2/3-Claudia Goldin y la brecha salarial de género (por Jan Doxrud)
Dicho esto pasemos ahora a examinar cada uno de estos 5 grupos. El grupo 1 lo constituyen aquellas mujeres nacidas entre 1878 y 1897, y que se graduaron en la universidad entre 1900 y 1920. Una primera característica general es que es el grupo menos unificado en lo que respecta a los logros alcanzado en sus vidas. Por ejemplo, la mitad no tuvo hijos, mientras que la otra mitad sí. De las que no tuvieron hijos, la gran mayoría (si no todas), estuvieron empleadas en algún momento de sus vidas, señala Goldin. Por otro lado, entre las que fueron madres, muy pocas trabajaron y casi una tercera parte del grupo nunca se casó. Muchas tuvieron trabajo, pero no “carreras”, por lo que los miembros de este grupo lograron tener o carrera o familia y unas cuantas escogidas “pudieron trabajar por un sueldo y tener una familia”.
Goldin destaca a dos mujeres: las economistas Margaret Reid y Hazel Kyrk. Margaret Reid (1896-1991) nació en Manitoba (Canadá) y estudió economía en la universidad del mismo nombre. Posteriormente se doctoró en la universidad de Chicago con un trabajo titulado The Economics of Household Production y enseño en el Connecticut College y en la universidad de Chicago, convirtiéndose en profesora emérita de esta última universidad a comienzos de la década de 1960. Claudia Goldin relata que en 1971, cuando ella era una estudiante de grado en la Universidad de Chicago, veía con frecuencia a Margaret Reid caminar hacia la sala de ordenadores cargando cajas con tarjetas perforadas con códigos.
Esta mujer fue una de aquellas del grupo 1 que caminó por un carril estrecho, esto es, aquellas que lograron una carrera pero no un matrimonio. Como destaca Goldin, Reid fue pionera en el estudio de la producción doméstica, del valor del trabajo doméstico no remunerado (y que fuese incorporado en el cálculo de la renta nacional) y en analizar las razones que explican por qué las mujeres deciden trabajar en el hogar o fuera de este.
Por su parte, Hazel Kyrk (1886-1957) recibió su Doctorado Universidad de Chicago con un trabajo que sería publicado bajo el título “A theory of consumption”. Se desempeño como académica e el Iowa State College y, posteriormente, en los departamentos de economía y economía doméstica en la Universidad de Chicago, donde obtuvo la cátedra titular en 1941. Al igual que Reid, ocupó cargos en instituciones gubernamentales, no contrajo matrimonio ni fue madre.
Otro hecho que destaca Goldin es que tanto Reid como Kyrk alcanzaron sus carreras a edades tardías: tenían cerca de 35 años cuando se doctoraron y pasado los 50 obtuvieron sus respectivas cátedras. Esto se explica por otra coincidencia, y es que ambas mujeres tuvieron que proporcionarse su propio sustento cuando estudiaban en la universidad, puesto que no provenían de familias adineradas.
Margaret Reid
Goldin señala que el índice de soltería de las universitarias del grupo 1 era del 30% (y el 50% no tuvo hijos) mientras que entre las ilustres con titulación universitaria llegaba al 44%. Así, concluye la autora que las universitarias del grupo 1 parecían ser capaces de ofrece un solo legado: hijos o carrera. Añade que aproximadamente un 30% de las mujeres con titulación universitaria de este grupo tenía una carrera entre los 40 y 45 años.
A partir de estos datos, Goldin afirma que un 9% de estas mujeres tuvo carrea e hijos a los 50 años y un 17% tuvo una carrera y llegó a casarse a esa edad. En cuanto a las ocupaciones de las mujeres de este grupo tenemos, aparte de ser académicas, el periodistas, escritoras, maestras y trabajadoras sociales. Quienes tenían hijos optaban por ocupaciones que fuesen más flexibles y compatibles con la crianza como era el ser escritoras y periodistas.
Estas mujeres tuvieron que hacer también frente a barreras, prejuicios y estereotipos (que también afectarían a los siguientes grupos). Como señala Goldin, se creía que la universidad debilitaba físicamente a las mujeres lo cual las afectaba negativamente en su aptitud para el matrimonio y la concepción. También tenemos las barreas legislativas como aquellas que prohibían la contratación de mujeres en ciertos puestos de trabajo (tanto en empresas privadas como en el Estado). También existían regulaciones que impedían que las mujeres casadas ocupasen puestos en aquellas instituciones donde también trabajaban sus maridos.
Hazel Kyrk
Pasemos a examinar el grupo 2. Este grupo comprende a aquellas mujeres nacidas entre 1898 y 1923, y que se graduaron entre 1920 y 1945. Este es un grupo de transición en donde, en el inicio, las circunstancias de estas mujeres se asemeja a las del grupo 1 pero, en el tramo final se asemeja al grupo 3. Al igual que el grupo 1 la edad de matrimonio de estas mujeres fue relativamente tardía y lograron, en primer lugar, tener un trabajo y, en segundo lugar, una familia. La mayoría de las que se casaron tuvieron hijos y, si bien, gran parte estuvo empleada antes del matrimonio, después de este no acostumbraban a trabajar en tareas remuneradas.
