9/15-Apuntes sobre Immanuel Kant. La ética (por Jan Doxrud)

9/15-Apuntes sobre Immanuel Kant. La ética (por Jan Doxrud)

 

Si en la Crítica de la Razón Pura Kant se vio influenciado por Hume, en lo que se se refiere a la ética, el filósofo prusiano se vio fuertemente influenciado por Rousseau. Para Rousseau, los seres humanos tenía una dignidad independiente de su estatus social. El mismo Kant relata cómo valoraba a la humanidad desde la óptica de sus conocimientos y de su rechazo hacia la gente intelectualmente inferior. Pero fue Rousseau el que lo desengañó e hizo que esa superioridad ilusoria se desvaneciera.

Con Rousseau, Kant dijo aprender que la ciencia en sí no sirve para valorar a la humanidad. Antes de entrar a explicar esta obra, hay que referirse a la primera y breve obra en que Kant se ocupa exclusivamente de la filosofía moral o ética, me refiero a la Fundamentación de la metafísica de las costumbres,  publicada en 1785.

Entremos en el terreno de la ética de Kant. Piense el lector en un misántropo, una persona que siente odio por sus semejantes, por la humanidad y que de repente decide ayudar a una persona porque es un “deber” hacerlo. ¿Sería esto un acto moral? Piense el lector en una persona que ayuda a gente necesitada víctima de la destrucción causada por un sismo. Esta persona ayuda porque lo hace sentir bien o porque su religión dice que hay que ayudar a los desposeídos. ¿Sería esto una acción moral?  

Piense el lector que el gerente de su empresa propone una nueva filosofía para la empresa donde hay que tener un trato personalizado y cálido con el cliente con el objetivo de generar más confianza en estos y así aumentar la clientelas de la empresa. ¿Sería esto una acción moral por parte del gerente? ¿Estaría usted actuando libremente? ¿Trata usted bien a las personas porque es un deber o porque desea que usted sea tratado bien a cambio? No cabe duda que el asesinato es un acto inmoral pero: ¿qué sucede con el suicidio?

Cabe agregar que lo anterior lo planteo con independencia de cualquier punto de vista religioso. Estas son algunas de las cuestiones que se abordarán  en las líneas que siguen. Pero antes de continuar con las obras de Kant que tratan sobre la moral, me gustaría exponer en términos generales el pensamiento de de Kant al respecto, ya que será el objeto de las líneas que siguen donde se abordará la Fundamentación de la metafísica de las costumbres y la Crítica de la razón práctica. Quiero destacar una serie de aspectos relevantes para poder comprender de entrada la ética kantiana. En primer lugar, la ética de Kant es una ética formal.

Las éticas formales no dicen qué es el bien concretamente o cuáles acciones son las más justas. Lo que esta clase de ética nos proporción son las condiciones generales y los procedimientos formales que nos permiten decidir si una acción es justa o no lo es. Estas difieren de las éticas materiales que establecen  cuál debe ser una vida correcta y qué tipo de acciones son deseables.

También tenernos las éticas teleológicas que establecen los fines deseables para nuestras acciones, que pueden ser Dios, la felicidad o el bien. Entonces podemos decir que la ética de kantiana afirma que es posible decidir la bondad o maldad a partir de un rasgo formal. Esta ética defiende que un criterio formal permite establecer si una conducta es buena o mala, así como delimitar las conductas buenas de las malas. Este criterio es la posibilidad de universalización de la máxima.

Para que quede claro, cuando hablamos de la “materia” de un mandato, la materia se refiere al mandato y la forma vendría a ser el modo de mandarlo. Así, las máximas de conducta que cumplen con el requisito formal de ser universalizables describen una acción buena. En Kant la ley moral tiene un carácter a priori, por lo que abandona el mundo empírico. Esta fundamentación racional a priori tiene la ventaja de que la norma moral no se encuentra encadenada a los cambios del comportamiento real del ser humano. De esta forma se logra lo anteriormente señalado, esto es, una ley universal que pueda regir para todos los seres humanos y no para algunos de acuerdo a ciertas circunstancias.

La contribución de Kant por alcanzar una ética a priori es crucial, y la desarrollará en tres obras: la Fundamentación de la  metafísica de las costumbres (1785), la Crítica de la razón práctica (1788) y la Metafísica de las costumbres que comprende dos partes. La primera es la Fundamentación metafísica del derecho y la segunda, la Fundamentación metafísica de la doctrina de la virtud. En las líneas posteriores me referiré a las dos primeras obras para explicar lo más claramente posible el desarrollo de la ética de Kant.

Tenemos entonces que para Kant sólo el motivo del deber confiere valor moral a una acción. Para Kant sólo soy libre cuando determino mi voluntad autónomamente. La ley moral consiste en un imperativo categórico que establece que debemos tratar a las personas como fines y nunca como medios.

Comencemos con la Fundamentación. Lo que era un libro de texto tomaría un curso inesperado. Una de las razones de este cambio fue la publicación de las Observaciones filosóficas y ensayos acerca de los Libros sobre los deberes de Cicerón por parte de uno de los grandes filósofos de fines del siglo XVIII, Christian Garve (1742-1798) quien tradujo a Cicerón así como La riqueza de las Naciones de Adam Smith. La obra fue publicada en 1783 y puso de manifiesto a Kant la relevancia que tenía Cicerón en temas morales y la influencia que este en la intelectualidad alemana.

