5/10- René Descartes y el racionalismo: una breve introducción a su pensamiento (por Jan Doxrud)

5) René Descartes y el racionalismo: una breve introducción a su pensamiento (por Jan Doxrud)

La empresa que estaba llevando a cabo suponía también la elaboración de una nueva moral, ya que Descartes decidió dudar de todo cuanto había aprendido y esto incluía la ética. Descartes establece así sus tres máximas:“…

(…) seguir las leyes y costumbres de mi país, conservando con firme constancia la religión en que la gracia de Dios hizo que me instruyeran desde niño, rigiéndome en todo lo demás por las opiniones más moderadas y más apartadas de todo exceso.

Su segunda máxima consistía  en “ser en mis acciones lo más firme y resuelto que pudiera y seguir tan constante en las más dudosas opiniones, una vez determinado a ellas, como si fuesen segurísimas…”[1]

Descartes recurrió a al ejemplo de los caminantes extraviados en un bosque, quienes no debían andar errando o detenerse, sino que debían caminar lo más derecho que podían hacia un sitio fijo, sin cambiar de dirección ya que, al menos, acabarían llegando a una parte mejor que estar en medio del bosque.  

La tercera máxima de Descartes apunta a no querer cambiar al mundo sin antes cambiar los propios deseos: 

“procurar siempre vencerme a mí mismo antes que la fortuna, y alterar mis deseos antes que el orden del mundo, y generalmente acostumbrarme a creer que nada hay que esté enteramente en nuestro poder si no nuestros propios pensamientos, de suerte que después de haber obrado lo mejor que hemos podido, en lo tocante a las cosas exteriores, todo lo que falla en el éxito es para nosotros absolutamente imposible”[2].

Hay una cuarta máxima que consiste en aplicar la vida entera al cultivo de la razón,

“y adelantar en cuanto pudiera el conocimiento de la verdad, según el método que me había prescrito”[3]. 

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En lo que respecta a la moral, Descartes siguió el patrón de comportamiento de su época, lo cual no deja de ser extraño para el filósofo de la duda metódica. Ludovico Geymonat observó  en las reglas de la  moral provisoria, 

“un sentido agudo de la conciencia  sobre las capacidades del hombre que ahora ya se encuentra solo frente al mundo, frente a los problemas y las perspectivas de la vida moderna, presentado en forma de máxima estoica de la coherencia (segunda regla); la conciencia de la independencia de la razón humana respecto de las cosas externas y por tanto, de la independencia del juicio práctico respecto de la atracción de las pasiones sensibles (tercera regla); finalmente apelar a tal concepción racional y humanista de la vida,  que coloque en el centro de las acciones humanas al hombre”[4].

La duda como punto de partida

¿Cómo procede Descartes? Como ya se adelantó, lo primero que pone en duda son los sentidos. Descartes, al igual que Sócrates, comienza desde la ignorancia. Los datos de los sentidos son para Descartes parte de aquello que no nos es evidente, claro y cierto.  “Todo lo que he tenido hasta hoy por más verdadero y seguro lo he aprendido de los sentidos o por los sentidos; ahora bien: he experimentado varias veces que los sentidos son engañosos, y es prudente no fiarse nunca por completo de quienes nos han engañado una vez”.[5] ¿Qué hay de los sueños? Descartes escribe: 

“Sin embargo, he de considerar aquí que soy hombre y, por consiguiente, que tengo costumbre de dormir y de representarme en sueños las mismas cosas y aun a veces cosas menos verosímiles que esos insensatos mientras velan. ¡Cuántas veces me ha sucedido soñar de noche que estaba en este mismo sitio, sentado junto al fuego, estando en realidad desnudo y metido en la cama!”[6].

