3/8-Estructura de mercado: consideraciones críticas sobre la competencia perfecta.
Ya hemos examinado resumidamente los dos extremos dentro de la clasificación de los mercados. Tenemos que tales extremos no existen en un estado de pureza, es decir, no existe una competencia pura (homologada al concepto de “perfecta”) ni tampoco existe un monopolio puro, salvo en casos como el de los bancos centrales. Ahora vamos a matizar esta perspectiva explicando el concepto de competencia monopolísticaque, como el nombre lo indica, incluye elementos de la competencia pura y el monopolio puro. Pero antes realizaremos una reflexión sobre todo lo anteriormente señalado sobre la competencia perfecta y el monopolio, para posteriormente continuar con la competencia monopolística.
Tenemos que el procedimiento descrito en los párrafos precedentes para clasificar los mercados como monopolio puro o competencia pura puede resultar simple y cómodo puesto que solamente debemos fijarnos en aspectos tales como el número de empresas, influencia en los precio, tipo de producto (homogéneo o diferenciado), barreras de entrada e información. Pero lo anterior se aleja bastante de los mercados realmente existentes que son sistemas complejos y dinámicos. Con esto último quiero dar a entender que los mercados son sistemas en donde también existen subsistemas y en donde la misma economía es un sistema que interactúa con otros sistemas como el político-jurídico o el cultural.
De acuerdo con esto, los mercados se encuentran compuestos por partes (desde individuos hasta empresas) que mantienen relaciones de interdependencia, de manera que de estas interacciones surgen propiedades denominadas “emergentes”, vale decir, propiedades que “emergen” de la interacción entre las partes pero que las partes aisladas no las tienen. En otras palabras, el todo no es simplemente la suma de las partes (como por ejemplo, cuando se “agregan” distintas demandas individuales para obtener la “demanda agregada” la cual tendría el mismo comportamiento que las individuales)
Sumado a esto, tenemos que los mercados son dinámicos por lo que cambian a lo largo del tiempo. Además se debe precisar y delimitar a la hora de hablar de un “mercado” en particular. Por ejemplo, podemos hablar del mercado de la leche, pero este puede llegar a ser un mercado muy amplio en donde podemos incluir las primeras etapas de producción o podríamos solamente concentrarnos en la venta de leche en los supermercados (y teniendo en consideración la variedad de marcas y tipos: descremada, semidescremada, con y sin lactosa, etc)
Cuando se aborda la temática de la estructura de mercado junto con las clasificaciones que de ella se derivan (incluyendo los gráficos), se nos muestra más bien los mercados desde un punto de vista estático, en donde el riesgo, la incertidumbre y el tiempo no tienen incidencia. Esto es algo que tienen claro los economistas y, como escribió George Stigler (1911-1991) en su paper titulado “Perfect Competition, historically contemplated” (1957), se podría responder a las críticas a este modelo de competencia perfecta señalando que para el análisis científico es necesario contar con conceptos abstractos. De esta manera, de acuerdo con Stigler, si una ciencia va a tratar con una gran clase de fenómenos, resultaba evidente que no puede trabajar con conceptos que describan fielmente incluso un solo fenómeno.
El economista austriaco Ludwig von Mises (1881-1973) en su libro “La Acción Humana” daba entender que lo que denomina como estado natural de reposo limita el horizonte a lo que momentáneamente acaba de suceder. Esto significa que tal estado se desentiende de lo que sucederá en el futuro. De esto se desprende que el “precio natural” o “precio estático” – y que Mises denomina como “precio final” – es una construcción imaginaria por lo que no pretende ser una descripción de la realidad. Continúa explicando que el precio de mercado es un fenómeno real y una realidad histórica, mientras que el “precio final” es uno hipotético. Sobre este precio comenta Mises:
“El precio final (…) sólo puede concebirse partiendo de las circunstancias necesarias para que el mismo aparezca. No puede ser cifrado ni en valor numérico expresado en términos monetarios ni en cantidades cierta de otros bienes. Nunca aparece en el mercado. Los precios libres jamás coinciden con el precio final correspondiente a la estructura de mercado a la sazón vigente”.
