2/39- La Guerra Civil Española: El debate en torno al conflicto (por Jan Doxrud)

2) La Guerra Civil Española: El debate en torno al conflicto (por Jan Doxrud)

Por otra parte, tenemos que el bando “nacional” era heterogeneo, de manera que no cabe utilizar un rótulo reduccionista – como “fascismo”– para simplificar tal heterogeneidad. Designarlos como “fascistas” es un error y es no entender en qué consiste el fascismo. Es decir, el hecho de que Mussolini haya ayudado a Franco no hace de este último un fascista. Y el hecho de que Franco se haya transformado en un dictador no lo convierte tampoco en un fascista puesto que no toda dictadura militar (o cívico-militar) es necesariamente una de carácter fascista (como fue el caso de la dictadura de Pinochet en mi país, Chile). Pero ya he dedicado varios artículos al tema del fascismo por lo que no me extenderé sobre ello. Otra cosa diferente es aseverar que existían grupos fascistas dentro de este bando, puesto que de hecho fue así y, ejemplo de esto, fue José Antonio Primo de Rivera (1903-1936), fundador de la Falange Española. 

Como señala Stanley Payne, al final, esta guerra civil no enfrentó a buenos contra malos, sino que de malos contra malos. Y , quienes conozcan un poco de historia sabrán que hay varios ejemplos como estos, es decir, de luchas de “malos contra malos”: Hitler contra Stalin o Sadam Hussein contra el fanatismo religioso de Ruhollah Jomeini.

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El historiador español,  Ricardo de la Cierva (1926 - 2015),  explica en su libro “Brigadas Internacionales 1936-1939 (al cual me referiré más adelante), que el alzamiento militar de julio de 1936 en contra de la “República” suele presentarse como un fenómeno sin raíces, “aislada totalmente de un contexto sociopolítico y,por supuesto, de un contexto histórico”. Así, el historiador español también hace referencia al mito de que la guerra civil fue el resultado de los “generales”, apoyados por las oligarquías reaccioanrias junto al clero, los cuales habrían derribado a una “República” sostenida por el “pueblo” español. Continúaba de la Cierva relatando este mito como sigue:

“La Edad Media triunfaba sobre la apertura al futuro; la democracia se hundía frente al fascismo; el progreso sucumbía ante la reacción”.

Pero tal relato solo resulta ser fruto de la propaganda y del pensamiento mágico. Sin entrar en detalles, tenemos que, en primer lugar fueron, de los 21 generales, sólo 4 se sublevaron (Franco, Goded, Cabanellas y Queipo de Llano). En segundo lugar esta guerra no fue una entre la República y el “pueblo” en contra del ejército y, menos aún, fue una “guerra de clases”, entre ricos y pobres. Como señala de la Cierva, aceptar esto es saltarse tanto la estadística como la realidad. De acuerdo al historiador habría sido una guerra entre el Ejército y el pueblo en contra del Ejército y el pueblo. En la introducción de  otro libro del autor titulado“Historia de la Guerra Civil Española”, plantea – a propósito de los 70 años del conflicto – sobre el desconocimiento, por parte de las nuevas generaciones, sobre la guerra civil. Peor aún, los medios han desorientado y engañado sistemáticamente a la juventud española. A esto añade de la Cierva:

“Porque si bien se habla generalmente sobre la guerra de España desde la ignorancia y la mentira, a veces por parte de historiadores que se dicen profesionales, resulta paradójicamente que todos los problemas históricos de nuestra guerra civil están, a estas alturas, cabalmente resueltos”.

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De acuerdo al historiador español,  una de las principales razones de tales mentiras y manipulaciones del conflicto se debe a que este terminó el 1 de abril de 1939, es decir, 5 meses comenzaba la Segunda Guerra Mundial. Pero ¿qué relacióne xiste entre estos dos acontecimientos se pregutnarña el lector? El historiador explica que, por pereza mental y propaganda, buena parte de la opinión pública identificó los bandos de la guerra civil con los bandos de la Segunda Guerra Mundial. Así, se establece que Hitler y Mussolini ayudaron a Franco en la guerra pero, por otro lado, se olvida que también recibió ayuda de Estados Unidos e Inglaterra. 

Pero el tema de fondo es homologar dos temas que no son homologables. Como bien afirma de la Cierva, la guerra civil en España no fue una lucha entre fascismo y democracia, así como tampoco entre fascismo y comunismo. La razón de lo anterior es que los fascistas eran una pequeña minoría en la zona comandada por Franco y, por otra parte, el bando republicano, si bien no era democrático, no era un régimen comunista. Entendiendo esto se comprende otro hecho y es que el levantamiento militar de julio de 1936, no fue un golpe antiodemocrático. 

