17/22- La teoría económica de John Maynard Keynes (por Jan Doxrud)

17) La teoría económica de John Maynard Keynes (por Jan Doxrud)

A continuación, el autor procede a dividir en 3 categorías las distintas teorías del interés. En primer lugar están las  teorías de la productividad, en segundo lugar las teorías de la preferencia temporal y una tercera que combinan los conceptos de productividad y de preferencia en el tiempo. También menciona una cuarta categoría que tiene en cuenta la productividad, la preferencia en el tiempo y las perturbaciones causa­ das por los factores monetario. A continuación, Hazlitt lanza la siguiente bomba: “la especie de teoría puramente monetaria representada por Keynes es una economía preclásica, mercan­tilista y propia del hombre de la calle”. 

Hazlitt se adhiere a la teoría de la teoría de la preferencia temporal de Ludwig von Mises en virtud de la cual, para inducir a un individuo a postergar el consumo presente por uno futuro, se le debe dar un valor adicional que compense la espera. Este valor vendría a ser el interés originario y dependerá  de la preferencia personal de los individuos, por lo que mientras más valor el individuo el presente, mayor será la cuantía del interés para inducirlo a que ahorre. Lo anterior significa que en el mercado encontraremos individuos con distintas preferencias temporales, de manera que habrá un tipo de interés de mercado (distinto del originario) que refleja tanto la preferencia temporal de los individuos, así como también la prima de riesgo y la prima por inflación esperada

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Otro concepto que cae bajo el radar de Hazlitt es el de “equilibrio” que, como señala Hazlitt, es una herramienta del pensamiento que son útiles y necesarias para los economistas, tal como lo son los conceptos de pleno empleo, curvas de oferta o economía estacionaria. En palabras del autor:

“El error surge cuando “equi­librio” se toma como un hecho existente, o cuando se le ridiculiza sim­plemente porque es un hecho inexistente. Lo que es real es una tendencia siempre presente hacia el equilibrio. Este tiende a aproximarse cada vez más y a ser más rápidamente alcanzado a medida que la con­currencia, los precios y los salarios se hacen fluidos y libres”.

Por lo demás, mucho de los conceptos económicos son tomados prestados de las ciencias físicas, como el caso de los conceptos de desequilibrio, equilibrio, estática, dinámica y elasticidad. En el caso del  concepto de “economía estacionaria o de “giro uniforme” (como el “eterno retorno”  de Nietzsche, señala Hazlitt) que no es más que un constructo mental útil para el análisis económico. Ningún economista podría creer que el mundo se comporta de acuerdo a modelos estacionarios en donde se supone que una variable cambia mientras todo lo demás permanece “constante”. 

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Pero este análisis estático, señala Hazlitt, es un primer paso para el análisis dinámico, de manera que no debe menospreciarse. Pero existen otro conceptos problemáticos en Keynes, como el “demanda efectiva”definida como el ingreso total que los empresarios “esperan” recibir, mientras que Hazlitt señala que esto es simplemente ligereza de redacción, ligereza de pensamiento o ambas. ¿La razón? Porque la demanda efectiva es lo que los empresarios de hecho reciben y no lo que “esperan recibir” (lo que esperan que sea la demanda efectiva). Así, Keynes incurre en una confusión entre expectativas y realidades

 Otras confusiones y paradojas guardan relación con el ahorro y la inversión que, en la “TG” nos dice que 

 

Y = I + C

S = Y – C

I = S

 

Pero a pesar  de que ahorro e inversión son siempre iguales, resulta que Keynes continúa con sus sesgo anti ahorro, el cual constituye una filtración dentro del flujo circular de la renta. Así, se cae en una paradoja cuando Keynes sugiere que el ahorro disminuía el ingreso mientras que la inversión lo aumentaba, siendo “ I” y “S” aspectos diferentes de la misma cosa. El periodista también coloca su lupa en frases imprecisas de Keynes, que pueden pasar desapercibidas para otros lectores. Por ejemplo, el economista británico afirmaba los empre­sarios se esforzaban en fijar el volumen de empleo en e l nivel en que esperan hacer máxima la diferencia entre los ingresos y el coste de los factores.

