1/13-Rusia: de la Revolución de Febrero de 1917 a la dictadura de Octubre. Destruyendo mitos (I) (por Jan Doxrud)

1/13- Rusia: de la Revolución de Febrero de 1917 a la dictadura de Octubre

“El ejercicio sistemático del terror de Estado dista con mucho de ser un invento bolchevique; sus antecedentes se remontan a los jacobinos franceses. Aun así, la diferencia entre la práctica jacobina y la de los bolcheviques es tan abismal en este sentido que bien puede concedérsele a estos últimos el mérito de haber inventado el terror. Baste con decir que la Revolución francesa culminó con el terror, mientras   que la rusa comenzó con él.  Al primero se lo ha tildado de «un breve paréntesis», un hecho «a contracorriente» dentro de la tendencia general; el Terror Rojo constituyó desde un principio un elemento fundamental del régimen, que aunque experimentó oscilaciones, nunca desapareció del todo, planeando como un nubarrón oscuro y permanente sobre la Rusia soviética”. 

  Richard Pipes. La Revolución Rusa.

 

Introducción

En esta serie de 13 artículos abordaré los hechos acontecidos en Rusia entre los meses de febrero y comienzos de octubre de 1917. En otras palabras me centraré en la revolución de febrero de 1917 y aquellos sucesos que desembocaron en la posterior toma del poder por parte de los bolcheviques bajo el mando de Lenin. Por ende, trataremos de lo que podríamos considera como la “verdadera revolución” – la de febrero – y dejaremos por ahora fuera la posterior apropiación del poder por parte de los bolcheviques y la construcción de una dictadura totalitaria bajo la nefasta figura de Lenin y que serviría de modelo represivo para futuros dictadores de diversas tendencias ideológicas.

A pesar de que lo anterior no constituye una novedad (y debería ser una obviedad a estas alturas), igualmente  persiste el mito y  la mentira de que hubo una revolución bolchevique en octubre de 1917 (se nos habla de la revolución de febrero “y” la de octubre). Este mito fue alimentado desde un comienzo por la propaganda comunista, en donde Serguéi Eisenstein (1898-1948) nos presentaban aquel hecho “glorioso” como la toma del Palacio de Invierno que, en realidad, fue cualquier cosa menos una proeza revolucionaria y militar (pero la revolución necesitaba contar con su propia toma de la Bastilla). Como bien lo resume el historiador Sean McMeekin:

Pese a la violencia cruel y empobrecedora de sus políticas, los bolcheviques eran maestros de la propaganda y su dramática historia sedujo a millones de personas en todo el mundo gracias a cronistas partidarios como John Reed. El éxito de ventas de Reed, Diez días que estremecieron al mundo (1919) —una mezcla de reportajes y propaganda que contó con la bendición del propio Lenin (autor de la introducción)—, en el que trazaba aduladores retratos de Trotski y Lenin (no de Stalin, a quien no le gustaba el libro), influyó sobre generaciones de lectores. Lo mismo cabe decir de los espectadores que vieron las versiones cinematográficas basadas en esta obra, desde Octubre (1929), de Eisenstein, hasta Reed (1981), de Warren Beatty.

La dinastía Romanov se remonta a 1613 y cuenta con figuras como Pedro el Grande y Catalina la Grande. Fue que, a partir de Ivan Vi, tuvo una fuerte influencia alemana lo cual traería consecuencias negativas durante la Primera Guerra Mundial.

La dinastía Romanov se remonta a 1613 y cuenta con figuras como Pedro el Grande y Catalina la Grande. Fue que, a partir de Ivan Vi, tuvo una fuerte influencia alemana lo cual traería consecuencias negativas durante la Primera Guerra Mundial.

Pero este es el sello distintivo  del comunismo y no me refiero a que es intrínsecamente criminal. Su sello es la  mentirala perversión del lenguaje, la manipulación propagandística y la distorsión de la historia .  Es por ello que, a pesar de ser una ideología con un prontuario criminal sin igual, aún existen partidos comunista en ciertos países e incluso algunos de sus miembros ocupan importantes puestos de poder. Más sorprendente aun es que en la actualidad los comunistas enarbolan las banderas de la democracia y los Derechos Humanos. Es aquí cuando nos adentramos en terrenos completamente surrealistas y mágicos donde todo es posible. Pero para quienes han estudiado a los teóricos comunistas y la historia de esta ideología esto no debe sorprender puesto  que es ahí donde radica la esencia del comunismo: la mentira.

