13/39- La Guerra Civil Española . Del Gobierno Provisional al Primer Bienio, 1931-1933 (por Jan Doxrud)

13) La Guerra Civil Española . Del Gobierno Provisional al Primer Bienio, 1931-1933 (por Jan Doxrud)

La situación religiosa continuaba siendo tensa pero esta vez la Iglesia pasó a la defensa. Ricardo de la Cierva justifica el uso de concepto de “Cruzada” como una reacción contra la hostilidad de la República. Sobre este tema comenta el historiador español:

“El 23 de enero de 1932, de acuerdo con el absurdo precepto constitucional, la República suprime por decreto a la Compañía de Jesús (…) Se ordena el cierre de todos los colegios y residencias y el cese de la vida en común; se procede a la incautación de los bienes de la orden. Naturalmente que con carácter preventivo, Azaña suspende al diario católico El Debate, con lo que la Ley de Defensa de la República se convierte en «Ley de Defensa del Atropello». 

 En 1933 se estableció la Ley de Confesiones y Congregaciones”, dictada “en ejecución de los artículos 26 y 27 de la Constitución de la República española”. En el Título Preliminar podemos leer lo siguiente:

Artículo 1.º La presente ley de Confesiones y Congregaciones religiosas, dictada en ejecución de los artículos 26 y 27 de la Constitución de la República española, será el régimen de esta materia en todo el territorio español, y a ella se ajustará estrictamente toda regulación ulterior de la misma por decreto o reglamento.

Título I 

Art. 2.º De acuerdo con la Constitución, la libertad de conciencia, la práctica y la abstención de actividades religiosas quedan garantizadas en España.

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Art. 3.º El Estado no tiene religión oficial. Todas las Confesiones podrán ejercer libremente el culto dentro de sus templos. Para ejercerlo fuera de los mismos se requerirá autorización especial gubernativa en cada caso.

Título IV

Art. 20. Las Iglesias podrán fundar y dirigir establecimientos destinados a la enseñanza de sus respectivas doctrinas y a la formación de sus ministros.

La inspección del Estado garantizará que dentro de los mismos no se enseñen doctrinas atentatorias a la seguridad de la República.

Títiulo VI

Art. 29. Las Ordenes y Congregaciones religiosas no podrán ejercer comercio, industria ni explotación agrícola por sí ni por persona interpuesta. No tendrán el carácter de explotación agrícola los cultivos por parte de aquellas comunidades que justifiquen destinar los productos para su propia subsistencia.

Al respecto comenta de la Cierva:

La Ley de Congregaciones marcó el apogeo de la persecución en la República, pero señaló también el principio de la Cruzada. ¿Por qué evitar este nombre, si así fue la realidad? El mismo día de la funesta Ley los obispos españoles, al amparo de Roma, firmaron allí una tremenda carta colectiva contra el «laicismo agresivo» de la República”. 

Un evento importante fue la “Sanjurjada” del 10 de agosto de 1932, nombre con el que se conoce el fracasado levantamiento militar liderado por el general  José Sanjurjo (1872-1936). El militar fue apresado y amnistiado, salvándose de la muerte. Sanjurjo partió finalmente al exilio. A pesar del fracaso del levantamiento la figura de Sanjurjo comenzaría a ganar adeptos entre los enemigos de la República. Junto al sentimiento de triunfalismo, la República tomó medidas ante este levantamiento persiguiendo a quienes creía, habían sido los responsables: los monárquicos. El 13 de agosto, señala de la Cierva,  se suprimió la dirección general de Carabineros, que era el cargo de Sanjurjo, así como también sel IV Tercio de la Guardia Civil de Sevilla que se había adherido a Sanjurjo. También se emprendió la reforma agragria pero, como señala el historiador, de acuerdo a la nefasta costumbre de zaña: con un ánimo de venganza.

Sanjurjo

Sanjurjo

El Primer Bienio llegaría a su fin con la caída de Azaña. La razones son variadas pero un en especial jugó un rol fundamenta y fue su manejo y respuesta a los disturbio que se fueron generando. Ricardo de la Cierva afirma que Azaña había perdido contacto con la realidad:

“Manuel Azaña, encerrado en sí mismo y endiosado por sus aduladores y su propia autoestima, había perdido, desde principios del año 1933, su capacidad de información y buena parte de su sentido político”.

