3/3-Lo que el Estado ve: La ideología del alto modernismo (por Jan Doxrud)
Más adelante Scott se centra en la segunda obra de Lenin anteriormente mencionada. Si el primer texto fue redactado entre 1901 y 1902 fue escrito por un Lenin exiliado en Suiza, “El Estado y la Revolución” fue escrito en agosto-septiembre de 1917 cuando había estallado la verdadera revolución popular en San Petersburgo, en donde los bolcheviques tuvieron ninguna influencia. Es por ello que Scott cita las palabras de Hannah Arendt quien aseveró correctamente: “Los bolcheviques encontraron el poder tirado en la calle y lo tomaron”.
Por su parte, el historiador británico Edward H. Carr (1892-1982) escribió en su “The Bolshevik Revolution 1917-1923”, que la contribución de Lenin y los bolcheviques al derrocamiento del zar fue mínima y que, en realidad, “los bolcheviques habían subido a un trono vacío”. El hecho es que los comunistas terminaron por dar un golpe de Estado que impidió que Rusia experimentara con un sistema representativo de gobierno.
Dicho esto, Scott se refiere a otro aspecto del Lenin de “El Estado y la Revolución” y fue un cambio sustancial en su visión de la relación entre el partido de vanguardia y las masas. Por razones que obedecían a la coyuntura del momento en Rusia, Lenin y los bolcheviques de mostraron partidarios la “acción revolucionaria popular autónoma”. Lenin incluso llega a afirmar que el socialismo no se creaba por órdenes desde arriba, puesto que este era una creación de la propias masas. Sin embargo, Scott explica que la ideología del alto modernismo aun impregnaban el texto de Lenin. Por ejemplo, el bolchevique no dudaba de que la aplicación del poder coercitivo del Estado constituía la única manera de construir el socialismo y que el proletariado necesitaba de esa fuerza centralizadora y organizadora de la violencia.
Si en las antípodas del pensamiento de Le Corbusier y Robert Moses se encontraba Jane Jacobs, en el caso de Lenin, encontramos a dos mujeres: Rosa Luxemburgo y Aleksandra Kolontái. Luxemburgo nació en la actual Polonia que, en ese entonces, era parte del imperio ruso dentro de una familia judía culta, cosmopolita y liberal. Tras su quiebre con los socialdemócratas alemanas, Luxemburgo se convirtió en una de las fundadoras del Partido Comunista Alemán (siendo su antecesor la Liga Espartaquista). Rosa Luxemburgo encontraría una trágica y brutal muerte en manos de los Freikorps – unidades paramilitares ultranacionalistas – quienes la humillarían, torturarían junto con su colega ideológico Karl Liebknecht. Su cuerpo fue arrojado al canal Landwehr de Berlín.
Regresando a nuestro tema, tenemos que Luxemburgo se mostró crítica hacia las ideas de Lenin respecto a la relación entre la vanguardia revolucionaria y su vínculo con el proletariado dentro de un entorno revolucionario. De acuerdo con Scott la diferencia más profunda entre Lenin y Luxemburgo era la fe de la segunda en la creatividad autónoma de la clase trabajadora. Así, para la revolucionaria marxista el Partido no tenía el monopolio de un conocimiento que la transformaba también en el poder monopólico de la dirección de las fuerzas revolucionarias.
Rosa Luxemburgo (https://www.bbc.com/mundo/noticias-46831185)
Luxemburgo criticaba la disciplina que buscaba implantar Lenin, la cual se asemejaba a aquella implantada en la fábrica, en las barracas y en las burocracias modernas de la sociedad burguesa. Añadía que lo que Lenin buscaba era controlar y reglamentar al partido, en lugar de “fertilizarlo” y desarrollarlo.
Junto con esto añade Scott:
“Luxemburgo percibía el proceso revolucionario como algo mucho más complejo e impredecible que Lenin, igual que Jacobs consideraba que la creación de barrios urbanos exitosos era mucho más compleja y misteriosa de lo que pensaba Le Corbusier”.