De acuerdo con Goldin, el grupo 2 se encuentra compuesto por mujeres variopintas en donde las nacidas en los primeros años compartieron – como se indicó – características con las del grupo 1 como los bajos índices de matrimonio y fecundidad. En cambio, aquellas que nacieron hacia el final de este corte temporal mostraron tasas de fecundidad y matrimonio elevadas. Por ende, es importante tener en consideración que las mujeres comprendidas dentro de estos cortes temporales vivieron realidades diferentes.
Como señalé anteriormente, Goldin hace referencia a transformaciones que están más allá del poder de un individuo o un grupo de estos. Destaca, por ejemplo, como en la década de 1920 la mayor parte de las viviendas urbanas contaba con electricidad, lo que permitía hacer uso de otros avances que alivianaron el trabajo doméstico: los electrodomésticos tales como frigoríficos, lavadoras y aspiradoras. Hacia la década de 1940 las neveras eléctricas formaron parte del 70% de los hogares, 60% tenían lavadoras y el 50% aspiradoras, comenta Goldin. Otros avances fue la extensión del alcantarillado y la masificación gradual del uso de inodoros. Al respecto comenta Goldin:
“Todas estas innovaciones revolucionaron los hogares urbanos, redujeron el tiempo dedicado por las mujeres a las labores domésticas y las liberaron para que pudiesen ser más productivas trabajando fuera del hogar”.
Otros cambios relevantes fueron las experimentadas en el mercado laboral. fue la alta demanda de empleos administrativos que necesitaban “más cerebro que fuerza, más talento que corpulencia”. Teniendo esto cuenta, Goldin señala que aproximadamente el 45% de la fuerza laboral femenina estaba empleada en trabajos de oficina, agencias de seguros, telefonía y comercio.
Considerando esto, Goldin destaca que hubo un cambio en las actividades laborales, en donde se dio un alto valor a las habilidades numéricas y la alfabetización en general, lo que se tradujo un aumento del número de mujeres en la población activa. Existía una mayor demanda de empleos bien remunerados que incentivó a las mujeres a incorporarse al mercado laboral. Al respecto comenta Goldin:
“Las jornadas laborales en los puestos del sector administrativo eran más cortas y se realizaban en entornos menos rigurosos. A medida que el empleo se hacía más agradable y la población femenina adquiría mayor formación académica, el estigma que existía sobre el empleo de las mujeres casadas empezó a ser menor, y en algunos casos desapareció por completo”.
En lo que respecta a las barreras, estas continuaron y se intensificaron producto de la crisis económica de 1929 y la posterior depresión durante la década de 1930. Unas eran barreras de contratación y las otras eran de “retención”, es decir, si se debían mantener empleada a una mujer una vez que contrajera matrimonio. Esto parece algo inverosímil, pero sucede que la razón esgrimida es aún más impresionante. Sucedía que, dentro de un contexto de crisis y alto desempleo, se pensaba que una mujer que trabajaba y que, posteriormente contraía matrimonio, no necesitaba seguir trabajando, puesto que su esposo podía mantenerla y dejar así su puesto de trabajo a mujeres solteras o viudas, o a un hombre. Después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) estas barreras irían desapareciendo del ámbito de la enseñanza y trabajos de oficina, pero seguirían presentes en otros empleos como fue el caso las auxiliares de vuelo, en donde sí se podía discriminar por motivo de estado civil
Interesante resulta ser la situación de las mujeres de color con titulación universitaria, las cuales tuvieron una tasa de participación en la población activa mayor al de las mujeres blancas. Por ejemplo, Goldin afirma que en el año 1940 un 65% de las mujeres negras solteras del grupo 2 tenían un empleo, frente al 30% de las blancas. Una de las razones de esto guarda relación de los bajos ingresos de las familias negras, es decir, el ingreso de los hombres no bastaba para llegar a final de mes, por lo que las mujeres se veían en la necesidad de trabajar. Goldin esgrime otra razón y es que la mujer negra siempre ha trabajado, en esclavitud y en libertad, y el estigma social para una mujer que trabajaba era menor en el caso de las mujeres negras. Además de esto, Goldin afirma que en el Sur segregado (donde mayoritariamente vivía la población afrodescendiente), las barreras matrimoniales eran escasas.
Continuemos con el grupo 3, que comprende a aquellas mujeres nacidas entre 1924 y 1943. Goldin destaca que las mujeres que se encuentran dentro de este corte temporal son las que más se parece entre sí. La razón de esto es que “expresaron aspiraciones y alcanzaron logros análogos, se casaron jóvenes, muchas de ellas tuvieron hijos, estudiaron disciplinas académicas parecidas y encontraron primeros trabajos similares”. Una de las razones de esto a que varias de las barreras laborales fueron derribadas.
Lo anterior significó que el 90% de las tituladas universitarias de este grupo contrajera matrimonio y siendo jóvenes. Sumado a esto, Goldin señala que casi todas las que se casaron tuvieron hijos, encontraron empleos tras graduarse e incluso tras casarse. Sin embargo, a medida que iban teniendo hijos estas mujeres fueron abandonando la población activa.