Pero como señalamos, fueron los disturbios, promovidos por agrupaciones como la Federación Anarquista Ibérica (FAI) la cual proclamó el comunismo “libertario” en la cuenca del Llobregat en Cataluña. Como deja entrever de la Cierva, Azaña no supo leer correctamente lo que ocurría e interpretó el hecho como una intromisión de la Rusia soviética en contra de la República. Pero sucedía que los anarquistas eran enemigos declarados de los socialistas y comunistas. Así, y como señala de la Cierva, al parecer, la proclamación del “comunismo libertario” habría confundido al gobierno. 

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El hecho fatídico fueron los “Sucesos de Casas Viejas” en  enero de 1933. En esta localidad de “Casas Viejas”, ubicada en la provincia de Cádiz, algunos campesinos anarquistas decidieron fundar su propia utopía anarquista. Atacaron un puesto de la Guardia Civil, tras lo cual se enviaron refuerzos para reprimir la sublevación. Los hecho terminaron con una  una choza incendiada – donde se refugiaban los sublevados – por orden del capitñan Manuel Rojas de la compañía de Asalto. Al respecto comenta de la Cierva:

El capitán Rojas decide dar un escarmiento a la aldea y ordena una razzia. Doce desgraciados analfabetos y desnutridos son arrojados a culatazos frente a la choza humeante. Los guardias contemplan el cadáver de su compañero. Un gesto equívoco en uno de los pobres presos y los doce caen acribillados. El delegado gubernativo forma a la fuerza y la arenga. Termina con un viva a la República”. 

Esto fue un duro golpe a la figura de Azaña, a lo cual había que añadir la oposición interna que sufría tanto desde la izquierda como desde la centro-derecha. De acuerdo a  Raymond Carr, las consecuencias a largo plazo de los sucesos de Casas Viejas terminaron por derribar el gobierno de Azaña en septiembre de 1933

Junto a esto, Azaña recibió otro duro golpe que fue la derrota en la elección de vocales para el Tribunal de Garantías, en donde los vocales eran electos por voto popular. El resultado fue, del total de 15 vocales, 5 de los electos era adeptos al gobierno y 10 “ enteramente hostiles” comenta de la Cierva. Finalmente Alcalá-Zamora solicita la dimisión de Azaña y este decide no seguir aferrándose al poder.

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Otro hecho importante es que la centro-derecha  lograría formar una coalición que le llevaría al poder, tras las elecciones de 1933, iniciando así el  Segundo Bienio (1934-1936). Este estuvo liderado por el Partido Radical de Alejandro Lerroux y  la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), bajo el liderasgo de José María Gil-Robles

Regresando al Primer Bienio (1931-1933),  el político y economista español, Ramón Tamames, señala fueron 7 los grandes problemas que no lograron resolverse en el Primer Bienio:

1-Frecuentes alteraciones del orden público. 

2-Conflictivas relaciones Estado-Iglesia.

3-Reforma inacabada del Ejército 

4-Tensiones nacionalistas/separatistas. 

5-Insuficiente reforma agraria.

6-Falta de política anticrisis.

7-Amenaza latente del fascismo. 

Mussolini ya había llegado al poder en Italia en 1922

Mussolini ya había llegado al poder en Italia en 1922

Sobre el desempeño político durante el Primer Bienio, Tamames explica que son comunes  los alegatos de que gobernantes del primer bienio, y sobre todo Manuel Azaña, “podrían haberlo hecho mejor”. De acuerdo al político y economista español, si no lo hicieron mejor se debe a que carecían de experiencia en las tareas de gobierno, con la excepción de personajes  históricos como Niceto Alcalá Zamora y Miguel Maura y,  en cierto modo, el socialista Largo Caballero. Así concluye Tamames:

“Pero sin desdeñar ese alegato, lo cierto es que faltó la visión histórica de lo que era más necesario: un profundo cambio social para forjar una República social y políticamente estable”. 

Stanley Payne es menos benigno en su evaluación de este Primer Bienio (1931-1933) señalando que que las izquierdas habían  rechazado cualquier idea de consenso desde el comienzo. La razón de esto era su  creencia de que podrían controlar la República de manera perpetua, puesto que la concebían  como “suya”. Esto los llevó a preparar una ley electoral de mayorías “con la falsa idea de que eso les garantizaría la victoria en todas las elecciones”. Pero, añade estadounidense, cuando quedó de manifiesto que no era así, “regresaron los intentos de manipulación anticonstitucional y la revuelta armada”.