Ahora bien, en otros aspectos Lenin y Luxemburgo coincidían. Ambos eran marxistas y miraban la sociedad y el desarrollo de la historia a través del filtro de la lucha de clases. También, como señala Scott, ambos compartían los supuestos marxistas de las contradicciones internas del capitalismo y la inevitabilidad de la revolución proletaria. A esto Scott agrega el rechazo por parte de ambos del gradualismo y compromisos tácticos con partidos no revolucionarios.
Rosa Luxemburgo (https://www.bbc.com/mundo/noticias-46831185)
Pasemos ahora a Aleksandra Kolontái (1872-1952) quien fue una teórica marxista, política y diplomática nacida en la ciudad de San Petersburgo. Su padre era un alto mando militar de origen ucraniano que servía en el ejército del zar. Tras el golpe de estado bolchevique asumió como Comisaria del Pueblo para la Asistencia Pública. También se caracterizó por la promoción de los derechos de las mujeres, la legalización del aborto y del divorcio. Como lo hizo Engels años atrás, Kolontái también se mostró crítico de la institucional tradicional de la familia debido a que perpetuaba la condición de subordinación de la mujer a la autoridad del hombre.
Como buena marxista, creía que el problema radicaba en el sistema capitalista junto con la familia de tipo burgués. Kolontái fue miembro del Comité Ejecutivo Central Panruso, Líder de la oposición obrera que abogaba por una mayor influencia del proletariado en las fábricas, abogando así por una descentralización del poder. Por último fue embajadora en Noruega, México y Finlandia. Finalmente murió en Moscú el año 1952, casi un año antes que el dictador Joseph Stalin.
Kolontai conoció personalmente a Rosa Luxemburgo y, por ende, sus ideas. Como Luxemburgo, se opuso a la burocratización del sistema instaurado por Lenin, y al escaso margen de acción a los obreros, quienes se vieron subordinados a los especialistas técnicos. Finalmente la organización denominada Oposición Obrera fue proscrita y Kolontái silenciada. Como destaca Scott, la autora tuvo la fortuna de no compartir el destino de otros dirigentes como ser enviada al gulag o ser asesinada.
Aleksandra Kolontái
Siguiendo con el contenido de sus críticas, Kolontai se mostraba contraria hacia una suerte de infantilización del proletario, es decir, el tratarlo como a un menor de edad que carecía de facultades creativas y de autonomía. Lo mismo criticaba respecto al rol de la mujer a la cual se le cerraron oportunidades en “tareas creativas en la esfera de la producción y el desarrollo de habilidades creativas..
En suma, la autora se mostró crítica hacia la idea de una construcción del comunismo decretado top-down por una élite de iluminados que tenía tanto el monopolio de las “verdades del marxismo-leninismo” (y posteriormente el stalinismo) como el de ser los guías para construir la utopía final. Como señala Scott, para Lenin el proletariado es necesario para la revolución, pero son considerados como meras tropas que deben ser desplegadas. A esto añade el mismo autor:
“Kolontái y Luxemburgo (…) consideran la tarea que tienen entre manos como impredecible de antemano. Dado lo incierto de la empresa, una pluralidad de experimentos e iniciativas será la mejor de revelar qué líneas de ataque son fructíferas y cuáles estériles. La revolución y el socialismo quedan mejor parados, como la ciudad de Jacobs, cuando son producciones conjuntas entre técnicos y aficionados talentosos y experimentados”.
Terminemos el artículo con la colectivización soviética, abordada por Scott en el capítulo 6 de la tercera parte de su libro. En palabras de Scott, los constructores maestros de la sociedad soviética se asemejaban a Haussmann reconstruyendo París o a Niemeyer diseñando Brasilia. Los bolcheviques, tras la revolución de febrero de 1917, dieron su propio golpe de Estado (mal llamada “revolución” de octubre) que les permitiría presentarse ante los ojos del mundo como los pioneros de la primera revolución socialista. Su deseo de renovación radical de la sociedad rusa no se limitó a aspectos materiales, sino que también incluyó el plano de las ideas, la cultura, valores y prácticas del pueblo ruso.
