1/39- La Guerra Civil Española: El debate en torno al conflicto (por Jan Doxrud)

1) La Guerra Civil Española: El debate en torno al conflicto (por Jan Doxrud)

En esta larga serie de artículos que iré publicando a lo largo de este año,  abordaré los años previos al comienzo de la  “Guerra Civil Española” (1936-1939), es decir, desde 1930 a 1936. El escrito se dividirá en 2 partes. La primera  aboradará las polémicas, debates e interpretaciones en torno al tema de la guerra civil. Una segunda parte explicará de manera no exhaustiva los años previos que llevaron a que estallara el conflicto. Por ende, por ahora, no me referiré a la guerra en sí, ni a las campañas militares, aunque sí dedicaré un espacio al tema de la reacción e influencia extranjera en el conflicto, los niños y maestros españoles  en el exilio soviético y, por último, las Brigadas Internacionales. 

A lo largo de esta segunda parte recurriré a distintos estudiosos con diferentes tendencias ideológicas y, por ende, con visiones en muchas ocasiones contrapuestas sobre el tema en cuestión. Como podrá percatarse el lector a medida que avance en la lectura, quien escribe no mantendrá una postura neutral y dejará entrever su acuerdo con ciertos autores y su desacuerdo con otros. No obstante lo anterior y como ya señalé, igualmente presentaré las distintas perspectivas frente al conflicto.

Por último, no está de más añadir que este es un escrito destinado a quienes no tienen mayores conocimientos sobre la guerra civil que tuvo lugar en España. Por lo tanto, que sirvan estos artículos como primer escalón para que, posteriormente, el lector pueda continuar profundizando en el tema y los muchos subtemas sobre la Guerra Civil en España. A lo largo de estos artículos presento también a una serie de nombres de algunos estudiosos sobre el tema (de diversas tendencias ideológicas) que servirán de guía al lector a la hora de querer adentrarse en los autores y libros sobre el conflicto.

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Parte I: El debate en torno a la Guerra Civil en España

El politólogo y catedrático español, Alberto Reig Tapia,  explica que la guerra civil es  un fenómeno todavía vivo y que continúa presente en el imaginario colectivo de no pocos españoles y de muchos extranjeros. Añade que tanto la guerra como sus secuelas y, tanto Franco como el franquismo, son temas recurrentes e inagotables. Continúa señalando:

“Toda la historia contemporánea española está «marcada» por la Guerra Civil, y semejante herida seguirá haciéndose notar no sólo en los estudios de ámbito más especializado, sino en otros de tipo cultural o artístico, como evidencia la abundante memoria literaria y de la imagen existente sobre la Guerra Civil” 

Por su parte, el historiador español  Ángel Viñas, en “La Guerra Civil española, una visión bibliográfica”, explica que este conflicto siempre había tenido un carácter ideológico y simbólico y que, en numerosos aspectos, fue “la gran confrontación sistémica contra el fascismo”. Desde este punto de vista, para Viñas, la guerra civil nunca fue exclusivamente española.

En el colegio o en la universidad, se nos suele enseñar y presentar la “Guerra Civil Española” como la “antesala” de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), como el escenario que fue testigo de la lucha entre los ideales fascistas, por un lado, contra el “mundo libre” por el otro. El historiador Paul Preston, va incluso más allá cuando escribió:

“(…) la Guerra Civil civil española ha quedado grabada a fuego en la conciencia europea, no solo como el ensayo de una guerra a escala mundial que se iba a producir más tarde, sino como un presagio de la apertura de las compuertas de una nueva y horrible forma de guerra moderna, universalmente temida”.

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Por su parte el Francois Furet  escribió en su libroEl pasado de una ilusión. Ensayo sobre la idea comunista en el siglo XX (1995):

La guerra de julio de 1936 concentra y simplifica las pasiones políticas del siglo: las hace heroicas por la acción armada; las amplifica por el antifascismo a la escala de Europa y del mundo. Por último, reduce la complejidad a dos bandos: fascistas y antifascistas”.

El historiador español, Enrique Moradiellos, explica en su libro “1936. Los mitos de la Guerra Civil”(2004)  la relevancia de la guerra civil:

“(…) la guerra civil también arrastra una cualidad notable y reveladora: el fenómeno histórico español de mayor trascendencia internacional en los dos últimos siglos por su intensa repercusión exterior, sobrepasando incluso a los otros tres hitos que podían hacerle mínima sombra y competencia: la Guerra de Independencia frente a Napoleón en 1808-1814; el Desastre  colonial y la guerra hispano-norteamericana de 1898; y la pacífica transición política de la dictadura franquista a la democracia entre 1975 y 1978”.

Dentro de este contexto, España habría sido una suerte de microcosmos en donde se habría generado una confrontación entre el bando  “republicano”  que (supuestamente ) defendía la democracia, en contra de un levantamiento militar que (supuestamente) representaba el fascismo, el conservadurismo y el monarquismo. En resumen, por un lado tenemos las fuerzas republicanas “progresistas” contra  las fuerzas “reaccionarias” representadas por los militares, fuerza   cuya encarnación sería la figura de militar (supuestamente) “fascista”: Francisco Franco (1892-1975).

