3/13-Rusia: de la Revolución de Febrero de 1917 a la dictadura de Octubre. Destruyendo mitos (III). (por Jan Doxrud)

3/13-Rusia: de la Revolución de Febrero de 1917 a la dictadura de Octubre

Por su parte, el historiador Sean McMeekin señala  en su libro “Nueva historia de la  revolución rusa” que existen profundos desacuerdos en torno al significado de 1917, debido a que en  ese año “funesto” hubo dos revoluciones en Rusia. En primer lugar tenemos la de Febrero que derrocó a la monarquía y abrió un interregno de gobiernos mixtos, liberales y socialistas. En segundo lugar tenemos la de Octubre que puso fin a la anterior, y en donde el partido bolchevique de Lenin “impuso una dictadura comunista y proclamó la revolución mundial contra el «capitalismo» y el «imperialismo»”. Lamentablemente fue la ya mencionada interpretación marxista de la revolución la que logró imponerse y que, como señala McMeekin, incluso fue aceptada por los historiadores no marxistas (al menos el marco interpretativo marxista). En palabras del historiador:

“Como los bolcheviques eran marxistas , ha sido el lenguaje marxista el que durante mucho tiempo ha dado color a nuestra forma de entender la Revolución rusa: de la idea de la lucha de clases entre «proletarios» y clases gobernantes «capitalistas» a la evolución dialéctica desde una revolución «burguesa» hasta una socialista”.

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En su libro destaca la relevancia de figuras, a veces infravaloradas, como las de Rasputín, Mijaíl Rodzianko, el Presidente de la Duma, así como también la de personajes más célebres como Stalin y Trotsky. En cambio, la figura de Lenin fue irrelevante tanto en la insurrección de 1905 así como también en la de febrero de 1917, aunque fue esta última la que hizo que pusiera sus 17 años en el exilio y decidiera regresa a Rusia con la ayuda del Segundo Reich alemán. Incluso, añade el mismo autor, la figura de Lenin apenas atrajo la atención de la policía zarista hasta su regreso a Rusia en abril de 1917. Concluye que, de no haber sido por sus contactos, Lenin hubiera tenido un impacto modesto en la escena política. A esto añader McMeekin: 

“Lenin y los bolcheviques no desempeñaron ningún papel digno de mención en el derrocamiento del zar: este fue un regalo inesperado del destino que les pilló por sorpresa y que parecía una burla, si tenemos en cuenta las pretensiones de determinismo histórico del marxismo; pero, en último término, fueron sus beneficiarios”. 

Una vez que Lenin se hizo con el poder comenzó la imposición gradual pero violenta de la doctrina marxista a la población y quienes se opusieran a la nueva dictadura serían eliminados bajo el rótulo de “contrarrevolucionarios” o “enemigos del pueblo”. Es por ello que, como bien señala McMeekin, este proceso llevado a cabo por Lenin y sus cercanos estuvo en las antípodas de ser una revolución “proletaria” que derrocó  a la “burguesía” gobernante.

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El tema de las revoluciones resultan ser, sin duda alguna, interesantes y apasionantes. Son procesos que en su momento abrieron las esperanzas de miles de personas que veían el inicio de un mundo mejor y de los cuales emergían una serie de mitologías gloriosas y una serie de personajes caracterizados por buscaban “purificar” ( lo cual implicaba también asesinar) la sociedad de todos los males. Pero, tristemente, la realidad demostró algo bastante diferente. Las revoluciones pueden mostrar la bondad del ser humanos pero, ciertamente, muestran también el lado más criminal y animal del ser humano que da rienda a sus emociones desligadas completamente del control racional. Autores como el historiador e intelectual  Edward H. Carr (1892 - 1982)  afirmaba, ingenuamente, a comienzos de 1980 que la revolución de octubre había sido el primer desafío abierto al sistema capitalista. 

No bastando esto, Carr añadía que la revolución en Rusia podía ser considerada como consecuencia y causa del declinar del capitalismo. Pero, como ya es costumbre el resultado es que los intelectuales que profetizan la muerte del capitalismo (como Carr) fallecen y el capitalismo continúa mutando, adaptándose y adquiriendo nuevas formas. Así, es este sistema económico el que ha resultado ser revolucionario, algo que ya Marx había destacado en su Manifiesto. En fin, las revoluciones pueden ser motivo de celebración y orgullo, siempre y cuando no se esté en el bando de los vencidos. También las revoluciones suelen contar con el apoyo de numerosas personas, claro que a condición de observalas bien de lejos, sin la posibilidad de ser víctimas del proceso revolucionario que siempre termina por devorar a sus propios hijos. Pero resulta ser común juzgar las revoluciones por sus ideales y consecuencias, pero no en virtud de los costos humanos. Como bien afirma Pipes, las revoluciones posteriores a 1789 han planteado las cuestiones éticas más fundamentales.

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Con esto último, Pipes plantea una serie de problemáticas que aquí las formulamos a manera de preguntas:

-¿Es apropiado destruir instituciones construidas por ensayo y error a lo largo de siglos en aras de sistemas ideales? 

-¿Tenemos derecho a sacrificar el bienestar y aun la vida de nuestra generación en aras de generaciones que todavía no han nacido?

-¿Es posible remodelar al hombre hasta hacer de él un ser perfectamente virtuoso?

Ya he dedicado algunos artículos sobre el concepto de revolución por lo que no me extenderé en este tema. Sin embargo conviene rescatar las palabras de Sheila Fitzpatrick quien escribió acertadamente que todos los revolucionarios son fanáticos entusiastas y utópicos  que sueñan con fundar un nuevo orden en donde que erradicada la explotación y las injusticia. Pero, por otro lado, esos mismos revolucionarios se caracterizan por su intolerancia al disenso, por tener una visión maniquea del mundo (muy propia de la cosmovisión de Marx y su materialismo histórico y dialéctico) y ser destructivos, violentos y suspicaces. Sumado a esto se caracterizan por ser poco realistas e inexpertos en materia de gobierno, de manera que sus instituciones y procedimientos resultan estar marcados por la improvisación. A esto añade:

“Padecen de la embriagadora ilusión de representar la voluntad del pueblo, lo cual significa que dan por sentado que este es monolítico (…desprecian todas las tradiciones, conceptos heredados, íconos y supersticiones. Creen que la sociedad puede ser una tabula rasa sobre la que se escribe la revolución”.

Fin parte 3 de 13