6/8- El Estado emprendedor de Mariana Mazzucato. Las críticas al libro. (por Jan Doxrud)

6) El Estado emprendedor de Mariana Mazzucato (por Jan Doxrud)

Otro tema que aborda el informe es el ejemplo que da Mazzucato es sobre el iPhone. Una idea medular de la economista es la relevancia que tuvieron las inversiones públicas en las revoluciones tecnológicas, incluyendo la computación e internet. Y acá viene la afirmación controversial y es que, si bien el iPhone (diseño y atractivo) provienen del genio de Steve Jobs, la realidad es que “casi todas las tecnologías avanzadas que se encuentran en el iPod, iPhone y iPad representan logros a menudo infravalorados e ignorados de los esfuerzos de investigación y financiación del gobierno y el ejército”.  Frente a esto  el IJM señala lo contrario y es que es Mazzucato la que sobrevalora el rol del Estado. El informe rechaza la idea de que el Estado jugó un rol clave en transformar la investigación científica en avance técnico como es el caso del disco duro. 

El problema es que no aporta evidencia y, la evidencia existente, no se encuentra del lado de la autora. En el caso del disco duro, este fue creado por la International Business Machines Corporation (IBM) y fue esta empresa la que logró transformar el descubrimiento científico de la magnetoresonancia (tecnología utilizada en los discos duros modernos) en una aplicación técnica en el año 1991. Añade el informe que el disco que montaba el primer iPod era de Toshiba. Ahora bien, el Estado si entraría a jugar un papel en esto, pero sería después, en el año 1992 por medio de Spintronics perteneciente a la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados (DARPA). En el caso de las pantallas multitouch, Mazzucato las atribuye a John Elias y su doctorando Wayne Westerman (aunque el informe introduce matices en esta autoría), quienes recibieron apoyo financiero de la National Science Foundation (NSF). 

Ahora bien, la NSF no es una institución que imponga planes a los científicos, sino que acepta o rechaza peticiones, de manera que no puede aseverarse que este invento fuera fruto de una política industrial. Ejemplos donde sí hubo una intervención directa del Estado fue el caso del asistente Siri que surgió de una petición estatal al Standord Research Institute (fundación privada parcialmente financiada por el Estado de acuerdo al IJM) Sin embargo, el informe añade que la aplicación Siri no es ni el primer ni el único asistente de voz y tampoco resultó ser una tecnología que pueda ser considerada como “clave”. 

En cuanto a las baterías de litio, Mazzucato asevera que fueron fruto de las investigaciones del Departamento de Energía de EE.UU y la NSF, y que posteriormente fueron comercializadas por Sony en 1991. Frente a esto el IJM señala que el principal impulsor de esta tecnología en sus orígenes fue el físico y Premio Nobel (2019) de Química John G. Goodenough (actualmente con 99 años de edad), quien en EE.UU recibiría financiación pública. Posteriormente sería Sony la que continuaría con la investigación en esta materia para finalmente poder comercializar la batería de litio. Ahora bien, no es EE.UU la que lidera su producción sino que Corea del Sur y Japón. 

Más allá de estos y otros ejemplos puntuales que aborda el informe, lo que debemos entender es el mensaje que entrega este mismo.  Lo central es que la creatividad y la innovación no pueden ser planificadas top-down y el Estado no esta dotado de facultades omniscientes como para saber donde dirigir recursos para financiar proyectos específicos.  Sumado a esto, y haciendo eco del informe, tenemos que  el proceso de desarrollo de nuevas innovaciones es uno de tipo evolutivo, descentralizado, cooperativo y competitivo. Por lo demás, tenemos que ha sido el sector privado el que ha liderado el avance del progreso técnico. A esto añade que “el único momento en la Historia que supone un cambio en la tendencia de crecimiento económico a largo plazo, la Revolución Industrial, se gesta y desarrolla por completo sin apenas apoyo estatal”.  Tampoco resulta ser cierto que el Estado es el único ente con una mirada a largo plazo mientras que el sector privado tenga un sesgo hacia el corto plazo. Como bien señala el informe:

“los mecanismos de mercado que regulan la inversión a diferentes escalas temporales funcionan bien en ausencia de distorsiones estatales”. No está de más decir que en el mercado de fondos prestables debería ser las preferencias temporales de los agentes económicos los que determinan el volumen de ahorro disponible y, por ende, el tipo de interés. Pero sabemos que en la era de los monopolios estatales, específicamente el del Banco Central, es este el que fija los tipos de interés lo cual distorsiona las señales para los inversores así como también las preferencias temporales. 

Aquí también entra un tema relevante relacionado con la causalidad. Ya siglos atrás el filósofo David Hume escribió que no solamente la causa tiene que preceder habitualmente a su efecto, sino que además, si el primero no hubiese estado presente, entonces el segundo nunca habría existido. Tenemos también que una condición necesaria no expresa una relación causal entre antecedente y consecuente, es decir, el oxígeno no es “causa” de la vida, sino que crea las condiciones para que esta pueda darse. Lo mismo sucede con el estudio, el cual es una condición necesaria pero no suficiente para obtener una buena calificación. Es aquí donde Mazzucato comete algunas falacias, puesto que tiende a ver en las condiciones necesarias (e incluso superfluas) como suficientes. 

