¿Por qué el socialismo nunca funcionará? Comunismo soviético (por Jan Doxrud)
E. H Carr explicaba que el principal problema que tuvieron que afrontar los bolcheviques, además de la lucha contra los “blancos” (fuerzas zaristas), fue la falta de alimentos. En 1918 se creó por decreto“comités de campesinos pobres” en los distintos pueblos cuyo objetivo era supervisar la recolección, distribución y envíos a las ciudades, los distintos productos agrícolas. El mismo año, debido a los problemas que los bolcheviques tuvieron con los “campesinos pobres”, fueron abolidos estos comités, y las autoridades buscaron apoyo en los “campesinos medios” que estaban por encima de los pobres, pero que no alcanzaban a ser campesinos ricos o kulaks. Se crearon granjas colectivas (koljozi) y granjas soviéticas (sovjozi). Estos últimos despertaron el rechazo de los campesinos ya que veían en los sovjozi un regreso a las grandes propiedades agrícolas que habían sido parceladas por la revolución. El “comunismo de guerra” comenzó en la industria con un decreto del 28 de junio de 1918 lo que se tradujo en la inmediata nacionalización de las industrias más importantes. Ahora bien, como explica Carr, la producción industrial se vio dominada por las urgencias de la guerra civil, lo que significó que el Ejército Rojo se transformó en la principal prioridad de la producción alimenticia. Esto generó la oposición por parte del campesinado, como explica Carr:
“Fue el requisamiento generalizado de los excedentes de grano lo que fundamentalmentecondujo a los campesinos, una vez que el peligro de los blancos estuvo superado, a rebelarse contra los rigores del comunismo de guerra”[1].
La guerra significó además que la población fuese movilizada al frente de combate. Al respecto escribe Carr:
“De las muchas estadísticas que ilustran el catastrófico declinar de la industria, quizás las más reveladoras sean las que registran la despoblación de las grandes ciudades. En los tres años siguientes a la revolución, Moscú perdió el 44,5% de su población; Petrogrado, donde la concentración industrial era mayor, un 57,5%. El Ejército Rojo se llevó a muchos de los hombres hábiles; y masas de gente fluyeron hacia el campo, donde si acaso se podía encontrar todavía alimento”[2].
También surgieron otros problemas como aquel que enfrentó al Estado con los sindicatos. Como explica Carr, la médula del problema era si los sindicatos debían cumplir, como lo pensaban los mencheviques y algunos bolcheviques, su papel tradicional de representar los intereses de la clase trabajadora y ser independientes del Estado o, como pensaban la mayor parte bolchevique, debían pasar a ser una parte integral del Estado soviético. Finalmente se impondría la tesis oficial bolchevique y los sindicatos tendrían que someterse al Estado y deberían asumir el peso de la organización de la producción. Otras medidas tomadas en 1919 fue introducir el servicio militar obligatorio, la creación de campos de trabajo para delincuentes condenados por la Cheka, los “sábados comunistas” donde los trabajadores de Petrogrado y Moscú realizaban horas extras de trabajo voluntario sin pago. El Comisario del Pueblo para la guerra, León Trotsky, fue uno de los principales propulsores de la militarización del trabajo con el objetivo de levanta la economía soviética. Con el fin de la guerra civil y la posterior derrota bolchevique por parte de los polacos comenzaron a emerger las críticas a las medidas coercitivas hacia los trabajadores y la marginalización de los sindicatos. En palabras del historiador británico:
“La brusca introducción durante el verano, bajo el nombre de comunismo de guerra, de medidas que parecieron a muchos bolcheviques un anticipo de la futura economía socialista fue considerada por los miembros más prudentes del partido simplemente como una respuesta obligada a una situación de crisis, un abandono del cauteloso avance seguido hasta entonces, una zambullida – necesaria, sin duda, pero precipitada y llena d riesgos– en aguas desconocidas. Este punto de vista ganó popularidad cuando terminó la guerra civil y las cargas del comunismo de guerra parecieron insoportables por más tiempo; y se convirtió en la línea aceptada cuando la revuelta campesina impuso finalmente la decisión de abandonar el comunismo de guerra a favor de la NEP”[3].