Si bien, trataron de reincorporarse al mercado laboral cuando sus hijos se hicieron mayores, sucedió que tales interrupciones en el empleo constituyó un costo significativo para la reincorporación dado los cambios que se generaron en el mercado laboral mientras ellas se dedicaban a sus familias. Goldin, si bien reconoce la relevancia de la obra de la feminista Betty Friedan (1921-2006) titulada La mística de la feminidad (1963), se muestra crítica con algunas de sus afirmaciones.
Friedan pertenece al grupo 2 y se casó con Carl Friedan con quien tuvo un hijo y dos hijas. Lo que Goldin critica es la afirmación de Friedan (quien miró hacia atrás a la década de 1950) de que en Estados Unidos el 60% de las mujeres abandonaban la universidad y que las chicas “crecían sin haber tenido siquiera un trabajo fuera de casa”. De acuerdo con Goldin, en la década de 1950 eran más las mujeres que se graduaban en la universidad:
“El número de mujeres con titulación universitaria que obtuvieron títulos de grado superior se incrementó alrededor de un 30% en los cursos de mediados de la década de 1940, y en un 40% entre la población femenina que se graduó a mediados de la década de 1960. El total de mujeres que obtuvieron un título de grado suprior se multiplicó por tres”.
La razón de estas imprecisiones se debe, en primer lugar, a que Friedan centró su atención en las universidades más elitistas del país. En segundo lugar, Goldin explica que Friedan comparó los logros en las carreras de las mujeres de la década de 1950 “con los de un subgrupo de tituladas universitarias más mayores y que no se habían casado ni tenían hijos”. Así, Goldin señala que Friedan no podía tener un visión panorámica de todo el grupo de tituladas de la generación anterior y apreciar sus logros. En suma, para Goldin, si bien la década de 1950 no fueron perfectos, tenemos que igualmente las mujeres graduadas en esa década tuvieron más oportunidades de elegir en comparación con los grupos previos.
Otro punto relevante fue que en la década de 1950 la mayor parte de los tribunales estatales pusieron fin a las barreras matrimoniales. También hay que considerar que durante la Segunda Guerra Mundial, las mujeres lograron avances en materia laboral ya que se requirió de sus habilidades debido a que los hombres estaban combatiendo en el extranjero. Las carreras universitarias se volvieron atractivas y, de acuerdo con Goldin, las matriculaciones aumentaron en las décadas de 1940 y 1950, iniciándose así una disminución de la brecha de graduados entre hombres y mujeres. La universidad también constituyó una suerte de mercado matrimonial, en el sentido que se convirtió en un lugar donde las mujeres encontraban a sus futuros maridos. En palabras de Goldin:
“De manera desproporcionada, las universitarias se casaban con los universitarios. Y la seguridad económica que ofrece un titulado universitario es mayor que la que pueda garantizar un hombre con menos estudios (…) Las universitarias siempre tuvieron más fácil encontrar un marido en el campus, pero especialmente las que cursaron sus estudios entre las décadas de 1950 y 1970”.
Otros procesos de importancia se dieron en el ámbito demográfico. En primer lugar tenemos el descenso de la edad de matrimonios en los Estados Unidos de la posguerra. Estos había descendido durante la gran depresión producto del alto desempleo, por lo que resulta comprensible en ese contexto económico se incrementara la edad del matrimonio. Junto con esto tenemos el fenómeno del “Baby Boom” (1946-1964) en virtud del cual disminuyó la edad a la que se daba luz por primera vez y aumentó la natalidad. Goldin cita un sondeo de la Oficina de la Mujer sobre tituladas universitarias de 1957 que indica que un 64% dio a luz en los siete años posteriores a la graduación y solo el 17% de las mujeres que se titularon en la década de 1950 nunca tendría un hijo. Añade la autora que solo un 8% de las universitarias de la década de 1950 permanecieron solteras.
Ahora bien, estas tituladas universitarias que se casaron siendo aún jóvenes , optaron por trabajos que les permitiese conciliar con la familia. De acuerdo con la autora, estas mujeres no buscaban mantener una carrera a largo plazo, pero sí se encontraban preparadas para trabajar en algún momentos de sus vidas fuera de su hogar. En la década de 1950 cerca de cuatro de cada diez universitarias escogían estudios relacionados con la enseñanza, así como disciplinas como el cuidado infantil, desarrollo infantil, biblioteconomía y trabajo social. En palabras de Goldin:
“La enseñanza, la enfermería, el trabajo social y otras disciplina atractivas para tantas universitarias constituyeron, y aún hoy constituyen, un área de empleo integrada generalmente por mujeres, con escaso margen de ascenso y donde el salario es menor que en otros puestos que ocupan los trabajadores masculinos con titulación universitaria. Aun así, estos empleos resultaban muy tentadores por las comodidades que ofrecían”.
Goldin cita otros sondeos realizados a la promoción de 1961 que muestra a mujeres con claras ambiciones que trascendían el ámbito del hogar y la familia, querían una familia e hijos, pero querían retornar al trabajo e invertir en su formación académica y profesional.