3/3-Barniz informativo: Hablemos de Rusia (por Jan Doxrud)
Finalmente fue Iván III (1462-1505) esposo de la sobrina del último emperador bizantino Sofía Paleóloga, quien logró liberar al principado del control mongol comenzado un proceso de unificación de la región mediante conquistas de diversos principados, entre estos Nóvgorod). De acuerdo con, Tamara Djermanovic, este ataque de “Moscovia” a Nóvgorod “fue el primer conflicto abierto entre dos Rusias: una, dirigida hacia Oriente y encerrada en sí misma, y otra, abierta hacia el mundo exterior y hacia occidente”.
Iván III Estableció un nuevo escudo con el Águila Bicéfala como símbolo y mandó a construir la Catedral de la Asunción. Un hecho de relevancia fue la caída de Constantinopla y el derrumbe del Imperio Bizantino a manos de los turcos en 1453. Esto tendría como consecuencia el que Moscú se proclamase como la “Tercera Roma”
Jean Meyer en su libro “Historia religiosa de Rusia y sus imperios” cita la Epístola del monje Filoteo a Vasili III:
“El único zar cristiano que detiene las riendas de todas las sedes divinas de la santa Iglesia ecuménica, la cual, en lugar de estar en Roma o en a, se encuentra en la ciudad de Moscú guardada de Dios”
El mismo autor cita la “Carta Constitutiva del Primer Patriarca de Moscú y de toda Rusia”:
“(…) la segunda Roma, Constantinopla, está en manos de los turcos sin Dios; el gran reino de Rusia, ¡oh, zar piadoso!, es por lo tanto la tercera Roma, que los rebasa ambas por su devoción; toda la piedad del mundo está reunida, únicamente, en tu reino, y tú eres, en este mundo terrenal, el único zar cristiano”.
Pasemos ahora a examinar a Iván IV (1530-1584) apodado “el terrible” (grozny) que en realidad significaba “imponente” o “temible”, aunque también era violento, aunque nada fuera de lo común si lo comparamos a otros personajes violentos de la Europa Occidental. En palabras de Tamara Djermanovic:
“El apodo «terrible» fue atribuido a Iván por el segundo período de su mandato, cuando su despotismo se convirtió en extremo. El zar justificaba su derecho a la crueldad y a la autocracia (samodrzhstvo) con la teoría de que él era el líder de un pueblo elegido que tenía que confrontarse con los incrédulos, cual un Mesías, y no simplemente un líder político o militar”
Iván IV continuó con la centralización del poder bajo su autoridad, sometió al kanato de Kazán y Astracán y obligo al de Siberia a pagarle tributos. También es conocido su medida de dividir su reino en dos: su dominio personal (opríchnina) con un ejército personal (oprichniki) y el dominio de los boyardos (zemshchina).
Los pilares de este sistema patrimonial eran, en primer lugar, que el zar tenía el poder total y la nobleza o boyardos dependían de su confianza. Esto se traducía que las tierras le pertenecían al zar, por lo que perder su favor era perder su estatus y fuente de ingresos económicos. En segundo lugar estaba la importancia de la Iglesia ortodoxa. Hoy en día, los oligarcas podrán tener mucho poder económico, pero sin el apoyo de Putin y el Kremlin, pueden terminar como Mijaíl Jodorkovski.
Un episodio tristemente célebre, y retratado por artista Iliá Repin (1885), fue el ataque de furia de Iván IV que terminó asesinado a su hijo y heredero. Como Nevski, la figura de Iván IV también ha sido utilizado con fines propagandísticos.
El célebre Serguéi Eisenstein (1898-1948) abordó en su película la figura del Zar en 2 partes. En la primera se presenta al zar autoritario y constructor de la nación rusa. En la segunda se adentra en el mundo interior: una figura desgarrada y atormentada debido a sus actos de violencia. La primera parte se estrenó en 1944. La segunda, prohibida por Stalin, se estrenó en 1958. Al parecer a Stalin no le gustó el perfil psicológico que hizo Eisenstein de Ivan IV. De acuerdo con el dictador soviético al zar se lo presentaba como indeciso como Hamlet y en donde todo el mundo le insinúa lo que debe hacer, sin que él mismo pudiese decidir por voluntad propia. En opinión de Stalin, Iván IV había sido un gobernante grande y sabio, lo cual se veía reflejado en su capacidad de mirar las cosas desde el punto de vista nacional, y de no permitir la entrada de extranjeros a su país, bloqueando así el país contra la entrada de influencias extranjeras.