Por su parte el economista austriaco Joseph A. Schumpeter (1883-1950) aborda en el capítulo 7 de su voluminoso libro “Historia del Análisis Económico” la teoría estática y dinámica. Explica que el análisis estático es un método de tratamiento de los fenómenos económicos en el cual se intentan establecer relaciones entre los componentes de un sistema: precios y cantidades de bienes. Ahora bien, añade que estos componentes llevan un mismo subíndice temporal puesto que se refieren al mismo punto del tiempo, lo que hace del denominado “estado estacionario” una “ficción metodológica”.
Otra característica de este método es que supone un nivel de abstracción más alto que el de la teoría dinámica, lo que se traduce en que eliminan más rasgos de la realidad. De acuerdo a Schumpeter, la razón del por qué la teoría estática ha precedido históricamente a la dinámica es debido a que la primera “es muchos más fácil de construir que la dinámica”, puesto que “sus proposiciones son más fáciles de demostrar y la teoría estática en su conjunto parece más directamente relacionada con elementos esenciales de la lógica”.
Pero cabe preguntarse si tal modelo de competencia perfecta y la forma en que se clasifican tan rígidamente los mercados sigue teniendo algún valor pedagógico. Tenemos claro que los modelos por definición son representaciones de la realidad y que de basan en supuestos (cláusula ceteris paribus), pero no se puede abusar de tales supuestos hasta el punto de crear un escenario ficticio sin ningún valor práctico. Por ahora, podríamos decir que si el modelo de competencia tiene algún valor pedagógico, el cual sería un tanto contradictorio, puesto que nos enseñaría justamente lo contrario a lo que pretende, es decir, no es ni competencia ni perfecta.
En suma, en relación con el tema de los modelos, hay que resguardarse de no confundir el mapa con el territorio. Como escribió Tomáš Sedláček en su libro “Economía del bien y del mal”, en el mundo real “ceteris no es paribus” y el abusar de esta cláusula puede llevar a los economistas a “fantasear sin que la realidad les imponga límites o se plante en su camino”. Por ende, hay que resguardarse de ciertos modelos elegantes e internamente consistentes pero que, como señala Sedláček, se encuentra lejos del mundo de los vivos producto del uso de la cláusula ceteris paribus. A esto añade el mismo autor:
“Los modelos son semejantes a las parábolas. Si Jesús es descrito en la Biblia como el León de Judá, esto obviamente significa algo completamente diferente de que él tiene melena amarilla, es carnívoro y tiene una esperanza de vida promedio de 10 años. Toda abstracción debe tener cuidado de su contexto; se vuelve peligrosa sin él. La economía teórica es un conjunto de historias contadas de una manera científica (adulta) que difiere en muchos modos de los cuentos de hadas y los mitos, pero también tiene muchas características en común. Sabemos que hay alguna verdad en ambos, pero también sabemos que son ficción”.
Algún lector podría preguntarse si será acaso una exageración o que sea trivial criticar este modelo de competencia “perfecta” pues, después de todo, es un modelo y, como tal, sacrifica aspectos de la realidad haciendo una serie de supuestos. El problema con lo anterior es que dentro de la teoría microeconómica todo aquel mercado que se aleje de este ideal de la competencia “perfecta” pasa ser parte de lo que se denomina competencia “imperfecta” y es aquí donde se vuelve problemático calificar al mercado y a la competencia con rótulos tales como “perfecto” o “imperfecto”.
Joan Robinson (1903-1983) en el comienzo del capítulo 27 en su libro “The Economics of Imperfect Competition” explicaba que era costumbre dentro de la teoría económica comenzar el análisis con un mundo perfectamente competitivo y considera el monopolio como un caso especial. Pero añadía la economista que tal proceso podía invertirse y que sería más adecuado tratar la competencia perfecta como un caso especial.
