4) Introducción al Anarcocapitalismo (por Jan Doxrud)
Pasemos ahora a examinar algunas de las ideas del colaborador y discípulo de Rothbard: Hans-Hermann Hoppe. Hoppe es un sociólogo y economista nacido en Peine, Alemania Occidental. Cursó sus estudios en Universität des Saarlandes, Goethe-Universität y la Universidad de Michigan. Actualmente es profesor en la Universidad de Nevada en Estados Unidos. El autor plantea ideas similares a la de Rothbard ( del cual es discípulo). En su libro “Monarquía, Democracia y Orden Natural” Hoppe argumenta en contra de los liberales clásicos quienes fracasaron en su intento de limitar el crecimiento del Estado y la ideología estatista a lo largo de los siglos. El autor define al Estado como “un monopolista territorial de la coacción, una agencia que viola de manera permanente e institucionalizada los derechos de propiedad y explota a sus titulares con diversos métodos – expropiación, impuestos y reglamentaciones –”[1].
Los Estados son, además, los grandes responsables de las guerras, ya que la condición misma de la existencia de los Estados es la guerra, lo mismo que su mantención a lo largo del tiempo. Hoppe explica que la competencia entre Estados como monopolistas territoriales es, por su propia naturaleza, eliminatoria, ya que en este juego sólo puede prevalecer un monopolista, favoreciendo así la progresiva centralización política y la constitución de un Estado mundial.
Examinemos esto con mayor detención. Hoppe considera que la historia política-administrativa de Europa ha sido la de una progresiva centralización. Hacia 1914 existían solamente tres repúblicas: Francia, Suiza y, desde 1911, Portugal. Las demás grandes potencias era el Imperio turco, la Rusia de los Romanov, la Austria-Hungría de los Habsbugo, la Alemania de los Hohenzollern y la Inglaterra de la Casa de Windsor (nombre adoptado durante la primera Guerra Mundial).
Ahora bien, Hoppe reconoce que operaron fuerzas descentralizadoras, especialmente con la desintegración del imperio austro-húngaro y el nacimiento de nuevos Estados tras finalizar la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Hay que tener en consideración que tal imperio aglutinaba una enorme cantidad de grupos étnicos: húngaros, eslovacos, rumanos, ucranianos, serbios, croatas y judíos entre otros. Con el Tratado de Trianon, que entró en vigor en 1921, el reino de Hugría llegó a su fin y con el Tratado de Saint Germain-en-Laye, firmado en septiembre de 1919, se puso fin al imperio austriaco. Lo mismo sucedió con el Imperio turco, a través del Tratado de Sèvres, firmado en 1920.
En resumen, al finalizar la primera Guerra Mundial el mapa europeo cambió significativamente, ya que surgieron nuevas naciones: Estonia, Letonia, Lituania, Checoslovaquia, Hungría y Yugoslavia. Pero Hoppe retrocede aún más en el tiempo y señala que hacia el siglo XVII Alemania estuvo constituida por 234 principados, 51 ciudades libres y más de 1.500 señoríos independientes que llegaron a su fin con las guerras (de los ducados, austro-prusiana y franco-prusiana) que culminaron con la unificación de Alemania (1871). A pesar de estas fuerzas descentralizadoras, como lo fue también el desmembramiento de la URSS y Yugoslavia, la tendencia parece dirigirse a la formación de un gran gobierno mundial.
Al respecto escribe Hoppe:
“Desde una perspectiva global, la humanidad está más cerca que nunca del establecimiento de un gobierno mundial. Antes de la desintegración del imperio soviético los Estados Unidos habían venido ejerciendo su economía sobre la Europa occidental (particularmente sobre la Alemania occidental) y sobre los países ribereños del Pacífico (sobre todo Japón), según se colige de la presencia en esos lugares de tropas y bases militares norteamericanas; de los tratados fundadores de la OTAN y la SEATO; del papel desempeñado por el dólar Americano como moneda de reserva internacional y por el sistema de la Reserva federal, «prestamista» que ha proporcionado «liquidez» a todo el sistema bancario occidental; y, por ultimo, de las instituciones como el Fondo Monetario Internacional y la recientemente creada Organización Mundial del Comercio (OMC-WTO)”[2].