Como se señaló, lo que los líderes bolcheviques hicieron fue imponer una ideología foránea y ajena a la mentalidad de la mayor parte de la población rusa – el marxismo – algo similar con lo sucedido con la ciudad de Brasilia que no era representativa de la cultura brasilera.
Dentro de este proceso revolucionario bolchevique, Scott destaca el énfasis que se dio a la forma pública y a los aspectos estéticos y visuales de la nueva utopía que se deseaba instaurar. Ahora bien , detrás de esta grandiosidad y orden que se deseaba proyectar hacia el exterior, subyacía el caos, desorden y descoordinación. Scott cita las palabras del historiador especialista en Rusia, Richard Stites (1931-2010) para quien, en el caso de todas las utopías, “sus organizadores lo describen en términos racionales, simétricos, en el lenguaje matemático de la planeación, cifras de control, estadísticas, proyecciones y órdenes precisas”.
Más adelante añadía:
“(…) su fachada racional a duras penas disimulaba los océanos de miseria, desorden, caos, corrupción y fantasía que conllevaba”. Como señala Scott, esto se lo anterior se puede entender como una “miniaturización del orden”, es decir, una suerte de “fachada, o una pequeña zona de orden y conformidad fácilmente manejable” que puede llegar a convertirse en un fin en sí mismo, de manera que la “representación puede usurpar la realidad”.
La colectivización soviética en las zonas rurales de Rusia representó, de acuerdo con Scott, un “caso extremo, pero diagnóstico de planeación autoritaria del alto modernismo”. Esta no solamente fue una brutal imposición desde arriba – por la élite del partido – de un nuevo modelo de producción y organización agrícola de la tierra, sino que también un cambio en la forma de vida de los millones de campesinos. Al igual que un Le Corbusier, los dirigentes del partido comenzaron a imponer sus esquemas ideológicos a la realidad desde la comodidad de sus despachos, ignorando los detalles, el conocimiento local, la experiencia histórica y, más importante aún, los deseos y necesidades de las personas, en este caso, los campesinos.
Bolcheviques eliminando a los “kulaks” (https://communistcrimes.org/en/brutal-crime-against-rural-life-collectivisation-soviet-union)
Por lo demás, y como apunta Scott, los bolcheviques actuaban desde la ignorancia ya que eran de extracción urbana y, cabe recordar, de acuerdo al dogma marxista-leninista, era el proletariado urbano, guiado por el Partido, quienes redimirían a la humanidad de la explotación capitalista. Así, Scott escribe que el campesinado “era terreno virtualmente desconocido para los bolcheviques”. Añade el autor que los bolcheviques carecían de una base local de apoyo y de un conocimiento detallado de la economía agrícola.
Similar a la rígida zonificación de Le Corbusier, para los bolcheviques era más fácil controlar grandes extensión de tierras que un sistema de predios más pequeños. La colectivización implicó la creación de unidades de producción de mayor tamaño como los koljoses (granjas cooperativas colectivas) y sovjoses (granjas estatales). Scott trae a la palestra la del historiador George L. Yaney titulada “The Urge to Mobilize: Agrarian Reform in Russia”. Aquí, Yaney explica que, desde un punto de vista técnico era más fácil arar grandes extensiones de tierra y, sumado a esto, era más fácil supervisar y fiscalizar unidades productivas de gran tamaño. Junto con esto añadía:
“La colectivización tenía un doble atractivo para los auténticos reformadores agrarios: representaba un ideal social con fines retóricos y, al mismo tiempo, parecía simplificar los problemas técnicos de la reforma agraria y el control del Estado”.
