamente todas las disposiciones de la humanidad”[9].

La novena y última proposición Kant escribió que un ensayo filosófico “que trate de construir la historia universal con arreglo a un plan de la Naturaleza que tiende a la asociación ciudadana completa de la especie humana, no sólo debemos considerarla como posible, sino que es menester también que lo pensemos en su efecto propulsor[10].

Con este ensayo Kant pretende demostrar que la autonomía moral y racional sobre las inclinaciones individuales y egoístas. Pero tengamos que Kant desarrolla esta filosofía de la historia completamente desconectada del plano empírico.

 

VII-Años finales

 Kant fue de aquellos filósofos que alcanzó gran fama en vida y muchas personalidades que se dirigían a Königsberg deseaban verlo o asistir a sus clases. Uno de los más famosos de estos visitantes fue el filósofo Johann Gottlieb Fichte (1762-1814). Fichte estudió teología y jurisprudencia en Jena, Leipzig y Wittenberg entre 1780 y 1784. Como tutor privado enseñó la filosofía kantiana. En Königsber (1791), Fichte no quedó impresionado por las clases de Kant, las cuales las encontró un tato adormiladas.

Él quería tener un intercambio más serio y personal. El pretexto fue escribir en seis semanas su Crítica de toda revelación, que posteriormente se lo mostró a Kant y este último lo consideró suficientemente bueno para que fuese publicado. Llegando hacia finales del siglo XVIII los años se le vinieron encima a Kant. Tanto sus facultades física como intelectuales comenzaron a deteriorarse. Además muchos de sus amigos habían fallecido, por lo que sus tertulias filosóficas al igual que sus clases en la universidad llegarían a su fin. Kuehn retrata como su memoria a corto plazo comenzó a fallar, no así la de largo a plazo, lo que tuvo como consecuencia que nuestro filósofo comenzara a vivir más de sus épocas pasadas. Kant era consciente de este deterioro gradual de sus facultades por lo que comenzó a anotar lo que debía hacer para no olvidarse.

Finalmente tuvo que ser  Ehregott Andreas Wasianski, quien fue amanuense de Kant y diácono en Königsberg quien se hizo cargo de los cuidados de él en sus últimos años y  de su patrimonio que ascendía a unos 2.000 táleros. Para 1803 Kant ya no podía caminar por sí mismo, sus facultades olfativos y gustativas también se deterioraron.

La hermana de Kant terminó ocupándose de su hermano mayor por seis meses y,  de acuerdo a Wasianski, ella lo cuidó con ternura fraternal, siempre manteniéndose cerca de él e intentando no perturbarlo. A finales de su vida Kant ya no era capaz de reconocer a quienes le rodeaba, apenas podía comer y articular palabras. Fuel 12 de febrero de 1804 cuando el más importante filósofo de su siglo falleció a las 11 de la mañana, de acuerdo a Wasianski, de manera no violenta.

No cabe duda que la filosofía occidental no puede prescindir de la figura de Kant, ya que marcó un antes y un después. Fueunl gran genio filosófico que no se veía desde los griegos. Su aporte en la teoría del conocimiento es vital al destacar la relevancia que tenía el sujeto en el proceso de la organización de su interacciones con el mundo que lo rodea. Como sucede con cualquier otro  autor vistos, las críticas que se realizan a Kant, se hacen teniendo en cuenta las palabras de Ludovico Geymonat:

“…todo pensador debe ser juzgado históricamente, o sea, por referencia a su época y a la situación cultural en ella dominante. Esto significa que el valor de un filósofo o de un científico deberá buscarse no tanto en aquello en lo que sus teorías se corresponden o no con las presentes, sino en la contribución que supo aportar entre sus contemporáneos al progreso del pensamiento”[11].

Con Kant entra el sujeto como protagonista en la construcción del conocimiento, ya que este, a diferencia de Descartes, no necesita de Dios para asegurar  la existencia del mundo externo.  Sir Geoffrey Warnock destacó dos cualidades de Kant que explican su encumbramiento a la fama. En primer lugar era muy penetrante en el sentido de que era capaz de ver un problema intelectual en algo que previamente había sido considerado como dado y, por ende, no ser digno de ser estudiado.