Por su parte, Schumpeter en el libro “¿Puede sobrevivir el capitalismo?” (parte de su obra “Capitalismo, Socialismo y Democracia”), hacía alusión a aquel relato que nos pintaba una supuesta edad de oro pasada en donde prevalecía la competencia perfecta pero que, de alguna manera, se transformó en un mundo en donde predominaban los monopolios. A esto añadía el economista austriaco que se prescindía “del hecho completamente evidente de que la competencia perfecta no ha sido nunca más realidad de lo que es en la actualidad”. Continuaba explicando Schumpeter que, si bien economistas como Alfred Marshall (1842-1924) o Knut Wicksell (1851-1926) no pasaron por alto los numerosos casos que no se adaptaban a la competencia perfecta, los consideraron como casos excepcionales “que no sólo podrían eliminarse, sino que lo harían con el tiempo”.
Por lo demás para Schumpeter, la introducción de nuevos métodos de producción así como también de nuevas mercancías sería imposible si existe desde un principio la competencia perfecta, puesto que se traduciría en que no habría progreso económico ni técnico. Es por ello que para Schumpeter el modelo de competencia perfecta no solo era un modelo imposible sino que inferior a la competencia realmente existente, por lo que carecía “de todo título para ser presentada como modelo de eficiencia ideal”. Este modelo era incompatible con la visión que tenía Schumpeter del capitalismo como un sistema de “destrucción creativa”, dinámico y en constante desequilibrio
A esto añade el mismo autor:
“La empresa de la especie que es compatible con la competencia perfecta tiene, en muchos casos, una eficiencia mediocre, especialmente en el campo de la técnica y, siendo esto así, desaprovechará oportunidades económicas”.
Es importante tener en consideración esta perspectiva dinámica y evolutiva del capitalismo. Para Schumpeter el capitalismo era, por naturaleza, una “forma o método de transformación económica” que nunca tener un carácter estacionario Otra conclusión de Schumpeter es que constituía un error fundamentar que la teoría de la regulación estatal de la industria – basada en teorías irreales sobre el mercado – forzara a las grandes empresas “a funcionar como lo haría la industria respectiva en una situación de competencia perfecta”.
¿Por qué razón debemos asumir que la competencia perfecta es efectivamente perfecta? Si el lector analiza las características de esta clase de mercado podría preguntarse si acaso es deseable tal estado de cosas. ¿Es que acaso existe la “competencia” en la competencia perfecta? ¿De qué sirve un modelo en donde la innovación la diferenciación de los productos, las marcas y el marketing, el riesgo, el tiempo y la incertidumbre no tienen ninguna injerencia?
En este mundo estático las empresas perfectamente competitivas no tienen los incentivos para innovar puesto que les es posible vender todo a precio de mercado. Por lo demás, cada empresa es demasiado insignificante dentro del mercado como para tener los recursos para invertir en investigación y desarrollo. Por su parte, los economistas liberales Carlos Rodríguez Braun y Juan Ramón Rallo afirman en su libro “El liberalismo no es pecado”, que resulta problemático el concepto de competencia que se nos ofrece a partir del modelo de competencia perfecta puesto que se aleja de la verdadera competencia que existe en el mundo real. Respecto a una concepción más realista de competencia escriben los dos economistas:
“En realidad, el concepto general de competencia que todos albergamos es el de una continua rivalidad entre las compañías por ganarse el favor de los consumidores en un contexto de gran incertidumbre acerca de qué empresas sobrevivirán y de qué modelos de negocio triunfarán; los movimientos tácticos más comunes dentro de este proceso competitivo son las bajadas agresivas de precios, las campañas publicitarias llamativas, el regalo de unidades o de períodos de prueba gratuitos, las mejoras de calidad, la introducción de nuevos y rompedores productos, las alianzas estratégicas de empresas para batir a un tercer y duro competidor, etc”.”