Bolcheviques eliminando a los “kulaks” (https://communistcrimes.org/en/brutal-crime-against-rural-life-collectivisation-soviet-union)
Como explica Scott, la planificadores preferían el monocultivo y que regiones enteras se especializaran en producir un tipo de recurso, como grano, algodón o patatas. Junto con esto agrega Scott: “La lógica de la especialización del koljós y de al especialización de la región era más o menos comparable con la lógica de las zonas urbanas con funciones específicas. La especialización reducía el número de variables que los agrónomos tenían que tomar en consideración, además de hacer más rutinaria la administración del trabajo, y, por ende, el poder y el conocimiento de los funcionarios centrales”.
Tenemos, pues, que el caso de la colectivización nos proporciona un ejemplo de cómo un grupo minoritario de personas implementó reformas en con el objetivo de crear una utopía que tenían muy bien “visualizadas” en sus mentes. El problema, como apunta Scott, es que la abstracción utópica de la visión coincidía con una planeación “absurdamente irreal”. En palabras de Scott: “Con un mapa y unos cuantos supuestos sobre escala u mecanización, un especialista solo podía diseñar un plan con escasas referencias al conocimiento y las condiciones locales”.
Así, los bolcheviques cometieron la falacia moralista de pasar del “deber ser” al “es”. Para ser más preciso, y cómo he explicado en otros artículos, la falacia moralista (aquí sigo al fallecido filósofo Jesús Mosterín) , pretende inferir un hecho a partir de un deseo, valor, imperativo o de un enunciado de carácter moral o deóntico. En virtud de lo anterior, la falacia moralista consiste inferir el “es” del “debe”.
Como hemos podido examinar, hemos estado analizando la denominada ideología del alto modernismo adoptada tanto por Estados, así como también por individuos pertenecientes a disciplinas específicas como es el caso de Le Corbusier. Si bien no podemos colocar en el mismo saco a Le Corbusier junto con Lenin o Stalin, lo que se ha presentado aquí son ciertas ideas que unen a estos disímiles personajes. Tenemos la existencia de una utopía seductora actúa como un ideal al cual la realidad debe someterse a toda costa. Tal utopía es producto de la construcción liderada por una élite representada por miembros del Partido o de un grupo de tecnócratas que poseen el conocimiento necesario para guiar el proceso de construcción.
A esto cabe agregar el desdén por el individuo, su personalidad, deseos y necesidades. Dentro de la ideología del alto modernismo, el ser humano es una entidad homogénea y estandarizada, similar al Ford Modelo T, entidades abstractas carente de sustancia (por ejemplo: “proletario” o “burgués”, “kulak”). Como explica Scott en la conclusión de su libro, para la ideología del alto modernismo las necesidades de los ciudadanos se uniformaban y estandarizaban, de manera que los sujetos que eran objeto de la planificación “no tienen género, gustos, historia, valores, opiniones, ideas originales ni tradiciones (…)”.
Este es un debate que se dio también en el plano económico que he abordado en otros artículos que dejaré hacia el final de estos. En este caso economistas como Ludwig von Mises o Friedrich Hayek se mostraron contrarios al sistema de planificación central socialista. En el caso de Mises, enfatizó la imposibilidad de poder llevar el cálculo económico debido a la inexistencia de un mercado para los bienes de capital, mientras que Hayek añadía la temática de la información dispersa y de la “fatal arrogancia” de los planificadores de pretender tener un conocimiento omnipotente.
En suma, la lección de todo es no caer en los extremos, es decir, no desechar o menospreciar a los tecnócratas o a los expertos, puesto que sus conocimientos sí son necesarios. En la conclusión, Scott menciona algunos aspectos que se deben tener en consideración para evitar que la planeación termine en un desastre. El primero es “dar pasos pequeños” el cual parte de la base de que cualquier intervención en la sociedad tendrá consecuencias que no podemos anticipar (el denominado efecto cobre o ley de las consecuencia son intencionadas de la acción).