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Frente a esta afirmación Hazlitt (que no la considera absolutamente falsa) señala que los empresarios no “se esfuerzan en fijar el volumen de empleo” en ningún “nivel” preconcebido. El empresario tiene que tomar una serie de decisiones sobre el equipo a utilizar, materias primas y los distintos trabajos que ha de emplear. Respecto al tema de cuántos trabajadores emplear, esto será la consecuencia de un entramado complejo de decisiones, de manera que el “volumen de empleo no es su objetivo; es simplemente, algo incidental de su objetivo”.

Otro tema que complica a Hazlitt es el de “función”, por ejemplo, rechaza la idea de que exista una relación constante, precisa y determinada entre el númeor de trabajadores empleados y los costes o ingresos brutos del fabricante. La razón de esto es que tanto los costes como los ingresos dependerán no dependen de la cantidad de esto, sino que también de la cualidad, calidad y conocimientos prácticos de los trabajadores considerados individualmente. 

En suma, el enfoque “macro” vuelve a darle la espalda a las complejidades propias de la economía. Los análisis macro de Keynes dejando de lado el hecho de que los costes dependen de otro factores. La planta, del equipo que instale, las materias primas que adquiera, sumado a los costes de transporte y los precios varia­bles de todos esos conceptos. Por lo demás, añade Hazlitt,  las variaciones en los costes relativos o el progreso técnico, pue­den hacer variar la relación entre el número total de hombres empleados y el producto total.

Enfoque macro del flujo circular de la renta que excluye del análisis del proceso de formación de capital aí como también del factor tiempo de las distintas etapas de la estructura productiva.

Enfoque macro del flujo circular de la renta que excluye del análisis del proceso de formación de capital aí como también del factor tiempo de las distintas etapas de la estructura productiva.

En relación con la economía matemática, Hazlitt no la rechaza de buenas a primeras. Lo que señala es que si una ecuación matemática no es precisa, es peor que inútil: es un fraude. Añade que, al igual que el lenguaje verbal, para que una ecuación matemática sea científicamente útil, debe ser, al menos, comprobable. El punto de Hazlitt es que Keynes incurre en esta clase de errores, por ejemplo cuando se refiere a la función de la “demanda agregada. Si “ D” son  los ingresos que los empresarios espe­ran recibir del empleo de “N” hombres, siendo D = ƒ (N), entonces tenemos que la relación entre D y N, que puede ser denominada función de demanda agregada

¿Pero acaso debemos realmente pensar que los empresarios operan de esa manera? Como explica el autor, un em­presario comienza, en primer lugar,  por tratar de determinar cuál será su ingreso  neto  por producir una cierta cantidad de un  producto específico  y venderlo a un determinado precio. En segundo lugar, una vez que el empresario ha hecho la estimación, decidirá cuántos hombres serán necesarios para obtener ese producto.  Lección de Hazlitt, cuidarse del uso de las matemáticas en economía:

“Si digo, por ejemplo (y no estoy simplemente bromeando), que el amor de Juan por Alicia varía según una relación exacta y determinada con el amor de María por Juan, tendría que poder demostrar que ello es así. Pero no demuestro mi afirmación— de hecho, no la hago un ápice más valio­sa o “ científica— si escribo solemnemente: sea X igual al amor de María por Juan, e Y igual al amor de Juan por Alicia; entonces: Y= ƒ(X)”

Ejemplo d una función ene economía: la “función producción”

Ejemplo d una función ene economía: la “función producción”

En fin, Hazlitt hace un llamado a hacer un uso debido de las matemáticas y que el lector no se deje embrujar y embaucar por el lenguaje matemático. Como suele decirse , no hay que confundir el mapa con el territorio, de manera que los modelos, por ejemplo, de oferta y demanda, nos dice Hazlitt, hay que entenderlos como analogías, metáforas y ayudas visuales del pensamiento. Como reconoce el autor, incluso Alfred Marshall, gran promotor de las matemáticas en economía, limitó de manera prudente esa herramienta, optando por expresar sus opiniones de manera verbal en lugar de apelar a sus diagramas. Marshall era consciente de que las matemáticas podían desconectar al economista del mundo económico y desplazarlo a un mundo ficticio. Dejaremos aquí a Hazlitt, puesto que el lector prodrá profundizar es su muy recomendable libro sobre la “TG” de Keynes.

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