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Este conflicto también fue representado en su momento como una suerte de  guerra religiosa o una cruzada  en donde se combatía, en nombre de la civilización occidental, a fuerzas enemigas representadas por el bolchevismo, la masonería y el judaísmo y, en donde Franco (supuestamente), se erigía en el “centinela de Occidente”. También se suele presentar este conflicto con ciertos tintes románticos, en donde se relata la historia de aquellos jóvenes voluntarios idealistas que se alistaron en las “Brigadas Internacionales” para defender a la (supuesta) “República” de la agresión “fascista” (digamos que ser idealista y estar dispuesto a morir por una “causa” no son cualidades que, en sí mismas, sean signas de admiración)

Pero sucede que tales relatos resultan ser bastante reduccionista, sesgados y, por lo demás, falsos. Lo anterior se debe, en primer lugar, a que el bando republicano estaba lejos de ser un bloque homogéneo en donde reinaba la unidad, en donde existían intereses comunes y solidaridad ideológica. Como exclamaba el historiador francés  François Furet (1927 - 1997)  en el ya mencionado libro, escribió sobre el bando antifascista:  “Si pasamos al otro bando ¡cuantas ideas y partidos contradictorios vemos bajo el signo del antifascismo!”.

Con esto, Furet se refería a que tal alianza republicana o que se autoproclamaba como “antifascista” – contrincantes de los sublevados de julio de 1936 –  incluía a actores como la FAI, el PCE y el PSOE, en donde ninguno brillaba por sus credenciales republicanas, democráticas y liberales.  En virtud de lo anterior, Furet afirma acertadamente que la guerra civil que comenzó en 1936 no podía ser entendida  como una en donde se enfrentaban a dos bandos: fascismo contra antifascismo. De acuerdo a esto, resulta problemático hablar de un  “bando republicano”. Será mejor hablar del Frente Popular y, ciertamente, muchos de sus partes que lo componían se situaban en las antípodas de los ideales de una genuina república liberal, enmarcada dentro de un Estado de Derecho, pluripartidismo, un sistema de frenos y contrapesos y la existencia de una Constitución que garantizara los derechos fundamentales. 

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En una reciente entrevista con el diario ABC España, el economista y político, ex miembro del PCE,  Ramón Tamames (n. 1933),  da a entender que existe una cierta  idealización de la “República” por parte de ciertos sectores políticos. Frente a esto, Tamames afirma que la República fue la preparación de la guerra. Reconoce que tenía “ ideas sanas de Democracia, de cultura y de redistribución de renta”, pero añade lo anterior lo hicieron todo bastante mal y la consecuencia fue la creación de una división dentro del país, lo que habría lugar a la Guerra Civil. Añade que también la extrema izquierda  “hizo lo posible para que hubiera una guerra”,  como fue el caso de Largo Caballero, el “Lenin español”, y Emilio Mola, en el bando nacional. En palabras de Tamames: “Esos son los verdaderos responsables de la guerra: Franco se apuntó cuando no había otra salida”.

Los conceptos anteriormente señalados, propios de las democracias liberales,  eran completamente ajenos a colectividades como el  Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM),  al Partido Comunista Español (PCE),  así como también dentro de las filas  Partido Socialista Español (PSOE). Basta contar con algunos conocimientos básicos sobre la ideología marxista-leninista para entender que en materia política, la democracia, la libertad, el pluralismo, el constitucionalismo y el Estado de Derecho son palabras que no forman parte de su universo conceptual. Así lo plantearon en la teoría y así demostraron también hacerlo en la práctica. Es un hecho que la izquierda marxista-leninsta ha demostrado ser (es y será), siempre y en todo lugar totalitaria, esa es su vocación y así lo han demostrado cuando han acaparado el poder total. 

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En lo que respecta al tema de las “Brigadas Internacionales” (que trataremos más adelante), estas distaban bastante de ese panorama romántico de jóvenes idealistas amantes de la democracia y la libertad. Si bien hubo genuinos idealistas que creyeron luchar contra el avance del fascismo en Europa, la verdad es que muchos de los brigadistas eran marxistas-leninistas, dogmáticos e intolerantes , que  luchaban contra el “fascismo” en nombre de otra ideología igual o peor. Por lo demás, los brigadistas estaban lejos de ser un grupo solidario entre sí, dándose muchos casos de fuertes roces por motivos étnicos, ideológicos y nacionalistas.  

Por ende, el bando “republicano” (o frente populista) no era ni siquiera republicano, ni democrático, ni liberal,  puesto que sus elementos internos no adherían a esos ideales. Igualmente, tales ideales fueron utilizados como  meras banderas de lucha que ocultaban otras agendas ideológicos totalitarias.  Como escribió el historiador estadounidense,  Stanley Payne,  entender este conflicto como una sublevación contrarevolucionaria  contra la “democracia” (representada por la República) es solo ser caer en  la propaganda diseñada por la izquierda. Así, lo que aconteció, señala Payne, fue una rebelión “contra la erosión total de la democracia, porque, si se hubiera mantenido la democracia constitucional, nunca se habría producido una sublevación de importancia”. 

En suma,tenemos que, si por un lado habían movimientos que querían llevar a cabo una revolución  en España, estos debieron ( y lo hicieron) esperar una  contrarrevolución,  pero sucedió que está última resultó ser más potente y fanática de lo que los revolucionarios esperaban.

Como explica Payne sucede que en muchas ocasiones, cuando estalla una contrarrevolución ( como la militar dirigida por Franco ), esta no implica únicamente anular la revolución, de manera que, como ya señaló Joseph de Maistre, la contrarrevolución no se reduce a ser “lo contrario a una revolución” . Lo anterior significa que la contrarrevolución pasa a convertirse en una “revolución opuesta” que, con el tiempo, trae consigo su propio proyecto de cambios (como sucedió, en el caso de Chile, con las reformas en los ámbitos económico, educativo, previsional y salud) .

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