En palabras de Scott: “Con este postulado de ignorancia, prefiera, cuando sea posible, dar un paso pequeño, apartarse, observar, y luego planear el siguiente movimiento pequeño”. En segundo aspecto a considerar es el de “preferir la reversibilidad”, es decir, optar por aquellas intervenciones que sean fáciles de revertir en caso de que resulten errónea. Un tercer aspecto es “planear con imprevistos en mente” y, por último, “planear para la inventiva humana”, esto es, planificar “siempre en función de la hipótesis de que quienes participen en el proyecto más adelante tendrán o desarrollarán la experiencia y la visión para mejorar el diseño”.
Como se vio en un comienzo, Scott mencionaba los elementos constitutivos de lo que él consideraba como los episodios más trágicos de la ingeniería social emprendida por el Estado. El primero era el ordenamiento administrativo de la naturaleza y la sociedad lo que, en sí mismo, no es algo negativo. Pero lo que tornaba complejo esto era el segundo elemento, la ideología del alto modernismo, junto con el tercer elemento consistente en la existencia de un Estado autoritario y el cuarto elemento: la existencia de una sociedad civil pasiva y postrada “carente de capacidad de resistirse a estos planes”.
Artículos complementarios
Artículos complementarios:
1/7-El Estado: Introducción al concepto (por Jan Doxrud)
2/7-El Estado: Introducción al concepto (por Jan Doxrud)
3/7-El Estado: Georg Jellinek y el concepto de Estado (por Jan Doxrud)
4/7-El Estado: Hermann Heller y el concepto de Estado (por Jan Doxrud)
5/7-El Estado: Hermann Heller, el pueblo y opinión pública (por Jan Doxrud)
6/7-El Estado: Hermann Heller, Derecho y Economía (por Jan Doxrud)
7/7-El Estado: otros enfoques (por Jan Doxrud)
1/2-Anthony de Jasay: El Estado (por Jan Doxrud)
2/2- Anthony de Jasay: El Estado (por Jan Doxrud)
1) Michel Foucault: Estado y Biopoder (por Jan Doxrud)
2) Michel Foucault: Estado y Biopoder (por Jan Doxrud)
3) Michel Foucault: Estado y Biopoder (por Jan Doxrud)
4) Michel Foucault: Estado y Biopoder (por Jan Doxrud)
4) Michel Foucault: Estado y Biopoder (por Jan Doxrud)
5) Michel Foucault: Estado y Biopoder (por Jan Doxrud)
6) Michel Foucault: Estado y Biopoder (por Jan Doxrud)
7) Michel Foucault: Estado y Biopoder (por Jan Doxrud)
8) Michel Foucault: Estado y Biopoder (por Jan Doxrud)
1/3-Pierre Bourdieu: Sociología del Estado (por Jan Doxrud)
2/3-Pierre Bourdieu: de la nobleza de naturaleza a la nobleza de Estado (por Jan Doxrud)
3/3-Pierre Bourdieu: El funcionario estatal y los rituales del Estado (por Jan Doxrud)
Bakunin, el anarquismo y el Estado (por Jan Doxrud)
Sistemas y sistemismo (por Jan Doxrud)
Reseña: La Fatal Arrogancia de Friedrich Hayek (por Jan Doxrud)
Friedrich Hayek: Socialismo y la planificación para la esclavitud (por Jan Doxrud)
1/25- Oskar Lange: Economía Política Marxista y Planificación Central (por Jan Doxrud)
La religión marxista-leninista (por Jan Doxrud)
2/6-Lenin: dictadura y democracia (por Jan Doxrud)
1/7-El Libro Negro del Comunismo: la utopía como refugio contra la realidad (por Jan Doxrud)
2/7-El Libro Negro del Comunismo: planificación y control social (por Jan Doxrud)
1/6- El Cisne Negro El impacto de lo altamente improbable (por Jan Doxrud)