10/12- La globalización. Algunos críticos (I) (por Jan Doxrud)

10) La globalización. Algunas críticos (I) (por Jan Doxrud)

Examinemos algunas críticas a la globalización así como también quienes la  defienden. Este último concepto sin duda genera polémica y reacciones antagónicas. Algunos autores tienen una visión balanceada sobre la globalización llevando a cabo una evaluación más objetiva e imparcial, destacando tanto aspectos positivos como negativos. También existen posturas más radicales que rechazan la globalización mientras que otros rechazan un “cierto tipo” de globalización, de manera que lo que buscan es darle a este proceso un rumbo diferente, que sea compatible, por ejemplo, con el desarrollo sustentable, el bienestar social, la soberanía estatal,etc. El movimiento internacional  “Asociación por la Tasación de las Transacciones financieras y por la Acción Ciudadana” (más conocido como  ATTAC) en un artículo para el medio alemán Deutsche Welle señalaban que buscaban “otro tipo de globalización”, principalmente una que estuviese más regulada en lo que respecta, por ejemplo, al flujo de capitales.

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El político alemán y miembro fundador de ATTAC,  Sven Giegold, critica las reuniones del G8 por considerar que se han centrado principalmente en la liberalización de capitales y de mercados de bienes. En otras palabras, se han enfocado principalmente en la globalización económica que promueve la división social, la degradación medioambiental y de la democracia. Para Giegold lo que se necesita es una nueva globalización regida por “leyes sociales y económicas”. Por su parte, el reconocido intelectual de izquierda,  Ignacio Ramonet,  en un artículo para “Rebelión”, explica qué es la  “Antiglobalización”  pero, para ello, procede a definir en primer lugar en qué consiste la  “globalización liberal”.  De acuerdo al intelectual este tipo de globalización es un fenómeno esencialmente económico, que se traduce en que cada vez existan más países que intercambien una cantidad cada vez mayor de bienes y de servicios. Añade que, para que tal intercambio se intensifique, la lógica de la globalización exige la supresión de todo lo que puede frenar los intercambios comerciales: aranceles aduaneros, tasas, leyes y reglamentos proteccionistas, etc. 

La consecuencia de lo anterior es el desmantelamiento del sector económico controlado por el Estado. En palabras de Ramonet: 

“Por eso la globalización rima, en todo el planeta, con privatización de todo lo que generalmente controla el Estado (electricidad, teléfono, agua, energía, ferrocarriles, autopistas, compañías aéreas, educación, sanidad, etc.)”.

Ignacio Ramonet

Ignacio Ramonet

Así esta globalización es anti-estatista, pro-privitización, perjudica a los países pobres y ensalza acríticamente el libre mercado. Así Ramonet se encuadra dentro de la clásica crítica de la izquierda (incluso la latinoamericana ) contra la globalización. Pasemos ahora a la mencionada “Antiglobalización”. Ramonet la define como un conjunto de protestas en todos los continentes por parte de diversos grupos: campesinos, mujeres, ecologistas, indígenas, obreros, maestros y minorías culturales, de manera que la “Antiglobalización” constituiría una “galaxia” que aglutina a distintas asociaciones.  Uno de los principales blancos de las críticas de estas asociaciones son lo que Ramonet denomina como los “amos del mundo”:  G8, Davos, las Cumbres europeas, el FMI, la OMC, la OCDE, el Banco Mundial. 

El economista de la Universidad de Columbia,  Xavier Sala-i-Martin  critica explícitamente a Ramonet por su d iscurso catastrofista en donde la pobreza y la desigualdad solo han aumentado con la “globalización neoliberal”, lo cual demuestra por medio de datos que ha sido así. Un primer error en el que incurre Ramonet es de índole conceptual y es comparar la “riqueza” las personas más acaudaladas con la “renta” que perciben un porcentaje de los más pobres. En segundo lugar el economista catalán critica la usual retórica  de izquierda de acuerdo a la cual todos los males del mundo comenzaron en la década de 198º con la influencia de figuras como Thatcher y Reagan. Como señala el autor, la simultaneidad de fenómenos en el tiempo no implica causalidad