Por tanto a la pregunta es: ¿Puedo dudar en este momento de que estoy escribiendo frente al computador? Descartes nos responde afirmativamente ya que a veces nos hemos encontrado soñando  que estamos escribiendo frente al computador y en realidad estaba durmiendo en la cama. Pero este argumento podría extenderse hasta el infinito ya que sucede que efectivamene me despierto y soy consciente de ello, pero puedo recordar que alguna vez en el pasado me desperté, pero resultó ser que no era cierto, ya que al instante me desperté, de manera que en realidad estaba durmiendo, pero podría pensar si acaso esto último no sería también un sueño. Lo anterior nos llevaría a pensar que estamos constantemente durmiendo y que nuestras experiencias no son más que sueños.

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Con respecto a la geometría y el álgebra se puede decir que son más ciertas ya que hasta en en el mundo real como en el onírico tenemos, por ejemplo, que 2 + 2 = 4 o que la distancia más corta entre dos puntos está en una recta o que el triángulo tiene tres lados. Pero aún así podemos ser engañados según Descartes. ¿Cómo puede ser esto posible? La respuesta es la intervención de un genio maligno,que ha puesto su industria toda en engañarme; pensaré que el cielo, la tierra, los colores, las figuras, los sonidos y todas las demás cosas exteriores no son sino ilusiones y engaños  de que hace uso, como sebos, para captar mi credulidad”[7].

Pero ¿hasta qué punto se puede sostener está hipótesis? Descartes con su hipótesis del genio maligno lleva la duda metódica al extremo, transformándose en un obstáculo que, si no es superado, no existirá certeza alguna acerca de ningún fenómeno. Por lo demás, Descartes no explicó en detalle esta hipótesis. Algunos podrán interpretarlo como los diversos tipos de condicionamientos, prejuicios y expectativas que cubren nuestro entendimiento. El genio maligno vendría a declarar como inexistente el punto de Arquímedes.Entonces, ¿cuál puede ser el punto de partida para conocer el mundo?

De acuerdo a la hipótesis del genio maligno, la verdad no residiría ni en el sujeto ni en el objeto. Pero ya podemos intuir que Descartes trasladó el punto de Arquímedes al sujeto. Para el filósofo español Manuel García Morente la hipótesis del genio maligno era un movimiento dialéctico, muy importante en el curso del pensamiento cartesiano.Continúa explicando el filósofo español:

“Repárese que en la hipótesis del genio maligno necesita , para ser destruida, la demostración, de la existencia de Dios. Sólo sabemos cuando Dios existe y que Dios es incapaz de engañarnos, sólo entonces queda desecha  la última y poderosa razón que Descartes adelanta para justificar la duda”[8]. 

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García Morente, siguiendo a Descartes, explica que podemos dudar del objeto, pero no dudar de nuestro pensamiento. El pensamiento es pensamiento de algo y ese algo se nos presenta como algo mediato, es decir, por mediación del pensamiento, en cambio no puedo dudar de mi pensamiento porque es inmediato. García Morente comenta

La hipótesis del genio maligno expresa rigurosamente ese carácter mediato del objeto…significa que en el contenido del pensamiento (de la idea)  no hay nada que legitime la existencia del objeto y, por consiguiente, que esta existencia del objeto necesita una garantía ajena: justamente la existencia de Dios”[9]

García Morente continúa argumentando que la hipótesis del genio maligno representa el problema y la solución del problema de la racionalidad o cognoscibilidad de lo real. ¿Será el mundo y el universo algo incognoscible, absurdo o que se encuentre más allá de la razón humana. ¿Puede llegar el hombre a desarrollar una mejor comprensión de las leyes de la naturaleza para apoderarse de esta a favor del hombre mismo? Dios será la solución a esta serie de interrogantes: “las demostraciones de la existencia y veracidad de Dios no hacen sino contestarla, afirmando la racionalidad del conocimiento, la posibilidad del conocimiento, la confianza postrera que hemos de tener en nuestra razón y en la capacidad de los objetos para ser aprehendidos por ella”[10].

[1]Ibid., 59.

[2]Ibid.

[3]Ibid., 61.

[4]Ludovico Geymona, 306.

[5]René Descartes, Meditaciones Metafísicas,120.

[6]Ibid., 120-121.

[7]Ibid., 124.

[8]Manuel García Morente, 22.

[9]Ibid., 23.

[10]Ibid.