1/2-Algunos errores económicos del pensamiento marxista (por Jan Doxrud)

El economista anarco-capitalista estadounidense,  Murray Rothbard en su “Historia del Pensamiento Económico”  critica   varios   aspectos   del   pensamiento   económico  de  Marx. Al  igual  que  los economistas austriacos Carl Menger, Böhm-Bawerk y Mises, Rothbard rechaza la teoría del valor trabajo de Marx y, en general, cualquier teoría que considere que existe un valor objetivo para los bienes finales o factores de producción (consulte mi artículo sobre la teoría del valor). Carece de sentido el proceder de Marx en lo que se refiere a igualar dos bienes que son intercambiados y buscar “algo en común” en ambos, es decir el valor contenido en ambos. En el desarrollo de su teoría del valor,  Marx cometió el error de enfocarse en el objeto material y no en los individuos que son los que deciden hacer el intercambio y los que realizan las valoraciones subjetivas de los bienes que se intercambian en el mercado (y no buscar un supuesto valor objetivo basado en en la cantidad de trabajo incorporado).

Rothbard  también  critica  el  concepto  vago  y  reduccionista de “trabajo socialmente necesario” (trabajo  que  toma   como referencia  para   determinar  el   valor  de  lo s bienes) . Marx  tampoco especifica  bien  qué  significa producir un artículo en condiciones “normales”  de producción y con  un  nivel “medio”  de   cualificación   e   intensidad   imperante   en   cierto   momento. El economista   norteamericano   se   refiere   también  a  la   incapacidad por parte Marx de dar una respuesta  al  problema  de  la   baja  tendencial  de  la  tasa   de  ganancia. Siguiendo a Marx, en aquellas  industrias  donde  existiese   una   composición orgánica (consulte  mi artículo  sobre este tema) del capital más alta, (mayor uso de bienes de capital que trabajo humano) tendrían una menor tasa de ganancia que aquellas que son más intensivas en trabajo humano o trabajo vivo (que es lo que crea el valor de los bienes). Tal  situación  sólo  podía  darse  en  la  mente de Marx, en sus escritos y seguidores, pero no en la vida real. En palabras de Rothbard:

Böhm -Bawerk  planteó  con  claridad  y  nitidez  la  grave contradicción interna de la teoría marxiana: Marx  defendía que  los  bienes  se  cambian en el mercado según la proporción de las cantidades de trabajo incorporado  a  ellos (es  decir, que sus valores son determinados por la cantidad de horas de trabajo que se requieren para producirlos), y también admitió que las tasas de beneficio de todos los bienes tendían a ser iguales. Ahora bien, si la primera cláusula es verdadera, las tasas de beneficio disminuirían sistemáticamente en proporción a la intensidad de la inversión de capital, y aumentarían en proporción al grado de intensidad de trabajo en la producción”[1].

Marx nunca llegó a explicar esto y tampoco  sus  seguidores, y fue Böhm-Bawerk quien evidenció que   Marx  no  tuvo otra  alternativa  que  ceder  ante  las  contradicciones  en  las  que  había caído  y reconocer que en el mercado, las tasas de beneficio se igualan y que los precios no eran proporcionales  a  la  cantidad  de  horas  de  trabajo invertida en la producción de los distintos bienes. La supuesta solución de que los precios estaban determinados por los costes de producción (o precios de producción) más la tasa media de beneficio sólo significaba que se había abandonado la teoría del valor-trabajo.

El  libro  tercero  de  El  Capital  no  resolvió  las  contradicciones  en  las que incurrió Marx. El economista  italiano, Achille  Loria (1857-1943) calificó  la  obra como “mistificación” y añadió que  este  volumen  (Libro III de El Capital) constituyó  la  ruina teórica del sistema marxista, la “campaña rusa” napoleónica contra el sistema  marxista. Marx nunca dio una respuesta clara a una pregunta tan simple: ¿por  qué  los  capitalistas actuarían de tal manera, por ejemplo aumentando la proporción   de  capital constante  y  dejando  cada  vez  más  trabajadores   desempleados   para  que estos  posteriormente  se  rebelaran  y  expropiaran a los numerosos capitalistas? Si el trabajo humano es el que realmente incorpora valor, entonces ¿para  que  sustituir  mano  de obra humana por bienes de capital? No  existe  una  explicación  convincente  de  este comportamiento autodestructivo de los capitalistas. El capitalista guiado por el espíritu de tánatos, invierte  para percatarse de que su tasa de beneficio cada vez es menor, pero la competencia lo lleva a continuar en el camino de su propia destrucción.