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El economista estadounidense  Joseph Stiglitz  en un artículo para “Project Syndicate” apunta a que la globalización es una de las causas de la desigualdad de los ingresos a nivel mundial y de la consecuente formación de una plutocracia mundial. Añadía que el problema no era la globalización en sí misma el problema sino que el cómo era gestionada. Stiglitz culpa a las instituciones financieras de haber impulsado una ideología que él denomina como “fundamentalismo de mercado”. Así también critica esa actitud paternalista y tecnocrática de organismos como el FMI, con una actitud arrogante que recuerda una nueva forma de “colonialismo”. En su libro “Los felices 90. La semilla de la destrucción”, Stiglitz emprende una dura crítica de la política comercial emprendida por Estados Unidos en la década de 1990. Stiglitz lanza sus invectivas a los tratados comerciales injustos y al consecuente fracaso de la narrativa de que la liberalización del comercio traía consigo mayor prosperidad. 

Así por ejemplo, Stiglitz señala que en las negociaciones , Estados Unidos exigía a otros países que redujeran sus barreras comerciales y eliminar las subvenciones, pero Estados Unidos no hacía lo mismo con sus productos. El economista estadounidense también el régimen de propiedad intelectual que puede tener como consecuencia perjudicar el ritmo de la innovación, la competencia y crear un fuerte poder monopolístico, por ejemplo, en el caso d ela industria farmacéutica. No está de más decir que Stiglitz, en el mundo real, se ha cuadrado e incluso alabado las políticas económicas de Hugo Chávez y Cristina Fernandez (apostando al perdedor como suele hacerlo Noam Chomsky), demostrando una falta de visión de largo plazo que llega a extrañar que suceda en un economista de prestigio, ganador tanto de la medalla John B ates Clark y del Nobel. Otros economistas ya habían previsto los posibles malos escenarios que traerían consigo las políticas de Chávez.

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El multimillonario inversionista  George Soros califica al actual sistema “capitalista global” (que hizo aparición en 1970) como uno viciado. Soros apela al lenguaje del viejo estructuralismo hablando de un centro rico y una periferia pobre ( en donde el primero se beneficia “a costa” del segundo), y describe al sistema capitaista global como un “imperio” (extraterritorial) que gobierna, y en donde todos quienes quedan más allá de sus muro es considerado un barbaro. Uno de los rasgos distintivos de este imperio es la libre circulación de capitales que constituye un fenómeno relativamente reciente y que recibió un gran impulso en la década de 1980 bajo el peso de los mandatarios Ronald Reagan (EE.UU y Margaret Thatcher). Otro punto que toca Soros es que los mercados financieros y las multinacionales han vulnerado la soberanía de los Estados. Una fuga de capitales por políticas adoptadas por los Estados puede terminar por perjudicar gravemente a ese país. A esto añade dos puntos más: la inestabilidad y volatilidad de los mercados financieros internacionales y el fracaso del mundo de la política

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El economista español,  Guillermo de la Dehesa,  afirma que lo que algunos sectores denominan como neoliberalismo no es más que la democracia liberal dentro de una economía de mercado que, por lo demás, sustenta el proceso de globalización. Este es el modelo que se ha ido imponiendo frente a los demás modelos que han fracasado como la economía centralmente planificada como la socialista o el modelo de industrialización por sustitución de importaciones. Tal modelo “neoliberal” no es perfecto pero, por ahora, cualquier alternativa a este modelo serían solo correcciones o retoques a este mismo y, desde el momento en que pierda la capacidad de adaptarse a los nuevos tiempos, entonces será sustituido por otro. 

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El economista es un defensor de la globalización destacando los progresos en materia tecnológica. También destaca, apoyándose en los estudios del economista estadounidense Bradford De Long, que la renta per cápita entre los siglos XI y XVIII la renta mundial por habitante estuvo prácticamente estancada. Fue en el siglo XIX, con la Revolución Industrial y la innovación tecnológica, cuando la renta per capita aumentó en un 280% en un solo siglo, y que en el siglo XX, esta misma haya aumentado en un 900%, multiplicándose así, en un siglo, por casi nueve. Obviamente todo esto no estuvo exento de costes sociales y, como señale en mi artículo sobre Angus Deaton, la desigualdad es una consecuencia del progreso. 

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