De esa manera, continúa Warnock, Kant tenía la extraordinaria capacidad de ver donde estaban los problemas, de captarlo ahí donde los demás no veían nada o algo no digno de ser estudiado. Sin duda esta capacidad es uno de los regalos filosóficos más fundamentales. En segundo lugar, explicaba Warnock, Kant era extremadamente bueno en ver como la totalidad de sus argumentos calzaban o encajaban unos con otros. Era muy consciente de no contradecirse, de que lo que escribiese en una página tuviese sentido con lo que escribiese en otra.

Como bien dijo Warnock, esto se debe al profesionalismo metódico de Kant que hace parecer que toda su empresa filosófica estaba constantemente bajo su control, haciendo ver a autores de la talla de Locke, Berkeley o Hume, como amateurs.  Por su parte, Ludovico Geymonat destaca que el sistema kantiano “representa unos de los más geniales esfuerzos realizados por el pensamiento humano para resolver los máximos problemas de la filosofía, y que la seriedad que lo anima constituye aún hoy uno de los modelos más instructivos para cualquier estudioso[12].

Las argumentaciones de su Critica delimita el terreno entre la ciencia y la metafísica, así como la ciencia y la religión. Además, Kant dejó una herencia que sus supuestos “sucesores” se encargarían de distorsionar, me refiero al “yo pienso” kantiano. Kant no concibe el yo como sustancia, sino que como función en acto y así, el pensamiento no resulta según ella un atributo del sujeto, sino que se identifica con el sujeto mismo. Si Descartes pensaba que la ciencia de la naturaleza no podía sustentarse por sí sola sin necesidad de la metafísica, Newton llegó a la conclusión contraria, es decir, que la física no necesitaba de la metafísica e incluso ella sola bastaba como punto de partida para explicar todo en cuanto nos rodea.

Kant por su parte concluyó que ambos pertenecían a diferentes ámbitos y que las ciencias de la naturaleza no necesitaban de la metafísica así como la metafísica no necesitaba de las ciencias. Kant también se encargó de establecer los límites de la razón para así frenar los excesos en los que esta cae. De esta manera Kant logró dar un duro golpe, entre otras cosas, a las famosas pruebas a favor de la existencia de Dios.

Kant, como todo gran pensador tiene fieles adherentes, quienes supieron reconocer su gran legado, así como sus límites, como fue el caso de Schopenhauer y otros que se han concentrado en desmitificar la figura de este pensador. Como crítica, y en palabras del físico y pensador argentino, Rolando García (1919-2012), lo que no sobrevivió de Kant a los avances de la ciencia fue la explicación que ofreció en su Crítica de la Razón Pura acerca de cómo la interacción entre el sujeto (razón humana) y el objeto generan nuestro conocimiento del mundo físico.

https://www.theneweuropean.co.uk/everyday-philosophy-on-kants-birthday/

Kant creyó haber logrado construir un puente entre racionalismo y empirismo a través de una síntesis de acuerdo con la cual las categorías del entendimiento y las intuiciones puras organizan el material recibido por las impresiones sensoriales, ordenándolas en el espacio y el tiempo, y estableciendo sus relaciones causales. Pero cabe preguntarse, ¿Qué ha sucedido con la ciencia desde la época de Kant? Kant tuvo que regirse por la ciencia de aquella época, donde el espacio y el tiempo eran absolutos, y eran en estos donde ocurrían los fenómenos.

Por ejemplo Leibniz, a diferencia de Newton, no concebía que el espacio fuese absoluto (defendía la teoría relacional), pero lamentablemente estar en aquella época contra Newton era como contradecir a Aristóteles en pleno siglo XIII. Fue complejo abandonar la idea del espacio considerado como un escenario o sustancia homogénea (imperceptible para los sentido) que existe en sí misma, independiente de nosotros, una suerte de s  trasfondo que permite la existencia: es donde suceden eventos y se localizan objetos.

No sólo la física ha cambiado desde la época de Kant, sino que también la lógica ha cambiado y dado un paso más allá de la de Aristóteles. Incluso la geometría ya no es la misma. Veamos esto con un poco más de detalle. Como escribió Rolando García, la teoría del conocimiento de Kant se basó en la ciencia de la época: Aristóteles, Euclides y Newton.