A esto hay que añadir el proceso de integración Europea que culminó con la formación de la Unión Europea, el Banco Central Europeo y la circulación de una moneda única:el euro. Para los anarquistas, lo que se ha formado en Bruselas es un nuevo “Leviatán” que no tiene parangón – desde el punto de vista del tamaño del aparato burocrático, así como el grado de centralización – con la extinta Unión Soviética.Continúa explicando Hoppe que este movimiento hacia la centralización es percibido e interpretado por el discurso dominante como algo bueno y progresista, mientras que la desintegración y la segregación son solamente anacronismos.
El autor considera que los movimientos secesionistas, así como el desarrollo de movimientos separatistas y regionalistas en todo el mundo, no representan un anacronismo. Tales movimientos aumentarían la diversidad étnica, lingüística, religiosa y cultural. A su vez, esos movimientos también pondrían fin a la integración forzada impuesta por la centralización y sustituiría tanto la lucha social como la nivelación cultural por la paz y la competencia cooperativa entre las diversas culturas. Por ultimo, se resolverían los problemas de inmigración ya que dejaría que cada territorio establezca sus propios criterios de admisión, “decidiendo por su cuenta con quienes desean asociarse en su propio territorio y con quienes prefieren coopera a distancia”[3].
En lo que respecta a Estados Unidos, Hoppe afirma que existió en un momento un futuro provisorio. En primer lugar, los colonos ingleses que arribaron a América del Norte habrían sido un ejemplo de un sistema de libertad natural, tal como lo concibió Adam Smith. Los colonos tuvieron la oportunidad de comenzar de cero para poder crear una comunidad política libre y próspera, demostrando así la falacia del estado de naturaleza de Thomas Hobbes, en virtud del cual la vida de los seres humanos, sin el Estado, sería el de una guerra de todos contra todos (bellum omnia contra omnes). De acuerdo a Hoppe, los colonos demostraron la viabilidad de un orden social carente de Estado, es decir, anarcocapitalista. Continúa explicando el autor:
“Probaron también, de acuerdo con las teorías de John Locke, que la propiedad privada está fundada naturalmente en la apropiación privada…de una tierra inculta (salvaje) por una persona. Demostraron, así mismo, sobre los supuestos del reconocimiento de la propiedad privada, de la división del trabajo y del intercambio contractual, que los hombres son capaces de protegerse eficazmente a sí mismos contra las agresiones antisociales: sobre todo con la defensa propia….y, cuando las sociedades se vuelven más prósperas y complejas, con medios especializados, por ejemplo, recurriendo a instituciones y agencias como los registros de la propiedad, notarios, abogados, jueces, tribunales, jurados, alguaciles, asociaciones de defensa mutual y milicias populares”[4].
Posteriormente vendría la independencia (1776). John Adams, Thomas Jefferson y Benjamin Franklin, en nombre del pueblo y con el poder pleno del pueblo de las colonias, declararon que las colonias unidas pasarían a ser Estados libres e independientes, exentas de todo deber de súbditos para con la Corona británica. Pero posteriormente, Hoppe señala que vendría el error fatal, cuando los norteamericanos no sólo olvidaron la herencia regia de la administración de las colonias y los gobiernos coloniales , sino que reconstruyeron a cada una bajo la forma de Estados independientes, donde cada uno de estos estaba provisto de un exclusivo poder coactivo fiscal y legislativo.
La situación empeoró cuando se adoptó la Constitución y se sustituyó la flexible confederación de Estados independientes por el gobierno central ( federal) de los Estados Unidos. Así, la nueva Constitución garantizó el monopolio nacional de la justicia y la protección a unos curadores temporales e intercambiables. Lo que Hoppe quiere dar a entender es que antes, el rey de Inglaterra poseía las colonias como propiedad privada y los colonos eran una suerte de arrendatarios. Pero con la nueva situación se pasó a tener unos políticos electos que actuaban como arrendatarios temporales de la nación estadounidense, haciendo un uso ineficiente de los recursos. Hoppe va directo al grano y sin eufemismos, y señala que la Constitución debe presentarse como lo que es: una equivocación.
Existe una clara contradicción entre lo que establece la Declaración de Independencia y lo que el gobierno hace. Por un lado, el gobierno se compromete a proteger la vida, la propiedad y la búsqueda de la felicidad pero, por otro lado, desde el momento en que el gobierno cobra impuestos sin consentimiento, entonces la Constitución ya no puede garantizar la meta original, “convirtiéndose en el instrumento de la invasión y la destrucción de los derechos que debe asegurar”[5].