Tras la muerte de Ivan IV, asumió su hijo Fiódor I (1584-1598). Su otro hijo, Dimitri, murió a los 8 años, por lo que se generó el problema de la descendencia, en donde gobernaron nobles e impostores que decían ser el difunto Dimitri. Finalmente Miguel I Románov fue electo como Zar por una Asamblea de representantes de diversos estamentos dando inicio a la última dinastía imperial. Un personaje destacado fue el ya mencionado Pedro I “El Grande”. Pedro era una persona que medía más de 2 metros y con un exceso de energía. Fue Aleksandr Pushkin quien escribió a propósito de Pedro:
“Ahora académico, ahora héroe,, ahora navegante, ahora carpintero, de alma universal era en el trono un eterno trabajador”,
Pedro era un admirador de Occidente y viajó a Europa para estudiar sus costumbres y tecnologías. Al parecer le obsesionado por el poder naval (fundó la armada) lo que lo llevó a los astilleros europeos. Fundó la Academia de Ciencias y sentó las bases de un Estado burocrático moderno. Construyó Peterhof (del neerlandés la #Corte de Pedro”), palacio que sería ampliado y embellecido por futuros gobernantes como Isabel I y Catalina II.
Sumado a esto, fundó San Petersburgo y la convirtió en la capital (1712). Esta ciudad ha cambiado varias veces de nombre. Con el inicio de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) se sustituyó su nombre, por sonar muy “alemán”, por el de Petrogrado. Luego tras la revolución de octubre, los comunistas la nombraron en 1924 “Leningrado” y, finalmente tras el colapso de la Unión Soviética, nuevamente volvió a su nombre original: San Petersburgo
Como explica Orlando Figes, San Petersburgo se concibió como una capital europea” y buscaba ser más que una ciudad, es decir, ser una “escuela europea de Rusia, un proyecto civilizatorio de ingeniería cultural que debía reconvertir a los rusos en ciudadanos europeos”.
El polímata ruso Vladimir Soloviov (1853-1900) llegó a escribir lo siguiente:
“Todo lo que en la esfera del pensamiento y la creatividad hemos tenido de bueno y original surgió únicamente como resultado de las reformas petrinas; sin ellas no tendríamos ni a Pushkin, ni a Glinka, ni a Gógol ni a Dostoievski, ni a Turguénev ni a Tolstói”
Pedro buscaba imitar a Occidente en sus mínimos detalles lo cual incluía lka vestimenta así como la apariencia física. Un dato anecdótico fue el impuesto que estableció por el uso de la barba. Sobre este proceso de occidentalización comenta Tamara Djermanovic:
“Los cambios propuestos por Pedro abordaban topdas las esferas de la vida social: la militar, la religiosa, la administrativa, la cultural. Primero decidió resituar su país en el tiempo e hizo que Rusia entrara en la era cristiana por primera vez en el siglo XVIII. Fue en el año 7208 ruso cuando Pedro el Grande adoptó el calendario europeo y, por primera vez, el 1 de enero de 1700 se celebraron en Rusia los «mil setecientos años del nacimiento de Cristo» ”
Ahora bien, esta “occidentalización” se dio más bien al nivel de las élites residentes en las ciudades, de manera que el campesinado siguió viviendo en un mundo paralelo ajeno a las reformas modernizadoras. Realicemos un paréntesis sobre el tema que mencionamos en un comienzo sobre la identidad rusa y la pugna entre eslavófilos y occidentalizadores.
Esto ya generó una pugna en la historiografía a propósito de si los rusos provenían de los Varegos o eran eslavos.El historiador y etnólogo Gerhard Friedrich Müller, (1705-1783) defendía la idea del origen vikingo, mientras que para el geógrafo Mijaíl Lomonósov (1711-1765) los rusos descendían de los de eslavos del báltico. Orlando Figes cita ejemplo del desprecio que ciertos intelectuales demostraban por eslavos a los cuales homologaban con la barbarie. Por ejemplo, esta el caso de historiador alemán y estudioso de Rusia, August Ludwig von Schlözer (1735-1809), cuya visión negativa de los eslavos quedaba patente en sus palabras:
“Evidentemente allí (en Rusia) había pueblos, sabe Dios desde hace cuánto tiempo y llegados de dónde, pero se trataba de grupos sin ningún tipo de liderazgo, vivían en sus vastos bosques igual que las bestias salvajes y las aves. Ningún europeo ilustrado había puesto su atención en ellos ni escrito sobre ellos. En todo el norte no había un solo lugar al que pudiera darse realmente el nombre de ciudad”
El mismo autor escribió:
“Los eslavos, salvajes, groseros y aislados, comenzaron a ser socialmente aceptables tan solo gracias a los germanos, cuya misión, decretada por el destino, fue la de sembrar entre ellos las primeras semillas de la civilización”
Por su parte Tamara Djermanovic afirma que todo el pensamiento ruso del siglo XIX giraba en torno al tema sobre la relación entre el mundo ruso y el occidental, especialmente en la década de 1830 y 1840 en donde se enfrentaron eslavófilos y occidentalistas. Al respecto comenta la autora:
“La doctrina de los eslavófilos fue más homogénea que la occidentalista. Además de su preferencia inapelable por Rusia, partían de la idea de que Europa hacía lo posible «por satisfacer el deseo de humillar a Rusia cuando hay una posibilidad que lo favorezca». Pero al mismo tiempo que se lamentaban de que «no nos reconoce como suyos», seguían destacando que Rusia nunca podría ser Europa”
Más allá de esto, el hecho es que hay una tradición intelectual que presenta a Rusia como una cultura única y diferente de occidente. Este último es presentado como racionalista, frío y carente de espíritu. Conocidas son las palabras del literato Fiódor Tiútchev (1803-1873) para quien
Rusia no se entiende con la mente.
