2/2-Daniel Mansuy: Allende, el laberinto y el enigma (por Jan Doxrud)
Para Aylwin, quienes corrían con la ventaja era aquel partido monolítico y disciplinado: el PC. La razón de esto es que, de acuerdo con Aylwin la ultraizquierda quería llevar a Allende por un camino que no estaba dispuesto a transitar y que este buscaría apoyo no en la socialdemocracia, puesto que carecía de ideología, personalidad y madurez para enfrentar y atajar a la ultraizquierda. Por ende, la única alternativa para Allende era el PC, el cual se transformaría en “la gran fuerza de sustentación de Salvador Allende”. Y sabemos que la DC estaba lejos de tener una buena opinión de este partido e ideología.
Mansuy cita las palabras de Aylwin en donde es claro y directo al señalar que con los marxistas no había “método de negociación posible a base de la caballerosidad”. A esto añadía el falangista: “solo entienden cuando a su poder se opone otro pode”. El presidente Frei fu aún más duro cuando dirigió las siguientes palabras a Allende: “vas a ser presidente, pero no vas a poder manejar a tu gente y esto puede ser una catástrofe”. En una segunda reunión citada por Mansuy Frei dice a Allende que mientras menos dure su gobierno mejor. Añade que le tiene afecto a Allende, pero que su gobierno es imposible y añade:
“(…) la izquierda en Chile es incapaz de gobernar democráticamente (…) No es un problema de amistad ni de faltarle el respeto, pero no manejas ti partido. Eres un hombre bueno, eres un ingenuo, Salvador (…) No va haber economía porque se terminará la inversión”.
Así, Allende carecía de liderazgo no solo dentro de la UP sino que dentro de su mismo partido (PS) y el respaldo que le daría el PC no sería personal sino que meramente instrumental para sus propios fines que eran distintos a los que Allende predicaba con su vaga “Vía chilena al socialismo”.
La estrategia de Aylwin es que la DC podía jugar un rol de importancia y era el ser un apoyo o sustento para Allende en caso de emergencia, pero esta estrategia fracasaría, puesto que el PS y el MAPU (y el MIR) no estaban dispuestos a establecer relaciones de ningún tipo con la DC, aunque no así el PC que era un partido más estratégico. El PS ya había renunciado a la vía democrática en el Congreso de Chillán de 1967, postura que reafirmó en el Congreso de la Serena de 1971.
Pero, a la larga, la DC terminaría alejándose de Allende por una serie de hechos como el asesinato del exministro DC Edmundo Pérez Zujovic (1971) por la Vanguardia Organizada del Pueblo (uno de los asesinos había sido indultado por Allende), el uso del Decreto 520 (de 1932) para las intervenciones de empresas, la consecuente disputa entre las tres áreas de la economía (privado, social y mixta) y la reforma constitucional Hamilton-Fuentealba. A esto se le sumaría la prolongada visita de Fidel Castro (y la marcha de las cacerolas vacías), la polémica en torno a la Papelera, el proyecto de Escuela Nacional Unificada (ENU), el paro de camioneros (y el Pliego de Chile), tensiones con los poder legislativo y judicial, la inclusión temporal de militares en el gabinete, tensiones con la FACH y la crisis al interior de la UP a medida que perdían apoyo ciudadano.
Respecto a la Papelera, era claro que este era un medio indirecto para controlar los medios de comunicación. Como explica Mansuy, la UP intentó expropiarla por medio de “ofertas de compra tentadoras de compra de acciones, o tentativas por impulsar la movilización de sus trabajadores, pero no tuvo éxito”. A esto añade el intento por parte de la UP de ahogar financieramente a la Papelera negándose a reajustar sus precios a pesar de la inflación. La ENU también tensionó el clima político puesto que, tal como afirmó el ministro de educación Jorge Tapia, se buscaba proveer un marco pedagógico a los “objetivos del proyecto socialista de la nación chilena”. Por ende, si bien había una serie de hechos puntuales que tensionaron los ánimos, había un tema de fondo que preocupaba a la oposición, tal como lo relata Mansuy:
“Hay que considerar un instante cómo la oposición veía el cuadro general para comprender cuán intensa era la polarización. A ojos de los adversarios de la UP, el gobierno desarrollaba un esfuerzo sistemático por controlar todas las dimensiones de la vida social: el consumo de bienes básicos, la circulación de la prensa a través del conflicto en torno a la Papelera, la producción a través de la aplicación del decreto 520, y así. Esto explica la frecuencia con la que las críticas al gobierno emplean el calificativo de totalitario para describir la acción del gobierno”.