Tenemos pues que, de acuerdo a Hoppe, la Constitución es anticonstitucional y es incompatible con la doctrina de los derechos naturales a la que el autor se adhiere. Cabe aclarar que el autor no aboga por el regreso a un pasado feudal o a la época de las colonias norteamericanas. Lo que propone, básicamente, es que la provisión de la ley y el orden estén a cargo de agencias de seguros privadas. El sistema actual se encuentra sustentado en el monopolio de la justicia y de la protección basada en los impuestos, por lo que tal sistema que no constituye un contrato voluntario entre asegurador y asegurado. Se trata de la imposición de un sistema de seguridad estatal el cual es financiado coactivamente mediante impuestos.
Así, y para justificar lo anterior, se dice que el Estado vendría a llenar aquella “laguna” que los economistas denominan como “externalidades negativas” y que, en este caso, sería el proveer seguridad y que no existan ciudadanos parásitos que evadan el pago de este sistema de “seguridad estatal colectiva”. Otro problema que urge con este sistema, es que la justicia impartida suele ser deficiente, puesto que puede ocurrir que la pena establecida para el agresor no sea considerada justa por el afectado. Pero además los ciudadanos deben “suponer” que los jueces y fiscales, que son parte de tal sistema, son seres apolíticos, objetivos e imparciales, en cuyos fallos no intervienen su subjetividad e inclinaciones ideológicas. Sumado a lo anterior, los ciudadanos deben “suponer” que el sistema judicial se encuentra libre de corrupción y que opera bajo el más estricto profesionalismo.
Las agencias de seguro privadas que propone Hoppe protegerían l a propiedad privada a cambio de una prima, frente a numerosos tipos de desastres naturales o de tipo social (crímenes) por lo que estaría dentro de los intereses de tales agencias prevenir esta clase de riesgos para de esa manera no tener que pagar por ellos. En cambio, escribe el autor, en el caso del actual sistema de protección tenemos el siguiente problema ligado con los incentivos que hay de por medio:
“Sin embargo, dado que los Estados monopolizadores de la coacción no indemnizan a las víctimas y pueden recurrir a los impuestos para financiarse, apenas si tienen incentivos para prevenir la criminalidad o recuperar el producto de los delitos y capturar a los delincuentes”[6].
Estas clases de agencias reducirían incluso los riesgos de guerras entre naciones ya que no sería un buen negocio pagar por todos los daños resultantes de estas:
“Por último, con respecto a las relaciones internacionales, dado que los Estados pueden externalizar los costes de sus acciones cargándolos a los desventurados contribuyentes, tienen la permanente propensión a convertirse en agresores y belicistas. Según esto, los Estados tienden a financiar y desarrollar armas de agresión y destrucción masiva. En cambio, los aseguradores se cuidarán de implicarse en una agresión externa, pues eso es algo muy costoso y exige elevadas primas, lo que significa la pérdida de clientes en beneficio de los competidores no agresivos”[7].
Será, quizás, en otro artículo donde explique con mayor detalle estas y otras propuestas del anarcocapitalismo en distintas áreas. Por ahora, y para cerrar, podemos establecer que estamos ante un conjunto de ideas extremas, ya que propone la abolición del Estado y, junto a esto, el modelo de Estado-nación con todo lo que ello implica, es decir, la desaparición de cada una de las instituciones que forman parte del Estado. Pero el peso de la tradición hace que esta propuesta sea incluso inimaginable, puesto que constituye un verdadero asalto a nuestras creencias y a nuestra concepción de la sociedad, la política y la economía, lo que hace que el anarcocapitalismo sea percibida como una utopía irrealizable.
Lecturas complementarias
Bakunin, el anarquismo y el Estado (por Jan Doxrud)
(III) La Escuela Austriaca de Economía: El Capitalismo (por Jan Doxrud)
(I) Robert Nozick: Anarquía, Estado y Utopía (por Jan Doxrud)
III-Robert Nozick, Anarquía, Estado y Utopía, Estado y justicia distributiva (por Jan Doxrud)
IV-Robert Nozick, Anarquía, Estado y Utopía: Explotación y Envidia (por Jan Doxrud)
[1] Hans-Hermann Hoppe, Monarquía, democracia y orden natural. Una visión austriaca de la era americana (España: Unión Editorial, 2004), 161.
[2] Ibid., 162.
[3] Ibid., 173.
[4] Ibid., 344.
[5] Ibid, 356.
[6] Ibid., 360.
[7] Ibid., 365.