Otra  critica  de  Rothbard  apunta  a   la   idea   de   la   concentración  del  capital, esto  es, la tendencia   de   las   empresas  a aumentar  su  tamaño para ampliar la escala de su producción. Rothbard   señala   que si bien   no  se   sabe  a ciencia cierta cuál debe ser el tamaño óptimo de una empresa, sólo pueden  ser  los  empresarios  quienes  determinen esto teniendo en consideración una serie  de  factores. Pero  lo  que  sí  se  puede   descartar  es  la  amenaza   del   establecimiento de un“gran cartel” ya que, a la larga, el mercado pone ciertos límites a la dimensión de la empresa. Siguiendo  a Ronald Coase (1910-2013), las empresas existen porque ahorran costes de transacción. La  pregunta   que   podríamos  hacernos  es  ¿por qué razón no se forma una sola gran empresa de producción mundial tal como podría haberlo concebido Marx? En palabras de Jesús Huerta de Soto:

…desde la óptica del argumento original de (Ludwig von) Mises, es claro que la posibilidad de organizar eficientemente  una  empresa  se  encuentra  inexorablemente limitada por el tamaño de la misma: siempre existirá un determinado tamaño  crítico, a partir del cual el volumen y tipo de información que necesite el órgano   gestor  para  dirigir  eficientemente  su  empresa  será  tan  grande y complicado, que sobrepasará con mucho sus capacidades interpretativas y de comprensión, por lo que cualquier crecimiento adicional tenderá a ser ineficiente y redundante[2].

De  acuerdo  a  Huerta  de  Soto, la  tesis de  Mises viene a complementar a la de Coase en el sentido de  que  la  “organización   empresarial, no sólo tendría beneficios decrecientes y costes crecientes, sino que además,  supondría   un  coste  prohibitivo  tan  pronto como  el  mercado  para  determinados factores de producción  comenzase  a  desaparecer[3]. En realidad, como explica Rothbard,  ha  sido  sólo en el socialismo  donde  el  peligro  de  un “gran monopolio” se ha hecho realidad, un cartel creado y mantenido por el Estado. En palabras de Rothbard:

Quienes  abogan  por  la  «planificación central» socialista, pretendiendo que es el método de producción más  eficiente  en  lo  que  respecta  a  satisfacer  las  necesidades  del  consumidor, tienen  que contestar la siguiente pregunta: Si esa planificación central es realmente más eficiente, ¿por qué no ha sido establecida por los individuos que persiguen ganancias en el mercado libre? El hecho de que jamás se haya constituido voluntariamente UN CARTEL ENORME y que se requiera el poder coercitivo del Estado para formarlo demuestra  que  no  habría  posibilidad  alguna  de  que  fuera el método más eficiente para satisfacer las exigencias de los consumidores[4].

Siguiendo  a  Ronald  Coase  podemos  afirmar  que  una  empresa tenderá a crecer hasta que los costes  de  la  organización  de  una  transacción  adicional  dentro de la empresa se igualen a los costes  de  realización  de  la  misma  transacción  por  medio  de  un intercambio en el mercado abierto, o  a  los  costos  de  su  organización  en  otra  empresa. Explicaba  Coase que, en la medida en  que  una  empresa  se  hace  más grande, existen rendimientos decrecientes de la función del empresario, vale decir, los costos de organizar una transacción adicional dentro de la empresa puede subir.

En  resumen,  la  idea  de  la  concentración  del  capital   resulta  ser    falsa  y, por   lo   demás, debemos  precisar  qué  pretendemos   decir   cuando   hablamos  de   monopolio,  ya   que  el verdadero  monopolio  existe  ahí  donde   existen  barreras  de  entradas para otros productores y  donde  existen   privilegios   para  ciertas  empresas  por  parte  del  Estado. En el capitalismo, si  bien hay empresas que logran perdurar en el tiempo, existen otras que si no están constantemente innovando,  entonces  se  van  a  quiebra  o  pierden  poder  dentro  del  mercado, tal  como sucedió con Blockbuster frente a Netflix o Kodak frente a las cámaras digitales. Si uno examina, por ejemplo, el Índice Industrial Dow Jones puede percatarse de los cambios en las industrias que integran aquel índice desde 1894 hasta la fecha. En nuestros días los Rothschild, los Carnegie o los Rockefeller han dejado de ser la “gran amenaza monopolista”. Como explica Rothbard, si la ley de la concentración del capital no es en absoluto cierta, entonces la tesis que le sigue, la ley de la centralización del capital, resulta ser más endeble. Nadie  es  capaz de  predecir  por  donde  soplarán los vientos de la competencia, de la creación y el declive, de la innovación y la decadencia. No cabe duda de que una de las tendencias del capitalismo es hacia una gran variedad y gama en la calidad de los productos, y esta tendencia promueve la “descentralización” y no la centralización marxista.

[1] Murray N. Rothbard, Historia del pensamiento económico, vol. 2, 448.

[2]Jesús Huerta de Soto, Socialismo, cálculo económico y función empresarial, 196

[3] Ibid., 198-199.

[4] Murray N. Rothbard, Historia del pensamiento económico, vol. 2, 162.