Tenemos, pues, que los sucesos de octubre no constituyeron una revolución, sino que se trató de un golpe de Estado casi carente de violencia, ejecutado “top-down” por una minoría bien disciplinada y organizada (como hace ya años argumentó Richard Pipes).  Ahora bien, igualmente se podría señalar que ni siquiera fue eso, sino que fue una apropiación gradual del poder. Ahora bien, como veremos más adelante, esta ha sido una particularidad de las denominadas revoluciones del siglo XX. Personajes que pretendieron “refundar” sus respectivos países como Lenin, Mussolini o Hitler, llegaron al poder de manera casi incruenta. En suma, y como afirmó el académico de la Universidad de Harvard, Richard Pipes (1923-2018):

“El 26 de octubre de 1917, los bolcheviques, más que tomar el poder de Rusia, simplemente se apropiaron de él”. 

la-revolucion-rusa-richard-pipes-ed-debate-D_NQ_NP_805220-MLA25545841501_042017-F.jpg

Posteriormente los bolcheviques secuestrarían la revolución iniciada en febrero y la someterían a sus ambiciones personales, a su ideología y a su sed insaciable de poder. Posteriormente diseñarían y diseminarían una falsa narrativa explicando todos estos sucesos “ex post” manipulando los hechos para que se ajustara a su narrativa. Junto a esto justificarían todas sus masacres como “algo necesario” o que se “vieron forzados por las circunstancias”. 

También inventarían excusas para sus fracasos, siendo un caso emblemático el “mito del comunismo de guerra” que buscó esconder el hecho de que la tentativa de instaurar un régimen de producción comunista (sin dinero, mercados y propiedad privada) resultó ser un fracaso que causó millones de muertos. Pero los bolcheviques culparían de esto a la guerra y que tal sistema que intentaron instaurar había sido uno que respondía las particularidades de la guerra civil en la cual se encontraban.

El resultado de “octubre”, como sabemos, sería la instauración de una forma de gobierno inédita en Rusia (y el mundo) basada en una ideología totalitaria que se sirvió del aparato estatal para imponer desde arriba una visión de mundo, una ideología foránea (el marxismo) que era completamente ajena a gran parte de la población rusa. En palabras de Pipes el régimen instaurado a partir de octubre de 1917 fue una institucionalización de la personalidad de Lenin. Pero resulta que tal personalidad era una caracterizada por el odio y la destrucción, rasgos que pueden percibirse tanto en los escritos de Lenin así como también en el sistema que instauró.

Un emblemático marxista ruso,  Piotr Struve (1870 -1944),  señaló que  la principal fijación (“Einstellung”) de Lenin era el odio y que habría adoptado la doctrina marxista sobre todo porque respondía a esa Einstellung primordial de su mente.  

Piotr Struve

Piotr Struve

Pipes cita las siguientes palabras de Struve:

“La doctrina de la lucha de clases, implacable y generalizada, con el objetivo final de la destrucción y el exterminio del enemigo, demostró ser afín a su actitud emocional respecto a la realidad circundante. Lenin odiaba no solo la autocracia vigente (el zar) y la burocracia, no solo la ilegalidad y la autoridad arbitraria de la policía, sino también a sus antípodas, los «liberales» y la «burguesía». Había en ese odio algo repulsivo y terrible; aunque arraigado en emociones y repulsiones concretas —debería decir incluso animales—, era al mismo tiempo abstracto y frío, como todo el ser de Lenin”. 

El filósofo estadounidense,  Eric Hoffer (1898-1983), se refería a la figura del fanático, el cual se ajusta completamente a la figura de la personalidad tiránica de Lenin. Para el fanático el caos es su elemento y, para cuando el viejo orden comienza a resquebrajarse, “se abre ca­mino con todo su poder y falta de escrúpulos para soplar al cielo todo su odio presente”. El fanático detesta las reformas puesto que  todo lo que ya existe es ruina y no hay razón para refor­mar las ruinas.  Todos estos personajes no son más que hijos del nihilismo total de Serguéi Necháyev (1846-1882), personajes que se alimentan de la destrucción y que se sienten agusto en el caos. 

71aFURs0SzL.jpg

Añadía Hoffer que el fanático justifica su deseo de anarquía “con la plau­sible afirmación de que no puede existir ningún principio nuevo en tanto el viejo obstruya el paisaje”. Sumado a esto, el fanático cree que solo él conoce los más íntimos an­helos de las masas en acción, “el anhelo de comunión, de agrupamiento de la multitud, de disolución de la individua­lidad maldecida en la majestad y grandeza de un todo po­deroso”. 

Como bien afirmó  Federico Jiménez Losantos en su “Memoria del Comunismo”, Lenin nunca fue capaz de atraer a las masas y fue por ello que tuvo que someterlas mediante el terror para que aceptaran convertirse, liquidar su “yo” para transformarse en el “hombre nuevo” que predicaba el comunismo .

A Lenin no le interesaban los individuos, las personas, su personalidad y su mundo interno. Lenin operaba solamente con categorías sociales tales como burgués, pequeño-burgués, campesino o proletario, los cuales podían ser perfectamente sacrificados en nombre de la “revolución”.

9788491641780.jpg

Siguiendo lo señalado por la historiadora Sheila Fitzpatrick, la versión que se estableció en la década de 1930 y que se extendió hasta la década de 1950 fue una netamente marxista en donde se defendía que los sucesos de octubre constituyeron efectivamente una “revolución” y de carácter proletaria, y en donde los bolcheviques actuaron como la vanguardia de la clase trabajadora . Esto cambiaría hasta cierto punto tras la muerte de Stalin, ya que aparecerían investigaciones basadas en archivos pero, como señala la autoría, bajo ciertos límites de manera que algunos dogmas de la versión oficial no podían ser cuestionados. 

 Fin parte 1 de 13