Garve fue uno de los que llevó a cabo una recensión de la Crítica de Kant por lo que Kant debía llevar a cabo la suya, su propia contracrítica. En la redacción de la Fundamentación Kant leyó las traducciones de Cicerón realizadas por Garve. Lo que es seguro es lo ya dicho: la Fundamentación de Kant comenzó como una cosa y terminó como otra. Como explica Kuehn, lo que iba a ser un mero libro de texto de cuestiones ya bien estudiadas se convirtió en un tratado mucho más programático. Cicerón y Kant coincidieron en una serie de aspectos.

Ambos pensaban que la ética se fundamentaba en la razón y se oponía al impulso. Ambos rechazaban el hedonismo que, para Kant, una acción motivada por el placer no era moral y para Cicerón las acciones que podían ser el resultado de alguien “conquistado por el placer” no eran morales. Ambos ofrecen una teoría de la moralidad basada en el deber, pero diferían en cuanto en cuanto que Cicerón “optaba por una forma de eudemonismo, que sostenía que todo lo que concordara con el deber resultaría en última instancia más placentero que lo que contradecía a la virtud. A fin de cuentas, el deber, como todas las cosas, se deriva de la naturaleza…[1].

Las acciones realizadas por deber  pueden ser caracterizadas como acordes a la naturaleza. Lo que es nuestro deber es también lo que es natural, “y el consejo ciceroniano de que sigamos a la naturaleza es seguramente el precepto más famoso de su filosofía moral[2]. Para Cicerón no había contradicción o conflicto entre obedecer a la naturaleza y obedecer a la razón, así, lo que es verdaderamente racional es también natural. Somos animales sociales que necesitamos de los demás, de su reconocimiento, su aprobación. La vida moral está interesada por esa aprobación. No basta solamente con ser tenidos como honestos, sino que también queremos serlo.

Así, los deberes deben ser derivados de ciertas fuentes de honestidad que son: la percepción de la verdad, la conservación de la sociedad humana, la grandeza y firmeza de un ánimo excelso e indomable y el orden y medida en todo cuanto se dice y hace. Otro punto importante en Cicerón es que nuestra naturaleza depende de nuestro papel social. La sociabilidad constituiría así el principio fundamental del que deriva el deber. “Los deberes están así esencialmente relacionados con el estatus social, con algo que es público, que es parte de la esfera de la res pública o la comunidad. Los deberes tienen poco sentido fuera de la sociedad. No son principios internos o subjetivos, sino demandas públicas sobre nosotros[3].

Regresemos a Garve. El filósofo acepaba lo que sostenía Cicerón respecto al deber. Compartía la idea de que el deber estaba basado en la naturaleza humana y que podía ser retrotraído a los principios de autoconservación y compañerismo humano, y que la felicidad no está sólo en la raíz del deber, sino que también es siempre un factor que motiva las decisiones morales. La honradez era otro concepto fundamental dentro de la moralidad. Ya hemos hablado de Cicerón y Garve, pero, ¿qué tenía que decir Kant al respecto? Kant, a diferencia de Garve, no le preocupaba las particularidades de la sociedad prusiana, como por ejemplo la honradez, que era central en Prusia. Como escribió Kuehn, “Prusia no era más que un episodio en la narrativa de una historia universal en clave cosmopolita.”[4].

Cicerón

Para Kant, el ethos del que hablaban Cicerón y Garve no eran fundamental para la moralidad. Kant rechazó la honradez como base para nuestras máximas ya que la honradez era una forma de moralidad externa, una virtud que dependía de un orden social. ¿Dónde se encontraba el fundamento de la obligación moral? La respuesta es que debe ser buscado a priori en los conceptos de la razón pura. La ética ciceroniana no podría alcanzar la verdadera naturaleza de la moralidad.

Una ética ciceroniana cuyos fundamentos se encontrasen en la vida común, y que viene expresada por conceptos tales como los de honorabilidad (honestas), fidelidad (fides), compañerismo (societas) y decoro (decorum), era demasiado superficial y afilosófica para Kant”[5].

La moralidad tiene que ver con lo que nosotros somos o deberíamos ser y no tiene que ver con nuestro estatus social. Además la honorabilidad no podía ser un principio moral genuino ya que todos aquel que se apoyara en máximas de la honorabilidad introducía su propio interés como parte de sus deliberaciones morales. “Como agente morales todos somos iguales. Cualquier intento de defender o justificar las diferencias sociales por apelación a la moral debe ser rechazada igualmente[6]. Dentro del contexto de la Prusia del siglo XVIII estas ideas podían ser tomadas como revolucionarias y una verdadera amenaza, ya que no venían de la pluma de cualquiera. Para Kant debemos subordinar toda consideración personal, amor propio y las pasiones, a una única meta que es la de ser moral.






[1] Manfred Kuehn, op. cit., 392.

[2] Ibid., 393.

[3] Ibid., 394-395.

[4] Ibid., 396.

[5] Ibid., 396.

[6] Ibid., 397.