El científico e intelectual húngaro, Michael Polanyi (1891 - 1976), argumentaba que el denominado “comunismo de guerra” no constituyó una medida excepcional que respondió al clima de guerra que imperaba en Rusia, sino que esto último constituyó un subterfugio para evadir el hecho de que la implementación de un verdadero régimen socialista resultó ser un gran fracaso. El argumento del autor es que los bolcheviques, al llegar al poder, aprovecharon la oportunidad para establecer una economía planificada que, ante el colapso económico y social que sufrió el país, debió ser abandonada y se vieron forzados a adoptar métodos de producción capitalista para recuperarse del desastre económico en que estaban sumergidos. En palabras de Polanyi:
“El desastroso colapso del experimento destinado a establecer una economía centralizada que tuvo lugar en la Unión Soviética entre 1919 y 1921 es la clave para comprender la política económica de la Unión Soviética en los años siguientes. Una parte fundamental de esa política consistía en lograr que el mundo se olvidara de los objetivos iniciales del socialismo y de su derrota contundente en el primer intento, y en tratar de que un sistema productivo que funcionaba a través del mercado fuera considerado como un economía planificada. Para llevar a cabo esa política, era necesario tergiversar el experimento de planificación que tuvo lugar entre 1919 y 1921, y hacerlo pasarlo por una legislación de emergencia, diseñada para cumplir con las necesidades temporarias que planteaban el bloqueo y la guerra civil”[4].
Por lo tanto, los socialistas están en lo cierto cuando afirman que lo que hubo en la URSS no fue un “verdadero socialismo”. Los defensores del comunismo podrán argumentar que el “comunismo de guerra” fue sólo una medida que obedeció al contexto que se estaba viviendo en Rusia, otros podrán decir que la posterior “Nueva Política Económica” fue una suerte de “traición al espíritu comunista” y que posteriormente, tras la muerte de Lenin y el ascenso de Stalin, el sistema degeneró en el “stalinismo” y no en el socialismo. Pero lo que no señalan los socialistas es que el sistema posterior a la muerte de Lenin fuese o no una desviación o una negación del socialismo, lo cierto es que tal desviación o negación fueron necesarios ya que, si se se hubiese adoptado un sistema socialista puro, esto es, aboliendo el mercado y la propiedad privada, el sistema se hubiese desplomado de manera inmediata.
Lo que hicieron los distintos países socialistas fue conectarse a un tanque de oxígeno para poder extender lo más posible en el tiempo un sistema agónico. Como explica Kornai, existen al menos cuatro factores que inducen al sistema socialista clásico a abrirse a reformas graduales. El primero guarda relación con la acumulación de problemas económicos tales como la falta de desarrollo económico, escasez, pérdidas etc. A esto hay que añadir la presión que tenía la URSS así como el Pacto de Varsovia de mantener el “ritmo competitivo” con los países capitalistas y con la Organización del Tratado del Atlántico Norte. En segundo lugar menciona el malestar público, que incluye a trabajadores urbanos, campesinos, estudiantes, oficiales, pensionistas, intelectuales y profesores, como consecuencia de la precaria situación de los países del bloque socialista. Tal malestar también emerge como consecuencia del hostigamiento por parte de autoridades y la arbitrariedad con que operaba la burocracia estatal. En tercer lugar Kornai destaca la falta de confianza que invade a la misma cúpula de dirigentes políticos o nomenklatura. En cuarto y último lugar están los ejemplo (la reacción) provenientes de otros países, como por ejemplo, las acciones de Solidaridad en Polonia.
El punto es que cada uno de estos factores lleva a que se generen cambios en el modelo clásico de socialismo. En resumen, tal sistema se caracteriza por la existencia de un partido marxista-leninista, la influencia dominante de la ideología oficial, la preponderancia del aparato burocrático y la coordinación centralizada d e la economía. De acuerdo a esto una “reforma” debe ser considerada como tal si se altera, al menos, uno de los aspectos anteriormente mencionados, pero manteniéndose dentro del sistema. Cualquier cambio que vaya más allá de una mera reforma y que signifique un quiebre radical del sistema, se considera como una revolución.