Todo esto llevó a que Allende no pudiese salir del laberinto que él mismo ayudó a construir. Como señala Mansuy – invocando las palabras de Aylwin – Allende, el político, no escogió y prefirió morir. El mismo Allende afirmaba en su segundo discurso del 11 que no tenía pasta de apóstol ni de mesías, ni condiciones de mártir. Pero añadía lo siguiente: “Pero que lo entiendan aquellos que quieren retrotraer la historia y desconocer la voluntad mayoritaria de Chile; sin tener carne de mártir, no daré un paso atrás”. Lo mismo señala Carlos Altamirano, Allende no tenía presupuestado dejar la Moneda y defendería su cargo hasta el final.
Otro tema que quisiera abordar para ir finalizando es sobre el tema sobre la evolución del mito de Allende tras su muerte. Ciertamente la muerte de Allende por mano propia lo cambió todo y de este suceso ha surgido un nuevo Allende que es apropiado por diversos sectores, ay sea para enaltecerlo o denostarlo, de manera que se hace abstracción del político de carne y hueso. En capítulo 22 el autor nos habla de la domesticación del mito por parte del ahora nuevo Presidente de la República Patricio Aylwin (1990-1994). El 4 de septiembre de 1990 se realizó el funeral oficial de Salvador Allende y si vamos a la Fundación Aylwin, podemos reproducir algunos fragmentos pronunciados por los asistentes y que revelan el contenido del “Mito de Allende”. Clodomiro Almeyda señaló:
“El valor principal del legado de Salvador Allende es, sin duda, la lección moral que arroja su lealtad a los compromisos que contrajo con sus propias palabras, con su partido y con su pueblo.” (Extracto del discurso)
Por su parte el primer Ministro Frances, Michel Rocard declaró lo siguiente:
“Porque su vida, su muerte y la democracia recuperada, demuestran una vez más, que si la libertad puede sufrir una derrota momentánea, nunca puede ser definitivamente vencida. Por todas partes la libertad ha recuperado el terreno perdido e incluso ha conquistado nuevos territorios.”
Por su parte tenemos los siguientes extractos del discurso de Patricio Aylwin:
“Como todo el país sabe, yo fui adversario político de Salvador Allende, lo cual no me impidió respetarlo como persona, reconocer sus merecimientos, coincidir en muchas ocasiones y mantener con él relaciones amistosas. Ello es de la esencia de la vida democrática. Fui severo opositor de su gobierno, lo que tampoco nos impidió – ni a él ni a mí – dialogar en busca de fórmulas de acuerdo para salvar la democracia. Debo decirlo con franqueza: si se repitieran las mismas circunstancias, volvería a ser decidido opositor. Pero los horrores y quebrantos del drama vivido por Chile desde entonces nos han enseñado que esas circunstancias no deben ni pueden repetirse, por motivo alguno. Es tarea de todos impedirlo. Y lo impediremos en la medida misma en que desterremos el odio y la violencia, en que evitemos los sectarismos ideológicos y las descalificaciones personales o colectivas, en que sepamos respetarnos en nuestras diferencias y en que todos acatemos lealmente las reglas del juego democrático”.
Mansuy escribe que tales palabras de Aylwin constituyen una demostración palmaria y brutal “e hegemonía combinada con franqueza”, domesticando así el mito (de hecho en este período de la transición no se invocó la figura de Allende y la UP como sí se hace en la actualidad). Aylwin hace una llamado a aprender de los errores del pasado, a lograr la reconciliación del país y la construcción en conjunto del porvenir. En un pasaje de su discurso Aylwin asevera que si Allende estuviera entre ellos los acompañaría en el empeño de “aunar esfuerzos para construir juntos una Patria de hermanos, libre, justa y solidaria”.
Sobre esto, Mansuy señala que Aylwin está convirtiendo a Allende “en una figura funcional al proyecto concertacionista”. Con el Presidente Ricardo Lagos (2000-2006) Mansuy habla de la sustitución del mito. Lagos deja claro en distintas instancias que no es una continuación de la UP o del legado de Allende sino que, más bien (como declaró a Patricia Politzer), es una prolongación histórica de los gobiernos de sus antecesores: Aylwin y Frei (1994-2000). Incluso declara que los caminos hacia la igualdad han variado y que su fórmula no es la de Allende, quien “lo intentó con la fórmula clásica de la redistribución (…) Hoy, es a la inversa: crecimiento, Estado regulador y economía abierta al mundo”.