Lamentablemente para Kant la ciencia no es inmutable y desde entonces se han llevado a cabo importantes progresos. El físico, geodesta, astrónomo y matemático Carl Friedrich Gauss (1777-1855) y otros, como los matemáticos János Bolyai (1802-1860) de origen húngaro y  Nikolái Lobachevski (1792-1856) de Rusia lograron de manera independiente grandes avances en geometría no euclidiana, lo que tuvo como consecuencia el “derrumbe de la concepción del espacio como síntesis  priori, al introducir por primera vez la distinción entre las geometrías como disciplinas teóricas, de las cuales hay una pluralidad, y el espacio físico cuyas características no podían ser descubiertas por pura especulación filosófica sino ser establecidas por la ciencia empírica[13].

Lo mismo podemos decir de la lógica formal que sufrió una transformación total que tuvo su etapa culmine con personajes como Gottlob Frege y Bertrand Russell. Mario Bunge por su parte sitúa a Kant dentro de los contrarrevolucionarios, junto a Berkeley y Hume, es decir, aquellos que se opusieron a la cosmovisión mecanicista y materialista que parecía ensombrecer la visión del mundo, como sostuvieron posteriormente los románticos.

De acuerdo con Kant el mundo está hecho de apariencias, de fenómenos que son percibidos por el sujeto, quedando el noúmeno o la cosa en sí fuera de nuestro alcance. De acuerdo con Bunge, el mundo dependería de los seres sensibles y sin estos no habría universo. Así Bunge, citando al sociólogo Norbert Elias (1897-1990), señala que el sujeto de conocimiento kantiano, encerrado en su concha apriorística, jamás se abriría a la cosa en sí, siendo este sujeto un homo clausus.

De esta manera, Kant es un subjetivista que en lugar de dar la naturaleza por sentada y preguntarse cómo es posible el conocimiento de esta, se pregunta cómo es posible la propia naturaleza, y su respuesta fue que es por medio de la constitución de nuestra sensibilidad. El espacio, el tiempo y la causalidad son otras de las víctimas del fenomenismo de Kant, tal como escribió Bunge:

De hecho, Kant las declara subjetivas, aunque necesarias para la experiencia y, por ende, previas a ella (…) según Kant, no podemos experimentar sonidos, olores, colores o texturas salvo con esas categorías a priori como trasfondo. Así mismo, el plan de Kant no admite las leyes de la física y la química, puesto que estas solo interrelacionan propiedades primarias de entidades materiales[14].

Más allá de las críticas de las cuales ningún pensador está exento, la influencia de Kant fue enorme.  Sólo para mencionar algunos pensadores influidos por su doctrina: Karl Leonhard Reinhold, Johannn Gottlieb Fichte, Friedrich Schelling, Georg Wilhelm Hegel y Arthur Schopenahuer. En el siglo XX el pensamiento kantiano reemergió a través de la Escuela de Marburgo con personajes emblemáticos como Ernst Cassirer o Paul Natorp. La influencia de Kant también se ha dejado sentir en el derecho, por ejemplo, en la “Teoría Pura del Derecho” de Hans Kelsen y en el ámbito de la pedagogía (constructivismo).

Existe un escrito de Kant que siempre seguirá vigente, ya que los seres humanos todavía no estamos a la altura de cumplir lo que Kant pedía (cabe decir que Kant tampoco). Más allá de los complejos escritos de Kant sobre moral o teoría del conocimiento, está aquel  escrito mencionado que constituye uno de los mensajes más potentes de este pensador y que servirá como una constante advertencia para nosotros: el que seamos capaces y tener el coraje de hacer uso de nuestro propio entendimiento, hacer uso responsable de nuestra propia libertad: ¡Sapere Aude!



[1] Manfed Kuehn, op. cit., 406.

[2] Immanuel Kant, Filosofía de la Historia (México: FCE), 43.

[3] Ibid.

[4] Ibid., 48.

[5] Ibid., 49.

[6] Ibid., 50-51.

[7] Ibid., 51.

[8] Ibid., 52.

[9] Ibid., 57.

[10] Ibid., 61.

[11] Ludovico Geymonat, Historia de la filosofía y de la ciencia (España: Crpitica), 435.

[12] Ibid., 435.

[13] Rolando García, El conocimiento en construcción. De las formaciones de Jean Piaget a la teoría de los sistemas complejos (España: Editorial Gedisa, 2000),18.

[14] Mario Bunge, A la caza de la realidad. La controversia sobre el realismo (España: Editorial Gedisa, 2007), 87.