El establecimiento de un “socialismo puro” o de un sistema en que se hubiesen eliminado todos aquellos aspectos que Marx criticó del sistema capitalista, nunca llegó a concretarse, ya que constituía un modelo autodestructivo que hubiese condenado al socialismo a un rápido colapso. Es por ello que estos distintos regímenes terminaron por transformarse en híbridos donde operó el sistema de planificación central y el mercado, o empresas autogestionadas como fue el caso de la Yugoslavia de Tito. De acuerdo a Peter Boettke el sistema socialista se asemejó más bien al antiguo sistema mercantilista:
“Both defenders and o pponents of the Soviet system have agreed on one vital point: the Soviet economy was a radical innovation, an experiment in the abolition of the market and its replacement by central planning. The present chapter challenges this assumption. The Soviet economy was a modern version of the mercantilist economies typical of sixteenth and seventeenth-century Europe. Like those previous incarnations, the Soviet economy was a market heavily restricted by state-granted monopolies … The mercantilist model of the Soviet-style economy outlined above does not imply that ideological factors played no role in the origin of the Soviet state. Revolutionary idealism may have motivated the early Bolsheviks, at least in part. But, by the time of Stalin, the economic system began to function like a mercantilist state. The Soviet Union had become a rent-seeking society by the time it entered its «mature stage»”[5].
Independiente de las formas que haya tomado el socialismo existente en diversas naciones, lo que unió a esta clase de regímenes fue la represión por parte del aparato estatal. Tal sistema represivo era una consecuencia inevitable si es que se quería mantener el sistema a flote, de manera que no hay que culpar a la figura de Stalin por el rumbo que tomó la URSS. Tal interpretación es ingenua e ignora que todos los regímenes socialistas fueron represivos. Por lo tanto utilizar a Stalin como chivo expiatorio, señalarlo como el gran culpable de haber distorsionado el sistema socialista y de haber sido el ejemplo a seguir por todos los regímenes socialistas posteriores, es una visión que ignora completamente la realidad.
El punto es que el sistema de planificación central, que implica la abolición de la propiedad privada necesita de la vigilancia constantey la represión de la población, esa es la regla en el sistema socialista y no la excepción. Como explica Paul R. Gregory en su libro sobre la política económica stalinista, Stalin y el Politburó podían tomar decisiones principalmente sobre asuntos como el presupuesto de inversión, distribución de divisas y la colección de granos. Las demás decisiones eran tomadas por otros órganos como el Gosplán. Stalin no fue el único dictador ya que existían otros muchos dictadores a lo largo de la cadena de mando en la URSS.
En palabras de Paul R. Gregory:
“The Soviet administrative-command system had many jockeys, not just one. The jockey was not simply Stalin or the Politburo, but the hubdreds or thousands of «smaller Stalins» that populated the «nested dictatorship». The superior at each level behaved as a despot relative to subordinates as did the superior’s own «dictator». The administrative-command system consisted of layer upon layer of dictators, each harassing subordinates”[6].
Más adelante continúa el autor:
“The nested dictatorship was thus a battlefield between superiors and subordinates, where the superior (dictator) imposed force and coercion on his agent to limit opportunistic behavior. The dictators…imposed coercive orders on their subordinates based on incomplete and inaccurate information, and the subordinate was confronted with a mass of confusing, ill-devised, and apparently arbitrary instructions for which he was personally responsable”[7].
[1] E. H. Carr, La revolución rusa. De Lenin a Stalin (1917-1929) (España: Alianza Editorial, 2014), 50.
[2] Ibid., 48-49.
[3] Ibid., 55.
[4] MichaelPolanyi, La lógica de la libertad. Reflexionaes y réplicas (España: Katz Editores, 2010), 149.
[5] Peter Boettke, Calculation adn Coordination, 151-152.
[6] Paul R. Gregory, The political Economy of Stalinism. Evidence from the Soviet Secret Archives (USA: Cambridge University Press, 2004), 260.
[7] Ibid., 270.