Otros dos episodios que destaca Mansuy es la inauguración por parte de Lagos de una estatua de Allende “sin que eso lo disminuyera, muy por el contrario; ya había dejado de competir con él (…)”. El otro episodio fue la reapertura en el año 2003 de la puerta de Morandé 80. Lo que llama la atención es que en el cuadernillo en donde se da cuenta de la ceremonia, la figura central es siempre Lagos, Más interesante resultan otras palabras de Lagos 2003 en un documento conmemorativo del 11 de septiembre de 1973. Aquí Lagos afirma que el país ha avanzado cada vez más hacia una convivencia basada en el respeto y añade que solo así el sacrificio de hace 30 años cobrará sentido y añade: “Solo así las anchas Alamedas finalmente se abrirán para todos los hijos de esta tierra”. Mansuy interpreta esto como un intento por parte de Lagos de la dirección del mítico discurso de Allende se dirige hacia él: hacia Lagos. En palabras del autor:
“El Lagos de 2003 está satisfecho con lo realizado. Además, le interesa dejar claro que la reivindicación del legado de Allende solo puede hacerse al interior de los muros concertacionistas. No hay salvación fuera de la Concertación: tal es el núcleo de la homilía republicana pronunciada por Ricardo Lagos el 11 de septiembre de 2003”.
En otros capítulos Mansuy aborda la figura de Allende desde la óptica de Tomás Moulián – quien pasó de ser crítico a sucumbir al mito – y Jorge Arrate, quien también se adhiere a la teoría de la “derrota” de la UP y el ensalzamiento de la figura de Allende. Como señala Mansuy el Moulian post golpe se atrevió a encarar al Moulian dela UP, pero el Moulián de la década de 1990 ignora al Moulián de los 80. Para el sociólogo Allende es un maestro político y como añade Mansuy, el Allende de Moulián se dibuja pasivo y “enfrentado a un dilema respecto del cual no tiene poder”.
En relación con el Frente Amplio (FA), aquí existe una reivindicación sin tapujos y complejos de Allende y de su programa de gobierno. Para los miembros del FA la Concertación solo fue una continuadora del proyecto de la dictadura y de su principal enemigo: el neoliberalismo. Recordemos que el nuevo Presidente Gabriel Boric se acercó en la Moneda al busto de Allende ante la cual realizo un gesto de reverencia. En su primera alocución como presidente no hizo mención de los presidentes de la Concertación, pero si dio el salto temporal hasta llegar a la UP señalando: “Como pronosticara hace casi 50 años Salvador Allende, estamos de nuevo, compatriotas, abriendo las grandes alamedas por donde el hombre libre, el hombre y la mujer libre, para construir una sociedad mejor. Seguimos. ¡Viva Chile!”
Así estamos ante una izquierda que cuestiona los denominados 30 años y busca renovar a su sector, pero mirando hacia el pasado. Mansuy cita las apalabras del académico Jaime Bassa quien, en un desplante de simplismo y reduccionismo, afirmaba en un libro del año 2020 que la Constitución actual es una reacción al gobierno de Allende por parte de una minoría económica frente a las políticas redistributivas que los afectaban negativamente.
Con tal Carta Magna, los representantes del pueblo se ven impedidos de hacer lo que hizo el gobierno de la UP: llevar a cabo un proyecto político de transformación social. Así, para gente como Bassa el proyecto de la UP está inconcluso una verdadera posta que quedó suspendida por décadas y que ellos pretenden ahora reiniciarla. Los acontecimientos del 18 de octubre de 2019 ilusionaron y embriagó a la izquierda desde el PC hasta el FA: se logró poner en la mesa el tema constitucional, convocar una convención donde la izquierda dominaba, pero que terminó en un fracaso estrepitoso cuando en el plebiscito del 2022 el 62% de los ciudadanos rechazó la propuesta constitucional.
Llegados a este punto podemos preguntarnos lo mismo que se pregunta Mansuy sobre la UP ¿fracaso o derrota? ¿Acaso el fracaso de la Convención fue por la campaña de noticia falsas por parte de la oposición, la ignorancia de las personas y, como señaló Bassa, porque los convencionales de izquierda fueron “ingenuos” que les “faltó pillería”? El hecho es que el proyecto refundacional de la izquierda quedó sepultado.
Aquí nuevamente se repite el error de no considerar y dar la importancia debida a la historia de nuestro país y a sus características que le son propia. Como señala Mansuy respecto a Bassa, este último no hizo ningún reconocimiento “a la historia reciente o al progreso del país en las últimas décadas”. A esto añade Mansuy: “(…) acá reside uno de los motivos del fracaso del proceso constituyente en el que Jaime Bassa jugó un papel central: se quiso hacer contra los treinta años, en lugar de hacer desde los treinta años”.