Peor aún, ¿por qué razón se establece este modelo de competencia perfecta como un benchmark o un punto de referencia? La realidad nos muestra que este modelo simplemente no existe y ni siquiera para ejemplos como el trigo u otros bienes homogéneos y fungibles. En el libro ya mencionado, Murray Rothbard señala que la teoría de la competencia pura (perfecta) es falaz puesto que presenta un estado de cosas absurdo. Entre otras cosas la curva de demanda de una empresa no puede ser perfectamente elástica en toda la línea, puesto que en algún punto tendrá que descender puesto que, producto del aumento de la oferta, tenderá a rebajar el precio de mercado.
El economista australiano Steve Keen, en su libro “Debunking Economics”, explica que existe un serio problema en plantear que, por un lado, – y en competencia perfecta – la demanda tiene una pendiente negativa cuando se trata del mercado en su conjunto, pero, por otro lado, la curva de demanda es perfectamente elástica cuando se trata de la empresa individual. De acuerdo con Keen, resulta problemático plantear – dentro del modelo de competencia perfecta – que la curva de demanda agregada de mercado que tiene una pendiente negativa, pase a ser horizontal o perfectamente elástica cuando la descomponemos en diversas curvas individuales de las empresa. O planteado de manera inversa, si comenzamos a agregar o a sumar numerosas demandas horizontales no podemos obtener una curva de demanda agregada con pendiente negativa.
De acuerdo con lo anterior Keen afirma que, si la curva de demanda de mercado en un mercado de competencia perfecta es negativa, entonces la curva de ingreso marginal también lo es y, de ser así a nivel agregado, también lo sería para cada empresa individual que opera en ese mercado. Pero de ser esto cierto esto, entonces la empresa individual en competencia perfecta fijaría el precio de la misma manera a como lo haría un monopolio como lo pudimos apreciar en el gráfico de monopolio.
En síntesis, tendríamos que en competencia perfecta la demanda tendría una pendiente negativa a nivel de mercado, así como para cada empresa individual. Además, el ingreso marginal tendría pendiente negativa, de manera que no coincidiría con el precio de mercado y la demanda, por lo que la empresa fijaría el precio no donde se intersectan la curva de costo y el ingreso marginales (que coincide con el precio de mercado).
Sumado a lo anterior, Keen – apoyándose las ideas de Piero Sraffa – cuestiona la idea de que sean los costos crecientes y el ingreso marginal (constante o decreciente) los que determinen la producción de una empresa. La razón de esto es simple y es que hay que considerar ciertos elementos que están ausentes de la teoría económica neoclásica. Para Sraffa el principal obstáculo al que se enfrenta la empresa a la hora de aumentar su producción no reside en los costos de producción, sino que en la dificultad de poder vender grandes cantidades de bienes sin tener que reducir los precios o sin tener que enfrentar crecientes gastos en marketing (que no serían costos de producción sino de distribución).
Así, y como ya hemos señalado, los productos no son homogéneos y los consumidores, a la hora de comprar un producto, no se fijan únicamente en el precio, sino que también en la calidad del producto lo cual puede ser un efecto de la campaña de marketing de la empresa. Incluso, advierte Keen, si se tratase de un producto homogéneo, no se puede dejar de lado los costos de transporte y la posibilidad de que la empresa goce de un monopolio local y, por ende, enfrentarse a una curva de demanda con pendiente negativa.
Por su parte, Wilhelm Röpke en el libro ya aludido, afirma que el concepto de una competencia pura o perfecta basada en modelos matemáticos abstractos debería ser sustituida por un concepto de competencia “activa” o “eficiente”. Al respecto escribió Röpke:
“En esta situación, unas veces un productor, otras otro, alcanzará la primacía sobre los demás, encontrándose así en una posición especial; pero ello no puede considerarse como una posición monopolista, mientras los otros productores puedan colocarse a la altura del primero, disputándose su posición singular. En esta lucha constante en la que los productores miden sus fuerzas y en el incentivo que representa el alcanzar las ventajas pasajeras de ocupar el primer puesto, es donde radica la esencia de la competencia, que hace de ella una institución extraordinariamente provechosa”.