No se puede medir con una vara
Tiene un carácter especial
En Rusia solo se puede creer.
La ya mencionada Tamara Djermanovic señala en su libro que Rusia heredó de Bizancio el recelo “respecto a todo lo que proviniera del Occidente latino” y añade que el conflicto entre Bizancio y Europa “ha perdurado en la relación existente entre Rusia y Europa occidental”.
Este es un tema que está lejos de haber acabado. Actualmente Putin a construido una narrativa en donde Rusia es la víctima de las hostilidades de “Occidente” a través de su brazo armado la OTAN. Incluso afirmó que las élites occidentales ha colonizado a los eslavos ucranianos para convertirlos en cabeza de puente contra Rusia. Obviamente que esta narrativa distorsionada, reduccionista y simplificadora dejando fuera de la narrativa los otros muchos problemas que tiene dentro de Rusia y con los islamistas en el Cáucaso. Junto con Putin existen otros intelectuales rusos, en donde destaca, Alexander Dugin, para quien el enemigo es el liberalismo occidental y se presenta como un defensor del multipolarismo.
Otra gobernante destacada fue la zarina Catalina II la Grande. Cabe aclarar que no fue la primera gobernante mujer. Anteriormente habían gobernado entre 1725-177, Catalina I (esposa de Pedro el Grande), Ana I (1730-1740, hija de Iván V medio hermano de Pedro) e Isabel I (1741-1762, hija de pedro el Grande). El matrimonio de Catalina II con Pedro III no fructificó y la situación llegó a tal extremos que el zar fue detenido, torturado y ejecutado. La zarina no era rusa y su verdadero nombre era Sophie Friederike Auguste von Anhalt-Zerbst. Gobernó 34 años (1762-1796) y murió a los 67 años, siendo una continuadora de las políticas de Pedro eI Grande. Como señalé más arriba, fue Catalina II quien incorporó Crimea (poniendo fin al kanato del mismo nombre en 1783), ganando así poder en el Mar Negro. También continuó con la expansión hacia el oeste y se considera como una de las representantes del llamado “despotismo ilustrado”.
Tras la muerte de Catalina II le sucedería Pablo I, Alejandro I (quien lucho contra Napoleón), Nicolás I, Alejandro II (quién sufrió la humillante derrota en la guerra de Crimea), Alejandro III y el último zar: Nicolás II. Con la revolución bolchevique se puso fin a la dinastía y comenzaría una dictadura en nombre de una ideología de dos intelectuales alemanes (Marx y Engels) ajena al campesinado ruso. El nuevo territorio incluía: Rusia, Ucrania, Bielorusia, Moldavia, los Estados Bálticos (Estonia, Letonia y Lituania), Repúblicas de Asia Central (Tayikistán, Uzbekistán, Kirguistán, Kazajistán), Repúblicas del Cáucaso (Georgia, Armenia, Azerbaiyán). Este territorio contaba con cerca de 100 nacionalidades, más de 280 millones de habitantes.
Todo llegaría a su fin en 1991 cuando la bandera tricolor de la Federación Rusa sustituyó a la bandera roja con la hoz y el martillo. Rusia transitó hacia un capitalismo corrupto dominado por una oligarquía cercana al poder político y que, con el tiempo, comenzó a ser sometida bajo el mandato de Putin. La nueva Rusia, carente de una ideología oficial impuesta por la fuerza por más de 70 años, necesitaba redefinir su identidad, es decir, ¿quiénes somos ahora? Como explica Orlando Figes, la desaparición del comunismo como sistema de creencia y práctica, dejó a la sociedad rusa confusa y con un vacío moral. A esto añade: “Rusia llevaba tanto tiempo existiendo como un imperio que, en 1991, no podía reinventarse más como una nación”.
