2/6-Daron Acemoglu y James A. Robinson: Economía, Instituciones y Democracia (por Jan Doxrud)

2-Daron Acemoglu y James A. Robinson: Economía, Instituciones y Democracia (por Jan Doxrud)

Pasemos a la hipótesis cultural en virtud de la cual son las costumbres, tradiciones y valores las determinantes del fracaso o éxito de la naciones. Ya Max Weber había destacado que había sido la ética protestante la que había catalizado el éxito de ciertos países europeos. Los autores mencionan estereotipos como que los países latinoamericanos son derrochadores y que sufren de la cultura ibérica del “ya lo haré mañana”. Frente a esto, los autores señalan que la cultura puede explicar en parte la desigualdad en el mundo siempre y cuando entendamos esto en el sentido de las normas sociales existentes que se encuentran vinculadas con la cultura y que pueden ser difíciles de cambiar. 

Por otro lado señalan que esta variable no es una buena guía a la hora de explicar las desigualdades en el mundo debido a que los aspectos de la cultura de se suelen destacar – religión, valores – no resultan ser relevantes para explicar como hemos llegado a donde estamos. Por lo demás podríamos esgrimir ejemplos de laboratorio como fue el caso de la división de Alemania al terminar la Segunda Guerra Mundial en 1945 o la división de Corea. Los autores señalan que no fue la “cultura” lo que hizo que la Alemania Federal prosperara más que la Oriental (comunista) y que Corea del Sur lograse con el tiempo superar a Corea del Norte. Más adelante regresaré a estos casos particulares. 

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Otra versión de la hipótesis cultura toma la forma de la influencia de las culturas nacionales, por ejemplo, el que la cultura inglesa haya sido la causante de la prosperidad de Estados Unidos, Canadá o Australia. Pero como señalan los autores esto no resulta ser cierto en el sentido de que las colonias inglesas en África no tuvieron el mismo destino puesto que en esos países no se promovieron instituciones inclusivas, sino que extractivas (que examinaremos más adelante) las cuales se perpetuaron tras el proceso de descolonización. También tenemos el ejemplo de China que, bajo Mao, resulto ser un desastre económico y humano pero que, posteriormente, bajo Deng Xiaoping, logró repuntar y evita sufrir el mismo destino que URSS. Sobre el caso de China  Acemoglu y Robinson señalan lo siguiente:

“(…) el desarrollo actual de este país no tiene nada que ver con los valores o los cambios en la cultura china, sino que es el resultado de un proceso de transformación económica desencadenado por las reformas implantadas por Deng Xiaoping y sus aliados, quienes, tras la muerte de Mao Zedong, abandonaron gradualmente las instituciones y políticas económicas socialistas, primero en la agricultura y después en la industria”-

La tercera hipótesis que descartan los autores es la de la ignorancia. Esta nos señala que la desigualdad mundial debido a que los expertos o quienes manejan las riendas del poder político no saben cómo diseñar políticas que ayuden a los países a escapar de la pobreza. Pero de acuerdo a Acemoglu y Robinson, a pesar de la existencia de numerosos ejemplos de gobernantes que han implementado políticas desastrosas, al final la hipótesis de la ignorancia, en el mejor de los casos, logra explicar una pequeña parte de la desigualdad en el mundo. Si el problema fuese de ignorancia, añaden los autores, entonces los gobernantes bienintencionados aprenderían rápidamente qué políticas deberían diseñar y aplicar para optimizar el funcionamiento de sus países. 

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Esta hipótesis está relacionado con un tema que he abordado en otros artículos y es el enfoque tecnocrático “top-down” de los “expertos” que diseñan y recomiendan políticas publicas a los países pobres. Pero como señalan Acemoglu y Robinson, el obstáculo principal de que las políticas públicas no resulten en países pobres no radica en la ignorancia de los políticos sino que en los “incentivos y los límites a los que se enfrentan desde las instituciones políticas y económicas de sus sociedades”. Continúan señalando que  la hipótesis de la ignorancia no consigue explicar, por ejemplo, el caso de China que, con el ascenso de Deng Xiaoping logró implementar una radical reforma en materia económica. En palabras de los autores esto no fue porque repentinamente el Partido Comunista de China entendió que la propiedad colectiva de las tierras agrícolas y la industria creaban incentivos económicos desastrosos. 

Este cambio de política fue fruto de una fuerte pugna al interior de Partido Comunista en la cual ganó a facción de Deng Xiaoping que, llevado por el pragmatismo, implementó una liberalización del mercado mediante las 4 modernizaciones lo cual trajo consigo incentivos que beneficiaron a la economía. Ahora bien, caber señalar que igualmente si Deng llevó a cabo tal política es porque igualmente “entendió” que el modelo maoísta caracterizado por un dogmatismo ideológico inquebrantable, no iba a llegar a buen puerto y que la única solución era liberalizar la economía aunque manteniendo el sistema de partido único y la represión. Pero el punto de Acemoglu y Robinson es que fue la política la que determinó que se transitara desde el comunismo a los incentivos de mercado.

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En fin, ambos autores afirman que la prosperidad no puede diseñarse. Por ejemplo señalan que es usual que organismos internacionales como el FMI tienden a recomendar políticas que no tienen en consideración las instituciones de los países mas pobres, es decir, no tienen en cuenta el contexto para que tales recomendaciones puedan tener éxito como lo puede ser la estabilidad macroeconómica, tipo de cambios flexibles, liberalización de las cuentas de capital, privatizaciones, etc. Los autores nos recuerda que Robert Mugabe adoptó, en 1995, la idea de un Banco Central independiente para evitar así el peligro de la inflación. ¿Cuál fue el resultado? Para el año 2008 la inflación era de alrededor de un 230 millones por ciento.

Lo mismo sucede con la ayuda exterior, como cuando en el 2001, por medio de los acuerdos de Bonn, líderes guerreros afganos acordaron establece una democracia en Afganistán. ¿Pero era eso acaso posible en un país habitados por distintas etnias y religiones, así como también dominados por distintos señores de la guerra? Como señalan los autores, la ayuda en dinero no llego a traducirse en una mejora de la infraestructura del país puesto que gran parte de los miles de millones de dólares se utilizaron para transportar a miembros de la ONU, otros agentes internacionales, intérpretes, choferes.

Grupos etno-lingüisticos en Afganistan

Grupos etno-lingüisticos en Afganistan

De acuerdo a los autores muchos estudios estiman que del total de la ayuda dada a un país, solo un 20% como máximo llega a su objetivo. Añaden que existen docenas de investigaciones por fraude a oficiales locales y de la ONU por desviar dinero de las ayudas. Sobre la temática de la ayuda económica los autores afirman lo siguiente:

“(…) la ayuda exterior no es un medio muy efectivo de abordar el fracaso de los países del mundo hoy en día. Todo lo contrario. Los países necesitan instituciones políticas y económicas inclusivas para romper el ciclo de la pobreza. La ayuda exterior normalmente puede hacer poco en este aspecto, y, sin duda, no de la forma en la que está organizada actualmente. Reconocer las raíces de la desigualdad y la pobreza es importante precisamente para no depositar nuestras esperanzas en falsas promesas. Como estas raíces descansan en instituciones, la ayuda exterior, dentro del marco de las instituciones de los países receptores, harán poco para estimular un crecimiento sostenido”.