Como afirma el economista español y Director del IJM Juan Ramón Rallo, Mazzucato confunde condiciones superfluas y condiciones necesarias, así como también condiciones necesarias y condiciones suficientes. Esta explicación de Rallo lo hace a propósito de la afirmación del político de extrema izquierda, Iñigo Errejón, quien en un discurso toma un iPhone y cuestiona el hecho de que haya sido fruto del emprendimiento y el esfuerzo de un grupo de personas. Paso seguido, Errejón, citando a Mazzucato, afirma que las múltiples partes que componen el iPhone proceden de instituciones públicas. De ahí Errejón obtiene una curiosa y fantasiosa conclusión de que cuando él ve un iPhone, no ve más que la perfecta demostración “de que la única posibilidad de tener un desarrollo industrial es con un rol central de un Estado emprendedor” con el que luego colaboran y se aprovechan otras empresas privadas. Es por ello que Rallo nos habla de las condiciones necesarias, es decir, presupuestos imprescindibles para que se genere un determinado resultado. 

Por ejemplo, Rallo explica que el iPhone es una innovación privada de Steve Jobs y sus colaboradores, marcando así una diferencia con otras marcas. Si bien es cierto que el gobierno de EE.UU inyectó 500 mil dólares en el capital de Apple antes de que saliera a bolsa, esto no nos permite concluir, como lo hace Mazzucato, que esto demostraría que Apple requirió del apoyo estatal para poder sobrevivir. Pero frente a esto tenemos que Apple pudo haber captado esos recursos del sector privado y, de hecho,  la compañía captó (antes de la inyección estatal) más de 500 mil dólares en el sector privado y tenía un valor de mercado estimado en 3 millones dólares. Por ende, el peso de la prueba está en los hombros de Mazzucato, es decir, tiene que probar que la compañía no hubiese podido subsistir sin esos 500 mil dólares provenientes del Estado.

Por ende, el Estado no inventó el iPhone, así como tampoco Guttenberg inventó Harry Potter por haber inventado la imprenta. Comenta Rallo que Guttenberg no inventó a Harry Potter y que este último no es solamente y nada más que “un libro impreso”. Así, tenemos que la imprenta, que tiene siglos de existencia, fue una condición necesaria pero no suficiente y Harry Potter no es algo trivial o un mero epifenómeno, puesto que es obra de la creatividad de J. K. Rowling.   Las partes del iPhone son condiciones necesarias, pero no suficientes, es decir, el hecho de que existan esas partes no nos lleva hacia un resultado inevitable que vendría a ser el iPhone. Este dispositivo es más que la suma de sus partes, es más que sus partes, puesto que entra en juego el diseño, software y el aparato de propaganda que dio al iPhone su reputación y ha convertido a Apple en una empresa exitosa.

Otro punto importante del informe del IJM es que toda acción económica implica costes de oportunidad y, junto a esto, pueden generarse consecuencias no previstas (recordemos a Bastiat: lo que se ve y no se ve). Con esto, el informe quiere dar a entender que La inversión estatal en innovación “puede sesgar el avance de su desarrollo hacia campos menos conectados con las demandas de los consumidores, con la retirada de recursos de proyectos orientados hacia ellos y la ralentización de estas innovaciones”. Sumado a lo anterior, se advierte que el gasto público en I+D+i “puede no generar más progreso tecnológico, sino suponer tan sólo una redistribución de la renta hacia científicos e ingenieros”. 

En suma de acuerdo al informe del IJM tenemos lo siguiente. En primer lugar el Estado no es una entidad homogénea, puesto que son  están compuestas por diversas agencias, de manera que no podemos hablar de una voluntad unificad o un plan centralizado. Citando el informe: “(…)  lo que investiga una universidad pública en concreto no viene dado por el mismo plan que determina lo que investiga un laboratorio estatal. En particular, el gasto estatal en innovación en Estados Unidos se halla fuertemente descentralizado”. Además está el problema advertido por la Escuela Public Choice y que aborda el informe del IJM. Tenemos los incentivos perversos como la proliferación de grupos de presión y burócratas en los sectores más intervenidos, lo cual desalienta la innovación disruptiva y “se crean incentivos para que los burócratas y las empresas protegidas se confabulen (lobbying) para mantener un status quo que sólo a ellos beneficia”. 

En segundo lugar tenemos que la innovación es un proceso evolutivo, descentralizado, cooperativo y competitivo. Otro tercer punto del informe es el concepto de coste de oportunidad, específicamente,  que quienes pagamos impuestos (los llamados “contribuyentes”) se ven forzados “a sufragar proyectos de resultado muy incierto, sobre los que no se dispone de la información que aportan los precios de mercado de cara a determinar si los medios utilizados están generando o destruyendo valor”.