Por ende qué es lo que llenaría ese vacío: ¿la religión?, ¿paneslavismo? ¿nacionalismo étnico? Para Figes la visión que tiene Putin de la historia del país es estatista, colectivista y conservadora. Para Putin, siguiendo a Figes, Rusia es fuerte cuando el pueblo está unido detrás de un Estado poderoso. De acuerdo con Putin esto último no es una anomalía para los rusos, ya que es el Estado el “garante del orden, el iniciador y la primera fuerza impulsora de cualquier cambio”. Como explica Stéphane Courtois, Putin y sus colaboradores idearon una estrategia para crear una “memoria histórica” en donde uno es el
“(…) relato mitológico del gran Imperio de los zares, unificadores de todos los eslavos, que recuperaban el discurso de los eslavófilos del siglo XIX que reivindicaban una vía singular de Rusia ante Occidente y su modernización política e industrial, y albergaban un sentimiento paranoico de cerco y de fortaleza asediada”.
En Rusia también existen ideólogos como es el caso de Alexander Dugin, tal como lo desarrolla en su libro “La cuarta teoría política”. Dugin considera que el orden internacional actual es unipolar, en donde el Occidente Global representa el centro y los Estados Unidos el núcleo. Añade que esa estructura del orden internacional posee características geopolíticas e ideológicas. En cuanto a la primera, Dugin explic que se caracteriza por es la “dominación estratégica de la Tierra por el hiper-poder norteamericano”. Por otra parte, y desde un punto de vista ideológico, Dugin afirma que la unipolaridad se fundamenta en valores modernos y postmodernos, “que son abiertamente anti-tradicionales”. Así es la misión de los “tradicionalistas” opnerse a Occidente, la globalización y al imperialismo estadounidense.
Al parecer sería Putin quien ha encarnado esta nueva cruzada contra Occidente, específicamente Europa y Estados Unidos. Ahora bajo la bandera del paneslavismo comenzó una guerra de agresión contra Ucrania (u “operación especial como la denominan las autoridades rusas) bajo pretextos absurdos como una supuesta agresión “nazi”.
Como explica la historiadora Françoise Thom en “El libro negro de Vladimir Putin”, este último da cuenta de un modus operandi en su guerras de agresión. Por ejemplo, la víctima es presentada como la agresora como fue el caso del conflicto entre Georgia y Osetia. Otra táctica es convertir la guerra imperialista en una guerra civil tal como lo explica la historiadora:
“Rusia siempre ha manejado el arte de crear divisiones y subcontratar la política imperial a otros. Uno de los objetivos de las guerras de conquista libradas por el Kremlin ha sido la adquisición de carne de cañón. En cualquier conflicto, Moscú busca crear una clientela de secuaces y jóvenes soldados en el país atacado”
No sabemos qué sucederá en futuro pero lo que es claro es que estamos ante una guerra de agresión por parte de Rusia y que el plan no resultó como lo imaginó Putin. Como consecuencia, “logró” que Finlandia (2023) y Suecia (2024) entraran a la OTAN, que los países europeos despertaran del letargo y comenzaran a aumentar el gasto en defensa como fue el caso de Alemania o Suecia.
Por lo demás, fuimos testigos de hechos llamativos como la supuesta rebelión por parte de Yevgueni Prigozhin, jefe del grupo Wagner, quien finalmente fallecería en un vuelo privado desde Moscú a San Petersburgo en el 2023 y la destitución del Ministro de Defensa Serguéi Shoigú.
Como pudimos examinar, existen ciertas “constantes” en la historia rusa como la salida a aguas cálidas y su tensa relación con lo que conocemos con el nombre un tanto impreciso de “Occidente”. Este último fue el enemigo durante la era de los zares, durante el régimen comunista y ahora bajo la Rusia de Putin. Pero esto no quiere decir que Rusia sea presa de alguna clase de determinismo histórico o geográfico, pero la historia si es importante y arroja luces sobre el presente. No sabemos si realmente fue Mark Twain quien sentenció que “la historia no se repite pero muchas veces rima”: existen ciertos patrones y similitudes.
Ya Robert Kagan había se había preguntado en el 2008 en su libro “El retorno de la historia” sobre un posible desafío que tendría la Unión Europea:
“¿Y qué ocurre cuando una entidad del siglo XXI como la UE afronta el desafío decimonónica como Rusia?
Más adelante añadía:
“Los países de la Unión Europea hicieron una apuesta colosal en los años noventa. Apostaron por un nuevo orden mundial, por la primacía de la geoeconomía sobre la geopolítica (…) Redujeron sus presupuestos de defensa y desaceleraron la modernización de sus ejércitos, estimando que se imponía el poder blando y que el poder duro era cosa del pasado”