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En palabras del autor, se trató más bien de un “movimiento cívico-militar”. Tal movimiento no se alzó en contra de la República democrática sino que contra el Frente Popular “que se había apoderado de ella merced a un pucherazo electoral el 16 de febrero de 1936 y que desde entonces había convertido la convivencia en un caos, como reconoció el mismo Presidente de la República don Manuel Azaña”.

El ya mencionado historiador español,  Enrique Moradiellos, también se refiere a aquella representación de la guerra civil entendida como un mito de combate heroico de vida o muerte entre 2 bandos contendientes. El autor nos previene de aquellas simplificaciones dicotómicas y maniqueas, tal como la representó el  poeta José María Pemán (1897-1981), para quien las dimensiones nacionales y religiosas habrían constituido aspectos medulares y que habrían terminado por abrir un abismo entre “2 Españas”. También cita Moradiellos el caso del primado de la Iglesia, Isidro Gomá o del canónigo magsitral de Salamanca,Aniceto de Castro Albarrán, quienes representaban la guerra civil como una pugna entre el marxismo-bolchevismo y la nación española, defensora de la cultura cristiana.

Tal visión maniquea, señala el mismo autor, también fue adoptado por el otro bando el cual, no apelaría a aspectos nacionalistas o religiosos, sino que a aspectos clasistas, así como político-ideológicos. Así los elementos reaccionarios, conservadores, monárquicos e incluso “fascistas” se levantaron en contra la República, la cual representaría el progresismo y al “pueblo” español. Tal relato dualista continuaría siendo desarrollado , una vez finalizada la guerra civil, por el bando vencedor. En palabras de Moradiellos, la interpretación de la guerra civil como una gesta heroica y maniquea fue particularmente intensa en el bando franquista y, no así, en el bando vencedor. 

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En el caso de estos últimos, comenta Moradiellos, sus divisiones internas así como geográficas en el exilio “crearon dificultades casi insalvables para conformar una visión unitaria y compartida del fenómeno bélico más allá de su mínima condición de guerra antifascista”. Por su parte, el bando franquista, en su necesidad de justificar la insurrección armada, continuó defendiendo la idea de la “Cruzada de liberación”. De hecho Moradiellos cita dos obras propagandísticas clave como fue el caso de  “Historia de la Cruzada Española”  ( dirigida por el periodista Joaquín Arrarás Iribarren) publicada en 8 volúmenes entre 1939 y 1943, y la “Síntesis histórica de la Guerra de Liberación”, publicada por el Servicio Histórico Militar del Estado Mayor General del Ejército en 1968.

Moradiellos destaca que el mayor logro de la investigación historiográfica reciente es haber demostrado que es inadecuado utilizar el esquema binario y maniqueo para comprender la guerra civil. Citando las palabras del historiador español, Julián Casanova, Moradiellos nos señala la España de ese momento no estaba dividida únicamente en izquierda y derecha, oligarcas y pueblo o socialistas y cedistas. En lugar del anterior esquema, se debe considerar que dentro de la guerra civil hubo otras muchas guerras paralelas y latentes. Así como algunos optan por la tesis de las “2 Españas” otros, en cambio” hablan de “3 Españas”, representadas por las “Tres R”: Reformismo, Revolución y Reacción, tan propio de aquella época post crisis de 1929.  

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Ahora bien, el mismo historiador aceptaría hablar de “2 Españas” en un sentido más estricto, de manera que la división surgida en julio de 1936 tomó cuerpo sobre la base de una España dual que se había articulado desde un punto de vista geográfico, productivo, ocupacional y de poblamiento. Con esto, Moradiellos se refiere a aquella España urbana – con su eje Madrid-Barcelona-Valencia) y la España rural – conformada por el bloque noroccidental desde Galicia a Aragón, pasando por Navarra y Castilla la Vieja. Cada una de estas mitades diferían en lo que respecta a las actividades económicas, estructura ocupacional, niveles de alfabetización y sistema de valores. No obstante lo anterior, Moradiellos advierte que la existencia de esta España dual no puede trasponerse al plano político y de actuación, puesto que en estos últimos ámbitos el panorama era más complejo. En palabras del autor:

Porque sobre la base física de esas dos Españas no surgían dos proyectos políticos con sus respectivos apoyos sociales, sino tres núcleos de proyectos políticos muy distintos y antagónicos: el reformista democrático; el reaccionario autoritario o totalitario; y el revolucionario colectivizador”.