La solución que se intentó dar a esto la podemos encontrar en la vieja y clásica obra del economista y académico de la Universidad de Harvard, Edward H. Chamberlin: “The Theory of Monopolistic Competition” (1933). En el capítulo I el autor ya llama la atención sobre el hábito dentro de la teoría económica de analizar los fenómenos a la luz de dos teorías: competencia o monopolio. Así, por ejemplo, el fenómeno de la competencia sólo podría ser explicada a la luz de una de estas dos, siendo en este caso por la teoría de la competencia (no por la teoría del monopolio).
Para Chamberlin estas teorías puras y extremas no eran suficientes y satisfactorias para dar cuenta de los fenómenos económicos. El autor cita a otros autores como Frank Knight (1885-1972) quien ya advertía de lo simplista que eran estas 2 clasificaciones y dejaba entrever que el monopolio podía coexistir con el fenómeno de la competencia. Knight al igual que Chamberlin reconocía que cada empresa era parcialmente un monopolio. También cita al sociólogo y economista Thorstein Veblen (1857-1929) quien dudaba de que existieran empresas comerciales exitosas dentro de la gama de industrias modernas en las que el elemento de monopolio está totalmente ausente. Al respecto, Chamberlin concluía lo siguiente:
“Sin embargo, con la excepción de la teoría del duopolio, el término medio entre la competencia y el monopolio permanece virtualmente inexplorado y las posibilidades de aplicar tal teoría son relativamente poco apreciadas”.
En el capítulo I el autor hace uso del concepto de competencia pura en el sentido de “ideal”, de manera que el monopolio también podría existir bajo esta condición de pureza. De acuerdo con esto, la competencia perfecta sería en realidad un “ideal” y, como tal, se denominaría “competencia pura”, en el sentido que en no posee rasgos propios de un “monopolio puro”. Por lo tanto, si tenemos un mercado en donde las empresas son muchas pero su producto es diferenciado y tienen incluso ventajas en cuanto a su localización (monopolio espacial), entonces ya no estaríamos hablando de “competencia pura”. Para Chamberlin “pureza” y “perfección” no deben ser considerados como términos idénticos e intercambiables, y que la “competencia monopolística” (que abordaremos más adelante) no debería ser considerada como parte de los que se conoce bajo el nombre de “competencia imperfecta”.
En suma, Chamberlin nos presenta un cuadro en donde los mercados no se desplazan de un estado de “perfección” a uno de “imperfección”, sino que nos presenta un espectro en donde los extremos están representados por una competencia pura y por el monopolio puro, y hacia el centro nos encontramos con una competencia que posee elementos de monopolio y de competencia pura entremezcladas (lo que él denomina competencia monopolística). Una conclusión de Chamberlin es que cuando las personas hablan de “competencia” a lo que se refieren en realidad es a la “competencia monopolística” que representa el entrelazamiento del monopolio puro con la competencia pura y que veremos más abajo.
Sistemas y sistemismo (por Jan Doxrud)
(I) Algunas palabras sobre el status científico de la Economía (por Jan Doxrud)
(II) Algunas palabras sobre el status científico de la Economía (por Jan Doxrud)
1) El Cisne Negro El impacto de lo altamente improbable (por Jan Doxrud)2) El Cisne Negro El impacto de lo altamente improbable (por Jan Doxrud)
3) El Cisne Negro El impacto de lo altamente improbable (por Jan Doxrud)
4) El Cisne Negro El impacto de lo altamente improbable. El caso chileno (por Jan Doxrud)
5) El Cisne Negro El impacto de lo altamente improbable. El caso chileno (por Jan Doxrud)
6) El Cisne Negro El impacto de lo altamente improbable. El caso chileno (por Jan Doxrud)